© 1998 Ken Glasziou
© 1998 The Brotherhood of Man Library
Los prejuicios ciegan el alma impidiéndole reconocer la verdad, y los prejuicios sólo se pueden eliminar mediante la devoción sincera del alma a la adoración de una causa que abarque e incluya a todos nuestros semejantes humanos.
Los prejuicios están inseparablemente vinculados con el egoísmo.
Los prejuicios sólo se pueden suprimir abandonando el egocentrismo y reemplazándolo por la búsqueda de la satisfacción de servir a una causa que sea no sólo más grande que uno mismo, sino incluso más grande que toda la humanidad —la búsqueda de Dios, la adquisición de la divinidad.
La prueba de la madurez de la personalidad consiste en la transformación de los deseos humanos de tal manera que busquen constantemente la comprensión de los valores más elevados y más divinamente reales.
En un mundo que cambia continuamente, en medio de un orden social en evolución, es imposible mantener unas metas de destino establecidas y asentadas.
Sólo pueden experimentar la estabilidad de la personalidad aquellos que han descubierto y abrazado al Dios viviente como meta eterna de consecución infinita.
Para transferir así la meta individual del tiempo a la eternidad, de la Tierra al Paraíso, de lo humano a lo divino, es necesario que el hombre se regenere, se convierta, nazca de nuevo, que se vuelva el hijo re-creado del espíritu divino, que logre su entrada en la fraternidad del reino de los cielos.
Todas las filosofías y religiones que estén por debajo de estos ideales son inmaduras.
La filosofía que yo enseño, unida al evangelio que vosotros predicáis, representa la nueva religión de la madurez, el ideal de todas las generaciones futuras. Y esto es verdad porque nuestro ideal es definitivo, infalible, eterno, universal, absoluto e infinito. (LU 160:1.13)
La bondad es el aroma de la amistad que emana de un alma saturada de amor.