© 2021 Kathleen Swadling
© 2021 Asociación Internacional Urantia (IUA)
(Adaptado de una presentación dada en la Conferencia Anual de Australia y Nueva Zelanda en Tasmania, 2010)
Dedicamos mucho tiempo a entender la definición de adoración y servicio. Y si voy a escribir sobre «convertir la adoración y el servicio en el centro de nuestra vida», será mejor que me concentre en explorar los cómos y porqués de poner en práctica e interiorizar las profundas verdades que descubrimos sobre estos temas a través de nuestro estudio del libro.
La clave para servir a los demás (para ser una persona dinámicamente útil en el mundo) es nuestra relación personal con el Padre. Me pregunto cuántos de nosotros dedicamos de manera consistente un tiempo regular para ir solos a un lugar tranquilo donde no nos molesten y comunicarnos con el Padre, para orar y adorar. Me gustaría levantar la mano y decir «yo lo hago», pero si he de ser realmente sincera con ustedes debo decir que, aunque idealmente me gustaría ser más regular y consistente, a veces es un poco como tratar de establecer tiempos regulares para hacer ejercicio: a veces me emociono y adquiero una rutina regular, mientras que otras veces lo dejo pasar y pierdo el hábito.
¿Cuántos podemos decir que la adoración y el servicio son el centro de nuestra vida? Independientemente de cuánto amemos a Dios y deseemos encontrarlo y hacer su voluntad, encontrar tiempo para adorar puede ser difícil cuando tenemos horarios muy apretados. Muchos de nosotros estamos en movimiento desde el minuto en que nos levantamos hasta el minuto en que nos vamos a dormir por la noche. Las exigencias de la vida cotidiana nos impiden sacar un tiempo precioso para ir a buscar un rato a solas en el que estar en comunión con Dios. Y a menudo, cuanto más ocupados e involucrados estamos en las luchas diarias de la vida, menos podemos frenar y tomarnos un tiempo. Podemos tener niños pequeños, podemos tener un cónyuge que nos necesita, podemos tener un horario de trabajo pesado (o todo lo anterior), o simplemente podemos estar demasiado cansados para dar un paseo a ese lugar tranquilo favorito. Lo más probable es que los momentos en los que más lo necesitamos sean los momentos en los que es menos probable que hagamos el esfuerzo.
En realidad, todo acaba siendo cuestión de las elecciones que hacemos y de cómo organizamos no solo nuestra vida exterior, sino también nuestra vida interior. Estudiando El libro de Urantia hemos aprendido que la adoración, la comunión con nuestro Padre, es la clave para el desarrollo de nuestra alma, para hacernos más reales como seres espirituales indestructibles. También hemos aprendido que la llamada al servicio es el derramamiento directo de amor a nuestros semejantes cuando logramos experimentar la verdadera naturaleza de Dios a través de la experiencia de adoración. Y por supuesto, el amor y el servicio son los precursores de la realización de la hermandad del hombre bajo la paternidad de Dios.
Luego la adoración es realmente el manantial, la premisa fundamental de la que surge todo lo demás de valor espiritual. Si no nos tomamos el tiempo para estar en comunión con el Padre, o si no logramos establecer una conexión que nos dé esa sublime experiencia de sentir que realmente hemos tocado de alguna manera su amorosa naturaleza divina, nuestra búsqueda espiritual puede convertirse en una lucha mucho mayor que si tenemos intervalos regulares de comunión exitosa. También puede ser que el deseo de vivir una vida de servicio a nuestros semejantes como resultado de amar a Dios no sea muy fuerte.
