© 2023 Halbert Katzen, JD
Por Halbert Katzen J.D.
Esta ayuda de estudio organiza todos los usos de coparental, copartícipe, asociación con Dios, los derivados de cocreat- y procreat-. Al final, hay una lista cronológica alfabética.
Nótese que no es sorprendente que los contextos en los que se utiliza el concepto de cocrear frente a procrear sean diferentes. Somos cocreadores de nuestras almas como criaturas con libre albedrío en asociación con el espíritu interior de Dios. En contraste, somos procreadores (normativamente) dispuestos como expresiones bisexuales del diseño creativo de Dios.
No es que nadie necesite perder el tiempo investigando la autopoiesis, pero si ya ha estado expuesto a sofismas relacionados con la autopoiesis, note que los conceptos (y la cultura) relacionados con este término y las enseñanzas de El libro de Urantia son incongruentes. La razón fundamental para esto es que está en la superficie. Asociación, co- y pro- no van con auto-. Incluso los reconocimientos de crítica de tendencia izquierdista Wikipedia incluyen esta declaración:
«Los críticos han argumentado que el concepto y su teoría no logran definir o explicar los sistemas vivos y que, debido al lenguaje extremo de autorreferencialidad que utiliza sin ninguna referencia externa, es en realidad un intento de dar fundamento a la epistemología radical constructivista o solipsista de Maturana, o lo que Danilo Zolo ha llamado en cambio una “teología desolada».
Los reinos de lo finito existen en virtud del propósito eterno de Dios. Las criaturas finitas, superiores e inferiores, pueden proponer teorías, y así lo han hecho, sobre la necesidad de lo finito en la economía cósmica, pero a fin de cuentas lo finito existe porque Dios lo ha querido así. El universo no tiene explicación, y una criatura finita tampoco puede ofrecer un motivo racional para su propia existencia individual sin recurrir a los actos anteriores y a la volición preexistente de unos seres ancestrales, Creadores o procreadores. (LU 115:1.4)
Aunque sería presuntuoso intentar definir la personalidad, puede resultar útil recordar algunas cosas que se conocen sobre ella: (LU 112:0.2)
- No está totalmente sometida a las trabas de la causalidad antecedente. Es relativamente creativa o cocreativa. (LU 112:0.5)
En los niveles experienciales conseguidos, todas las clases de personalidades y todos los valores de la personalidad son asociables e incluso cocreativos. Incluso Dios y el hombre pueden coexistir en una personalidad unificada, tal como lo demuestra de manera tan exquisita el estado actual de Cristo Miguel —Hijo del Hombre e Hijo de Dios. (LU 0:5.3)
La conciencia cósmica implica el reconocimiento de una Causa Primera, la sola y única realidad sin causa. Dios, el Padre Universal, actúa en tres niveles de personalidad de la Deidad, que tienen un valor subinfinito y expresan de manera relativa la divinidad: (LU 0:2.2)
- Personal —como en la experiencia evolutiva de los seres creados y procreados. (LU 0:2.4)
Todas las clases y fases subinfinitas de personalidad son accesibles mediante la asociación y son potencialmente cocreativas. Lo prepersonal, lo personal y lo super-personal están todos unidos por un potencial mutuo de consecución coordinada, de realización progresiva y de capacidad cocreativa. Pero lo impersonal nunca se transmuta directamente en personal. La personalidad nunca es espontánea; es el regalo del Padre Paradisiaco. La personalidad está superpuesta a la energía y sólo se encuentra asociada con los sistemas de energía vivientes; la identidad puede estar asociada con arquetipos de energía no vivientes. (LU 0:5.4)
Con la fusión del Ajustador, el Padre Universal ha cumplido su promesa de darse a sí mismo a sus criaturas materiales; ha cumplido la promesa y ha consumado el plan de la donación eterna de la divinidad a la humanidad. Ahora empieza la tentativa humana por comprender y llevar a cabo las posibilidades ilimitadas inherentes a la asociación celestial con Dios, una asociación que se ha convertido así en un hecho. (LU 112:7.14)
¡Qué escena para ser contemplada por las inteligencias celestiales, la de este espectáculo del joven indio proponiéndole al Creador de un universo que elaboraran una nueva religión! Aunque el joven no lo sabía, en aquel momento y lugar estaban elaborando una religión nueva y eterna —un nuevo camino de salvación, la revelación de Dios al hombre a través de Jesús y en Jesús. Lo que el joven más deseaba hacer en el mundo, lo estaba haciendo inconscientemente en ese momento. Siempre fue y siempre es así. Aquello que una imaginación humana iluminada y reflexiva, instruida y guiada por el espíritu, desea ser y hacer desinteresadamente y de todo corazón, se vuelve sensiblemente creativo según el grado en que el mortal esté consagrado a hacer divinamente la voluntad del Padre. Cuando el hombre se asocia con Dios, grandes cosas pueden suceder, y de hecho suceden. (LU 132:7.9)
La voluntad del Creador y la voluntad de la criatura son cualitativamente diferentes, pero son también experiencialmente semejantes, pues el Creador y la criatura pueden colaborar para conseguir la perfección universal. El hombre puede trabajar en unión con Dios y así crear juntos un finalitario eterno. Dios puede trabajar incluso a la manera humana mediante las encarnaciones de sus Hijos, que consiguen así la supremacía de la experiencia de las criaturas. (LU 117:1.4)
Al Hijo Eterno se le conoce por distintos nombres en los diversos universos. En el universo central se le conoce como la Fuente Coordinada, el Cocreador, y el Absoluto Asociado. En Uversa, sede de vuestro superuniverso, designamos al Hijo como el Centro Espiritual Coordinado y como el Administrador Espiritual Eterno. En Salvington, sede de vuestro universo local, este Hijo es conocido como la Eterna Fuente-Centro Segunda. Los Melquisedeks se refieren a él como el Hijo de los Hijos. En vuestro mundo, pero no en vuestro sistema de esferas habitadas, este Hijo Original ha sido confundido con un Hijo Creador coordinado, con Miguel de Nebadon, que se donó a las razas mortales de Urantia. (LU 6:1.5)
Sin embargo, existe un ideal del matrimonio en las esferas de las alturas. En la capital de cada sistema local, los Hijos e Hijas Materiales de Dios describen de hecho el punto culminante de los ideales de la unión de un hombre y una mujer en los lazos del matrimonio y con la finalidad de procrear y criar una descendencia. Después de todo, el matrimonio ideal de los mortales es humanamente sagrado. (LU 83:8.5)
