© 2005 Antonio Moya, Olga López, Eduardo Altuzarra
© 2005 Asociación Urantia de España
Un panorama personal, primera parte | Luz y Vida — Núm. 2 — Septiembre 2005 — Índice | El Libro de Urantia_ en África: relato de un viaje a Dakar |
De varios autores
Las preguntas que te haces son las que te llevan a investigar. La última pregunta que rondaba recientemente mi cabeza era: "¿Por qué los seres humanos tenemos que nacer y vivir en estas tristes circunstancias que conocemos, cuando TODOS los demás seres del universo nacen y viven indefinidamente en mejores condiciones que nosotros? ¿Por qué nos ha tocado esta china? Debe haber alguna buena razón para ello. Y quiero saberla.
«La personalidad mortal, que nunca está segura de lo próximo que se va a encontrar…» (LU 48:4.18).
«Es muy natural que el hombre mortal se sienta acosado por sentimientos de inseguridad…»(LU 111:6.8).
«La incertidumbre en la seguridad es la esencia de la aventura hacia el Paraíso-incertidumbre en el tiempo y en la mente, incertidumbre en cuanto a los acontecimientos del desarrollo de la ascensión hacia el Paraiso; seguridad en espíritu y en la eternidad, seguridad en la confianza sin reserva del hijo creado en la compasión divina y en el amor infinito del Padre Universal; incertidumbre como ciudadano inexperto del universo; seguridad como hijo ascendente en las mansiones universales de un Padre infinitamente poderoso, sabio y amoroso». (LU 111:7.1).
«La humanidad está diseñada para evolucionar mediante la técnica de la experiencia…»(LU 106:9.8)
«La experiencia viviente real no tiene ningún sustituto cósmico… es la única cosa que ninguna cantidad de dotación divina puede dispensaros de la necesidad de conseguir mediante la vida real». (LU 109:1.3)
El Libro de Urantia nos cuenta que el universo central de Havona está compuesto de mil millones (1.000.000.000) de mundos habitados perfectos. Y que los siete superuniversos del espacio-tiempo están destinados a albergar siete billones (7.000.000.000.000) de mundos habitados por seres mortales, finitos e imperfectos como nosotros.
La diferencia entre la cantidad de mundos de Havona y los de los siete superuniversos es, a todas vistas, notable. En nuestro universo visible y conocido NO hay unos cuantos planetas habitados, como pretenden los científicos más progresistas, sino UN BILLÓN aproximadamente en cada superuniverso.
El Libro nos habla también de la era (anterior) de Havona, y de que actualmente nos encontramos en la era de los superuniversos, la era posterior a Havona, la era del crecimiento evolutivo del Ser Supremo. En otras palabras, la era universal que estamos viviendo ahora es la era de la evolución de los mortales como nosotros que viven en los SIETE BILLONES de planetas de los superuniversos.
Podemos deducir de ello que los mortales somos el objetivo de esta época universal, el centro de atención de la presente era del universo (la era del desarrollo del Supremo), y los seres espirituales de todas las órdenes imaginables están ahí para ayudarnos a subir, para servirnos como profesores y maestros durante todo el camino que va desde el animal hasta Dios.
Esta época universal que estamos viviendo es distinta a la era anterior de Havona, y a la era que se vivirá en el futuro en los universos del espacio exterior.
Cuando uno se pregunta por qué tenemos que nacer así en este mundo dejado de la mano de Dios, en lugar de empezar nuestra existencia como otras órdenes de seres espirituales o semi-espirituales, que viven indefinidamente y no sufren tantas tribulaciones, uno tiene el sentimiento de que hay algo de injusticia en ello. Pero debe haber alguna buena razón. Cuando quieres hacer un buen rey, debería empezar por ser mendigo, e ir subiendo la escala social a fin de conocerlas bien todas para poder gobernar con extrema sabiduría y buen conocimiento de causa.
