© 2000 Nicholas W. Scalzo
© 2000 Asociación Urantia Internacional (IUA)
Journal de la IUA — Septiembre 2000 | Journal — Septiembre 2000 — Índice | Viviendo la voluntad de nuestro Padre |
Estoy muy feliz de estar aquí hoy con vosotros en esta conferencia de la Asociación Internacional Urantia para solemnizar el espíritu del Padre Universal que reside en todos y cada uno de nosotros. Esta conferencia se celebra para recordarnos que el espíritu de nuestro Padre Universal mora en nuestra mente y comparte nuestra vida cada día de nuestra existencia humana.
Y es en reconocimiento de esta efusión del espíritu prepersonal de Dios sobre toda la humanidad y sobre nosotros mismos de manera personal que hemos dedicado esta conferencia y nuestra vida a la gloria del Padre Universal y la experiencia espiritual personal de vivir su voluntad.
En los próximos días, no sólo exploraremos la realidad de tener un fragmento de Dios morando en nuestra mente y guiando nuestro corazón sino que también emprenderemos el gozo de explorar las múltiples maneras de realizar su voluntad por caminos continuos y conscientes tal como vivimos y compartimos nuestra vida con él. En esencia compartiremos con todos los demás el conocimiento espiritual personal de nuestra toma de consciencia sobre hacer la voluntad de Dios más personal, más real y una parte viva de nuestra vida.
Se nos ha dicho por un Consejero Divino:
Los que conocen a Dios han experimentado el hecho de su presencia; tales mortales conocedores de Dios poseen en su experiencia personal la única prueba positiva de la existencia del Dios viviente la cual puede ofrecer un ser humano a otro. La existencia de Dios está totalmente más allá de toda posibilidad de demostración salvo por el contacto entre la conciencia de Dios en la mente humana y la presencia de Dios en la forma del Ajustador del Pensamiento que mora en el intelecto mortal y que es otorgado al hombre como la dádiva gratuita del Padre Universal. [LU 1:2.8]
Vuestro mensaje para el mundo será: Buscad primero el reino de Dios y su rectitud, … porque este reino que predicaréis es Dios dentro de vosotros. [LU 140:1.5; emphasis mine]
Esta mañana, dentro de estas salas santificadas hay hombres y mujeres que han experimentado el hecho de la presencia de Dios y que verdaderamente saben de él. Estos mortales conscientes de Dios han encontrado a Dios dentro de sí mismo. Han trascendido la posición de creencia y han llegado a conocerle real y conscientemente, porque han experimentado a Dios. Estos mortales conocedores de Dios estarán compartiendo su vida personal con nosotros para ofrecernos la única prueba posible de la existencia de Dios. Como mortales conocedores de Dios, estaremos abriendo nuestra alma al otro para mostrar el crecimiento espiritual que ha ocurrido en nuestra vida. Y viviendo la voluntad de nuestro Padre en nuestra vida diaria, compartiremos cómo hemos hecho contacto personal y consciente con la consciencia de Dios — presencia del espíritu de Dios que mora nuestro intelecto mortal.
Esta mañana seré el primero de muchos oradores que compartirán con vosotros su vida, tal como hemos vivido y experimentado personalmente el vivir la voluntad de nuestro Padre. Amamos a nuestro Padre, como todos vosotros lo hacéis. Todos nosotros somos solamente hombres y mujeres intentando servirle lo mejor posible a él y a nuestros hermanos y hermanas en la carne. El cielo sabe que no somos perfectos, especialmente yo no lo soy. Pero intentamos serlo. Ése es el por que estemos aquí hoy para compartir y aprender del otro el mandato: «Sé tú perfecto, tal como yo soy perfecto» [LU 1:0.3; LU 1:5.1; LU 7:4.7; LU 26:4.12 y otros]. Esperamos que en las sesiones de taller de trabajo os sintáis libres de compartir vuestras experiencias espirituales con los demás tal como nosotros, los oradores, compartimos nuestra vida con vosotros.
Dios debe ser lo primero en nuestra vida. Nuestro deseo supremo debe ser conocerle; vivir nuestra vida tal como él la viviría, permitiéndoselo; hacer su voluntad, su camino; servirle siempre en su gloria; y amar al prójimo como él nos ama y como nosotros le amamos a él. Todo ello sabiendo que al hacer su voluntad, su camino, él de hecho vive nuestra vida en determinados momentos por caminos de perfección celestial. Hemos sido testigos del trabajo de Dios, hemos visto su perfección en acción, y sabemos de él como parte real de nosotros.
Aunque el Padre Universal resida personalmente en el Paraiso, en el centro mismo de los universos, también está realmente presente en los mundos del espacio en las mentes de sus incontables hijos temporales, porque mora en ellos en forma de Monitores Misteriosos. [LU 107:0.1]
Los Ajustadores son la realidad del amor del Padre encarnado en las almas de los hombres [LU 107:0.2]
El Ajustador es el amor de Dios en el corazón y en la alma de los hombres. Dios os ama —ésa es la razón de que venga a morar en vosotros y ayudaros en vuestra vida—. Mientras crecemos él permanece igual, pero a medida que experimentamos la vida funciona de acuerdo con la experiencia que poseemos.
Un Mensajero Solitario, uno de autoridad del Espíritu Infinito, nos enseña en El Libro de Urantia que,
En los mundos evolutivos, las criaturas volitivas [como nosotros] atraviesan tres etapas generales de desarrollo del ser: desde la llegada del Ajustador hasta un crecimiento pleno comparativo, unos veinte años de edad en Urantia, los Monitores a veces se denominan Cambiadores del Pensamiento. [LU 107:0.7; énfasis mío]
El Mensajero Solitario en El Libro de Urantia nos cuenta primero que somos habitados por Dios en la forma del Ajustador del Pensamiento. Segundo, nos dice que cuando somos pequeños hasta que alcanzamos los veinte años este espíritu de Dios dentro de nosotros, el Ajustador del Pensamiento, es a veces referido como un Cambiador del Pensamiento. Esto es porque el Espíritu de Dios dentro de todos nosotros, de niños, funciona cambiando o intercambiando el mínimo de nuestros pensamientos por otro que es más como él -Divino-. También hace nuestras mejores ideas incluso mejores. Nos anima a hacer lo correcto.
Veo que entre la audiencia hay gente mayor de cinco años y menor de veinte. Por favor ¿podrían levantarse todos?. Cinco años y diez meses de edad es la edad promedio en la que el Ajustador del Pensamiento llega por vez primera a morar vuestra mente. Todos vosotros sois habitados por el Espíritu de Dios, nuestro Padre Universal. Comparte vuestra vida con vosotros como Cambiador del Pensamiento. Trabaja cambiando uno de vuestros pensamientos por uno que es más perfecto -uno como los de él-. Permitámonos aplaudir a estos más jóvenes ahora que comienzan su vida con el Espíritu de nuestro Padre-su nuevo Cambiador del Pensamiento-.
En Mensajero Solitario después explica:
Desde este momento [aproximadamente los veinte años] hasta el alcance de la edad de la discreción, unos cuarenta años, los Monitores Misteriosos se denominan Ajustadores del Pensamiento. [LU 107:0.7, énfasis mío]
Veo entre la audiencia gente mayor de veinte años, y que no han alcanzado la edad de discreción de los cuarenta años. ¿Podríais por favor levantaros?. Los fragmentos de Dios dentro de vosotros funcionan como Ajustadores del Pensamiento. Pensad en vuestro Ajustador del Pensamiento como alguien que ajusta vuestros pensamientos. Él sintoniza finamente vuestros pensamientos en vuestra mente, para que sean más como los pensamientos que usaría él si estuviera viviendo vuestra vida.
