© 2009 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
Este asunto es uno de los que vienen causando más controversia y polémica durante los siglos de existencia del cristianismo. Debido a ciertas menciones que se hacen en el Nuevo Testamento surge una pregunta: ¿tuvo Jesús más hermanos? ¿O fue hijo único?
La respuesta a esta pregunta carecería de toda importancia de no ser porque el cristianismo postuló una serie de dogmas y creencias en torno a la madre de Jesús, María, que chocarían frontalmente con la idea de que tuvo otros hijos aparte de Jesús. Porque, ¿qué importancia puede tener que Jesús fuera hijo único o tuviera más hermanos? ¿Menoscaba eso su posible origen divino? ¿Le hace parecer acaso más humano? ¿Hace que sus enseñanzas acerca de «una familia universal, de que todos somos hijos e hijas de Dios y por tanto debemos tratarnos como hermanos y hermanas», sean menos ciertas, o por el contrario, las realza en un contexto más clarificador?
Personalmente, creo que este asunto ha sobrepasado los límites de lo racional para establecerse en el terreno del misterio y de la fe ciega. Aquí ya no se trata de averiguar de una forma histórica y contrastada si existen suficientes indicios para considerar que Jesús tuvo más familia, sino de afianzar y defender creencias y postulados prefijados. Por tanto, vamos a intentar ofrecer un resumen de la situación, sin apostar por ninguna de las posturas, y que sea el lector quien juzgue por sí mismo.
En primer lugar hay que decir que no existen pruebas concluyentes y definitivas que atestigüen que Jesús tuvo más hermanos. Los detractores de esta idea han localizado innumerables inconsistencias en ella como para que los defensores encuentren difícil dar con la solución. Recientemente surgió a la luz en Israel un descubrimiento arqueológico de un osario con la inscripción «Jacob, hijo de José y hermano de Jesús», que al final, al parecer, ha resultado ser un fraude. Pero, de haber sido auténtico, ¿eso nos hubiera dado la prueba concluyente? Al parecer no, lo cual viene a indicar hasta qué punto resulta indemostrable uno u otro punto de vista.
Básicamente en el tema existen dos posturas y lo que voy a hacer es examinar las evidencias que cada una de ella aporta como argumentos en su favor.
Las pruebas presentadas más importantes se resumen así:
1. Las menciones a «hermanos» y «hermanas» del Nuevo Testamento se deben a una traducción difusa, pero no deberían interpretarse en sentido literal. El griego es claro a la hora de distinguir entre hermano (aldelphos), hermana (adelphe), primo (anepsios) y pariente (synguenis). Pero en hebreo o arameo, la palabra hermano (ah), podía designar otras relaciones de parentesco como primo.
Algunas pruebas a favor de esta interpretación se pueden encontrar en el Antiguo Testamento: «Y llamó Moisés a Misael y a Elzafán, hijos de Uziel, tío de Aarón, y les dijo: Acercaos y sacad a vuestros hermanos del santuario fuera del campamento» (Lv 10:4), donde los hermanos eran en realidad hijos de su primo Aarón; Abraham le dice a Lot «somos hermanos» (Gn 13:8) cuando sabemos que en realidad eran tío y sobrino (Gn 11:26-28, 12:5).
2. Los nombres de «hermanos» de Jesús que se citan en los evangelios (Mt 13:55; Mc 6:3) podrían explicarse como «primos», hijos de unos tíos de Jesús, que podrían ser Cleofás y María, mencionados como padres de «Jacobo el menor y José» (Mt 27:56; Mc 14:40; Jn 19:25).
«¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas entre nosotros?» Mt 13:55
«¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí entre nosotros?» Mc 6:3
«Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos. Entre ellas, estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeo» Mt 27:56
«Algunas mujeres contemplaban la escena desde lejos. Entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que habían seguido a Jesús y lo habían asistido cuando estaba en Galilea. Había, además, otras muchas que habían subido con él a Jerusalén» Mc 14:40
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás, y María Magdalena» Jn 19:25
Estos pasajes y otros parecen establecer que al pie de la cruz estuvieron un grupo de mujeres, cuyos nombres se ofrecen por ser a quienes después se apareció Jesús primero:
Parecen unos candidatos idóneos Cleofás y María como los tíos de Jesús cuyos hijos son con quienes se confundió a hermanos de Jesús. Por lo que se nos dice, su madre, María, acompañaba a Jesús frecuentemente, y esto hace pensar que sus hijos fueran también un poco seguidores de Jesús.
3. En la carta de Judas del Nuevo Testamento, éste se presenta como «Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago» (Jds 1). ¿Por qué no dice «Judas, hermano de Jesucristo y de Santiago»? La idea es que no lo hace porque en realidad no eran hermanos carnales, como sí lo era Santiago de Judas.
4. Los escasos testimonios que tenemos de la adolescencia de Jesús no parecen indicar que Jesús tuviera hermanos. Cuando se dirige con sus padres a Jerusalén, parece que sólo les acompaña él:
«Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron a celebrar la fiesta, según la costumbre. Terminada la fiesta, cuando regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Éstos creían que iba en la comitiva, y al terminar la primera jornada lo buscaron entre los parientes y conocidos» Lc 2:41-45
¿Se fueron en busca de Jesús sin sus hijos? No parece probable, lo cual supone un punto a favor de la idea de que Jesús no tenía hermanos.
5. Jesús pide a su apóstol Juan que cuide de su madre María (Jn 19:26-27). Si hubiera tenido otros hermanos no parece apropiado encomendar esta tutela. En ese caso no dejaría a María sola.
6. Cuando se hace mención a los «hermanos» y «hermanas» de Jesús, nunca se dice explícitamente que eran hijos e hijas de María, sino sólo se afirma ésto de Jesús (Mt 13:55; Mc 6:3).
7. Textos antiguos como el Protoevangelio de Santiago, fechado entre 140-170 d.C., muestran una visión de María como de una mujer dedicada al servicio religioso, formando parte de la congregación de «vírgenes del templo de Jerusalén». Muestra a José haciéndose cargo de ella como esposo, pero él era viudo y ya tenía hijos de su matrimonio anterior.
«Y José, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al sumo sacerdote. […]» Protoevangelio de Santiago 9:1
«Más José se negaba a ello diciendo: Soy viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una niña. […]» Protoevangelio de Santiago 9:2
Resumiendo:
Como vemos esta postura condujo, ya desde la más anciana cristiandad, al menos a dos posibles teorías: o bien que los «hermanos» y «hermanas» mencionadas en los escritos se referían a primos y primas de Jesús, hijos de una hermana de su madre; o bien se referían a hijos de un matrimonio anterior de José, y por tanto a hermanastros y hermanastras de Jesús. Esta segunda teoría tiene incluso más puntos a su favor. La palabra hermano y hermana no sería del todo inapropiada, y justificaría el silencio que sobre José recae en los evangelios durante la vida adulta de Jesús. Puesto que se consideraba a José ya mayor y viudo, es razonable suponer que murió tiempo antes. También adquiere un timbre adecuado el pasaje Jn 7:1-9, donde los hermanos de Jesús le critican con dureza el que Jesús no actúe más en público. Algunos dicen que esta crítica no tendría sentido a no ser que los hermanos de Jesús fueran claramente más adultos que él.
Por supuesto, esta es la postura oficial de las iglesias cristianas desde principios del cristianismo hasta hoy, sobre todo en aquellas iglesias donde la creencia de la virginidad perpetua de María se convirtió en dogma de fe. Algunas iglesias protestantes negaron esta idea.
Esta postura se puede resumir de la siguiente manera: José y María se casaron en primeras nupcias como cualquier otro matrimonio de su tiempo, jóvenes. Su primer hijo fue Jesús, pero después de él tuvieron cuatro hijos más y al menos dos hijas, que son los mencionados en los evangelios y otros escritos.
