© 2000 Philip Taylor
© 2000 Asociación Urantia Internacional (IUA)
La cumbre del vivir religioso | Journal — Septiembre 2000 — Índice | Compartiendo a Dios, la sublime consciencia de ir conociendo a Dios |
Philip Taylor, Chapel Hill, Carolina del Norte, EE.UU.A.
Que la paz sea con vosotros, mis hermanos y hermanas. Estoy muy contento de tener esta oportunidad para hablarles a tantos amantes hombres y mujeres conocedores de Dios y me da gran placer el poder compartir estas palabras con ustedes. Sepan esto: Yo oro frequentemente por el progreso espiritual de este movimiento y también oro por el progreso espiritual de todos y cada uno de ustedes. Digo esto para expresar mi amor para ustedes, mis hermanos y hermanas, a quienes sinceramente les deseo que obtengan la grandeza divina que se merecen.
Comienzo este discurso con estas expresiones de mi amor por ustedes pues se que son los deseos de nuestro hermano Miguel el expresar amor como la esencia de todo lo que hacemos. Si esta organización no es proclamada por el amor entonces no tiene la bendición de nuestro creador y no tiene la fuerza para continuar. Digo esto porque esta conferencia está dedicada a hacer la voluntad de nuestro Padre celestial y su voluntad solo puede obtenerse a través de los deseos de almas saturadas con amor. Este requerimiento no debe tomarse muy a la ligera. Nosotros verdadera y genuinamente debemos amarnos unos a los otros para que el movimiento Urantia sea un éxito.
Aquí reunidos delante de mi están los líderes de un gran movimiento espiritual. Uno que tiene la intención de ser los precursores de una nueva era. Pero podremos ser grandes lideres solamente si siendo pioneros espirituales ponemos primero amor en nuestro corazón.
Cuando hablo de nosotros como líderes es exactamente eso lo que quiero decir. Somos los líderes de una nueva era, el comienzo de luz y vida. No podemos continuar desacreditándonos. Hay muy pocos hombres y mujeres en este planeta quienes están capacitados de comprender la magnitud y la importancia espiritual que El Libro de Urantia contiene. Pero vosotros, mis hermanos y hermanas, habéis reconocido su grandeza. Y es así que en nuestras manos ha caído la alegre carga y responsabilidad de llevar este mensaje a nuestro prójimo. El Libro de Urantia declara que el mortal promedio no puede esperar alcanzar la perfección de Jesús de Nazaret. Preguntemos entonces ¿cuántos aquí optan por ser promedio? ¿Cuántos en este auditorio se atreven a tomar este reto? Si éstas palabras logran inspiraros, si el reto espiritual de vivir para la gloria de Dios se precipita en vuestro corazón, entonces, continuad oyendo más. Tomar este reto es simple. Hay solamente una cosa que debemos hacer, y es el buscar la voluntad de nuestro Padre quien está en el cielo, en sociedad con nuestro Ajustador. Debemos reunir todo nuestro esfuerzo espiritual en el deseo sin reservas de hacer su voluntad como se hace en el cielo. Pero oid estas palabras «deseo sin reservas» — debemos hacer y ser todo lo necesario para obtener su plan de perfección mortal. Deseos a media no servirán el propósito.
Deseo mencionar del libro el párrafo 111:5.4:
La paz en la vida, la supervivencia en la muerte, la perfección en la próxima vida, el servicio en la eternidad — todos estos se logran (en el espiritu) ahora cuando la personalidad de la criatura consiente —elige- someter la voluntad de la criatura a la voluntad del Padre. [LU 111:5.4]
Esto es lo que es requerido de nosotros. No hay que hacer sacrificios ni hacer juramentos. Simple-mente debemos desear su plan de perfección. Si esto es cierto, si en verdad deseamos esta perfección, entonces en cada momento espiritual importante, y en casa episodio de debilidad humana, cuando el amor reside profundamente en nuestro corazón, nos detendremos y diremos: «Padre ¿cuál es tu voluntad?» Si este deseo reside verdaderamente, entonces el Padre estará en el centro de nuestras vidas, y dependeremos de su guía. Esto no es el misterio de Dios. Es algo muy simple. El mayor esfuerzo que puede hacer un hombre o mujer conocedor de Dios es el deseo de todo corazón de la perfección, y la dependencia de la guía divina.
