¶ Condiciones básicas que facilitan la recepción de la guía espiritual
I. Condiciones básicas que facilitan la recepción de la guía espiritual: Buscar reconocer y seguir la guía espiritual es el aspecto más importante de la vida humana. Es fundamental en las enseñanzas de Jesús y de los grandes profetas religiosos de la historia.
A. Querer hacer la voluntad del Padre más que cualquier otra cosa.
Una decisión categórica de dedicar la propia vida a Dios.
La fuente de una motivación omnipresente en nuestras vidas.
Aprender a disciplinar y dominar nuestra mente: necesitamos controlar, guiar y dirigir nuestro pensamiento, ya que es la clave de todo desarrollo y crecimiento de la personalidad.
a. Desarrollar un marco de referencia espiritual habitual.
b. Eliminar la basura y los venenos emocionales de nuestro pensamiento.
B. Realizar retiros cortos para relajarse, aclarar los pensamientos y recargar los recursos espirituales de nuestra alma.
C. Participar en la oración y la adoración. Es importante comprender los principios esenciales de la oración y la adoración creativas.
La oración y la adoración son complementarias. La oración tiene un componente de interés y preocupación por uno mismo o por la criatura. La adoración, en la contemplación de Dios, es un y en sí misma. La oración puede conducir a la adoración y ser un apoyo para ella.
La oración es comunión con Dios que amplía la comprensión. Es a la vez una práctica psicológica sólida que fomenta la autorrealización y una técnica espiritual eficaz para expandir el alma.
La oración no es una técnica para escapar de las dificultades de la vida, sino una manera de aprender a afrontar los conflictos y el sufrimiento con sentido y valentía. La oración no cambia la mente de Dios, pero sí puede cambiar a quien ora.
La oración primitiva e inmadura intenta suplicar o negociar con Dios por salud, riqueza, poder o preferencia. Sin embargo, la oración no puede usarse para eludir las leyes del universo ni los límites del tiempo y el espacio. El nivel espiritual de las personas se revela por la naturaleza de sus oraciones; sin embargo, los más maduros no deben criticar ni ridiculizar a los ingenuos e inmaduros.
Las palabras no son importantes en la oración; Dios solo responde a las actitudes verdaderas y sinceras de la mente y el alma. Debemos orar por la guía divina para resolver los problemas humanos, no por una solución cósmica y milagrosa.
Para orar eficazmente, debemos afrontar la realidad con honestidad e inteligencia, intentar resolver los problemas creativamente mediante la guía espiritual y los recursos disponibles, dedicarnos a hacer la voluntad de Dios y tener una fe viva. La oración eficaz debe ser: desinteresada (no solo para uno mismo), creyente (conforme a la fe), sincera (honesta de corazón), inteligente (conforme a nuestra comprensión y conocimiento), y confiada (en sumisión a la sabia voluntad del Padre).
Solo las oraciones arraigadas en la realidad espiritual y sustentadas por la fe son respondidas en el contexto del peticionario. Las oraciones son respondidas en función de las verdaderas necesidades espirituales. No debemos intentar usar la oración como sustituto del ingenio y la acción humana; no puede usarse para evadir la realidad. Algunas oraciones, debido a sus aspiraciones visionarias y su naturaleza abarcadora, solo pueden ser respondidas plenamente en la eternidad.
La oración es un factor vital e indispensable para el crecimiento espiritual. Incluso las oraciones inmaduras y presuntuosas expanden el potencial del alma. Es un recurso fundamental para alcanzar la autorrealización, la eficacia y la paz interior. Además, tiene gran repercusión social y es un antídoto contra el aislamiento personal.
La adoración es comunión espiritual con Dios; es la parte que se identifica con el Todo. No debe confundirse con experiencias psíquicas o místicas. La consciencia de Dios es la mayor oportunidad y desafío de la humanidad.
La adoración es la actividad más creativa para el crecimiento personal. Renueva la mente, estimula el crecimiento del alma, elimina la inseguridad y el aislamiento de la personalidad, y aumenta considerablemente los recursos del individuo. La adoración debe adaptarse al servicio; es precursora de las mayores alegrías de la humanidad.
D. Tomar decisiones y emprender acciones: afrontar oportunidades y problemas específicos de la vida.
La guía espiritual más clara viene a través de la experiencia, no de la contemplación teórica.
La guía espiritual se comunica especialmente a través del proceso de servicio a nuestros semejantes.
El espíritu de Dios puede ajustar, guiar y dirigir con mayor eficacia cuando estamos involucrados en las actividades concretas de la vida humana, cuando hay algo tangible que guiar y dirigir.
La retroalimentación de la experiencia humana es el canal más sustancial y confiable para recibir sabiduría, dirección y visión espirituales.
El espíritu de Dios que mora en cada uno de nosotros tiene un plan para nuestras vidas. Nuestra mayor aventura en la vida es descubrir y hacer realidad ese plan.
¶ II. ¿Cómo probamos la validez de la guía espiritual?
A. Primero debemos darnos cuenta de que nuestra mente es muy capaz de engañarnos. Si no examinamos críticamente nuestras guías internas, es fácil confundir nuestra voluntad subconsciente con la voluntad de Dios (dirección supraconsciente). Incluso la guía espiritual genuina puede distorsionarse, lo que a menudo conduce a medias verdades y al fanatismo.