Como en cualquier relación (intercambio entre personalidades), cultivar una amistad con el Padre es similar a cultivar cualquier otra relación. El amor es la clave; la adoración es un poco como la expresión de una relación amorosa personal con el Padre. Y como en cualquier relación amorosa, hay que mantenerla viva, mantener la llama del amor encendida, hay que entregarse a quien quieres y admiras. Tienes que demostrarle que te importa, hacer cosas que sabes que le agradan, decirle que le quieres, agradecerle su adorable naturaleza y sus fabulosos atributos, reflexionar sobre sus atributos de verdad, belleza y bondad, sentir su amor y el impresionante poder e inspiración que puede aportar. Contempla el poder de su amor, que es la fuente de todo y lo impulsa todo. Escucha su respuesta, ten fe en que te está escuchando e intenta comunicarse contigo. Quédate quieto y escucha… Es entonces cuando puedes empezar a sentir y experimentar una presencia espiritual.
Pero ¿cómo nos motivamos para tomar esas decisiones y desarrollar buenos hábitos que favorezcan la adoración y la oración? Puede ser útil recordar que somos los arquitectos de nuestra propia vida. La energía fluye hacia donde va la atención. Nuestras decisiones personales son la clave de nuestro bienestar.
Las llaves del reino de los cielos son la sinceridad, más sinceridad y aún más sinceridad. Todos los hombres poseen estas llaves. Los hombres las utilizan — elevan su estado espiritual — mediante sus decisiones, más decisiones y aún más decisiones. La elección moral más elevada consiste en elegir el valor más elevado posible, y ésta siempre consiste — en cualquier esfera, y en todas ellas — en elegir hacer la voluntad de Dios. [LU 39:4.14]
Un carácter cósmicamente moral y divinamente espiritual representa la acumulación capital de las decisiones personales de la criatura, unas decisiones que han sido iluminadas por la adoración sincera, glorificadas por el amor inteligente, y consumadas en el servicio fraternal. [LU 117:5.13]
La dedicación afectuosa de la voluntad humana a hacer la voluntad del Padre es el regalo más selecto que el hombre puede hacerle a Dios; de hecho, una consagración así de la voluntad de la criatura constituye el único obsequio posible de verdadero valor que el hombre puede hacerle al Padre Paradisiaco. … no hay nada que el hombre pueda darle a Dios, salvo esta elección de someterse a la voluntad del Padre …. [LU 1:1.2]
Y para todos los que estén dándole vueltas a lo que significa realmente «hacer la voluntad del Padre»:
Hacer la voluntad de Dios es ni más ni menos que una manifestación de la buena voluntad de la criatura por compartir su vida interior con Dios… [LU 115:5.1]
Pienses lo que pienses que significa hacer la voluntad de Dios, no te preocupes más, porque aquí está en pocas palabras: muestra la voluntad de compartir tu vida interior con Dios y el resto fluirá con toda seguridad como resultado de esa simple elección. ¿No debería ser esto una motivación para desarrollar el hábito de encontrar tiempo para estar en comunión regular con el Padre?
Una vez que estamos motivados y hemos tomado la decisión, es hora de trabajar en la técnica. Lo que quiero decir con esto es que una cosa es ir solo a un lugar tranquilo (ojalá en un entorno hermoso), pero otra es aquietar la mente y ser receptivo a las realidades espirituales. De alguna manera, tenemos que desarrollar una técnica para preparar la mente de tal manera que nuestra antena espiritual esté sintonizada con la frecuencia correcta. Las religiones orientales están repletas de gurús que dan una «técnica de meditación»; el movimiento de la Nueva Era es grande en terapias de relajación. Cada uno tiene que encontrar su propia técnica para aquietar la mente y relajarse lo suficiente. Necesitamos estar en estado de relajación para centrar la mente en la comunicación con Dios y luego aquietar la mente para reflexionar sobre la naturaleza y el carácter amables de Dios y ser receptivos a la experiencia que viene a través de la expresión de amar a Dios.