Ahora fíjados, muchachos; estos urantianos mayores tienen veinte años más experiencia que vosotros con el fragmento residente del Padre ajustando sus pensamientos en su mente. Es por eso por lo que es llamado un Ajustador del Pensamiento. Él les hace más a la manera de Dios. Él les llena de verdad. Él les embellece con belleza. Él les envuelve con bondad. Él les rodea con amor, y añade una pizca de su propia sabiduría. Algún día, muchachos, vuestro Monitor del Misterio -el espíritu de nuestro Padre en vosotroscambiará su funcionamiento de Cambiador del Pensamiento y comenzará a funcionar más como Ajustador del Pensamiento.
Mientras se sientan, demos la mano a todos estos hermanos y hermanas experimentados y morados por el Ajustador del Pensamiento. Permitámonos hacer votos para que cualesquiera experiencia que estén añadiendo a sus memorias cada día, sea para la gloria de Dios y útil para su Ajustador. Por esa razón estudian El Libro de Urantia, para que el Padre tenga toda esa información dentro de su mente que ajustar y utilizar para su propósito.
A continuación, el Mensajero Solitario del Paraíso explica que:
Desde el alcance de la discreción [aproximadamente cuarenta años o más] hasta la liberación de la carne, [hasta que abandonan nuestro planeta y comienzan el ascenso al Paraíso], [Los Ajustadores del Pensamiento] frecuentemente se los denomina Controladores del Pensamiento. [LU 107:0.7]
Ahora, podríais levantaros todos vosotros mayores de cuarenta años, que habéis alcanzado la edad de discreción y habéis sido habitados por más de treinta y cuatro años por el espíritu de Dios, conocido afectuosamente como Controlador del Pensamiento. Ahora comprendan muchachos y adultos, que estos urantianos mayores altamente experimentados tienen Controlador del Pensamiento. Algún día vuestro Monitor del Misterio funcionará como Controlador del Pensamiento, en gran medida como lo hacen en estos maduros amigos. Dentro de estos experimentados hombres y mujeres urantianos, hay discreción; la libertad y autoridad de tomar decisiones y elecciones, el poder de juzgar y actuar, y la acción y poder de discernir juicios en cuanto a hacer la voluntad de Dios. Ahora, mientras se sientan, podrían aplaudir todos a estos admirables hombres y mujeres que han experimentado la vida en Urantia por un buen tiempo. Éstos son los hijos de Dios que han cedido el control de su corazón, mente y alma al Padre.
Mis jóvenes amigos, jsois hijos e hijas de Dios!. Dentro de vosotros está el mismo espíritu de Dios. El reside dentro de vuestra mente y mora en vosotros como una pieza de Dios; se llama el espíritu de Dios; se llama el Ajustador. Se llama el Monitor Misterioso. Él es un fragmento real del mismo Dios de toda creación y actúa o trabaja en vuestra mente como un Cambiador del Pensamiento. ¿Podríais decir todos por favor: «Cambiador del Pensamiento»?
Muchachos, ¿sabíais que vuestro propio Cambiador del Pensamiento os seleccionara?. Es correcto. Tu Cambiador del Pensamiento te ha seleccionado. Él quiere hacerte perfecto de la misma manera que tu Padre en los cielos es perfecto. Y sabes que tu espíritu morador de Dios sabe todo sobre ti antes incluso de que te habite. Él lo sabe todo sobre tus padres, abuelos e incluso tus tatara-tatarabuelos. Él conoce la manera en que vivirás tu vida, incluso antes de que venga a habitarte.
Se nos ha dicho que el Cambiador del Pensamiento no era capaz de habitar vuestra mente hasta que hayáis exhibido el alcance de adoración y [indicado] la función de la sabiduría, exbibiendo la habilidad de elegir entre los valores nacientes del bien y el mal —la selección moral. [LU 108:2.2].
Cuando vosotros nacisteis os fue otorgada vuestra personalidad por el Padre, e hizo de vosotros lo que sois. Más tarde, probablemente en algún momento antes de vuestro sexto cumpleaños, vuestra mente fue debidamente preparada y conectada al circuito del Espíritu Santo. Entonces cuando el espíritu de la sabiduría funcionaba en vuestra mente, vuestro Cambiador del Pensamiento o Ajustador llegó a vuestra mente en el momento en el que hicisteis vuestra primera decisión moral.
Elección moral significa seleccionar entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo. ¿Recordáis la primera vez que hicisteis una elección moral y decidisteis entre lo bueno y lo malo?. Yo lo recordé, aunque no por mí mismo. Un día mientras estaba en profunda oración, preguntando a Dios por qué era bendecido para conocerle, le pregunté: «Dios, cuándo comenzó mi relación contigo?». Y algo maravilloso me ocurrió, porque en ese momento y allí, el Padre me mostraba una parte de mis experiencias de niñez cuando hice por primera vez mi primera decisión moral. En este momento de oración, sentí que volvía atrás cuando hacía mi primera elección moral entre lo bueno y lo malo y el espíritu del Padre, mi Cambiador del Pensamiento, vino a mí por primera vez y me habitó.
Le pregunté a Dios: «¿Por qué me muestras esto, Señor?», y me dijo: «Para enseñar a los hijos!». Y por eso estoy compartiendo esto con vosotros. Creo que sois esos hijos que él me pidió que enseñara. Nunca antes en una conferencia como ésta ha habido tantos como vosotros juntos y especialmente en una charla plenaria como ésta. ¡Dios os envió aquí!
De todas maneras, lo que me fue mostrado por el Padre fue este recuerdo completo como si estuviera allí otra vez:
Era un frío día de Navidad en 1948. Tenía de edad cinco años, ocho meses y 21 días. Ya había abierto todos mis maravillosos regalos de Navidad en casa, cuando fui con mis padres y mi hermana JoAnn de tres años al apartamento de mi abuela Ragona en Brooklyn para la cena de Navidad.
Mis primos también estaban allí, ya que tenía muchos. Estando allí, mi primo Johnny me mostró su único regalo de Navidad. Él estaba tan excitado!. Su familia era más pobre que la mía, y su único regalo fue un pequeño juego de sellos de caucho. Uno de los sellos que me mostró orgulloso era de una estrella como la que mis maestros usaban para calificar mis controles o mis deberes.
Comparado como mis regalos de casa éste era muy barato. Y con todo, esto, esa estrella del maestro, fue algo que cautivó mis ojos, tanto que tenía que tenerlo. Era un sello de goma con un mango de madera, y hacía una estrella roja justo como la que los profesores usaban en mi clase. Bueno, tenía que tener aquella estrella. Así que más tarde, cuando no había nadie alrededor, después de que Johnny dejara el juego de sellos con el sello de la estrella en la cómoda del dormitorio de mi abuela para ir a la cocina y luchar con mis primos por las aceitunas, fui hacia la caja y estaba a punto de tomar el sello de la estrella cuando pensé:
«Bueno, si cojo el sello de estrella de Johnny, llorará. Pero si no lo cojo, me volveré loco».