Considere también:
Después de esta promesa de subordinación por parte del Espíritu Madre Creativo, Miguel de Nebadon reconoció noblemente su eterna dependencia de su Espíritu compañero, nombró al Espíritu cogobernante de los dominios de su universo, y pidió a todas sus criaturas que prometieran su lealtad al Espíritu como lo habían hecho con el Hijo; entonces se promulgó y se publicó la «Proclamación final de Igualdad». Aunque era el soberano de este universo local, el Hijo proclamó a los mundos el hecho de que el Espíritu era igual a él en todos los dones de la personalidad y en todos los atributos del carácter divino. Y esto se convierte en el modelo trascendente para organizar y dirigir la familia, incluso entre las criaturas humildes de los mundos del espacio. Éste es, de hecho y en verdad, el elevado ideal de la familia y de la institución humana del matrimonio voluntario. (LU 33:3.6)
La ciencia clasifica a los hombres; la religión ama a los hombres, incluso como a vosotros mismos; la sabiduría hace justicia a los distintos hombres; pero la revelación glorifica al hombre y revela su capacidad para asociarse con Dios. (LU 102:3.7)
El Hijo Eterno es el centro espiritual y el administrador divino del gobierno espiritual del universo de universos. El Padre Universal es en primer lugar un creador y luego un controlador; el Hijo Eterno es en primer lugar un cocreador y luego un administrador espiritual. «Dios es espíritu», y el Hijo es una revelación personal de ese espíritu. La Fuente-Centro Primera es el Absoluto Volitivo; la Fuente-Centro Segunda es el Absoluto de la Personalidad. (LU 6:1.2)
Aunque a todos los Hijos Paradisiacos se les puede llamar apropiadamente Hijos de Dios, tenemos la costumbre de reservar el nombre de «Hijo Eterno» a este Hijo Original, la Fuente-Centro Segunda, cocreador con el Padre Universal del universo central de poder y de perfección, y cocreador de todos los otros Hijos divinos que descienden de las Deidades infinitas. (LU 6:1.6)
La personalidad es el don exclusivo del Padre Universal. El Hijo Eterno deriva su personalidad del Padre, pero no confiere la personalidad sin el Padre. El Hijo da origen a una inmensa multitud de espíritus, pero estas derivaciones no son personalidades. Cuando el Hijo crea una personalidad, lo hace en conjunción con el Padre o con el Creador Conjunto, que puede actuar por el Padre en estas relaciones. El Hijo Eterno es así un cocreador de personalidades, pero no confiere la personalidad a ningún ser; a solas y por sí mismo nunca crea seres personales. Sin embargo, esta limitación en su actividad no priva al Hijo de la capacidad de crear cualquier tipo de realidad distinta a la personal. (LU 6:5.3)
Según mis informaciones, ninguna personalidad ha estado nunca en ninguna de estas esferas del Hijo Eterno. En toda mi larga experiencia dentro y fuera del Paraíso, nunca he sido designado para visitar uno de estos mundos. Ni siquiera las personalidades cocreadas por el Hijo Eterno van a estos mundos. Deducimos que todos los tipos de espíritus impersonales —cualquiera que sea su origen— son admitidos en estas moradas espirituales. Como yo soy una persona y tengo una forma espiritual, no hay duda de que un mundo así me parecería vacío y abandonado, aunque se me permitiera hacerle una visita. Las personalidades espirituales superiores no son dadas a satisfacer curiosidades sin objeto, aventuras puramente inútiles. En conjunto, existen en todo momento demasiadas aventuras fascinantes y útiles como para permitirnos el desarrollo de cualquier gran interés por unos proyectos inútiles o irreales. (LU 13:3.3)
Esta operación trascendental, que sucedió en los albores del tiempo, describe el esfuerzo inicial de las Personalidades Creadoras Supremas, representadas por los Espíritus Maestros, para actuar como cocreadoras con la Trinidad del Paraíso. Esta unión del poder creativo de los Creadores Supremos con los potenciales creativos de la Trinidad es la fuente misma de la realidad del Ser Supremo. Por eso, cuando el ciclo de la creación reflectante terminó su curso, cuando cada uno de los Siete Espíritus Maestros encontró su perfecta sincronía creativa con la Trinidad del Paraíso, cuando el Espíritu Reflectante número cuarenta y nueve fue personalizado, una nueva reacción trascendental se produjo en el Absoluto de la Deidad. Esta reacción concedió al Ser Supremo unas nuevas prerrogativas para su personalidad y culminó en la personalización de Majeston, el jefe de la reflectividad y el centro paradisiaco de todo el trabajo de los cuarenta y nueve Espíritus Reflectantes y de sus asociados en todo el universo de universos. (LU 17:2.2)
Esto se parece un poco a la forma en que se desarrolla el Ser Supremo. Su soberanía crece y se deriva de los actos y las realizaciones de las Personalidades Creadoras Supremas; es la evolución de la majestad de su poder como gobernante del gran universo. Su naturaleza como deidad depende igualmente de la unidad preexistente de la Trinidad del Paraíso. Pero la evolución de Dios Supremo presenta además otro aspecto: no sólo evoluciona gracias a los Creadores y se deriva de la Trinidad, sino que también evoluciona por sí mismo y se deriva de sí mismo. Dios Supremo mismo participa de manera volitiva y creativa en la realización de su propia deidad. El alma morontial humana es igualmente una asociada volitiva y cocreativa de su propia inmortalización. (LU 117:3.7)
En los universos locales, los Creadores también evolucionan: la presencia del Actor Conjunto evoluciona desde un centro viviente de poder hasta el estado de la divina personalidad de un Espíritu Madre del Universo; el Hijo Creador evoluciona desde la naturaleza de una divinidad paradisíaca existencial hasta la naturaleza experiencial de la soberanía suprema. Los universos locales son los puntos de partida de la verdadera evolución, los semilleros de las personalidades imperfectas de buena fe dotadas de la libre elección de volverse cocreadoras de sí mismas tal como deseen llegar a ser. (LU 116:4.8)