El Libro de Urantia nos dice: «Al atravesar la escala ascendente de la existencia viviente desde el hombre mortal hasta el abrazo de la Deidad, vivís realmente la vida misma de TODAS las fases y etapas posibles de la existencia perfeccionada de las criaturas, dentro de los limites de la presente era del universo. Aquello que hay desde el hombre mortal hasta el finalitario del Paraiso abarca TODO lo que puede existir abora -engloba TODO lo que es posible actualmente para las órdenes vivientes de criaturas finitas inteligentes y perfeccionadas.» (LU 48:8.4).
«El universo local es el punto de partida para aquellas personalidades que se encuentran MÁS LEJOS de Dios, y que pueden experimentar asi EL MAYOR GRADO DE ASCENSIÓN ESPIRITUAL en el universo, pueden conseguir LA MÁXIMA PARTICIPACIÓN EXPERIENCIAL EN LA COCREACIÓN DE SÍ MISMAS.» (LU 116:4.11).
«Los Creadores tienen la intención de proporcionar a las criaturas del tiempo una oportunidad gradual para dominar los detalles del funcionamiento y de la administración del gran universo, y este largo ciclo de formación se lleva mejor adelante haciendo que los mortales sobrevivientes asciendan gradualmente, y permitiendo que participen realmente en cada etapa de la ascensión». (LU 48:8.2)
Perdonad que incluya estos párrafos del L.d.U. en lugar de aclarar los conceptos con mis propios comentarios, pero es que me parecen extremadamente instructivos. Como instructivo me parece el largo párrafo siguiente. No tiene desperdicio:
«El plan de supervivencia de los mortales tiene un objetivo práctico y útil; no sois los destinatarios de toda esta labor divina y de todo este esmerado entrenamiento sólo para que podáis sobrevivir y disfrutar de una felicidad sin fin y de un descanso eterno. Existe una meta de servicio trascendente oculta más alla del horizonte de la presente era del universo. Si los Dioses simplemente bubieran planeado llevaros a una larga excursión de alegría eterna, ciertamente no habrían transformado en tan gran medida todo el universo en una inmensa y compleja escuela de educación práctica, NO HABRÍAN REQUISADO una parte considerable de la creación celestial COMO MAESTROS E INSTRUCTORES, y luego pasar eras y eras guiándoos, uno a uno, a través de esta gigantesca escuela universal de educación experiencial. Fomentar el programa de la progresión de los mortales parece ser UNA DE LAS OCUPACIONES PRINCIPALES del actual universo organizado, y LA MAYORÍA de las innumerables órdenes de inteligencias creadas están ocupadas, directa o indirectamente, en hacer avanzar alguna fase de este plan progresivo de perfección». (LU 48:8.3)
Lo que os decía antes: Parece ser que somos el centro de atención de la presente era del universo. Hacernos conscientes de ello no es ninguna tontería, pues siempre hemos pensado que tenemos bastante poca importancia, que estamos dejados de la mano de Dios, etc.
Hay otro detalle importante que también nos indica que somos el objetivo de la presente era del universo: Los Ajustadores del Pensamiento.
«Ninguna orden de seres está habitada asi (por Ajustadores), salvo las criaturas volitivas y evolutivas con un destino finalitario». (LU 107:7.7). Somos pues únicos en el universo, lo cual no es moco de pavo. «No existen seres creados que no estarían encantados con ser los anfitriones de los Monitores de Misterio, pero…» (LU 107:7.7) este privilegio sólo nos está reservado a nosotros.
Después de visto todo esto, podemos echarnos a temblar, o a dar saltos de alegría, depende de cómo se mire: Los Creadores nos hacen nacer en lo más bajo de la existencia para llevarnos a lo más alto. Y además nos dotan del espíritu mismo de la Deidad, cosa que ningún otro ser del universo tiene. Fusionar con el espíritu de la Deidad nos convertirá en seres, no ya personales, sino omnipersonales. Y además seremos los arquitectos de nuestro propio estado perfeccionado, nos habremos (co)creado a nosotros mismos.
¿Qué carta tiene Dios en la manga para nosotros? ¿Qué pedazo de misión nos va a encargar? ¿Qué inmensa responsabilidad nos va a caer?
