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Otra visión del caso Kristen Maaherra | Vol. 12 Núm. 6 noviembre de 1991 — Índice | Psicología Transpersonal |
Por John Hyde, Instituto de Asuntos Públicos
Por las razones que sean, incluso la Iglesia ha abandonado en gran medida el juego de la «moralidad», adoptando el lenguaje y los valores de las ciencias sociales en lugar de los de la ética. Y ningún otro grupo de pensadores y profesores ha llenado ese vacío.
Ha habido una tendencia hacia el nihilismo: el escepticismo sobre los principios morales. Esto ha contribuido a nuestros actuales problemas sociales (incluidos los económicos).
Los consejos que recibe la gente tienden a provenir de los gobiernos, que no son adecuados para la instrucción moral y para concentrarse en legalidades que no distinguen entre comportamiento personal correcto e incorrecto. De hecho, lejos de ser desafiados a aceptar responsabilidad personal, se nos ofrece una letanía de excusas por nuestros propios fracasos y oportunidades para evitar sus consecuencias. Palabras que admito que desafían una definición precisa, como honor, verdad, coraje, caridad y justicia, han quedado obsoletas.
Con el debido respeto a los reguladores, la ley no puede sustituir a la moralidad. De hecho, en una sociedad que intenta reemplazar, en lugar de reforzar, su marco moral con uno legal, es inviable. El comportamiento correcto implica mucho más que la legalidad.
La verdad y la confianza son motivaciones morales que, por mucho que se intenten, la ley no puede encapsular por completo. Sin embargo, en medio de la confusión moral, la gente está recurriendo a la letra de la ley en busca de orientación: si una acción es legal, está bien, dicen. Bueno, ¡no lo es necesariamente!
Al igual que los directores y los inversores, los gabinetes, las oposiciones y el público no se han visto obligados a pensar rigurosamente sobre el comportamiento correcto e incorrecto. En consecuencia, las conciencias de los políticos no son tan tiernas como deberían ser, las oposiciones no generan críticas morales sólidas y el público, él mismo mal equipado, no tiene ninguna opción moral obvia.
Sin embargo, se trata de un hilo no codificado que recorre la sociedad y que une a los directores de empresas, a los gabinetes y al resto de nosotros por igual. A pesar de algún que otro dilema, a diferencia de la ley, ésta goza de amplio reconocimiento y es, y no la regulación, el verdadero cemento social. No es necesario pretender ser más santo que tú para defenderlo.
Otra visión del caso Kristen Maaherra | Vol. 12 Núm. 6 noviembre de 1991 — Índice | Psicología Transpersonal |