El Supremo lucha por expresarse en todo el gran universo. Su evolución divina está basada en cierta medida en las acciones y la sabiduría de cada personalidad que existe. Cuando un ser humano escoge la supervivencia eterna, está cocreando su destino; y el Dios finito encuentra, en la vida de ese mortal ascendente, un aumento de la autorrealización de su personalidad y una ampliación de su soberanía experiencial. Pero si una criatura rechaza la carrera eterna, aquella parte del Supremo que dependía de la elección de dicha criatura experimenta un retraso inevitable, una privación que ha de ser compensada con una experiencia sustitutiva o colateral. En cuanto a la personalidad del no sobreviviente, es absorbida en la superalma de la creación, volviéndose una parte de la Deidad del Supremo. (LU 117:4.2)
Havona y el Paraíso son la fuente del poder creador de un Hijo Miguel. Aquí residen los seres que cooperan con él en la creación de un universo. Del Paraíso proceden los Espíritus Madres de los Universos, las cocreadoras de los universos locales. (LU 14:6.30)
- Las Hijas Ministrantes Coordinadas. Los Espíritus Madres de los Unive rsos, las cocreadoras de los universos locales, obtienen su formación prepersonal en los mundos de Havona en estrecha asociación con los Espíritus de los Circuitos. En el universo central, las Hijas Espirituales de los universos locales han sido debidamente entrenadas en los métodos de cooperación con los Hijos del Paraíso, sometidas todo el tiempo a la voluntad del Padre. (LU 14:6.32)
Al tratar de describir estas criaturas útiles y poco comunes, carezco por completo de comparaciones, pues en los mundos evolutivos no existen animales que puedan compararse con ellas. No son seres evolutivos, pues fueron proyectados por los Portadores de Vida con su forma y su estado actuales. Son bisexuales y procrean a medida que se necesitan para hacer frente a las necesidades de una población creciente. (LU 46:7.6)
Todos los Melquisedeks de nuestro universo fueron creados en el transcurso de un solo milenio del tiempo oficial por el Hijo Creador y el Espíritu Creativo en unión con el Padre Melquisedek. Como se trata de una orden de filiación en la que uno de sus propios miembros actuó como creador coordinado, los Melquisedeks son en parte de origen autónomo en su constitución, y en consecuencia son candidatos a llevar a cabo un tipo celestial de gobierno autónomo. Eligen periódicamente a su propio jefe administrativo por un período de siete años del tiempo oficial, y funcionan por lo demás como una orden que se regula ella misma, aunque el Melquisedek original ejerce ciertas prerrogativas inherentes a su calidad de coprogenitor. Este Padre Melquisedek designa de vez en cuando a ciertos individuos de su orden para que actúen como Portadores de Vida especiales en los mundos midsonitos, un tipo de planeta habitado hasta ahora no revelado en Urantia. (LU 35:1.3)
8. Habla constantemente de Dios como de un asociado siempre presente en todo lo que hace. Circula haciendo el bien, porque Dios parece estar en él. Hace las afirmaciones más asombrosas sobre sí mismo y su misión en la Tierra, unas declaraciones que serían absurdas si no fuera divino. Una vez declaró: «Antes de que Abraham fuera, yo soy». Ha afirmado categóricamente su divinidad; declara estar en asociación con Dios. Agota prácticamente las posibilidades del lenguaje para reiterar sus afirmaciones de que está asociado íntimamente con el Padre celestial. Se atreve incluso a afirmar que él y el Padre son uno solo. Dice que cualquiera que lo ha visto, ha visto al Padre. Dice y hace todas estas cosas extraordinarias con la naturalidad de un niño. Alude a su asociación con el Padre de la misma manera con que se refiere a su asociación con nosotros. Parece estar tan seguro de Dios, y habla de estas relaciones de una manera muy natural. (LU 161:2.9)
Jesús habló poco durante estos juicios, pero dijo lo suficiente como para mostrar a todos los mortales el tipo de carácter humano que un hombre puede perfeccionar en asociación con Dios, y para revelar a todo el universo la manera en que Dios se puede manifestar en la vida de la criatura cuando ésta escoge verdaderamente hacer la voluntad del Padre, volviéndose así un hijo activo del Dios vivo. (LU 186:2.9)
Antes de la vida y la muerte de Jesús en Urantia, el Padre que está en los cielos amaba al hombre mortal de la Tierra tanto como lo ama después de esta manifestación trascendente de la asociación entre el hombre y Dios. Esta poderosa operación de la encarnación del Dios de Nebadon como hombre en Urantia no podía aumentar los atributos del Padre eterno, infinito y universal, pero sí enriqueció e iluminó a todos los demás administradores y criaturas del universo de Nebadon. Aunque el Padre que está en los cielos no nos ama más debido a esta donación de Miguel, todas las demás inteligencias celestiales sí lo hacen. Y esto es así porque Jesús no solamente hizo una revelación de Dios al hombre, sino que también hizo una nueva revelación del hombre a los Dioses y a las inteligencias celestiales del universo de universos. (LU 186:5.6)
La asociación sexual es natural, pero el matrimonio es social y siempre ha estado reglamentado por las costumbres. Las costumbres (religiosas, morales y éticas), así como la propiedad, el orgullo y la caballerosidad, estabilizan las instituciones del matrimonio y la familia. Cada vez que fluctúan las costumbres se produce una oscilación en la estabilidad de la institución hogar-matrimonio. El matrimonio está saliendo ahora de la etapa de la propiedad para entrar en la era de lo personal. Antiguamente, el hombre protegía a la mujer porque era su pertenencia, y ella obedecía por la misma razón. Independientemente de sus méritos, este sistema proporcionaba estabilidad. Ahora, la mujer ya no es considerada como una propiedad, y están surgiendo nuevas costumbres destinadas a estabilizar la institución matrimonio-hogar:
1. El nuevo papel de la religión —la enseñanza de que la experiencia parental es esencial, la idea de procrear ciudadanos cósmicos, la comprensión más amplia del privilegio de la procreación —dar hijos al Padre. (LU 84:7.3-4)
La vida familiar es el progenitor de la verdadera moralidad, el antepasado de la conciencia de la lealtad al deber. Las asociaciones forzosas de la vida familiar estabilizan la personalidad y estimulan su crecimiento mediante la obligación de amoldarse necesariamente a otras personalidades diferentes. Pero hay aún más: una verdadera familia —una buena familia— revela a los padres procreadores la actitud del Creador hacia sus hijos, mientras que al mismo tiempo estos auténticos padres representan para sus hijos la primera de una larga serie de revelaciones progresivas acerca del amor del Padre Paradisiaco de todos los hijos del universo. (LU 84:7.30)