Una vez que esta decisión ha sido hecha y no hay duda en cuanto a nuestra dependencia en Dios al igual que Jesús dependía de Dios. Entonces el Padre está en el centro de nuestra vida y ya no necesitaremos la guía externa de nuestros amigos y asociados o de organizaciones de proyección espiritual.
Para aquellos quienes han sido frustrados por la ausencia de un liderazgo espiritual genuino, sea que vino de una iglesia local, un colega o de las varias fracciones de lectores de El Libro de Urantia, tendrán que reconocer que estas frustraciones proceden de tu falta de reconocer el verdadero liderazgo espiritual y de donde procede. Solamente hay una fuente para la verdadera guía espiritual, y es nuestro Padre celestial. Cuando el Padre es el centro de nuestra vida, cuando somos guiados por el espíritu, entonces reconoceremos que sólo hay una organización espiritual, y ésa es la hermandad de hombres y mujeres, donde el Padre es el centro, y sobre la cual preside Miguel, en la cual el amor prevalece. Éste es el protocolo espiritual del universo, es así como se manifiesta la época de luz y vida y es as1́ como el universo es administrado.
¿Se nos ha ocurrido a nosotros por qué el pasado y el presente proclamando las enseñanzas de Jesús han estado estancados en facciones y peleas-intrigas? Aún hoy, ¿no es la voluntad del Padre celestial de que florezca el movimiento Urantia? Sabemos que esto es su voluntad, pero ¿por qué esto no ha pasado? ¿Por qué ha sido tan difícil avanzar las enseñanzas de un libro que todo lector lo tiene junto a su corazón? Sólo puedo contestar esta pregunta con otra pregunta. ¿Hemos honestamente probado encontrar la voluntad del Padre en estos asuntos? ¿Hemos buscado en nuestra mente el plan del Padre para esta revelación, o hemos tratado implementar nuestras propias ideas? Dejaré esta pregunta sin contestar, y dejaré que los resultados hablen por sí mismos.
Hay muchos planes mortales para este movimiento Urantia, pero sólo hay un plan divino para la era de luz y vida. ¿Cuál de éstos planes deseamos escoger? Los planes de origen mortal pueden ser exclusivos, disponibles solamente a los líderes de una organización u otra. Pero el plan divino de luz y vida está disponible para todos los que tratan de hacer su voluntad. Este plan del Padre está disponible para nosotros ahora. Lo que podemos hacer para realizar este plan está disponible a nosotros ahora. Y nuestra participación en este plan está perfectamente coordinada con cada uno de los hombres y mujeres conocedores de Dios que optan por hacer la voluntad del Padre. No os equivoquéis, hay un lugar para nosotros en el plan de Dios, todo lo que necesitamos es pedir diciendo: «Padre, deseo servirte a ti y a Miguel». En realidad este plan descansa fuertemente en todos nosotros hermanos y hermanas. Este plan no puede ser ejecutado por unos cuantos individuos. Para que este plan sea efectivo debe comprender una base amplia de participación. Todos los que conocen a Dios son necesitados para realizar este plan. Ésta es una nueva era en la cual movimientos espirituales ya no serán administrados por liderazgo mortal. La guía-dirección vendrá de adentro, del espíritu de Dios que reside en nuestra mente. La base terrenal crecerá por la amplia participación de los hombres y mujeres en servicios a Dios. Ellos reconocerán solamente al verdadero líder de su movimiento, a Miguel de Nebadon. Habrá unidad de propósito.
Reflexionad este pensamiento: Si encontramos dificultades tratando de unificar las acciones e ideas de un razonablemente pequeño grupo como lo compone ahora los lectores de El Libro de Urantia, entonces ¿cuán infinitamente mayor es el reto de unificar y coordinar las acciones y esfuerzos de un billón de planetas habitados en este universo? Pero esta intimidante labor puede realizarse porque la voluntad de Dios gobierna este universo.