Los puntos a favor que esgrimen quienes así piensan se pueden resumir como sigue:
1. El hecho de que la palabra aramea ah que designa al hermano tenga efectivamente una traducción difusa, no significa que así ocurra con el griego. El evangelista Lucas escribió su evangelio en griego e investigó cuidadosamente antes de escribir (Lc 1:3). En el pasaje Lc 8:19-21 utiliza la palabra griega adelphos, que significa explícitamente hermano carnal. Lucas no escribe primo (anepsios), ni hermano de leche (syntrophos), ni medio hermano (plêgenês), ni pariente (synguenis). Por otro lado, si en la primitiva cristiandad estaba tan claro que Jesús fue hijo único y que los mencionados «hermanos» eran primos o hermanastros, entonces ¿porqué todos los traductores al griego se empeñaron en usar «adelphos», que es un término que designa claramente a un hermano? ¿Por qué no usaron anepsios o plêgenês?
2. La religión judía tenía una concepción muy distinta del matrimonio de la que parece transmitir la cristiandad antigua. Estaba terminantemente prohibido vivir en común sin casarse, y no se admitía la posibilidad de un voto de virginidad y celibato en el matrimonio. Dios ordenaba a los esposos a no negarse sexualmente el uno para con el otro a no ser por breve tiempo, de mutuo consentimiento y para ocuparse de la oración (así parece indicarlo Pablo, que tenía una profunda formación farisea en 1 Co 7:3-5). Si la postura A es cierta, no hay duda de que María y José contravenían estas normas. Más aún, si María y José no tuvieron relaciones sexuales nunca pudieron ser esposos, ya que el matrimonio jamás se concretó, que es un fundamento bíblico, civil y eclesiástico para ser esposos.
En la ceremonia habitual de las bodas judías de tiempos de Jesús, los esposos tenían que pasar su primera noche en la cámara nupcial o cheder y «dos amigos del novio» tenían que vigilar que nada impidiese la consumación del matrimonio, es decir, que se tuvieran por primera vez relaciones sexuales. Además, en el relato de la anunciación, no oímos al arcángel ordenar a María que se abstuviera de tener relaciones sexuales con su marido (Lc 1:26-38). Tanto sólo le anuncia que va a ser madre de un hijo «especial». Pero no le prohíbe seguir teniendo otros hijos.
3. Desde un punto de vista socio-cultural judío, era una honra para la mujer casada tener muchos hijos, y para el hombre era una bienaventuranza (Sal 127:4.5). En ningún escrito se afirma rotundamente que María no tuviera otros hijos después de Jesús. Tan sólo se nos llega a decir que Jesús tuvo hermanastros o primos, pero esto no excluye la otra posibilidad.
4. Todas las menciones que se hace a «hermanos» y «hermanas» de Jesús están en conjunción con menciones a su madre María (Mc 3:31-15; Mt 12:46-50; Lc 8:19-21; Hch 1:14). ¿No resulta un poco atípico, en caso de que fueran sus primos? ¿Acaso sus primos estaban constantemente al lado de su «tía María»?
5. Un argumento en contra de que los hermanos mencionados en varios evangelios sean hermanastros, hijos de un matrimonio anterior de José, está en la historia del viaje de José y María a Belén. Y cuando se fueron a Egipto, el evangelista dice: «José se levantó, tomó al niño y a su madre de noche, y partió hacia Egipto» (Mt 2:14). Si fueron hijos anteriores de José, ¿por qué no hay ni rastro de ellos en el relato? Como se ve es un argumento similar al que se utiliza en la «postura A» cuando hablan del suceso de la visita de Jesús y sus padres a Jerusalén a los doce años.
6. ¿Por qué la idea de que María fuera la madre de Jesús, un ser divino, implicaba para ella y su padre no poder tener relaciones sexuales? El padre de la iglesia Orígenes afirmaba: «…aquel cuerpo que fue escogido para prestar un servicio al Verbo y acerca del cual se dice: ‘el Espíritu Santo descenderá sobre ti y la virtud del Altísimo te cobijará con su sombra’ no conoció unión alguna con varón por haber descendido sobre él el Espíritu Santo y haber sido cobijado por la virtud de lo alto. Yo sostengo razonablemente que la primicia de la pureza y castidad de los varones sea Jesús y que la de las mujeres sea María. No concordaría, efectivamente, con la piedad el atribuir a alguna otra persona distinta de ella la primicia de la virginidad».