Ser capaz de relajarse es, en mi opinión, un aspecto muy importante de todo esto. Lamentablemente, creo que nuestra incapacidad para relajar verdaderamente el cuerpo y la mente es uno de los elementos clave de la infelicidad de las personas y uno de los principales inhibidores de la oración y la adoración eficaces. Podemos crear nuestra propia desgracia solo con permitirnos estar en un estado constante de estrés. La gestión del estrés (desarrollar el arte de la relajación) es el paso previo para entrar en un estado de oración y adoración; cuando llegamos a las alturas de la verdadera adoración, nos sentimos realmente renovados y recargados en cuerpo, mente y espíritu.
Una vez que estamos lo bastante relajados, ¿cómo podemos dirigir nuestros pensamientos para llevarlos a los compartimentos superiores de la mente? ¿Qué tal si empezamos por reflexionar sobre unas sencillas verdades básicas acerca del Padre Celestial?
Dios es amor. [LU 2:5.1]
… love is the dominant characteristic of all God’s personal dealings with his creatures. [LU 2:5.12]
El amor es el deseo de hacer el bien a los demás. [LU 56:10.21]
Podemos encontrar algunas pistas para hacer que la adoración funcione en declaraciones como esta:
…adoramos simplemente a Dios por lo que comprendemos que él es. … le rendimos esa devoción y nos dedicamos a esa adoración como reacción espontánea y natural al reconocimiento de la personalidad incomparable del Padre y a causa de su naturaleza encantadora y de sus atributos adorables. [LU 5:3.3]
Entonces ¿qué marco debemos utilizar durante nuestras meditaciones o sesiones de adoración para reflexionar sobre la «naturaleza encantadora» y los «atributos adorables» del Padre? He aquí algunas pistas más:
… de todas las revelaciones de la naturaleza divina, la más instructiva y la más espiritualmente edificante ha de buscarse en la comprensión de la vida religiosa de Jesús de Nazaret…. Si la vida encarnada de Miguel la tomamos como trasfondo de la revelación de Dios al hombre, podemos intentar poner en símbolos verbales humanos ciertas ideas e ideales sobre la naturaleza divina que quizás puedan contribuir a iluminar y a unificar mejor el concepto humano de la naturaleza y del carácter de la personalidad del Padre Universal. [LU 2:0.2 ]
… vuestra mayor revelación del amor del Padre se puede contemplar en la vida de donación de su Hijo Miguel cuando vivió en la Tierra la vida espiritual ideal. [LU 2:5.10]
Cuando meditéis sobre la naturaleza amorosa de Dios, sólo hay una reacción razonable y natural de la personalidad: amaréis a vuestro Hacedor cada vez más; tendréis por Dios un afecto análogo al que un niño siente por su padre terrestre; porque al igual que un padre, un padre real, un verdadero padre, ama a sus hijos, el Padre Universal ama a sus hijos e hijas creados y busca constantemente su bienestar. [LU 2:5.9]
La experiencia de amar es en gran medida una respuesta directa a la experiencia de ser amado. [LU 2:5.8]
¿Y qué hay del servicio? Esta cita lo dice todo:
Todo amor verdadero procede de Dios, y el hombre recibe el afecto divino a medida que ofrece este amor a sus semejantes. El amor es dinámico. Nunca puede ser apresado; es vivo, libre, emocionante y está siempre en movimiento. El hombre nunca puede coger el amor del Padre y encarcelarlo dentro de su corazón. El amor del Padre sólo puede volverse real para el hombre mortal cuando pasa a través de la personalidad de ese hombre a medida que otorga a su vez este amor a sus semejantes. [LU 117:6.10]
Algo bastante potente: «El amor del Padre solo puede volverse real para el nombre mortal cuando pasa a través de la personalidad de ese hombre a medida que otorga a su vez este amor a sus semejantes…» (negrita añadida)
El impulso de servir a Dios y al hombre procede de una experiencia vital interior, de la experiencia de adoración de sentir realmente el poder del amor de Dios y el inevitable impulso de devolverle nuestro amor a través del servicio a nuestros semejantes.