La capacidad de los padres mortales para procrear no está basada en su nivel educativo, cultural, social o económico. La unión de los factores parentales en condiciones naturales es completamente suficiente para dar comienzo a una descendencia. Una mente humana que discierne el bien y el mal y que posee la capacidad de adorar a Dios, en unión con un Ajustador divino, es todo lo que necesita ese mortal para dar comienzo y fomentar el nacimiento de su alma inmortal con sus cualidades de supervivencia, si ese individuo dotado de espíritu busca a Dios y desea sinceramente volverse como él, elige honradamente hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. (LU 5:5.14)
Siempre ha sido así en Urantia. Unas civilizaciones muy prometedoras se han deteriorado sucesivamente y han terminado por extinguirse debido a la locura de permitir que los individuos superiores procreen libremente con los inferiores. (LU 64:1.8)
Es conveniente tener siempre presente que las donaciones sucesivas de los Hijos de Dios en un planeta evolutivo producen unos cambios notables en la economía espiritual de ese mundo, y a veces modifican tanto el funcionamiento de la asociación entre los agentes espirituales y materiales de un planeta, que se crean situaciones realmente difíciles de comprender. El estatus de los cien miembros corpóreos del estado mayor del Príncipe Caligastia ilustra precisamente una interasociación singular de este tipo: Como ciudadanos morontiales ascendentes de Jerusem, eran criaturas supermateriales sin prerrogativas reproductoras. Como servidores planetarios descendentes en Urantia, eran criaturas materiales sexuadas capaces de procrear una descendencia material (tal como algunos de ellos hicieron más tarde). Lo que no podemos explicar de una manera satisfactoria es cómo estos cien miembros pudieron desempeñar la función de padres en un nivel supermaterial, pero esto es exactamente lo que sucedió. La unión supermaterial (no sexual) de un hombre y una mujer del estado mayor corpóreo tuvo como resultado la aparición del primogénito de los intermedios primarios. (LU 77:1.2)
Los miembros corpóreos del estado mayor del Príncipe habían sido materializados como criaturas sexuadas para que pudieran participar en el proyecto de procrear una descendencia que incorporara las cualidades combinadas de su orden especial unidas a las de los linajes seleccionados de las tribus andónicas, y todo ello con miras a la aparición posterior de Adán. Los Portadores de Vida habían proyectado un nuevo tipo de mortales que englobarían la unión de los descendientes conjuntos del estado mayor del Príncipe con los hijos de Adán y Eva de la primera generación. Habían diseñado así un proyecto que contemplaba un nuevo tipo de criaturas planetarias, y esperaban que se convertirían en los dirigentes e instructores de la sociedad humana. Estos seres estaban destinados a la soberanía social, no a la soberanía civil. Pero como este proyecto fracasó casi por completo, nunca sabremos la clase de aristocracia de dirigentes benéficos y el tipo de cultura incomparable que se perdió así en Urantia. Porque cuando los miembros del estado mayor corpóreo se reprodujeron más tarde, lo hicieron después de la rebelión y tras haber sido privados de su conexión con las corrientes vitales del sistema. (LU 77:2.2)
Cuando un planeta del tamaño de Urantia está bastante bien establecido, suele tener unos cien centros subadministrativos. Estos centros subordinados suelen estar presididos por uno de los grupos de administradores cualificados siguientes: (LU 55:3.13)
2. La progenie del estado mayor semimortal del Príncipe Planetario que fue procreada en ciertos mundos para estas responsabilidades y otras similares. (LU 55:3.15)
Estos cien miembros del estado mayor del Príncipe estaban divididos por igual en cuanto al sexo, y con arreglo a su estado mortal anterior. Cada persona de este grupo era capaz de convertirse en el co-progenitor de algún nuevo tipo de seres físicos, pero se les había ordenado cuidadosamente que no recurrieran a la procreación salvo en ciertas condiciones. El estado mayor corpóreo de un Príncipe Planetario tiene la costumbre de procrear a sus sucesores algún tiempo antes de retirarse del servicio planetario especial. Esto sucede habitualmente en el momento de la llegada del Adán y la Eva Planetarios, o poco tiempo después. (LU 66:4.5)
A diferencia de los otros Hijos creados que sirven en los planetas, la orden material de filiación no es, por naturaleza, invisible para las criaturas materiales tales como los habitantes de Urantia. Estos Hijos de Dios pueden ser vistos y comprendidos por las criaturas del tiempo, y a su vez pueden mezclarse realmente con ellas, e incluso podrían procrear con ellas, aunque esta función de elevación biológica recae generalmente sobre la progenie de los Adanes Planetarios. (LU 51:1.7)
Cuando este linaje de los Hijos Materiales se añade a las razas en evolución de los mundos, da comienzo una nueva era más grande de progreso evolutivo. Después de esta efusión procreadora de capacidades importadas y de características superevolutivas, se produce una sucesión de rápidos avances en la civilización y en el desarrollo racial; en cien mil años se hacen más progresos que en un millón de años de luchas anteriores. En vuestro mundo se han realizado grandes progresos, a pesar del fracaso de los planes ordenados, desde que el plasma vital de Adán fue donado a vuestros pueblos. (LU 51:5.6)
En Jerusem, los hijos leales de un Adán y una Eva son inmortales, pero los descendientes procreados por un Hijo y una Hija Materiales después de haber llegado a un planeta evolutivo no están inmunizados así contra la muerte natural. Cuando estos Hijos son rematerializados para ejercer su función reproductora en un mundo evolutivo se produce un cambio en el mecanismo de trasmisión de la vida. Los Portadores de Vida privan adrede a los Adanes y las Evas Planetarios del poder de engendrar hijos e hijas que no mueren. Si no cometen una falta, un Adán y una Eva en misión planetaria pueden vivir indefinidamente, pero dentro de ciertos límites, sus hijos experimentan una longevidad decreciente en cada nueva generación. (LU 51:1.8)