En su discusión de la naturaleza del reino del cielo, Jesús mostró dos fases de administración universal:
«Primera, el reino de Dios en este mundo, el deseo supremo de hacer la voluntad de Dios, el amor desinteresado por los hombres, que produce los buenos frutos de una mejor conducta ética y moral.
«Segunda, el reino de Dios en el cielo, la meta de los creyentes mortales, el estado en el que el amor a Dios se ha perfeccionado, y en el que se hace la voluntad de Dios de manera más divina». [1860.13-1861.1]
Como se puede ver, hacer la voluntad del Padre celestial es de la competencia del Supremo. Es ello el canal a través del cual se conduce esta orquestra cósmica.
En reconocimiento a este hecho ¿no es entonces razonable esperar que cuando conducimos los asuntos de nuestra vida diaria, cuando reflexionamos sobre el mejor curso de acción, que confiemos en la guia-orientación de nuestro Padre celestial? ¿No es nuestra dependencia en él esencial a los asuntos del reino? ¿No es suficiente simplemente el reconocer la supremacia de gobierno? La creencia en hacer la voluntad del Padre no se traduce a vivir la voluntad del Padre. Para que su plan sea efectivo debemos participar. En realidad, la unica manera en la cual el plan del Padre puede prevalecer en la tierra es a través de nuestra participación efectiva. En verdad, todos somos agentes de Dios, y es a través de nosotros que el reino de los cielos se convierte en realidad. Sin nuestra asistencia, la edad de luz y vida debe esperar la llegada de otro día.
Pero ¿cómo es que podemos vivir por la voluntad de nuestro Padre? ¿Cómo llegamos a obtener este nivel de comunión? En mis tentativas para discernir los pensamientos del Padre en mi mente encuentro gran dificultad, pero con el tiempo yo sé que vendrá. Lo que encontré importante es saber que en todos nuestros esfuerzos para servirle a él, el Padre y su Hijo estarán allí con nosotros. Ellos nos guiarán y nos dejarán saber lo que hacer y decir. En el comienzo lo que es importante es que deseemos hacer su voluntad — es decir ser servicial. Lo que quiero decir con esto: Nos hacemos disponibles para él para hacer su trabajo para otros. Nos volvemos amor en acción. Esto es cuando nos volvemos muy conscientes de la situación en la cual él nos ha puesto. Estamos conscientes de que hay alguien en nuestra presencia a quien podemos asistir. Una vez que nos volvemos conscientes de esto, decimos: «Padre, deseo hacer tu voluntad», y entonces pensemos en lo que el desea que hagamos.
Hablaré ahora de mi propia experiencia personal en vivir la voluntad del Padre. Comparto estas experiencias con la esperanza de que ellas podrán asistiros mejor en comunicaros con el Padre. Es de entenderse que no soy una persona excepcional. No poseo ningún don o talento especial. Soy mucho como el resto de vosotros. Ciertamente soy un principiante en este campo. Es de entenderse también que solamente he comenzado con esta aventura y no deseo reclamar ninguna experiencia extraordinaria en estos asuntos. Algunas de mis tentativas iniciales resultaron en alguna forma de fracaso, pero entre estos fracasos he experimentado el milagro de compartir la verdad con nuestro prójimo.
Puedo recordar una experiencia en la cual caminaba las calles de Georgetown en Washington, D.C. Yo iba a una escuela en Washington algunos años antes, y como que estaba solo tuve deseos de revisitar algunas de la areas con las cuales estaba familiarizado. Al entrar en la calle M , la zona principal en Georgetown, estaba pensando en el Padre, y le dije: «Padre, deseo ser servicial».
Al decir esto mi mente se tornó a otras cosas; cuan hermosa era la ciudad, la excitación de la vida nocturna, y también que tenía hambre. Después de una cuadra más o menos, me encontré un pequeño restaurante, y buscando algo rápido para comer, decidí llegar allí.