Ésta fue la primera vez en mi vida que pensaba en alguien antes que en mí.
Así que medité el dilema. ¿Qué hacía?. Quería mucho el sello, pero haría que mi primo llorase. Si no lo cogía, no sería feliz. Así que pensé y pensé, entonces me decidí y … tomé aquel sello y lo escondí en el bolsillo de mi abrigo, el cual permanecía sobre la cama.
Después de coger el sello me pareció que toda la habitación relucía brillantemente con un destello rojizo, sentí un calor, y nunca más me sentí solo. El espíritu de Dios llegó.
Os diré que no fue éste un gran comienzo para mi vida espiritual. Empecé como un ladrón. Hice mi primera decisión moral entre el bien y el mal y fue la elección mala, pero de todas maneras era mi primera decisión moral, y el espíritu de Dios me habitó por primera vez aquel día.
No hace falta decir que mi madre llegó a encontrar el sello en el bolsillo de mi abrigo cuando iba a colgarlo, y recibí un cachete. Creo que Johnny puede estar aquí hoy. Como restitución he traído una bolsa de sellos y una almohadilla para ti. Por favor ¿me perdonas?
Ahora probablemente vosotros no recordáis vuestra primera elección moral entre lo bueno y lo malo; ni yo lo hice hasta que me fue recordado por el espíritu de nuestro Padre. Se me recordó por una razón: para que os lo pudiera contar.
A ver, ¿por qué nos revelan el fragmento de Dios en nosotros cuando somos jovencitos como Cambiadores del Pensamiento?
Porque eso es lo que hacen. El fragmento del Padre de vuestro interior cambia vuestros pensamientos. Él cambia, o intercambia, un pensamiento egoísta que podáis tener por otro que acoja a alguien más. Él cambia un pensamiento malo por otro bueno y más «de su tipo», uno que usaría si fuera uno de vosotros. Él nos anima a utilizar buenos pensamientos.
Piensa en ello de esta manera, como si Dios viniera en decirte:
«Hijo mio, si yo estuviera viviendo tu vida en este momento, y sabiendo que con tu edad sólo tienes unas pocas experiencias de tipo divino, ya que aún eres sólo una pequeña alma, en lugar de pensar lo que estás pensando en este momento, yo, tu espíritu compañero, pensaría en usar este otro más a la manera de Dios; bueno, bello y lleno de verdad. Éste es el pensamiento que he cambiado para ti y es lo más sabio y amoroso. Éste es un buen pensamiento que has experimentado previamente, pero ha sido enterrado en el fondo de tu mente. Lo he encontrado para ti. Tómalo y úsalo de nuevo en esta situación. Eso es lo que haría si yo fuera tú».
Dios tomará los pensamientos de tu mente que no son útiles para tus compañeros o para ti mismo en ese momento, y los cambiará por otros pensamientos que has tenido previamente que son buenos, fieles, bellos, sabios y amorosos, y más útiles para todos en cualquiera que sea tu actual situación.
Por ejemplo él cambiará un pensamiento que estés teniendo como: «No voy a ayudar a mi familia con las cosas de la casa; quiero jugar», por un pensamiento cambiado: «¿Cómo puedo ayudar, para que todos pudiéramos jugar juntos?». Y entonces cuando eliges su pensamiento y lo haces, después papá dice: «Puesto que hemos finalizado nuestro trabajo tan pronto hoy con tu ayuda, tenemos tiempo de ir al cine o a la playa. Y puedes traer a tus amigos, que pagaré yo. ¿Qué os apetece que hagamos?». Entonces, tu Cambiador del Pensamiento reforzará estos buenos pensamientos, y eligiendo actuar sobre ellos una y otra vez tus experiencias -que son como las de Dios- crecen. Tendrás más y más experiencias como las de Dios.
Decidme, muchachos, cuáles pensamientos pensáis que Dios ya ha cambiado por vosotros hoy?
Ahora, ¿cómo se hace para ayudarnos a distinguir los pensamientos de Dios de nuestros propios pensamientos, de modo que se pueden elegir sus pensamientos perfectos?. ¿Cómo se sabe cuál pensamiento en nuestra mente es de Dios?. Bueno, es fácil. Primero, se empieza teniendo pequeñas conversaciones con nuestro Dios tan a menudo como se pueda, cada día, cada vez que se pueda recordar. Cuando uno se despierta y cuando se va a dormir, cuando se come y cuando se vuelve a casa del trabajo, escuela o juegos. Háblale todo el tiempo. Él está ahí para ti. De esta manera puedes llegar a conocerle mejor. Y cuanto más le conozcas, más confiarás en él y buscarás su voluntad, su manera perfecta de vivir tu vida. Es como si él tuviera las respuestas a todo. Utilízale como hizo Jesús cuando era joven.
Lo siguiente, todo lo que necesitas en toda situación en la que te encuentres es recordar darle a Dios, nuestro Padre un instante sagrado [chasquido de dedos]. Sí, sólo una fracción de segundo, un parpadeo de tu ojo. Un momento en donde te dices: «Padre, si estuvieras viviendo mi vida ahora mismo, ¿qué es lo que harías?».
Entonces aquieta tu mente y emprende la búsqueda de su pensamiento. Siempre puedes contar con su pensamiento en tu mente entre todos los pensamientos que tienes. Sus pensamientos tienen la mayor verdad, la mayor belleza y la mayor bondad en tu mente. Sus pensamientos son sabios y amorosos.
Dios lo sabe todo sobre ti y todos los demás. Él conoce los pensamientos almacenados en tu mente y cuál es el pensamiento perfecto que deberías usar a cada momento de tu vida, para que tú puedas ser perfecto tal como él es perfecto. Y, él conoce lo que deberías hacer. Y si él fuera tú, eso es lo que haría. Recuerda: «Si él fuera tú, eso es lo que haría»
De nuevo, mis amigos: ¿queréis vivir como si él viviera vuestra vida, o elegiríais sin él vuestro propio camino cometiendo así más errores?. Si deseáis su camino perfecto, debéis contarle que queréis pensar sus pensamientos elegidos o cambiados en vez de los vuestros aislados. Entonces haced lo que él haría si estuviese viviendo vuestra vida. Deberíais contarle que confiáis en él, que usaréis su pensamiento. Sus pensamientos son siempre buenos. Sus pensamientos en vuestra mente son siempre bellos y sus pensamientos siempre contienen verdad. Sus pensamientos son siempre sabios, atentos y amorosos. Elegid su voluntad diciendo: «Es mi elección, Padre, elegir tus maneras, tus pensamientos».
Entonces, mis jóvenes amigos, antes de entrar en acción, y después de haberle concedido ese instante sagrado, después de haber acallado vuestra mente y buscado en ella los pensamientos que ha cambiado por vosotros, elegid esos pensamientos parecidos a los de Dios en vuestra mente. Conoceréis sus pensamientos, ya que de nuevo, son los únicos con la mayor verdad, la mayor belleza y la mayor bondad, rodeados de amor y cambiados para ti por él.