La guía espiritual suele estar en el nivel inconsciente. La guía de Dios es tan benigna, sutil y discreta, tan imbuida de las cosas cotidianas de la vida, que a menudo no podemos estar seguros de si nuestras inclinaciones tienen su origen en nuestras necesidades motivacionales subconscientes o en nuestra dirección de valores supraconsciente.
a. Escuchamos a cristianos ingenuos y fundamentalistas declarar con ligereza: «Dios me habló…» o «Dios me dijo que hiciera esto o aquello». Incluso de niño, cuando mis padres asistían a uno de estos grupos emocionales, tenía algunas dudas sobre la visión espiritual 20/20 de algunas de las declaraciones que escuchaba.
b. Los fenómenos de voces oídas por la mente y visiones percibidas por el ojo de la mente han sido relativamente frecuentes en la experiencia religiosa. Estos sucesos inusuales impresionan a quien los experimenta; sin embargo, no debemos reaccionar exageradamente, sino aplicarles las mismas pruebas de validez que aplicamos a las «guías internas» de nuestra vida cotidiana.
¿Quién puede decir con certeza que las circunstancias coincidentes que parecen dar significado o valor a nuestras vidas provienen de una dirección divina o son simplemente sucesos casuales de la experiencia?
a. Generalmente, nuestra primera reacción ante una inclinación, guía o idea es intuitiva. Sentimos que es correcta, incorrecta, buena o cuestionable. Muchas de nuestras decisiones se toman a este nivel intuitivo.
b. Con el paso de los años, al observar estas «coincidencias significativas» y reflexionar sobre su sincronización precisa, uno empieza a sospechar, y a menudo a creer, que algún tipo de planificación y guía espiritual debió estar involucrada en la producción de estas yuxtaposiciones significativas de eventos.
c. Dado que gran parte de nuestra guía espiritual parece estar asociada a las experiencias cotidianas, se sospecha que la presencia de Dios se basa en el uso de la manipulación circunstancial como técnica de comunicación.
Siguiendo nuestra reacción intuitiva a las directrices internas, debemos usar el sentido común y el pensamiento lógico para evaluar nuestras inclinaciones. Debemos ser especialmente cautelosos con aquellas directrices que, lógicamente, podrían tener su origen en nuestros miedos y ansiedades conscientes o subconscientes, o aquellas que refuerzan nuestras necesidades psicológicas egocéntricas: orgullo, egoísmo, seguridad, justificación, importancia, prestigio, etc. Es peligroso aceptar acríticamente nuestros propios deseos y necesidades humanas de dirección divinamente inspirada. Por el contrario, si tendemos a la culpa y al autocastigo, no debemos rechazar la dirección simplemente porque contribuye a nuestra realización como hijos e hijas de Dios.
B. Toda esta dificultad subjetiva a la hora de evaluar y probar la guía espiritual apunta a la necesidad de contar con algunos estándares objetivos mediante los cuales podamos evaluar nuestra orientación interior.
Debemos aplicar criterios objetivos para complementar nuestra evaluación subjetiva.
a. ¿Es coherente con las enseñanzas más elevadas de El libro de Urantia? ¿Es algo que Jesús aprobaría?
b. ¿Es armonioso con los más altos valores y pensamiento de la cultura religiosa humana?
c. ¿Es contrario a hechos científicamente verificados y a la mejor orientación científica?
d. ¿Qué opinan al respecto las personas cuyo juicio respeto más? La aprobación de los demás no es lo más importante, pero escuchar su sabiduría puede ser útil para nuestro discernimiento.
e. ¿Cómo influyen el tiempo y la experiencia en este liderazgo o sentido de misión? Necesitamos meditarlo con la almohada, para que podamos observar cómo se manifiestan nuestras convicciones internas con el tiempo.
f. Una vez que estemos seguros de que la idea o acción contemplada es buena y coherente con lo más elevado y mejor que conocemos, es hora de obtener validación experiencial: necesitamos actuar.
Tras dar el salto de fe en la acción, el servicio y la vida, ¿qué revela esta experiencia? ¿Cómo se compara con la siguiente prueba experiencial pragmática de siete pasos?
a. ¿Mejora la salud física?
b. ¿Mejora el funcionamiento mental?
c. ¿Qué efectos sociales tiene? ¿Promueve el amor y la unidad o el miedo, la ira y la discordia?
d. ¿Contribuye a la espiritualización de la vida cotidiana?
e. ¿Mejora la apreciación de la verdad, la belleza y la bondad?
f. ¿Conserva nuestros valores más básicos y elevados?
g. ¿Aumenta la conciencia de Dios?
h. ¿Contribuye a acercar a Dios a la humanidad y a conducir a la humanidad hacia Dios?
La retroalimentación de la experiencia nos brindará información y sabiduría que el pensamiento y la teoría no pueden revelar. Al poner a prueba nuestra «dirección interior» mediante el pensamiento y la acción, y al modificar nuestro comportamiento con base en la retroalimentación de la experiencia, hemos agotado nuestra capacidad humana de evaluación. Debemos entonces vivir con fe y convicción interior de que estamos siguiendo la voluntad de Dios para nuestras vidas porque vivimos y actuamos según lo más elevado y mejor que conocemos. Nuestras vidas se enriquecen entonces con el poder del Espíritu.