Este restaurante estaba vacío, excepto por el hombre detras del mostrador, a quien saludé con una sonrisa y entonces le di mi orden. Después de esto tomé los alimentos y me senté en una mesa cerca de la puerta. Como a mediado de mi comida el hombre detras del mostrador vino a la puerta para fumar un cigarro. Lo miré y noté que arriba de su cabeza, arriba de la entrada había un anuncio en árabe. Inmediatamente el anuncio me llamo la atención. No tenía idea lo que decía en árabe pero tenía una corazonada que era algo de naturaleza espiritual y me vino el pensamiento a mi mente que debía preguntarle al Padre si yo podía dar algún servicio. De manera que acallé mi mente, e hice la pregunta: «Padre, cuál es tu voluntad?»
Deseo hacer pausa aquí por un momento y compartir con vosotros el proceso mental de pensamiento que ocurrió en determinar su voluntad. En mi mente habían muchos pensamientos. Había el pensamiento de que sólo debería ocuparme de mis asuntos: «Mantenerme callado y no molestarlo». Otro pensamiento fue: «¿cómo voy a comenzar una conversación cuando estoy comiendo? O, que si mi interés en la religión de este hombre me perfila como algo raro y fuera de lugar. Todos estos pensamientos pasaron por mi mente, pero el pensamiento que parecia ser el más adecuado de la voluntad del Padre fue simplemente: «Pregúntale, ¿qué dice el letrero?» Este pensamiento que parecía ser el más indicado de su voluntad, estaba desprovido de miedo, pero genuino, y lo que era más importante, ello probablemente le llevaría a una conversación con uno de mis prójimos, algo que sabía que Jesús le gustaba mucho. Asi sucedió, y con esta decisión le pregunté, ¿qué decía el letrero?
«El letrero?», dijo él, «oh, bien es la palabra para el nombre de Dios en árabe. Lo tengo allí para tenerlo a él en mi mente todo el día».
«Me gusta eso», le contesté. Yo también deseo manterner al Padre celestial en mi mente. Entiendo que es
usted musulmán. Quizás pudría usted decirme más acerca de su religión. He leído mucho del Corán, pero no he tenido la oportunidad de hablar con muchos musulmanes.
«Bien, nosotros somos muy parecidos a ustedes los cristianos», dijo él. «Creemos en Dios, oramos y aprendemos de él a hacer el bien».
La conversación continuó, de la cual surgió un hermoso intercambio de ideas y verdades sobre islam, el Padre en el cielo, el espíritu interno y la hermandad de los hombres. Realmente fue un gran intercambio. Uno en el cual dos hijos de Dios compartieron un al otro sus experiencias. Lo que experimentamos fue dos personas revelandose uno al otro un más alto nivel de la verdad, la belleza y la bondad. En donde yo enseñé sobre el espíritu de Dios y él enseño las bondades de islam.
No todas mis experiencias con el Padre han producido tales fructíferos resultados, pero son estas pocas experiencias que me han hecho hambriento por otro encuentro de satisfacción del alma donde uno se acerca a un nivel de casi genuina perfección. Lo que ocurre es un intercambio de la verdad que está balanceada con amorosa bondad. Siempre he deseado estas experiencias con mis hermanos y hermanas y frecuentemente me previne por el veneno del miedo o por algún punto de vista con prejuicio. Demasiado frecuentemente éste es el grado de intimidad espiritual que uno puede obtener. Pero con la ayuda del Padre y su Hijo, tales experiencias son verdaderamente posibles. Tales intercambios verdaderamente genuinos — amor real— pueden ocurrir, y sí ocurren.
Cuado estas genuinas experiencias se producen, lo que realmente está pasando, es que en una forma muy amorosa y honesta, el Padre habla en sociedad conmigo, pero lo hace de tal manera que estoy muy consciente de ello. En realidad el único esfuerzo que estoy haciendo es un esfuerzo concertado para hacer la voluntad del Padre, y buscar en la conversación que estoy teniendo con este individuo por aquella joya de la verdad con la cual puedo expansionar hasta que ella domina la conversación. Estoy completamente consciente de la discusión y de lo que se dice, sólo que estoy constantemente sorprendido en como la discusión llegó a esta expresión de la verdad. Estoy sorprendido a las ideas que se están expresando. No es que estas verdades sean nuevas, pero nunca antes he podido expresar estas verdades tan hermosamente.