Buscando en vuestra mente su pensamiento, encontradlo. Ahora, una vez encontrado su pensamiento, pasará a perteneceros siempre, pero no será de valor, ni para vosotros ni para nadie, a menos que lo llevéis efectivamente a cabo. Sí, hacedlo. Es correcto, hacedlo. Pues entonces llega a ser vuestro para siempre compartido con Dios el Supremo. Es divertido buscar los pensamientos de Dios en vuestra mente. Es fabuloso encontrarlos, pero el realizarlos es como ganar en casa un ‘gran slam’ corrido en el noveno turno del séptimo juego de una serie mundial de béisbol. Es como alcanzar el hoyo al primer golpe en todos los hoyos de cada curso de golf. Es como los fuegos artificiales en el Día de la Independencia. Es como recibir un Sb en todos nuestros apuntes. Es como recibir un ascenso en el trabajo todos los días. Es como enamorarse por primera vez, o ver a todo el mundo en vuestra familia feliz. De modo que, confiad en él, tener fe en que siempre os proveerá con su verdad, su belleza, y su bondad. Así mis jóvenes amigos, tras encontrar su voluntad en vuestra mente, elegid realizarla, y veréis ocurrir milagros. Y el verdadero milagro, por supuesto, será que todo el que os rodea, cuando hacéis su voluntad, sabrá como vosotros que ciertamente Dios es real.
Tenemos que vosotros, adultos, sabéis que el fragmento interior el Padre hace lo mismo que el Cambiador del Pensamiento, pero como Ajustador del Pensamiento. En vez de cambiar un pensamiento en vuestra mente por otro, y puesto que tenéis más años de experiencia y recuerdos que los muchachos, el Ajustador ya ajusta los pensamientos en vuestra mente. Él los pellizca y resintoniza, como diciendo: «Si yo fuera tú, hijo, hija, si estuviera viviendo tu vida en este momento, así es como la viviría, dada tu personalidad, tu mente, corazón y alma y la situación en la que estás. Haz como si yo hiciese. Sé tú perfecto tal como yo soy perfecto».
Vive tu vida como Dios la viviría. ¡Confía en él siempre!. ¡Es la mayor alegría de todo el universo maestro!
Ya sabes que charlar con Dios es algo maravilloso. Ya sabes que puedes hablar con él tanto como quieras. Él efectivamente te espera para que le hables. Él está precisamente sentado allí en su diván esperando hasta que compartas tu día y le cuentes cómo te sientes. Él escuchará. Siempre lo hace. Lo sabe todo sobre ti y tiene un oído compasivo para todo lo que digas. Puedes compartir de manera privada todas las partes de tu vida con él, incluso tus más profundos secretos. Realmente disfruta con ello. Y cuando quieras saber algo, especialmente cómo podrías llegar a conocerle a él o a su Hijo Jesús, todo lo que tienes que hacer es preguntarle. Él siempre te contestará. Puede llevar un rato, hasta que estés listo para la respuesta, pero él siempre te contestará. Esto es cierto. De otra manera nunca hubiese podido contártelo.
En 1947 -caramba, eso es hace medio siglo- cuando tenía unos siete años de edad, iba a segundo grado en la Escuela de Santa María en Long Island City, justo atravesando el puerto de New York y subiendo el Río
Este unos pocos kilómetros. Podéis ver partes de Queens desde la ventana de la cafetería. Era en plena Semana Santa, en una mañana de miércoles, durante la cuaresma. Estaba en la parte izquierda, en el penúltimo banco de la Iglesia de Santa María con mi clase de segundo grado. La monja que era mi profesora estaba en la última fila detrás de mi, pero estaba apartada a la derecha y mirando al sacerdote que estaba en la parte anterior derecha de la iglesia, de manera que ella no podría verme. El sacerdote conducía una misa llamada «los estaciones de la cruz».
Estas estaciones de la cruz eran esculturas blancas que colgaban de las paredes alrededor de la iglesia. Mostraban la historia de Jesús en su camino hacia la cruz. Mientras el sacerdote caminaba de estación en estación siguiendo la pared, decía plegarias y contaba la tragedia de Jesús portando la cruz hasta el Gólgota en el día de su crucifixión. Cada estación mostraba un episodio diferente de la marcha de Jesús a la cruz.
Con seis años de edad, yo realmente no comprendía lo que pasaba, y por qué este sacerdote decía rezos, ni tampoco, quién era ese hombre, Jesús. Me preguntaba, quién sería este pobre hombre que mostraban las estaciones, siendo torturado por Poncio Pilato y los soldados y forzado a portar aquella pesada viga de madera, y después clavado en la cruz. Quiero decir que sabía sobre Jesús, Navidad y Semana Santa, todo ello por mis padres y las monjas que eran mis profesoras, pero quién era realmente Jesús… no tenía realmente ni idea. Pensé para mí mismo, mientras me volvía para mirar de nuevo todas aquellas estaciones desde la primera hasta la última, cuán horrible fueron estas cosas que le hicieron a Jesús. Me dije a mí mismo: «¿Qué es todo esto?. ¿Quién es este hombre Jesús al fin a al cabo?. ¿Por qué le hicieron todas aquellas horribles cosas?. Qué horror».
Mientras me hacía todas estas preguntas, me dirigí a la parte delantera de la iglesia. Contemplé allí, la cruz a tamaño natural con la estatua de Jesús a tamaño natural colgando en ella. Se le representaba sangrando tanto en las heridas de los grandes clavos en sus manos y pies, como en la corona de espinas en su cabeza y la herida perforada en su costado. Sabía que si me pillaban despistado del sacerdote tendría problemas con mi profesora, pero miré de todas maneras a la cruz. Me dije a mí mismo con un suspiro: «QQué triste y miserable!. ¿Por qué alguien querría hacer algo así a otro?. ¿Quién es este hombre colgando en la cruz a quien llaman Jesús?. ¿Por qué está en la cruz?. ¿Por qué nadie detuvo esto?. Si yo hubiera estado allí y hubiese podido, lo habría impedido».
No podía seguir mirando la cruz. Era demasiado horripilante. Así que aparté mi cabeza hacia todo mi lado izquierdo, poniéndome casi de espaldas al sacerdote, no queriendo mirar estas cosas tan tristes, o al sacerdote en la siguiente estación. Y mientras miraba el círculo de luces con forma de pétalos de cristal escarchado que había en lo alto de las largas columnas enfrente de mí, le dije repetidamente en mi mente a Dios: «Dios, quién es él?. Dime, por favor!».
Entonces ocurrió. Recuerdo ver dentro de mi mente una luz brillante, blanca y cálida enfrente de mi. Era más alta que las luces en la columna. Escondía la columna y las luces de mi vista de lo brillante que era, pero no hacía daño a mis ojos. Mientras la miraba maravillado, una voz amable y cariñosa me dijo: «Nicolás, éste es mi Hijo, Jesús, quien vino a contar al mundo quién SOY YO».
¡Caray!. Tenía que sentarme, y lo hice. Todos los demás estaban aún de pie, dispuestos ante el sacerdote que se estaba aproximando a la estación delantera de la parte derecha de la pared. Afortunadamente para mi, estaban todos mirando a la derecha, así que nadie me vio. Empecé a llorar. ¡Fue tan especial!.