La motivación para servir se manifiesta de diferentes maneras. Está el aspecto más inconsciente de servir «mientras se va de paso» que surge automáticamente como resultado del «deseo de hacer el bien a los demás». Si vivimos nuestra vida llevando los frutos del espíritu como un alma saturada de amor, entonces nuestra fragancia espiritual se contagiará a los que nos encontremos de paso. También está el aspecto de tomar una decisión más consciente de hacer algunas cosas en particular que creemos que serían útiles para la humanidad, como involucrarse en algún tipo de proyecto que creemos que será útil. Cada uno tiene su propio viaje personal y único en su vida de servicio y la clave es que cada uno descubra cómo puede ser más eficaz.
Entonces, si estamos tan motivados para derramar este amor a nuestro prójimo (para dar algo a cambio en el servicio amoroso desinteresado), ¿cómo nos organizamos para reunirnos y ser eficaces en esta sección de hacer del servicio el centro de nuestra vida?
La religión no es una técnica para conseguir una paz mental estática y feliz; es un impulso destinado a organizar el alma para un servicio dinámico. Es el reclutamiento de la totalidad del yo para el servicio leal de amar a Dios y servir a los hombres. [LU 100:3.1]
Considero que esta idea de «organizar el alma para un servicio dinámico» tiene dos vertientes:
1. Establecer patrones de conducta y desarrollar técnicas para que podamos comunicarnos efectivamente con el Padre.
2. Ponernos en el estado de ánimo adecuado, establecer el marco de pensamiento correcto que nos ayude a ver la forma más sabia y eficaz de servir a la mediación dinámica-factual.
Veamos de nuevo esta cita:
Un carácter cósmicamente moral y divinamente espiritual representa la acumulación capital de las decisiones personales de la criatura, unas decisiones que han sido iluminadas por la adoración sincera, glorificadas por el amor inteligente, y consumadas en el servicio fraternal.
Dado que las opciones para el servicio dinámico son tan grandes, y porque sabemos que queremos hacer las cosas a la manera de Dios, nuestra vida de oración habitual se convierte en la clave de este proceso de toma de decisiones: hablar de nuestras cosas con el Padre, exponer todos los hechos de nuestra vida personal, ser verdaderamente honestos con nosotros mismos y con Dios, comprender nuestras capacidades, habilidades y limitaciones, tener todo en cuenta y pedir al Padre que nos guíe y dé fuerza, valor y sabiduría para tomar decisiones sensatas y prácticas sobre la manera mejor y más eficaz de servir.
Decidir qué hacer y cómo aplicar las cualidades espirituales a nuestra vida de servicio es algo increíblemente personal y no debemos permitir presiones externas de personas que intenten decirnos lo que debemos hacer a modo de servicio. También hay que tener cuidado con el cargo de conciencia; a veces nos sentimos culpables a través de una programación condicionada o de personas que intentan decirnos lo que debemos hacer, aunque en nuestro corazón sintamos que está mal. Tenemos que aprender a escuchar nuestro espíritu interior para discernir lo que es mejor. Tenemos que establecer un sano respeto por nosotros mismos; cada uno tiene que descubrir su propio viaje y ser el capitán de su propio barco. Con Dios (el espíritu interior) como socio principal y con intentos regulares de comunicación a través de la oración y la adoración, deberíamos ser capaces de manejar nuestra nave a través de la mayor de las tormentas, tanto en nuestra vida interior como exterior, y encontrar maneras de dirigir nuestros impulsos para servir de manera sabia y eficaz.
Y para terminar, no olvidemos la prueba de fuego de los frutos del espíritu.
Frutos del espíritu:
Servicio amoroso
Consagración desinteresada
Lealtad valiente
Equidad sincera
Honradez iluminada
Esperanza imperecedera
Confianza fiel
Ministerio misericordioso
Bondad inagotable
Tolerancia indulgente
Paz duradera