Cuando tú así has elegido para servir, entonces el Padre te hace disponible a sus otros hijos, de manera que puedas revelarles su verdad, belleza y bondad. Nunca dudes que esto ocurre. Aquellos que han experimentado esto reconocen la coordinación divina siempre. A través de la experiencia que ha ocurrido, entre el hombre y Dios, otros serán atraídos cerca de ti, para que puedas compartir su amor. Ésta es mi experiencia al vivir la voluntad de nuestro Padre. Todo lo que se necesita es estar consciente de la oportunidad para servirle a él. Los servidores de Dios están continuamente en busca de situaciones donde puedan dar servicio. Estés en un ómnibus, entrando en una tienda o regresando al trabajo, entra en el servicio del Padre diciendo estas palabras: «Padre, estoy disponible para hacer tu voluntad». Y entonces recuerdate lo que Jesús nos instruyó hacer:
«Interésate por tus semejantes; aprende a amarlos y vigila la oportunidad de hacer algo por ellos que estás seguro que desean». [1439.0]. Verdaderamente el mejor consejo que él dio para ser servicial fue su cita del proverbio judío: «Un hombre que quiere tener amigos, debe mostrarse amistoso». [1439.0].
Es precisamente esta forma amistosa y la saludable interacción humana mediante la cual podemos comenzar a sentir el Padre, ayudando, enseñando y amando a otros ya que al hacerlo así la gente comenzará a ver una nueva revelación de Jesús por la vida que viven sus seguidores. Es precisamente esta clase de dedicación que lleva a esa clase de selección espiritual la que produce un mayor nivel de comunión con el Ajustador y nos acerca más a discernir los pensamientos del Padre en nuestra mente.
Mientras tanto, durante nuestra interacción con el prójimo, no deberíamos preocuparnos con los niveles directos de contacto con el Ajustador buscando las palabras correctas para decirlas. Eventualmente todo esto vendrá. Simplemente coopera con el Padre, en una forma abierta, genuina y desprovista de miedo, con una expresión amorosa hacia el prójimo y con un hablar libre. Les digo esto de mi propia experiencia, ya que al hacerlo así me he maravillado por el grado de la verdad, belleza y bondad que han llenado mis palabras. En una forma más sutil e inconsciente he sentido que el Padre hablaba a través mi.
Otra experiencia que compartiré con vosotros ocurrió en San Francisco. Me estaba quedando en un hotel y de nuevo comencé a pasear por las calles de la ciudad, nuevamente buscando un lugar para comer. Ahora bien, me percato que ambos, mi relato anterior y éste giraron en mi deseo de comer y hacer la voluntad del Padre, pero puedo asegurarles que realmente no hubo conexión entre los dos. Esto me lo supongo, a menos que leas El Libro de Urantia, en donde nos dicen que el hombre primitivo solamente pensaba cuando tenía hambre. No me di cuenta de esto hasta que escribí estos relatos, pero suena bastante incriminante. Pero tal fue mi experiencia de manera que al caminar por las frescas calles de San Francisco le dije al Padre que deseaba poder ser servicial a él o a Miguel. También le pedí si podía dirigirme a donde necesitaba estar.
Ahora bien, en este punto de mi vida ya había experimentado algunas premiadas experiencias al servir al Padre, y deseando más de ello comencé a ponderarme cómo es que el Padre y nuestros amigos invisibles nos guían hacia donde debemos estar. Pensé cómo fue que Jesús, cuando estuvo en Roma, personalmente entró en el afecto expansivo con el contacto con más de quinientos mortales de la región. [LU 132:4.3]. Esto ocurrió en un período de seis semanas. ¿Cómo es que el estuvo tan efectivo? Eso es casi tres al día. Yo sé que Jesús deseaba ser servicial y que siempre buscaba la voluntad del Padre, y debido a esto, los ángeles deben haber guiado a mucha gente hacia él, o él hacia otros.
Pero cómo sé que puedo ser útil a los numerosos individuos en mi presencia, pensé yo. Tiene que haber alguna forma amorosa, bondadosa y con tacto para acercarse a la gente. La contesta, pensé, que Miguel me proveerá con una «puerta». O sea una «puerta» para la conversación. Quizás sea el que haga algún acto de bondad para la persona, quizás una sonrisa o pudiera ser sólo una pregunta.