Habiendo estado sentado allí a la vista de esa maravillosa luz cálida y después de escuchar este maravilloso mensaje que no duró sino un segundo, dije: «Dios, si alguna vez volvieras a hacer algo así de nuevo, si alguna vez lo haces estando yo cerca, por favor déjame ayudar. Haría cualquier cosa por él y por ti. Si pudiera tan sólo barrer los suelos por ti sería feliz. Incluso traeré mi propia escoba». Entonces, recuerdo haber añadido: «Dios, por favor no olvides mi oración ahora, incluso aunque me hiciera viejo y me olvidara. Ruego por que si alguna vez vinieras a revelarte de nuevo en cualquier forma, me recuerdes este momento, y allí estaré».
Estuve sentado así un rato, después de que la luz blanca se desvaneciese y entonces recuerdo un sopapo en mi cráneo, mientras la monja decía: «Nicolás, presta atención, vuélvete y mira para el sacerdote!». Y mientras me ponía de pie y me volvía, respondía: «Sí, Señora».
Ya veis, mis jóvenes amigos, había olvidado este episodio de mi vida, hasta un día en 1981 en que estaba en ferviente oración con nuestro Padre, y le pregunté, por qué era tan afortunado de haber sido elegido para servirle. Me recordó aquel día en Queens y la Iglesia de Santa María, hace treinta y cuatro años, cuando le pedí recordar mi oración para servirle, incluso si más tarde la olvidase. Aquí está ahora en el año 2000. Le estoy sirviendo y me ha mostrado su nueva revelación sobre sí mismo, El Libro de Urantia.
Deseo enfatizar y dejar claro que el hacer la voluntad de Dios no es ni más ni menos que el que Dios nos dé la solución perfecta a todos los problemas y encuentros de la vida. Él sabe todas las respuestas por nosotros, incluyendo las respuestas para cualquier otro. Él sabe lo que hay en el corazón y mente de todos. Él sabe lo que es mejor y perfecto para cada muchacho y adulto por igual. Todo lo que necesitamos hacer es buscar su voluntad, encontrarla y después hacerla. Déjale preocuparse por los resultados.
Y hacer la voluntad de Dios es fácil. Creedme. Es como respirar. Cualquier barrera que penséis existe, son como nubes de humo negro que podéis disipar con un silbido. No hay nada que conseguir donde Dios está. Mientras que él parece estar al otro lado del rugiente río de la vida, el puente al otro lado ya ha sido construido por Jesús, su Hijo y nuestro Maestro. Él nos ha mostrado el camino. Todo lo que necesitamos hacer es tener fe y confiar en él, y después cruzar el puente cuando tenemos que hacerlo.
Esta afirmación cambió mi vida cuando empecé a comprender su verdadero significado allá por 1970:
¡Y cuánto disfrutan en la comunicación con sus sujetos a través de canales más o menos directos! ¡Cuánto se regocijan cuando pueden descartar símbolos y otros métodos indirectos y trasmitir sus mensajes directamente al intelecto de sus socios humanos! [LU 108:6.7; énfasis mío]
Debido a esta enseñanza de El Libro de Urantia, estuve determinado, por mi supremo deseo a servir a Dios, a permitir a mi Ajustador impresionar su mensaje directamente sobre mi intelecto humano. Enfoqué mis estudios a los métodos que Jesús empleó para determinar y elegir la voluntad del Padre. Todo este estudio, oración, determinación y consagración suprema a conocer a Dios y ser como él, hacer su voluntad, su camino, y vivir mi vida en servicio a su Hijo Miguel, todo culminó en la toma de consciencia dentro de mi mente de la posibilidad real de la guía y liderazgo de mi Ajustador personal.
Aprendí a amar a mi Ajustador más, a cooperar con él más a fondo, y le aprecié de manera más afectuosa, simplemente porque mi Ajustador estaba profundamente interesado en mi bienestar temporal y en mis logros en la tierra (LU 110:1.3).
Aprendí del Mensajero Solitario que: Es a veces posible que se ilumine la mente, que se oiga la voz divina que babla continuamente dentro de ti, de manera que puedas volverte parcialmente consciente de la sabiduría, verdad, bondad y belleza de la personalidad potencial que constantemente reside en ti. [LU 109:5.2]
¡Imagínatelo!. Él dijo que podemos oir la voz divina que habla continuamente dentro de nosotros.
Así que quise oír su voz. No podía contentarme con menos. Imaginé la posibilidad de tener la mente iluminada, y oír la voz divina que habla continuamente dentro de mi. Me maravillé de poder volverme parcialmente consciente de su sabiduría, verdad, bondad y belleza constantemente residiendo en mi.
Sin embargo, pensé, esto fue así para alguien tan perfecto como Jesús, el Hijo de Dios. Esto no era posible para mi. Me dije: «¿Quién soy yo, en este lugar común de la vida, para ser tan bendecido como para que el Espíritu de Dios tome la palabra o incluso se comunique conmigo de alguna extraña forma?. No soy perfecto -pregunten a mi mujer-, no soy santo. Jesús era un Hijo Creador; yo nací al otro lado del puerto de Nueva York en Brooklyn y al otro lado del puente Verazzano». Pero sabía que como Jesús dijo, yo también era un hijo de Dios y el Espíritu Santo dará fe de ello. Si lo acepto, yo también estoy abierto a oír la voz divina.
También aprendí que: Este Ajustador sí triunfó en la mente humana de Jesús -esa mente que en cada una de las situaciones recurrentes de la vida mantuvo una dedicación consagrada a la voluntad del Padre, diciendo: «Que se baga, no mi voluntad, sino la tuya». [LU 109:6.5]. Debe ser entonces también posible para cada uno de nosotros conocer conscientemente la voluntad de Dios en cada una de las situaciones recurrentes de la vida.
¿Por qué no?. Todo lo que necesitamos es mantener una dedicación consagrada a la voluntad del Padre.
Esto es más fácil decirlo que hacerlo -como ya sabéis-. ¿Qué debemos hacer para influir conscientemente en esa consagración real, fiel a la vida, continua y momentánea a la sintonización con nuestro Ajustador, que está esperando y trabajando en nuestra mente como Jesús lo hizo?.
Y entonces leí que el Mensajero Solitario dijo:
Puedes aumentar conscientemente la armonía Ajustadora al:
1. Elegir responder a la guía divina; basar sinceramente la vida humana en la conciencia más alta de la verdad, la belleza y la bondad, y luego coordinar estas cualidades divinas a través de la sabiduría, la adoración, la fe y el amor.
2. Amar a Dios y desear ser como él …
3. Amar al hombre y sinceramente desear servirle …
4. Aceptación regocijada de la ciudadanía cósmica —reconocimiento honesto de tus obligaciones progresivas al Ser Supremo … [LU 110:3.6; énfasis mío]
Can we not understand that our consecration of choice for communion with God, involves seeking his will within our minds as the highest consciousness of truth, beauty, and goodness, and loving God and desiring to be like him and loving man and sincerely desiring to serve him, while at the same time joyfully accepting our cosmic citizenship and obligations to the Supreme Being.
This is truly a revelation, but one yet to be consciously tried by many. It seems too easy. And it is.
Will we share our inner life with God? Will we imitate him as we leam to understand his thoughts on the way we should live? Will we say, “I will choose to know your will, my Father”?
Esta elección de la criatura no es un rendimiento de la voluntad. Es una consagración de la voluntad, una expansión de la voluntad, una glorificación de la voluntad, un perfeccionamiento de la voluntad; tal elección eleva la voluntad de la criatura del nivel de significado temporal a ese estado tanto más elevado en el que la personalidad del hijo criatura comulga con la personalidad del Padre espíritu. [LU 111:5.5]
Esto es realmente lo que todos nosotros queremos, ¿no?. ¡Déjanos ahora consagrar nuestra voluntad a tu gloria, Padre!.