Cuando vuestro mundo alcance esta era, no hay duda de que Maquiventa Melquisedek, ahora Príncipe Planetario vicegerente de Urantia, ocupará el asiento del Soberano Planetario; y en Jerusem se ha supuesto desde hace mucho tiempo que estará acompañado por un hijo y una hija del Adán y la Eva de Urantia, hijos actualmente retenidos en Edentia como pupilos de los Altísimos de Norlatiadek. Estos hijos de Adán podrían servir así en Urantia en asociación con el Soberano Melquisedek, pues fueron privados de sus poderes procreadores hace cerca de 37.000 años cuando dejaron sus cuerpos materiales en Urantia como preparación para ser trasladados a Edentia. (LU 55:7.3)
La voluntad del Creador y la voluntad de la criatura son cualitativamente diferentes, pero son también experiencialmente semejantes, pues el Creador y la criatura pueden colaborar para conseguir la perfección universal. El hombre puede trabajar en unión con Dios y así crear juntos un finalitario eterno. Dios puede trabajar incluso a la manera humana mediante las encarnaciones de sus Hijos, que consiguen así la supremacía de la experiencia de las criaturas. (LU 117:1.4)
Según mis informaciones, ninguna personalidad ha estado nunca en ninguna de estas esferas del Hijo Eterno. En toda mi larga experiencia dentro y fuera del Paraíso, nunca he sido designado para visitar uno de estos mundos. Ni siquiera las personalidades cocreadas por el Hijo Eterno van a estos mundos. Deducimos que todos los tipos de espíritus impersonales —cualquiera que sea su origen— son admitidos en estas moradas espirituales. Como yo soy una persona y tengo una forma espiritual, no hay duda de que un mundo así me parecería vacío y abandonado, aunque se me permitiera hacerle una visita. Las personalidades espirituales superiores no son dadas a satisfacer curiosidades sin objeto, aventuras puramente inútiles. En conjunto, existen en todo momento demasiadas aventuras fascinantes y útiles como para permitirnos el desarrollo de cualquier gran interés por unos proyectos inútiles o irreales. (LU 13:3.3)
El Supremo lucha por expresarse en todo el gran universo. Su evolución divina está basada en cierta medida en las acciones y la sabiduría de cada personalidad que existe. Cuando un ser humano escoge la supervivencia eterna, está cocreando su destino; y el Dios finito encuentra, en la vida de ese mortal ascendente, un aumento de la autorrealización de su personalidad y una ampliación de su soberanía experiencial. Pero si una criatura rechaza la carrera eterna, aquella parte del Supremo que dependía de la elección de dicha criatura experimenta un retraso inevitable, una privación que ha de ser compensada con una experiencia sustitutiva o colateral. En cuanto a la personalidad del no sobreviviente, es absorbida en la superalma de la creación, volviéndose una parte de la Deidad del Supremo. (LU 117:4.2)
En los niveles experienciales conseguidos, todas las clases de personalidades y todos los valores de la personalidad son asociables e incluso cocreativos. Incluso Dios y el hombre pueden coexistir en una personalidad unificada, tal como lo demuestra de manera tan exquisita el estado actual de Cristo Miguel —Hijo del Hombre e Hijo de Dios. (LU 0:5.3)
Todas las clases y fases subinfinitas de personalidad son accesibles mediante la asociación y son potencialmente cocreativas. Lo prepersonal, lo personal y lo super-personal están todos unidos por un potencial mutuo de consecución coordinada, de realización progresiva y de capacidad cocreativa. Pero lo impersonal nunca se transmuta directamente en personal. La personalidad nunca es espontánea; es el regalo del Padre Paradisiaco. La personalidad está superpuesta a la energía y sólo se encuentra asociada con los sistemas de energía vivientes; la identidad puede estar asociada con arquetipos de energía no vivientes. (LU 0:5.4)
Aunque sería presuntuoso intentar definir la personalidad, puede resultar útil recordar algunas cosas que se conocen sobre ella: (LU 112:0.2)
3. No está totalmente sometida a las trabas de la causalidad antecedente. Es relativamente creativa o cocreativa. (LU 112:0.5)
Esto se parece un poco a la forma en que se desarrolla el Ser Supremo. Su soberanía crece y se deriva de los actos y las realizaciones de las Personalidades Creadoras Supremas; es la evolución de la majestad de su poder como gobernante del gran universo. Su naturaleza como deidad depende igualmente de la unidad preexistente de la Trinidad del Paraíso. Pero la evolución de Dios Supremo presenta además otro aspecto: no sólo evoluciona gracias a los Creadores y se deriva de la Trinidad, sino que también evoluciona por sí mismo y se deriva de sí mismo. Dios Supremo mismo participa de manera volitiva y creativa en la realización de su propia deidad. El alma morontial humana es igualmente una asociada volitiva y cocreativa de su propia inmortalización. (LU 117:3.7)
El Hijo Eterno es el centro espiritual y el administrador divino del gobierno espiritual del universo de universos. El Padre Universal es en primer lugar un creador y luego un controlador; el Hijo Eterno es en primer lugar un cocreador y luego un administrador espiritual. «Dios es espíritu», y el Hijo es una revelación personal de ese espíritu. La Fuente-Centro Primera es el Absoluto Volitivo; la Fuente-Centro Segunda es el Absoluto de la Personalidad. (LU 6:1.2)
Al Hijo Eterno se le conoce por distintos nombres en los diversos universos. En el universo central se le conoce como la Fuente Coordinada, el Cocreador, y el Absoluto Asociado. En Uversa, sede de vuestro superuniverso, designamos al Hijo como el Centro Espiritual Coordinado y como el Administrador Espiritual Eterno. En Salvington, sede de vuestro universo local, este Hijo es conocido como la Eterna Fuente-Centro Segunda. Los Melquisedeks se refieren a él como el Hijo de los Hijos. En vuestro mundo, pero no en vuestro sistema de esferas habitadas, este Hijo Original ha sido confundido con un Hijo Creador coordinado, con Miguel de Nebadon, que se donó a las razas mortales de Urantia. (LU 6:1.5)
Aunque a todos los Hijos Paradisiacos se les puede llamar apropiadamente Hijos de Dios, tenemos la costumbre de reservar el nombre de «Hijo Eterno» a este Hijo Original, la Fuente-Centro Segunda, cocreador con el Padre Universal del universo central de poder y de perfección, y cocreador de todos los otros Hijos divinos que descienden de las Deidades infinitas. (LU 6:1.6)