Con esto en mente encontré una pequeña tienda-restaurante allá, dentro de un edificio que lucía bastante atractivo. Recuerdo que pensé si habría aquí alguien a quien ayudar. Después de seleccionar mis alimentos, cogí y me arrimé a una mesa y me senté. A mitad de mi comida noté a un viejo sentado en una mesa frente a la mía. Parecía algo solitario y no muy feliz. Busqué en mi mente si había algo que yo podría decir o hacer que levantara los ánimos de este señor. Busqué y busqué en mi mente para hacer algo, pero nada me vino. Me frustré porque no había nada que pudiera decir. Verdaderamente me gustaría ayudar a este hombre, pensé. Yo estaba particularmente confuso porque presentía que parte de la razón por la cual no podía encontrar una contesta era que yo tenía temor de la situación. Eso es, temor de acercarme a un completo extraño y comenzar una conversación. No deseo hacerme un tonto, pensé, especialmente en frente de otras personas en el cuarto. ¿Qué sucede si lo espanto? Entonces, como si estuviera percatándome de mi error, hice un receso mental y dije: «Padre, ¿cuál es tu voluntad?»
Ningún pensamiento atractivo llegó a mi mente.
De manera que después de estar muy perturbado, me relajé y regresé a mis pensamientos que tenía antes de entrar en el restaurante. Recuerdo que pensé que Miguel me abriría una «puerta» si fuesen necesarios mis servicios. Pero no podía percibir algo en mi mente. Quizás mis servicios no son requeridos. Frustrado, me levanté para desechar mi plato de cartón. Me di cuenta que en cierta forma estaba forzando la mano del Padre en encontrar una situación donde no la había.
Ya cuando salía, noté a un joven sentado solo, trabajando en su computador portable. En la mesa, al lado de su café, noté la copia de un libro Los siete hábitos de personas altamente efectivas. Mis ojos cayeron sobre ese libro e instintivamente pegunté: «Padre, ¿cuál es tu voluntad?»
Busqué en mi mente para un número de opciones. El primer pensamiento, el cual es frecuente, es el pensamiento del temor: «Sal de aquí, personas normales no les hablan a los extraños, especialmente de religión». El segundo fue: «Esta persona parece estar ocupada, no lo molestes». El tercer pensamiento sí tenía rasgo de la verdad y bondad en ello, y era: «Siempre he estado interesado en este libro, me pregunto qué pensará él de ese libro y deseaba saber qué clase de persona lucharía para ser altamente efectiva». El pensamiento obvio que parecía ser más semejante al pensamiento del Padre, el pensamiento que quizás mi Ajustador puso en mi mente fue este último. Fue el más amoroso, en que me dio la oportunidad de conocer a un semejante y tenía ya una «puerta». Tenía ya una vía amistosa para entrar en la conversación.
¡Y cuán maravillosa fue la conversación! Discutimos los hábitos de las personas altamente efectivas. Lo cual llevó a una conversación sobre la educación, de allí, después de buscar en la conversación aquellas joyas de la verdad que aparecen en toda sentida conversación, mi Ajustador y yo encontramos una forma de traer a la discusión el tema del Padre celestial y de su espíritu en todos los hombres. No recuerdo las muchas palabras en la conversación excepto por un momento especial que estimo fue en conjunción con mi Ajustador donde dije:
«No me considero un cristiano, en vez preferiría ser visto como un seguidor de Jesús. Lo que más impresiona acerca de la cristiandad pertenece a su vida. Digo esto porque entiendo que eres judío y me duele que tantos judíos no pueden apreciar la vida de Jesús simplemente debido a las demandas y exigencias puestas sobre vosotros por la así llamada religión cristiana. Pero si solamente observas su vida, su relación personal con el Padre y como siempre trató hacer la voluntad de Dios, creo te ayudaría en hacerte aun un mejor judío y además un más gran hijo de Dios».
Después de discusiones adicionales y preguntas partimos compañía con generosas palabras, dejándome la satisfacción de hacer la voluntad del Padre y a el con un pedazo de papel en el cual estaba escrito el título de un gran libro que yo había leído, acerca del gran hábito de un religioso altamente efectivo.
