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El Padre-Espíritu que mora en nosotros | Volumen 10 - No. 3 — Índice | Sobre hacer la voluntad de Dios, ¿cómo? |
La mente es todo lo que tenemos de la realidad del universo que está sujeta a nuestra voluntad, y nuestra alma replica fielmente y representa la cosecha de las decisiones temporales que toma el yo mortal. Pero no es tanto lo que la mente comprende como lo que la mente desea comprender lo que asegura el crecimiento del alma; no es tanto cómo es la mente sino cómo la mente se esfuerza por ser lo que constituye la identificación con el espíritu. Y no es tanto que seamos conscientes de Dios como que anhelemos a Dios lo que resulta en la ascensión del universo. Lo que somos hoy no es tan importante como lo que nos estamos convirtiendo día a día y en la eternidad.
La mente es el instrumento cósmico donde la voluntad humana puede tocar las disonancias de la destrucción, o en el cual esta misma voluntad puede producir las exquisitas melodías de la identificación con Dios y de la consiguiente supervivencia eterna. A fin de cuentas, el Ajustador otorgado al hombre es impermeable al mal e incapaz de pecar. (LU 111:1.6)
Pero estas mentes mortales nuestras pueden ser torcidas, distorsionadas y convertidas en malas y feas por las pecaminosas maquinaciones de una voluntad humana perversa y egoísta. Por el contrario, esta misma mente puede hacerse noble, hermosa, verdadera y buena, reflejando así una voluntad iluminada por el espíritu, siempre y cuando nuestra elección sea tanto buscar conocer a Dios como intentar siempre hacer la voluntad de Dios.
Los factores en la creación evolutiva de un alma inmortal son:
El potencial para tal evolución del alma es inherente a los dos impulsos universales de la mente:
Esta operación celestial de desarrollar por evolución el alma inmortal es posible porque la mente mortal es en primer lugar personal, y en segundo lugar porque está en contacto con unas realidades superanimales. (LU 111:2.9)
Por tanto, posee una dotación de ministerio divino que asegura la evolución de una naturaleza moral capaz de tomar decisiones morales. Así, la mente mortal puede efectuar un contacto creativo fidedigno con los ministerios espirituales y con el Padre-Espíritu que mora en nosotros, y nace un alma.
Nuestra alma es así el embrión primordial de lo que seremos durante la próxima fase de nuestra carrera eterna.
Entonces, ¿cómo aprovechamos al máximo nuestras oportunidades de guía divina en el desarrollo de nuestras almas?
Quizás para la mayoría de nosotros, nuestro progreso sea máximo si iniciamos un rol evolutivo para nuestro propio alter ego. Comenzamos por convertir en nuestro hábito personal mantener un contacto continuo pero silencioso entre nuestra mente finita y nuestro alter ego, que, en esta etapa de aprendizaje, es un sustituto del Dios-Espíritu interior.
El éxito o el fracaso están en proporción directa a cuánto de nuestro tiempo de vigilia logramos pasar en una relación en la que cada pensamiento, cada palabra y cada momento del día se comparten en diálogo con nuestro pseudo espíritu compañero.
Sin embargo, para proporcionar respuestas tentativas a preguntas serias, debemos basarnos en nuestro conocimiento previo del Padre tal como nos fue revelado en la vida de Jesús de Nazaret.
Entonces, en cualquier situación en la que nos encontremos, nuestra toma de decisiones puede estar guiada por una sola pregunta poderosa:Y con el tiempo, lo que comenzó como una relación unilateral y completamente humana progresará gradualmente hasta un estado en el que nuestras próximas decisiones se acerquen cada vez más a tener la esencia de la divinidad.
Para que ese proceso tenga éxito, debemos habernos familiarizado completamente con la vida y las enseñanzas de Jesús, hasta el punto de «conocer» realmente la mente de Jesús.
Hay una buena razón por la que debemos buscar conocer la mente de Jesús en lugar de sus acciones o sus enseñanzas. Nunca hay dos eventos idénticos. Cada evento está enredado con circunstancias desconocidas para nosotros, de modo que nunca volverá a repetirse exactamente de la misma manera.
Si interpretamos la vida y los dichos de Jesús como la base de un conjunto de reglas a seguir, entonces sabemos que aún no conocemos la mente de Jesús, que después de todo es una revelación de la mente de Dios. Pero no desesperes porque el Espíritu de la Verdad de Jesús, actuando a través del Padre-Espíritu, está disponible para ayudarnos. Sólo tenemos que preguntar.
«Seguir a Jesús» significa compartir personalmente su fe religiosa y entrar en el espíritu de la vida del Maestro, consagrada al servicio desinteresado de los hombres. Una de las cosas más importantes de la vida humana consiste en averiguar lo que Jesús creía, en descubrir sus ideales, y en esforzarse por alcanzar el elevado objetivo de su vida. De todos los conocimientos humanos, el que posee mayor valor es el de conocer la vida religiosa de Jesús y la manera en que la vivió. (LU 196:1.3)
Los serafines enseñan esta verdad eterna: si vuestra propia mente no os sirve bien, podéis cambiarla por la mente de Jesús de Nazaret, que siempre os sirve bien. (LU 48:6.26)
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