La personalidad es el don exclusivo del Padre Universal. El Hijo Eterno deriva su personalidad del Padre, pero no confiere la personalidad sin el Padre. El Hijo da origen a una inmensa multitud de espíritus, pero estas derivaciones no son personalidades. Cuando el Hijo crea una personalidad, lo hace en conjunción con el Padre o con el Creador Conjunto, que puede actuar por el Padre en estas relaciones. El Hijo Eterno es así un cocreador de personalidades, pero no confiere la personalidad a ningún ser; a solas y por sí mismo nunca crea seres personales. Sin embargo, esta limitación en su actividad no priva al Hijo de la capacidad de crear cualquier tipo de realidad distinta a la personal. (LU 6:5.3)
Havona y el Paraíso son la fuente del poder creador de un Hijo Miguel. Aquí residen los seres que cooperan con él en la creación de un universo. Del Paraíso proceden los Espíritus Madres de los Universos, las cocreadoras de los universos locales. (LU 14:6.30)
6. Las Hijas Ministrantes Coordinadas. Los Espíritus Madres de los Unive rsos, las cocreadoras de los universos locales, obtienen su formación prepersonal en los mundos de Havona en estrecha asociación con los Espíritus de los Circuitos. En el universo central, las Hijas Espirituales de los universos locales han sido debidamente entrenadas en los métodos de cooperación con los Hijos del Paraíso, sometidas todo el tiempo a la voluntad del Padre. (LU 14:6.32)
Esta operación trascendental, que sucedió en los albores del tiempo, describe el esfuerzo inicial de las Personalidades Creadoras Supremas, representadas por los Espíritus Maestros, para actuar como cocreadoras con la Trinidad del Paraíso. Esta unión del poder creativo de los Creadores Supremos con los potenciales creativos de la Trinidad es la fuente misma de la realidad del Ser Supremo. Por eso, cuando el ciclo de la creación reflectante terminó su curso, cuando cada uno de los Siete Espíritus Maestros encontró su perfecta sincronía creativa con la Trinidad del Paraíso, cuando el Espíritu Reflectante número cuarenta y nueve fue personalizado, una nueva reacción trascendental se produjo en el Absoluto de la Deidad. Esta reacción concedió al Ser Supremo unas nuevas prerrogativas para su personalidad y culminó en la personalización de Majeston, el jefe de la reflectividad y el centro paradisiaco de todo el trabajo de los cuarenta y nueve Espíritus Reflectantes y de sus asociados en todo el universo de universos. (LU 17:2.2)
En los universos locales, los Creadores también evolucionan: la presencia del Actor Conjunto evoluciona desde un centro viviente de poder hasta el estado de la divina personalidad de un Espíritu Madre del Universo; el Hijo Creador evoluciona desde la naturaleza de una divinidad paradisíaca existencial hasta la naturaleza experiencial de la soberanía suprema. Los universos locales son los puntos de partida de la verdadera evolución, los semilleros de las personalidades imperfectas de buena fe dotadas de la libre elección de volverse cocreadoras de sí mismas tal como deseen llegar a ser. (LU 116:4.8)
Todos los Melquisedeks de nuestro universo fueron creados en el transcurso de un solo milenio del tiempo oficial por el Hijo Creador y el Espíritu Creativo en unión con el Padre Melquisedek. Como se trata de una orden de filiación en la que uno de sus propios miembros actuó como creador coordinado, los Melquisedeks son en parte de origen autónomo en su constitución, y en consecuencia son candidatos a llevar a cabo un tipo celestial de gobierno autónomo. Eligen periódicamente a su propio jefe administrativo por un período de siete años del tiempo oficial, y funcionan por lo demás como una orden que se regula ella misma, aunque el Melquisedek original ejerce ciertas prerrogativas inherentes a su calidad de coprogenitor. Este Padre Melquisedek designa de vez en cuando a ciertos individuos de su orden para que actúen como Portadores de Vida especiales en los mundos midsonitos, un tipo de planeta habitado hasta ahora no revelado en Urantia. (LU 35:1.3)
Estos cien miembros del estado mayor del Príncipe estaban divididos por igual en cuanto al sexo, y con arreglo a su estado mortal anterior. Cada persona de este grupo era capaz de convertirse en el co-progenitor de algún nuevo tipo de seres físicos, pero se les había ordenado cuidadosamente que no recurrieran a la procreación salvo en ciertas condiciones. El estado mayor corpóreo de un Príncipe Planetario tiene la costumbre de procrear a sus sucesores algún tiempo antes de retirarse del servicio planetario especial. Esto sucede habitualmente en el momento de la llegada del Adán y la Eva Planetarios, o poco tiempo después. (LU 66:4.5)
Antes de la vida y la muerte de Jesús en Urantia, el Padre que está en los cielos amaba al hombre mortal de la Tierra tanto como lo ama después de esta manifestación trascendente de la asociación entre el hombre y Dios. Esta poderosa operación de la encarnación del Dios de Nebadon como hombre en Urantia no podía aumentar los atributos del Padre eterno, infinito y universal, pero sí enriqueció e iluminó a todos los demás administradores y criaturas del universo de Nebadon. Aunque el Padre que está en los cielos no nos ama más debido a esta donación de Miguel, todas las demás inteligencias celestiales sí lo hacen. Y esto es así porque Jesús no solamente hizo una revelación de Dios al hombre, sino que también hizo una nueva revelación del hombre a los Dioses y a las inteligencias celestiales del universo de universos. (LU 186:5.6)
La ciencia clasifica a los hombres; la religión ama a los hombres, incluso como a vosotros mismos; la sabiduría hace justicia a los distintos hombres; pero la revelación glorifica al hombre y revela su capacidad para asociarse con Dios. (LU 102:3.7)
Con la fusión del Ajustador, el Padre Universal ha cumplido su promesa de darse a sí mismo a sus criaturas materiales; ha cumplido la promesa y ha consumado el plan de la donación eterna de la divinidad a la humanidad. Ahora empieza la tentativa humana por comprender y llevar a cabo las posibilidades ilimitadas inherentes a la asociación celestial con Dios, una asociación que se ha convertido así en un hecho. (LU 112:7.14)
¡Qué escena para ser contemplada por las inteligencias celestiales, la de este espectáculo del joven indio proponiéndole al Creador de un universo que elaboraran una nueva religión! Aunque el joven no lo sabía, en aquel momento y lugar estaban elaborando una religión nueva y eterna —un nuevo camino de salvación, la revelación de Dios al hombre a través de Jesús y en Jesús. Lo que el joven más deseaba hacer en el mundo, lo estaba haciendo inconscientemente en ese momento. Siempre fue y siempre es así. Aquello que una imaginación humana iluminada y reflexiva, instruida y guiada por el espíritu, desea ser y hacer desinteresadamente y de todo corazón, se vuelve sensiblemente creativo según el grado en que el mortal esté consagrado a hacer divinamente la voluntad del Padre. Cuando el hombre se asocia con Dios, grandes cosas pueden suceder, y de hecho suceden. (LU 132:7.9)