Al desear ser servicial a otros, he notado que el Padre se ha convertido en el centro de mi vida. Ciertamente he reconocido mi dependencia de él. Comparto estas experiencias con la esperanza de que otros se decidan y compartan sus experiencias con otros — de manera que podamos aprender vías más efectivas de comunión con el Ajustador y de hacer la voluntad del Padre. Y si no han experimentado esta asociación con Dios, es mi esperanza que así lo hagan, y puedan compartir sus historias para el beneficio de la comunidad de hombres y mujeres dirigidos per el espíritu.
Tales intercambios de experiencias son los medios por los cuales esta hermandad crecerá en su relación con el Padre. Pero debemos ser desconfiados y percibidos del cinismo que todavía persiste en este mundo acerca del discernir los pensamientos de Dios en nuestra mente, un proceso que es enteramente normal. Esta hermandad dividida y así dirigida, requiere una cultura abierta de compartir y un libre intercambio de experiencias de manera que todos podamos crecer. La total revelación de hacer la voluntad del Padre no es revelada en El Libro de Urantia. Más bien se requiere que los hijos de Dios revelen la naturaleza del entendimiento de su voluntad del uno al otro.
¿No es esto un acto del Supremo donde los hijos del tiempo tienen la experiencia divina de revelar la naturaleza divina de Dios así compartiéndole el uno con el otro? ¿No debemos nosotros derivar mucho placer en exhibir los aspectos de la personalidad del Padre en nuestra vida al ayudar a otros encontrar la verdad, la belleza y la bondad en nuestra vida? Tal, creo, es la voluntad del Padre. No solamente obtenemos el beneficio de oír otras experiencias, pero podemos tener la seguridad de que a través de compartir, nuestra vida espiritual se mantendrá en la línea y libre de toda tendencia extravagante, errática y excéntrica, [LU 100:7.3] que frecuentemente pueden resultar de un aislamiento espiritual. Estos intercambios proveen el verdadero vehiculo por el cual todos podamos desarrollar una personalidad fuerte y unificada de acuerdo con la manera perfeccionada de la personalidad de Jesús. [LU 100:7.1].
Recuerdo haber compartido algunas de mis experiencias con un lector, y después se me avisó que había un gran peligro en discernir los pensamientos del Padre en mi mente. Creo que él tenía razón, necesitamos tener cuidado. Hay un peligro de elevar nuestros pensamientos al nivel de la divinidad donde podemos errar en creer que todos nuestros pensamientos son pensamientos de Dios. Pero no podemos ser intimidados por esto, debemos proceder con precaución y cuidadosamente discernir los pensamientos en nuestra mente. Pero ignorar esta guía que se me está ofreciendo me privaría de estas experiencias, y en efecto negaría la voluntad del Padre.
Cuando observo este planeta y esta organización, me pregunto, ¿no hay un mayor peligro que ignoramos los planes del Padre? Al ignorar su guía no ¿nos forzamos a depender enteramente en nuestra propia guía? Esto me temo. Me siento mucho más seguro en mi vida espiritual cuando confío más en la dirección del Padre que cuando sigo mi propia guía.
Sé que esto es algo valioso. ¿Cómo lo sé? Por los frutos del espíritu. Por estas experiencias, y unas cuantas más, he actualmente cooperado en la creación de algo verdadero, hermoso y bueno, y aún más, participé en una gran revelación de amor. Actualmente pasé por una experiencia por la cual nuestro Creador pasa constantemente — se me dio el regalo de ser dotado para crear, una experiencia que creo ha contribuido al Supremo.
Mientras que existe razón para estar alerta contra los peligros, creo esto puede ser compensado mediante la creación de una cultura espiritual de mentes normales, con los pies sobre la tierra, accesibles, compartidores, amorosos y creyentes guiados del espíritu. La hermandad debía ser responsable en realizarlo. He mencionado esto anteriormente, pero lo diré de nuevo: Lo que el mundo necesita ahora es ver a Jesús en la tierra, viviendo en la vida de los hombres y mujeres mortales, quienes han decidido buscar la voluntad del Padre.
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