¿No da la sensación este texto de que se quiere buscar en la virginidad un modelo de vida a seguir? Del mismo modo a como Jesús permaneció célibe, creando un modelo para los varones, así la incipiente iglesia cristiana buscó en María un modelo similar femenino.
En resumen:
Esta postura demuestra bastante bien que la teoría de los «primos» carece de fundamento, pero se encuentra con un escollo para demostrar que los «hermanos» de Jesús no eran hermanastros, hijos de otra relación conyugal de José. La verdad es que como se puede apreciar existen tanto testimonios que parecen apuntar en una dirección como en la otra. Ambas teorías, «hermanos carnales» o «hermanastros» parecen encajar muy bien con unos u otros pasajes de los evangelios.
Sin más pruebas documentales resulta del todo improcedente decir que el asunto está zanjado y que las pruebas apuntan en una sola dirección. Personalmente me he inclinado por la solución «hermanos carnales» porque la otra da la sensación de ser un postulado posterior en el cristianismo para demostrar la virginidad de María. El documento más antiguo que narra de forma explícita que María fue una segunda esposa de un José anciano es el Protoevangelio de Santiago, que fue escrito mucho después de los evangelios canónicos. Además, si se lee este protoevangelio, se verá que la historia del casamiento de José con María viene precedida por la narración del nacimiento de María y de su infancia como «virgen en el templo». Todo parece querer ahondar en la idea de que María era una mujer especial. Su concepción fue anunciada a sus padres de un modo similar a como luego Jesús fue anunciado a ella. Se quiere establecer por parte del autor un paralelismo entre María, el prototipo femenino cristiano, y Jesús, el masculino. Esto se constata por el hecho de que José, en toda esta historia, parece un personaje totalmente secundario, algo impropio de la costumbre judía, pero más del gusto de gentiles cristianos.
En definitiva, creo que toda la discusión, en realidad, es una discusión sobre el eterno dilema de si María, la madre de Jesús, fue esa persona «tan especial» que han venerado y veneran muchos cristianos devotos, y sobre la cual se han aprobado por parte de la iglesia católica hasta cinco dogmas, o por el contrario fue una mujer normal y corriente de su tiempo. Pero no continuaremos por este camino porque ya habrá tiempo de tratarlo en otros artículos.
Personalmente no tengo motivos para preferir ni una solución al problema ni otra. Tanto si Jesús fue hijo único como si tuvo un buen número de hermanos, creo que no es algo de importancia para conocerle y aprender sus enseñanzas.
Pero si reflexionamos e intentamos imaginar cuáles fueron los motivos de Jesús para su encarnación, nos daremos cuenta de que Jesús parecía querer vivir en el seno de una familia normal y promedio de su tiempo. Por eso eligió una familia judía como eran José y María. Y esto sólo me hace pensar que si lo que buscaba era un ambiente familiar típico, lo normal en la época y en la cultura judía era tener muchos hermanos y vivir en un ambiente familiar amplio donde abuelos, tíos, primos y hermanos solían convivir, reunirse con frecuencia, y formar incluso viviendas comunitarias para todo el clan. Sólo si entendemos que Jesús vino a vivir y experimentar en carne propia una vida humana plena y completa nos daremos cuenta de que haber sido hijo único le habría privado precisamente de las grandes bondades educativas que conlleva tener hermanos. Y sólo a la luz de una experiencia certera de hermano mayor es como se explican y aclaran muchas de las comparaciones y parábolas sobre las relaciones familiares que tan bien supo Jesús relatar a sus oyentes.
Varios autores, El Libro de Urantia, 1955.
Nuevo Testamento, La Casa de la Biblia, 1992.