«La meta de la existencia de todas las personalidades es el espíritu». (LU 12:8.13), lo cual parece evidente, pues aquí duramos bien poco. Y además, de ninguna parte del universo nos vamos a llevar nada a la siguiente vida: ni dinero, ni casas, ni coches, ni piscinas. «Los grandes circuitos de la energía, la mente y el espíritu no son nunca una propiedad permanente de la personalidad ascendente». «Las criaturas se limitan a utilizar las cualidades y cantidades de lo finito a medida que ascienden hacia el Padre». (LU 117:5.7,12)
¿Qué nos llevamos pues de cada mundo que visitamos? «Aquello que el hombre se lleva consigo como posesión de su personalidad es las consecuencias sobre su carácter de la experiencia de haber utilizado los circuitos mentales y espirituales del gran universo durante su ascensión al Paraiso». (LU 117:5.13). Lo que nos llevamos de un mundo a otro es la experiencia vivida y los valores adquiridos, todo ello impregnado en nuestra personalidad. Pero aterrizamos con las manos vacías de cosas materiales (de átomos asociados), o a lo peor ya no tendremos ni manos…
«La personalidad en progreso deja un rastro de realidad manifestada a medida que atraviesa los niveles ascendentes de los universos». (LU 117:5.6). Vamos dejando un rastro de nuestras obras, de nuestro trabajo en cada mundo donde estamos.
«La Deidad siempre tiene que proporcionar el universo modelo, las personalidades perfectas, la verdad, la belleza y la bondad originales que todas las creaciones subdivinas se esfuerzan por conseguir». (LU 118:5.3). ¡Qué cosa tan lógica, ¿no? Dios proporciona siempre el modelo a imitar o a seguir.
En resumen, parece ser que nacemos en lo más bajo porque estamos destinados a elevarnos hasta lo más alto. Y una vez allí, en lugar de descansar y de pegarnos una siesta «eterna» bien merecida, nos van a endiñar una misión de ahí no te menees en los universos del espacio exterior, dominio NO de nuestro Ser Supremo, sino de Dios Último, la Deidad de los seres trascendentales. Y todo ello sin cobrar un duro.
Si alguien quiere bajarse de este tren, aún está a tiempo.
Muchas veces me he maravillado al pensar en el enorme montaje que ha organizado la Deidad para que nos vayamos perfeccionando, el enorme taller-escuela en el que estamos instalados desde el momento en que nacemos, desde el momento en que el Padre «nos piensa».
El primer mundo, el mundo físico, es duro. Hay dolor, injusticia, sufrimiento…Aquí es donde experimentamos y vivimos situaciones que no podremos experimentar ni vivir en los mundos siguientes: pasamos por privaciones físicas como las de sentir hambre, sed, frío, calor, miedo…pero también experimentamos situaciones irrepetibles en otros mundos como las de sentirnos solos, traicionados, decepcionados…En definitiva, sentimos «lo material» en toda su intensidad. También vivimos en este nuestro primer mundo experiencias gratificantes y placenteras, experiencias valiosas para nuestra carrera futura, como es la de la paternidad/maternidad.
Por suerte, el Padre no nos eterniza en este mundo; experiencias tan intensas y duras serían difíciles de soportar durante muchos años. ¿Qué supone el lapso de tiempo de nuestra vida física respecto al total de nuestro camino hacia Havona y el Paraíso? Apenas un suspiro. Eso sí, un suspiro importante y que condiciona muchas de las cosas que nos sucederán en los mundos siguientes.
La experiencia de la paternidad, por ejemplo, es considerada como muy importante. Tanto, que se considera que, si no se ha ejercido lo suficiente, debe llevarse a cabo en el primer mundo de las mansiones (LU 47:1.6). Otra de las cosas que condiciona nuestra carrera futura es el hecho de pertenecer a un determinado grupo de mortales. Por ejemplo, los seres no respiradores, que podrían parecernos un milagro de la biología, no pueden ser habitados por fragmentos del Padre como los seres respiradores (entre los cuales nos encontramos), sino que son habitados por fragmentos del Espíritu, lo que les hace permanecer en el universo local durante toda su vida (LU 37:5.11).