- Habla constantemente de Dios como de un asociado siempre presente en todo lo que hace. Circula haciendo el bien, porque Dios parece estar en él. Hace las afirmaciones más asombrosas sobre sí mismo y su misión en la Tierra, unas declaraciones que serían absurdas si no fuera divino. Una vez declaró: «Antes de que Abraham fuera, yo soy». Ha afirmado categóricamente su divinidad; declara estar en asociación con Dios. Agota prácticamente las posibilidades del lenguaje para reiterar sus afirmaciones de que está asociado íntimamente con el Padre celestial. Se atreve incluso a afirmar que él y el Padre son uno solo. Dice que cualquiera que lo ha visto, ha visto al Padre. Dice y hace todas estas cosas extraordinarias con la naturalidad de un niño. Alude a su asociación con el Padre de la misma manera con que se refiere a su asociación con nosotros. Parece estar tan seguro de Dios, y habla de estas relaciones de una manera muy natural. (LU 161:2.9)
Jesús habló poco durante estos juicios, pero dijo lo suficiente como para mostrar a todos los mortales el tipo de carácter humano que un hombre puede perfeccionar en asociación con Dios, y para revelar a todo el universo la manera en que Dios se puede manifestar en la vida de la criatura cuando ésta escoge verdaderamente hacer la voluntad del Padre, volviéndose así un hijo activo del Dios vivo. (LU 186:2.9)
La capacidad de los padres mortales para procrear no está basada en su nivel educativo, cultural, social o económico. La unión de los factores parentales en condiciones naturales es completamente suficiente para dar comienzo a una descendencia. Una mente humana que discierne el bien y el mal y que posee la capacidad de adorar a Dios, en unión con un Ajustador divino, es todo lo que necesita ese mortal para dar comienzo y fomentar el nacimiento de su alma inmortal con sus cualidades de supervivencia, si ese individuo dotado de espíritu busca a Dios y desea sinceramente volverse como él, elige honradamente hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. (LU 5:5.14)
Al tratar de describir estas criaturas útiles y poco comunes, carezco por completo de comparaciones, pues en los mundos evolutivos no existen animales que puedan compararse con ellas. No son seres evolutivos, pues fueron proyectados por los Portadores de Vida con su forma y su estado actuales. Son bisexuales y procrean a medida que se necesitan para hacer frente a las necesidades de una población creciente. (LU 46:7.6)
A diferencia de los otros Hijos creados que sirven en los planetas, la orden material de filiación no es, por naturaleza, invisible para las criaturas materiales tales como los habitantes de Urantia. Estos Hijos de Dios pueden ser vistos y comprendidos por las criaturas del tiempo, y a su vez pueden mezclarse realmente con ellas, e incluso podrían procrear con ellas, aunque esta función de elevación biológica recae generalmente sobre la progenie de los Adanes Planetarios. (LU 51:1.7)
Siempre ha sido así en Urantia. Unas civilizaciones muy prometedoras se han deteriorado sucesivamente y han terminado por extinguirse debido a la locura de permitir que los individuos superiores procreen libremente con los inferiores. (LU 64:1.8)
Estos cien miembros del estado mayor del Príncipe estaban divididos por igual en cuanto al sexo, y con arreglo a su estado mortal anterior. Cada persona de este grupo era capaz de convertirse en el co-progenitor de algún nuevo tipo de seres físicos, pero se les había ordenado cuidadosamente que no recurrieran a la procreación salvo en ciertas condiciones. El estado mayor corpóreo de un Príncipe Planetario tiene la costumbre de procrear a sus sucesores algún tiempo antes de retirarse del servicio planetario especial. Esto sucede habitualmente en el momento de la llegada del Adán y la Eva Planetarios, o poco tiempo después. (LU 66:4.5)
La conciencia cósmica implica el reconocimiento de una Causa Primera, la sola y única realidad sin causa. Dios, el Padre Universal, actúa en tres niveles de personalidad de la Deidad, que tienen un valor subinfinito y expresan de manera relativa la divinidad: (LU 0:2.2)
2. Personal —como en la experiencia evolutiva de los seres creados y procreados. (LU 0:2.4)
Un Adán y una Eva originales o directamente creados son inmortales por don inherente, como lo son todas las otras órdenes de filiación del universo local, pero sus hijos e hijas están caracterizados por una disminución del potencial de inmortalidad. Esta pareja original no puede transmitir la inmortalidad incondicionada a los hijos e hijas que procrea. Para continuar viviendo, su progenie depende de un sincronismo intelectual ininterrumpido con el circuito de gravedad mental del Espíritu. Desde los comienzos del sistema de Satania, trece Adanes Planetarios se han perdido por rebelión y por faltas y 681.204 en puestos de confianza subordinados. La mayoría de estas deserciones se produjeron en la época de la rebelión de Lucifer. (LU 51:1.5)
En Jerusem, los hijos leales de un Adán y una Eva son inmortales, pero los descendientes procreados por un Hijo y una Hija Materiales después de haber llegado a un planeta evolutivo no están inmunizados así contra la muerte natural. Cuando estos Hijos son rematerializados para ejercer su función reproductora en un mundo evolutivo se produce un cambio en el mecanismo de trasmisión de la vida. Los Portadores de Vida privan adrede a los Adanes y las Evas Planetarios del poder de engendrar hijos e hijas que no mueren. Si no cometen una falta, un Adán y una Eva en misión planetaria pueden vivir indefinidamente, pero dentro de ciertos límites, sus hijos experimentan una longevidad decreciente en cada nueva generación. (LU 51:1.8)
Cuando un planeta del tamaño de Urantia está bastante bien establecido, suele tener unos cien centros subadministrativos. Estos centros subordinados suelen estar presididos por uno de los grupos de administradores cualificados siguientes: (LU 55:3.13)