En 1970, yo tenía 28 años, un punto de giro en mi vida. Yo pensé entonces: «Cuánto tiempo me llevará alcanzar esa comunión personal con nuestro Padre como hizo Jesús?». Jesús usó casi 24 años de su vida perfeccionando su relación con su Ajustador. Empezó cuando tenía 6 años con una limpia y pura pizarra. No tenía pensamientos impuros. Tenía entonces 28 años, y muchas tizas de colores sobre el tablero.
Hice la suprema elección entonces de empezar mi búsqueda espiritual como Jesús hizo: teniendo pequeñas charlas con mi Padre de los Cielos; consagrarme a él, hablarle a menudo y buscar su voluntad, incluso si al principio no estaba seguro de lo que era. Iría con esos impulsos, sentimientos y guías en mi mente que yo considerara fueran consciencia de Dios. Intentaría ver la voluntad Dios como pensamientos y representaciones en mi mente.
Sabía que si quería tener éxito espiritual en todos los encuentros, situaciones y circunstancias de mi vida, necesitaría dar a Dios al menos un pequeño momento, un instante sagrado. Necesitaría primero acallar mi mente, después mirar dentro de ella y buscar entre mis pensamientos. Entonces, si yo debía encontrar sus pensamientos, debía elegirlos como suyos. Debía entonces tener el suficiente coraje y fe como para vivirlos y realizarlos, dejándole a él preocuparse por las consecuencias. Sonaba bastante fácil, ¿pero lo era?.
Decidí que tendría fe y confianza en que sus pensamientos en mi mente serían efectivamente sus ajustes en mis propios pensamientos familiares. Tendría fe en que los ajustaría, y que contendrían mis conceptos más elevados de su sabiduría, su verdad, su belleza o su bondad, rodeados por su amor.
Serían fáciles para mí de reconocer. Después de todo, son mis pensamientos lo que está ajustando. Él nunca me daría más de lo que pudiera manejar, comprender, saber o hacer. Sólo tengo entonces que esperar la hora en la que finalmente me encargue de mi mente, busque su voluntad en ella, y encontrándola, tener suficiente fe y coraje para finalmente hacerlo. Para hacer esto hay que confiar en él con todo el corazón. ¿Por qué temía esto?. Os diré por qué: porque no era aún una parte de mi experiencia personal consciente. A partir de ese punto en adelante yo busco su voluntad de manera real y consciente, encuentro su voluntad o ajustes de pensamiento, dejo a un lado mis temores, confío en él y vivo efectivamente mi vida tal como él la viviría.
En agosto de 1975, tras dedicar, consagrary experimentar conscientemente el Ajustador interno durante cuatro años, tenía de edad 33. Estaba trabajando como ingeniero de diseño de estructuras en un proyecto inmobiliario de trece pisos en el centro de New Haven, Connecticut, cuando una mañana calurosa de verano estuve visitando el sitio de construcción.
Era un bello día, y se lo agradecí a Dios también por mi familia. Llevaba a Dios en mi mente la mañana entera. Ya que recuerdo rezar anteriormente: «Padre, si puedo ser de ayuda a ti o a Miguel, estoy tan dispuesto como siempre a ayudar».
Siempre ha sido mi deseo, y se lo dejé claro a mi Ajustador residente, que deseaba ser capaz de discernir su voluntad en cualquier momento del día o de la noche, mientras caminara por ahí, cuando hubiera ruido o en el medio de una crisis. No era suficiente para mí sentarse en un lugar tranquilo y meditar y comulgar con Dios; yo quería experimentar al Padre como hizo Jesús, casi sin fijarse, momento a momento, en toda y cualquiera situación. Le quería como parte de mi vida diaria. Cuidado con lo que pedís en vuestros rezos, mis amigos: ¡podéis conseguirlo más pronto de lo que pensáis!
Eran casi las 9 a.m. cuando llegué, y la temperatura había alcanzado los 30 grados C. Hacía realmente calor. El plan del día era emplazar 250 metros cúbicos de hormigón en un suelo reforzado de acero que tenía el tamaño de un campo de fútbol. La cubierta del suelo estaba al nivel de la calle y sería la base para trece pisos y el tejado.
El contratista de hormigón decidió emplazar este hormigón en esta superficie del suelo cogiendo veinte o más camiones de hormigón y volcándolos en dos grandes camiones de bombeo. Estos dos grandes camiones bombearían el hormigón a través de tuberías de aluminio hasta su destino. Entonces con mangueras al final de los tubos, los hombres encargados del hormigón lo dirigirían a donde tenía que ir, mientras que los obreros del hormigón lo acababan. El contratista esperaba que el trabajo llevara unas cinco horas seguidas sin descanso.
Bueno, era un gran plan, y fue bien hasta las 9:30, cuando el calor hizo que el hormigón que fluía solidificara en las tuberías, lo cual detuvo el flujo e hizo que ambos camiones de bombeo se averiaran.
Hubo entonces un desastre. No solamente estaban las tuberías atascadas con el hormigón, que necesitaban ser limpiadas, sino que la superficie del suelo estaba llena sólo un diez por ciento de hormigón. La buena práctica no permite junturas frías en la superficie del hormigón, las cuales ocurren cuando hormigón nuevo se deposita sobre el viejo. Esto podría impedir que el hormigón nuevo se uniera correctamente con el más antiguo. Por tanto, debía producirse una alimentación continua de hormigón para que cada nueva capa mezclara homogéneamente con la última. Pero ahora esta colocación continua se había detenido. Si no obteníamos de nuevo el hormigón fluyendo pronto, tendríamos que quitar el hormigón ya emplazado y empezar todo de nuevo.
Para mayores problemas, a los conductores de los camiones de hormigón en espera les entró el pánico. Después de todo, si el hormigón en sus camiones se endurecía, estropearía sus camiones. Tras 80 minutos de mezcla bajo el calor del sol, el hormigón endurece rápidamente, incluso si todavía está en el camión. Algunos de esos camiones llevaban ya esperando ese tiempo.
Los hombres debatían lo que hacer. Las tuberías de bombeo —150 metros tenían— no eran fáciles de apartar y limpiar. Algunos hombres argumentaban que por reglas de sindicato no era trabajo suyo. Otros decían a gritos a los obreros del hormigón que se dieran prisa y los limpiaran. Los obreros del hormigón dijeron que era trabajo de los sub-contratistas del bombeo limpiar las tuberías, no el suyo. Por todos sitios se producían discusiones. El ambiente se caldeaba no sólo por el calor del tiempo, también estos hombres de la construcción fuertes, jóvenes y duros estaban llegando a un punto álgido de disputas.