Y he aquí que estamos nosotros, habitantes de un planeta decimal, aislados durante miles de años de los circuitos planetarios debido a una rebelión en nuestro sistema, mortales respiradores habitados por Ajustadores desde el momento en que tomamos nuestra primera decisión moral. A priori tenemos todos los números, no sólo para llegar hasta la misma presencia del Padre, sino también para pertenecer a las fuerzas de choque de los universos, debido a nuestro origen en un mundo atribulado y atípico en muchos aspectos. Allí donde haya «marrones» importantes que resolver, allí mandarán a un urantiano. Difícilmente encontrarán a nadie con más experiencia en deshacer entuertos, pues desde que empezó se ha encontrado con más problemas de los que se podría haber encontrado en un mundo digamos «normal». Recordad: somos «agodontarios» (LU 50:7.2).
Donde otros seres tienen convicciones y certezas, nosotros tenemos una fe puesta a prueba miles de veces. Caemos muchas veces, pero volvemos a levantarnos otras tantas. La fe se convierte a menudo en un clavo ardiendo al que nos aferramos para no darlo todo por perdido, porque pensamos que la justicia debe estar en otro mundo, si no está en éste. Hasta un filósofo marxista como Bloch, aunque amigo de teólogos, decía que no se resignaba a que la última música que escuchara fuera la de las paletadas de tierra que alguien arrojaría sobre su ataúd. Walter Benjamin, otro pensador marxista, decía que no se resignaba a que las víctimas de la historia no tuvieran su debida reparación ante las injusticias cometidas. Todos, ya seamos creyentes o no, nos aferramos a la esperanza de que este mundo no sea la última palabra. Teólogos como Rahner decían que el hombre se tomará siempre demasiado en serio como para no creer en algún tipo de trascendencia. Y todos tienen razón. No puede ser que todo acabe con la vida en la carne. Algo en nuestro interior nos dice que hay algo más.
Supongo que en los mundos que nos aguardan tras éste también habrá problemas que solucionar y muchísimo que aprender pero, francamente, no creo que lo pasemos tan mal como aquí.
Y el aprendizaje sigue. No dejamos de aprender en ningún momento. Nuestra curiosidad no se verá saciada jamás. Y las enseñanzas que nos aguardan no son aburridas e inútiles, como pueden serlo aquí en Urantia. No tendremos que aprender por obligación para pasar un examen. En los mundos por venir los secretos del universo se nos irán desvelando a medida que seamos capaces de asimilarlos. Pero además no sólo aprenderemos sino que además haremos nuestro lo aprendido, será parte de nosotros. Y una vez que lo hayamos hecho nuestro lo transmitiremos a aquellos que todavía tienen que aprenderlo, en una cadena de aprendizaje sin final (LU 25:4.12)
El Padre Universal creó la perfección inherente en el Paraíso-Havona. A continuación apareció la creación espacio-temporal, donde se está gestando la perfección a través de la experiencia. La creación inherentemente perfecta hace de modelo, de referencia para la creación espacio-temporal, pero ambas se aportan mutuamente, hay un enriquecimiento mutuo.
Un ejemplo de ello lo encontramos en las relaciones de los peregrinos del tiempo y del espacio con los habitantes de los mundos de Havona. Relaciones que adquieren su máximo exponente en los seres trinitizados por las criaturas, obra conjunta de seres de Havona y mortales. Ellos son la personificación de conceptos que serán de gran ayuda en las eras por venir (LU 22:9.7).
Y la cosa no queda ahí, porque «ahí afuera» está la creación del espacio exterior, donde se representará el siguiente acto de la creación habitada. Allí los mortales como nosotros tendremos un papel muy importante que desempeñar.
