© 2004 Jeanmarie Chaise
© 2004 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
Le Lien Urantien — Número 29 — Primavera de 2004 | Le Lien Urantien — Número 29 — Primavera 2004 | Tríptico |
Sobre los “agujeros negros”, el Libro de Urantia quizás nos dé una explicación sin nombrarlos. De hecho, en el folleto 46 aprendemos que los grupos de planetas arquitectónicos no son visibles en el espacio. Se nos dice:
El sistema de iluminación de Jerusem{0} no debería ser tan difícil de comprender por vosotros. No hay ni días ni noches, ni períodos de calor ni de frío. Los transformadores del poder mantienen cien mil centros desde donde las energías enrarecidas son proyectadas hacia arriba a través de la atmósfera planetaria, sufriendo ciertos cambios, hasta que alcanzan el techo eléctrico atmosférico de la esfera; entonces estas energías son reflejadas hacia abajo bajo la forma de una luz suave, tamizada y uniforme, con una intensidad parecida a la de la luz solar cuando el Sol brilla en el cielo a las diez de la mañana en Urantia. (LU 46:1.4)
En estas condiciones de iluminación, los rayos luminosos no parecen proceder de un solo sitio; sencillamente se filtran a través del cielo, emanando por igual desde todas las direcciones del espacio. Esta luz es muy similar a la luz natural del Sol, salvo que contiene mucho menos calor. Así pues se podrá admitir que estos mundos sede no son luminosos en el espacio; si Jerusem estuviera muy cerca de Urantia, no sería visible. (LU 46:1.5)
Así, la luz de estos mundos se refleja hacia ellos. Pero, ¿qué pasa con las luces que vienen del exterior, todas esas energías cósmicas luminosas que los habitantes de estos mundos arquitectónicos deberían ver? ¿No deberían reflejarse también, pero esta vez hacia afuera? Y como vienen de todas direcciones, ¿no chocan con las mismas capas de gas en las ionosferas de estos planetas? Entonces se nos dice:
Los gases que reflejan esta energía luminosa desde la ionosfera superior de Jerusem hacia el suelo son muy similares a los de las zonas atmosféricas superiores de Urantia que están relacionados con los fenómenos de vuestras llamadas auroras boreales, aunque éstas se producen por causas diferentes. En Urantia, este mismo escudo gaseoso es el que impide que se escapen las ondas terrestres de transmisión, reflejándolas hacia la Tierra cuando chocan contra este cinturón gaseoso en su vuelo directo hacia el exterior. Las transmisiones son retenidas de esta manera cerca de la superficie mientras viajan por el aire alrededor de vuestro mundo. (LU 46:1.6)
Se nos dice aquí que estos fenómenos reflexivos no son de la misma naturaleza en todas partes. Pero en los dos casos mencionados, el de Jerusem y el de Urantia, se trata de emisiones radiantes provenientes de estos dos planetas y que permanecen allí como aprisionadas. Por lo tanto, podemos suponer que lo que se filtra en una dirección también se filtra en la otra dirección. Esto es lo que hace que estos mundos sean invisibles, como se nos dice.
Pero, para un espectador lejano, si las energías luminosas procedentes del espacio se reflejan hacia el exterior, ¿no debería parecerle este fenómeno que se manifiesta por su pura y simple desaparición?
De hecho, lo que nos permite distinguir de dónde proviene la energía luminosa es la existencia de los obstáculos que encuentra. En los dos casos citados se trata de emisiones enviadas a los mundos afectados, creando así una pantalla por todas partes. Pero, en lo que respecta a las energías externas, necesariamente deben reflejarse hacia la bóveda cósmica donde se disipan en el infinito del espacio sin encontrar superficies lo suficientemente grandes como para hacerlas visibles a nuestro observador.
¿No son los conjuntos de planetas arquitectónicos de este tipo simplemente lo que nuestros astrónomos llaman “agujeros negros”?
Silla Jeanmarie
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