Entonces los camioneros, después de recibir instrucciones por radio de los transportistas, condujeron sus camiones por todos los alrededores de la cubierta. Empujaron sus camiones de hormigón hasta la superficie original y empezaron a verter todo el hormigón sobre los bordes del suelo. El pánico le siguió. No había ahora manera de mover este hormigón a su lugar adecuado. Después de todo, estamos hablando nada menos que de 300 toneladas de hormigón. Todo esto estaba ahora asentado en 20 pilotes, cada una de dos metros de alto. Y los camiones se marcharon
El capataz y el personal de hormigón decidieron mover estos pilotes emplazando un vibrador de hormigón en el medio. Normalmente un vibrador se utiliza para consolidar hormigón y remover las bolsas de aire, si se usa correctamente. Pero usarlo de esta manera segrega los ingredientes. Como sabéis, el hormigón es una mezcla de agua, cemento, arena y pequeñas piedras llamadas agregados. Cuando se segrega, las piedras -al ser las partículas más pesadas- se hunden al fondo. La arena fluye hacia los lados y el cemento alcanza la superficie como la crema. Tal revoltijo, una vez curado y endurecido difícilmente podría llamársele hormigón estructural con sus ingredientes así mezclados. Su uso sería muy peligroso como suelo estructural, especialmente uno que necesite soportar doce pisos y un techo sobre él.
Con eso, me volví y caminé hacia este grande y barbudo capataz del vibrador del hormigón en su mano y le dije: «Tienes que parar lo que estás haciendo con el vibrador, es una manera incorrecta de mover el hormigón. Debes encontrar un método adecuado».
Tras escuchar mis instrucciones, soltó una serie de palabras que no repetiré aquí. Tiró el vibrador y comenzó a marcharse, aún maldiciendo. Mientras yo me alejaba, podía oír al superintendente del contratista general, el hombre responsable del trabajo: «Tú, &^%, coge ese &^% y vuelve al trabajo!. ¡Ponte a mover ese hormigón!».
¡Los ánimos se encendieron y se aullaron tacos de un lugar a otro, maldiciones!. «Ni lo sueñes, &^%, muévelo tú mismo!», dijo el capataz al superintendente.
El superintendente corrió hacia el capataz; y los puños volaron. Antes de que te dieras cuenta, todos los hombres del contratista general corrieron sobre la peligrosa cubierta para apoyar a su jefe contra el hombre grande del hormigón. Finalmente incluso los electricistas y fontaneros se metieron en la refriega. Todos los que estaban allí se pusieron a pelear. La cubierta era peligrosa. Estaba llena de puntiagudas barras reforzadas. Tenían tablones de madera consigo y empezaron a golpear con ellos a los trabajadores del hormigón. Los trabajadores del hormigón cogieron palas y barras de reforzamiento para defenderse a sí mismos y empezaron a golpear al equipo del contratista general. Todo se volvió un maldito lío en poco tiempo … y el hormigón que se endurecía.
Eran ya casi las 10. Por entonces, reporteros de periódicos, cuyas oficinas estaban al otro lado de la calle, llamaron al alcalde, a los agentes estatales y federales, y a la policía. Pero cuando la policía llegó, no siguieron a la cubierta para detener la lucha por miedo de su propia seguridad; sólo tomaron el perímetro.
En poco tiempo, agentes federales vinieron con los oficiales estatales y locales, ya que también sus oficinas estaban a pocas manzanas de este lugar céntrico. Con el enlace sindical gritando que iba a despedir a todos sus hombres de este trabajo y también de cualquier otro trabajo en la ciudad, éstos finalmente entraron en la caravana de la construcción con los recientemente llegados arquitecto, promotor, alcalde, y mi jefe, el ingeniero jefe. Podías oírles a todos ellos gritando y chillando dentro de la caravana, mientras que las luchas, maldiciones y quejidos continuaban afuera en la cubierta suelo.
Permanecí allí, con mi espalda hacia la cubierta, con la mirada perdida, hacia el cielo, pensando en algo: «Dios, vaya lío. Todo por mi». El inspector del lugar me dijo: «No te vuelvas, Nick! Ese capataz del hormigón está mirándote fijamente, y si las miradas pudieran matar, estarás pronto muerto!».
Ahora en este punto, hubo muchos pensamientos en mi mente, y con la visión de creciente pavor del rostro de aquel inspector, y tras verle volverse rápidamente y marchar pitando, yo también pensé: «Corre, Nick!». Ya sabes, no hace falta mucho para olvidarse de Dios incluso si estás pensando en él toda la mañana. Ahora en este momento de crisis, no estaba en ningún lugar de mi mente. Estaba solo.
Pero justo entonces, esa pequeñita y tranquila vocecita dentro de mí, la cual he llegado a identificar tan bien como el espíritu de Dios, dijo: «Buscad primero la voluntad del Padre». Temeroso por mi vida en este punto, yo dije: «Ya, bueno, pero mira: no tengo tiempo. ¡Tengo que irme!».
Entonces caí en la cuenta de que Dios tiene el tiempo, incluso si yo no. Este era su test, en tiempos de crisis, que había pedido ¿y qué es lo que haría?. Todo esto estaba ocurriendo tan rápido. Pero me apresté intelectualmente, le concedí ese Instante Sagrado, tranquilicé mi mente, y busqué entre mi mente sus pensamientos. Al principio encontré estos:
«Muy bien, no me volveré a mirar».
«Lárgate, Nick, antes de que te mate».
«¿Quién se piensa ese capataz que es al fin y al cabo?. Me volveré si quiero. No me asusta».
«Nadie me amenaza. No me importa cuán grande seas. Tengas el bigote negro o no».
«¿Qué hay por aquí que pueda utilizar como arma?».
Pero entonces tranquilicé mi mente de nuevo y busqué dentro. En la búsqueda de mi mente me di cuenta de que ninguno de esos pensamientos de temor podrían ser del Padre, de modo que recé. «Padre, si estuvieras viviendo mi vida en este momento, qué es lo que harías?. Porque eso es lo que yo hiciere». Y entonces, esta pequeña y tranquila vocecita en mí, que tan bien conocía, dijo de nuevo: «Buscad primero la voluntad del Padre».
Sabía que necesitaba dominar mis miedos y tranquilizar mi mente aún más, cosa que en realidad aún no había hecho hasta este punto. Recordé cómo Jesús tomaba control de su mente. Entonces busqué por la voluntad de Dios entre mis pensamientos para encontrar sus pensamientos de verdad, belleza y bondad, y después de encontrarlos, entonces llevarlos a cabo. Conocía las cualidades de los pensamientos del Padre, pero tenía demasiado miedo como para buscarlos, y aún estaba temeroso y pensaba, entre otras cosas: «Demasiado tarde, tengo que escapar!. ¡Lárgate de aquí!». Estos pensamientos llenos de temor, animales, surgiendo de los más hondo de mi mente, eran difíciles de perder.
Pero aquella voz que conocía tan bien habló incluso más alto: «Buscad primero la voluntad del Padre».
Permanecí allí, preguntándome qué hacer, cuando finalmente me rendí y pensé: «De acuerdo, Padre, ¿Qué tienes para mi?. Es mi voluntad hacer tu voluntad».
Y con esto, una escena tan clara como el día se me impresionó en la mente, con cinco pequeñas palabras puestas, casi como un dibujo animado, y supe lo que hacer. Consideré este pensamiento-imagen como la esencia de la bondad; contenía verdad, mostraba amistad y hermandad pero me horrorizaba! Quiero decir que el pensamiento de ponerme a hacerlo me perturbaba, me imponía. La búsqueda de la voluntad de Dios era excitante incluso en mitad de la catástrofe, con hombres golpeándose unos a otros y conmigo a punto de ser vapuleado. Encontrar su voluntad en todo este vocifero fue vigorizador, pero hacerlo realidad … eso era otra cosa.