2. La progenie del estado mayor semimortal del Príncipe Planetario que fue procreada en ciertos mundos para estas responsabilidades y otras similares. (LU 55:3.15)
Es conveniente tener siempre presente que las donaciones sucesivas de los Hijos de Dios en un planeta evolutivo producen unos cambios notables en la economía espiritual de ese mundo, y a veces modifican tanto el funcionamiento de la asociación entre los agentes espirituales y materiales de un planeta, que se crean situaciones realmente difíciles de comprender. El estatus de los cien miembros corpóreos del estado mayor del Príncipe Caligastia ilustra precisamente una interasociación singular de este tipo: Como ciudadanos morontiales ascendentes de Jerusem, eran criaturas supermateriales sin prerrogativas reproductoras. Como servidores planetarios descendentes en Urantia, eran criaturas materiales sexuadas capaces de procrear una descendencia material (tal como algunos de ellos hicieron más tarde). Lo que no podemos explicar de una manera satisfactoria es cómo estos cien miembros pudieron desempeñar la función de padres en un nivel supermaterial, pero esto es exactamente lo que sucedió. La unión supermaterial (no sexual) de un hombre y una mujer del estado mayor corpóreo tuvo como resultado la aparición del primogénito de los intermedios primarios. (LU 77:1.2)
Los miembros corpóreos del estado mayor del Príncipe habían sido materializados como criaturas sexuadas para que pudieran participar en el proyecto de procrear una descendencia que incorporara las cualidades combinadas de su orden especial unidas a las de los linajes seleccionados de las tribus andónicas, y todo ello con miras a la aparición posterior de Adán. Los Portadores de Vida habían proyectado un nuevo tipo de mortales que englobarían la unión de los descendientes conjuntos del estado mayor del Príncipe con los hijos de Adán y Eva de la primera generación. Habían diseñado así un proyecto que contemplaba un nuevo tipo de criaturas planetarias, y esperaban que se convertirían en los dirigentes e instructores de la sociedad humana. Estos seres estaban destinados a la soberanía social, no a la soberanía civil. Pero como este proyecto fracasó casi por completo, nunca sabremos la clase de aristocracia de dirigentes benéficos y el tipo de cultura incomparable que se perdió así en Urantia. Porque cuando los miembros del estado mayor corpóreo se reprodujeron más tarde, lo hicieron después de la rebelión y tras haber sido privados de su conexión con las corrientes vitales del sistema. (LU 77:2.2)
Sin embargo, existe un ideal del matrimonio en las esferas de las alturas. En la capital de cada sistema local, los Hijos e Hijas Materiales de Dios describen de hecho el punto culminante de los ideales de la unión de un hombre y una mujer en los lazos del matrimonio y con la finalidad de procrear y criar una descendencia. Después de todo, el matrimonio ideal de los mortales es humanamente sagrado. (LU 83:8.5)
La asociación sexual es natural, pero el matrimonio es social y siempre ha estado reglamentado por las costumbres. Las costumbres (religiosas, morales y éticas), así como la propiedad, el orgullo y la caballerosidad, estabilizan las instituciones del matrimonio y la familia. Cada vez que fluctúan las costumbres se produce una oscilación en la estabilidad de la institución hogar-matrimonio. El matrimonio está saliendo ahora de la etapa de la propiedad para entrar en la era de lo personal. Antiguamente, el hombre protegía a la mujer porque era su pertenencia, y ella obedecía por la misma razón. Independientemente de sus méritos, este sistema proporcionaba estabilidad. Ahora, la mujer ya no es considerada como una propiedad, y están surgiendo nuevas costumbres destinadas a estabilizar la institución matrimonio-hogar: (LU 84:7.3)
1. El nuevo papel de la religión —la enseñanza de que la experiencia parental es esencial, la idea de procrear ciudadanos cósmicos, la comprensión más amplia del privilegio de la procreación —dar hijos al Padre. (LU 84:7.4)
Cuando este linaje de los Hijos Materiales se añade a las razas en evolución de los mundos, da comienzo una nueva era más grande de progreso evolutivo. Después de esta efusión procreadora de capacidades importadas y de características superevolutivas, se produce una sucesión de rápidos avances en la civilización y en el desarrollo racial; en cien mil años se hacen más progresos que en un millón de años de luchas anteriores. En vuestro mundo se han realizado grandes progresos, a pesar del fracaso de los planes ordenados, desde que el plasma vital de Adán fue donado a vuestros pueblos. (LU 51:5.6)
Cuando vuestro mundo alcance esta era, no hay duda de que Maquiventa Melquisedek, ahora Príncipe Planetario vicegerente de Urantia, ocupará el asiento del Soberano Planetario; y en Jerusem se ha supuesto desde hace mucho tiempo que estará acompañado por un hijo y una hija del Adán y la Eva de Urantia, hijos actualmente retenidos en Edentia como pupilos de los Altísimos de Norlatiadek. Estos hijos de Adán podrían servir así en Urantia en asociación con el Soberano Melquisedek, pues fueron privados de sus poderes procreadores hace cerca de 37.000 años cuando dejaron sus cuerpos materiales en Urantia como preparación para ser trasladados a Edentia. (LU 55:7.3)
La vida familiar es el progenitor de la verdadera moralidad, el antepasado de la conciencia de la lealtad al deber. Las asociaciones forzosas de la vida familiar estabilizan la personalidad y estimulan su crecimiento mediante la obligación de amoldarse necesariamente a otras personalidades diferentes. Pero hay aún más: una verdadera familia —una buena familia— revela a los padres procreadores la actitud del Creador hacia sus hijos, mientras que al mismo tiempo estos auténticos padres representan para sus hijos la primera de una larga serie de revelaciones progresivas acerca del amor del Padre Paradisiaco de todos los hijos del universo. (LU 84:7.30)
Los reinos de lo finito existen en virtud del propósito eterno de Dios. Las criaturas finitas, superiores e inferiores, pueden proponer teorías, y así lo han hecho, sobre la necesidad de lo finito en la economía cósmica, pero a fin de cuentas lo finito existe porque Dios lo ha querido así. El universo no tiene explicación, y una criatura finita tampoco puede ofrecer un motivo racional para su propia existencia individual sin recurrir a los actos anteriores y a la volición preexistente de unos seres ancestrales, Creadores o procreadores. (LU 115:1.4)