¿Qué puede suceder, qué puede manifestarse en los mundos del espacio exterior? Tenemos la perfección inherente, la perfección conseguida a través de la experiencia… ¿cuál será entonces la perfección que comenzará su andadura en el espacio exterior? ¿Qué camino seguirán los habitantes del espacio exterior? ¿Tendrán que atravesar los superuniversos, ya establecidos en luz y vida, seguirán hacia Havona y finalmente llegarán al Paraíso? Algo se dice en los documentos que tratan sobre el Ser Supremo. Los reveladores no saben qué tipo de desarrollo seguirán los universos del espacio exterior, pero será diferente al que estamos siguiendo nosotros, pues no contribuirán al desarrollo de la Supremacía (LU 117:2.6). Pero no sólo los habitantes de los superuniversos ayudarán a los futuros moradores del espacio exterior: Havona y los siete superuniversos se necesitan también para alcanzar el máximo de consecución finita, y necesitarán algún día a los universos del espacio exterior para trascender lo finito (LU 117:6.20)
Está claro que el Padre nos ofrece la búsqueda de la perfección a través de la experiencia no para tenernos entretenidos en un largo viaje, sino porque eso, aparte de dar lugar a la plena personalización del Ser Supremo, va a aportar unos valores, un conocimiento y una experiencia que serán tremendamente valiosos para las creaciones del espacio exterior actualmente en formación.
La perspectiva que nos aguarda ciertamente da un poco de vértigo, pero por nada del mundo me perdería lo que me aguarda. Es una perspectiva muchísimo más estimulante que la de tocar el arpa en una nube. Además, si es cierto que somos los protagonistas de esta era universal, no debemos decepcionar a los directores de reparto que nos han dado un papel en esta gigantesca obra.
Tras leer «El centro de atención», hemos podido ver qué maravilloso y eterno futuro nos espera. Por un lado, la sempiterna incertidumbre; por otro, la seguridad de que el haber nacido en este mundo nos ha hecho candidatos para ascender hasta el Padre Universal.
Varios de los documentos expuestos ya los habíamos leído el año pasado preparando «La carrera de un mortal ascendente». Recuerdo con que ilusión desgranábamos párrafo a párrafo los diversos temas y cuantas fantasías nos hizo vivir.
Lo que más grabado se nos quedó y más ilusiones nos produjo fue esa parte en la que habiendo estado ya ante el Padre, allá en el Paraíso, y ejerciendo como espíritu de sexto grado por no sabemos cuántos eones de tiempo, llegamos a ser espíritus de séptimo grado. Algo que ninguna personalidad, aparentemente, sabe.
No nos extraña nada que, si esta época es la del desarrollo de los Superuniversos y la de todos sus habitantes, los mortales seamos el centro de atención. Pensamos que, salvando las circunstancias de este mundo, nuestras siguientes etapas tienen que ser dignas de ser vividas con el apoyo, el asesoramiento y la protección que vamos a disponer por parte de todas las personalidades superiores que nos están esperando.
Nos viene a la mente aquello que comentó LAO TSE: «Un viaje de mil leguas empieza con el primer paso». Siempre que nuestros primeros pasos los demos firmes y seguros, consideramos que aseguramos nuestro futuro. Un futuro lleno de sorpresas y aprendizaje, pero con toda la fe dispuesta para alcanzar al Padre Universal.
Nosotros pensamos que, sabiendo lo que sabemos, debemos ser muy conscientes en todas y en cada una de las situaciones que nos toca vivir. Pues todas esas experiencias y todos los valores que lleguemos a adquirir nos van a acompañar en toda la trayectoria de nuestra existencia.
Si en este mundo comenzamos por hacer las cosas lo mejor posible, tal y como lo manda Dios, proporcionándonos un modelo a imitar o a seguir; intentaremos en principio desarrollar circunstancias y situaciones que tengan que ver con la verdad, la belleza y la bondad.
«Sólo amo una cosa: hacer bien lo que tengo que hacer», declaraba el dramaturgo Jean Anouilh. Es el impulso del buen artesano, del sabio investigador, del minucioso operario que no se contentan con faenas de aliño. El ideal de lo mejor es generalmente inalcanzable, pero eso no invalida la aspiración por las cosas bien hechas. El «despacito y buena letra / que el hacer las cosas bien / importa más que el hacerlas» no es para principiantes un prudente consejo, sino un desafío que atenaza alejándolos del objetivo que en teoría se pretende alcanzar.
Tenemos que tomar el hábito de ser valientes y decididos, pero instruidos y sensatos. Nos esperan todo tipo de pruebas y debemos desarrollarlas sin dormirnos en los laureles.
Un panorama personal, primera parte | Luz y Vida — Núm. 2 — Septiembre 2005 — Índice | El Libro de Urantia_ en África: relato de un viaje a Dakar |