Así que le dije al que habita mi alma: «Dios, si hago eso, seguramente saldré malherido por una pala». Pero en ese momento acumulé el coraje -de dónde, no lo séy entonces dije: «Muy bien, lo haré». Pero añadí como siempre hago: «¡Dios, espero que sepas lo que estás haciendo!».
Así que reuní el coraje con la confianza en Dios de que ciertamente sabía lo que estaba haciendo. Me volví hacia este capataz enorme, musculoso, de casi dos metros y de barba negra. Con las manos y rodillas temblando, me dirigí hacia él. Tal como vi en la escena, extendí mi temblorosa mano derecha hacia él. Él estaba allí con su pala levantada, más y más alto como para golpearme con ella mientras que yo me aproximaba como si quisiera alcanzar su mano. Entonces con mi mano fuera, dije aquellas cinco palabras como teledirigidas: «Hola, mi nombre es Nick».
Eso fue todo. Eso es todo lo que tenía que hacer y decir. No mucho, ¿verdad?. Mientras decía esto, aquella pala en las manos de aquel gran hombre se elevaba más y más. Mientras me aproximaba, recordaba decir una y otra vez en mi mente: «Confío en ti, Dios. Pero, Dios, ¡espero que sepas lo que estás haciendo!. Mi vida está en juego aquí».
Para mi sorpresa, cuando extendía mi mano derecha y decía mi nombre, y cuando aquella pala llegaba tan alto que parecía tocar el sol y ocultarlo de mis ojos, él la dejó caer tras de sí. Entonces extendió su mano hacia la mía, y estrechándomela con un apretón de su mano derecha, balbuceó: «Hola!. Mi nombre es Brutus».
Mis rodillas casi fallaron, cuando continuó: «Sé que tenías razón. Nunca debí intentar mover el hormigón con el vibrador. Sólo lo segrega, y hubiésemos tenido que quitar el hormigón malo de todas maneras, y hacer todo el trabajo del hormigón de nuevo. Es que hace demasiado calor, ya sabes. Las bombas se rompieron y todo eso, y debí haberlo sabido. ¡Lo siento, Nick!».
Y en esto que hace rodar una carretilla cerca de los pilones, coge la pala y comienza a meter hormigón en ella. Después extiende el hormigón sobre su localización final y lo dispone adecuadamente.
Mientras tanto todos los demás estaban todavía peleando mientras él le daba a la pala solo. Parecía que había más sangre que hormigón sobre la cubierta. Una zona de guerra, literalmente. Pero a medida que los luchadores le veían cavando, todos, uno por uno, paraban su combate, recogían sus palas y empezaban a mover el hormigón. Incluso los carpinteros, trabajadores del metal, fontaneros y electricistas se apuntaban también -contra toda regla sindical. Incluso yo ayudé. Menos de tres minutos hubieron transcurrido desde que dije OK a la voluntad de mi Padre y la guerra había terminado.
Antes de darnos cuenta, todo el hormigón fue emplazado sobre la cubierta, la policía se retiró puesto que la lucha había terminado, y los obreros del hormigón vinieron a la cubierta para acabarlo. Llevó menos de una hora mover las 250 toneladas de hormigón. Por supuesto que había alrededor de cincuenta hombres trabajando, no sólo los diez o así originales trabajadores del hormigón. Incluso despejaron las tuberías con el hormigón atorado en ellas.
El trabajo estaba hecho. Eran sólo las 10:45!. Todos se miraron los unos a los otros asombrados. Nunca se movió tanto hormigón a mano tan rápidamente. Fueron como una granja de hormigas.
Estos tipos no tenían nada que hacer ahora. Terminaron más de dos horas antes de horario. Los capataces de todo el personal, viendo todo terminado, gritaron: «Muy bien, chicos, tomaros un descanso», añadiendo, «… hasta después de comer!».
Y entonces para la gloria de Dios, vi a cada hombre ir al otro, incluso a quien acababa de estar golpeando, y le decía cosas como: «EEstás bien?. Oye, ven conmigo, te pagaré una taza de café o incluso el desayuno». Otro podía ser escuchado diciendo: «¡Eh, compañeros!. ¿Queréis almorzar?. Venid conmigo, que yo invito».
Y uno dijo, mientras ponía su brazo sobre el hombro del hombre con quien acababa de darse puñetazos: «Te he visto a veces mientras conduces a casa cada noche. Tú debes vivir también en Branford. ¿Por qué no vienes con tu familia a mi casa esta noche?. Vamos a hacer una barbacoa, y estáis invitados».
Más cosas se dijeron de esta manera amistosa. Tipos grandes y duros, con magulladuras y cortes que ya habían olvidado, estaban estrechando manos y alejándose juntos … totalmente pasmoso para lo que hubo ocurrido; se sabía que algo especial había pasado, pero nadie sabía exactamente qué. Todos hicieron aquello que era voluntad de Dios y bueno en sus corazones por hacer, y era realmente bueno, realmente realmente bueno, y ellos lo sabían.
Mientras tanto, de vuelta a la caravana, uno podía aún oír los ánimos y las voces enfadadas resonar a través de las ventanas abiertas de la caravana. Y después llegaban a un ápice, y después de un silencio muy breve, uno podía oír al enlace sindical gritar: «Entonces vale!. ¡Abandonamos!. ¡Dejamos este trabajo y nos vamos de esta ciudad!. ¡No más hormigón para vosotros!».
Con ese anuncio, la puerta de la caravana se abrió de golpe. Todos los oficiales salieron en tropel de la caravana, sólo para ver el trabajo terminado y a los hombres ya fuera. No tuvieron ni idea de lo que había ocurrido ni de dónde estaban los demás. Perplejos, abandonaron en silencio y se fueron a sus lugares. Ninguna palabra se volvió a mencionar de este incidente. Incluso los reporteros de los periódicos estaban desconcertados y no tenían ni idea de cómo se resolvió aquello. Nada de esta pelea masiva con cincuenta hombres encontró titulares. Pero yo conocía la verdad. Y no tenía a nadie con quien compartirlo, hasta que fuera capaz de compartirlo con hermanos y hermanas espirituales como vosotros hoy.
Justo tras aquella experiencia, me sentía tan en lo alto que no podía ponerlo en palabras, un sentimiento como que volvía con Dios al Paraíso. Pero ¡caramba! pensé. «¡Qué experiencia más asombrosa!». Volví a mi camioneta, cerré las puertas y grité tan alto que pensé que podía ser oído a través de las ventanas cerradas por toda la ciudad. — «Dios», grité, «eres el más grande. Supiste exactamente lo que debía hacerse. Supiste perfectamente lo que había en la mente de cada hombre, y lo que era mejor para ellos. Ajustaste sus pensamientos, y supiste lo que conseguiría motivar a cada uno de ellos para estar en paz, ser bueno para el otro, y amar efectivamente al otro. Conociste exactamente la perfecta cosa a hacer. Y me permitiste compartir esto contigo y llevarlo a cabo. ¡Dios, eres grande!. ¡Te quiero, Dios!». Y más dije en mi corazón, alabando a Dios y a este momento de perfección que he encontrado con él. Porque he experimentado perfección en acción, y ello me ha estimulado a más grandes experiencias con él en los siguientes años.
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