© 2000 Ruth Kask
© 2000 Asociación Urantia Internacional (IUA)
Compartiendo nuestra vida espiritual | Journal — Septiembre 2000 — Índice | Las Enseñanzas De Jesús Sobre El Reino Del Dios |
Ruth Kask, Viimsi, Estonia
Aunque el mortal común de Urantia no puede esperar alcanzar la alta perfección de carácter que adquiriera Jesús de Nazaret durante su estadía mortal, es totalmente posible para cada creyente mortal desarrollar una personalidad fuerte y unificada de acuerdo con la manera perfeccionada de la personalidad de Jesús. [LU 100:7.1]
¡Sed perfectos así como vuestro Padre Celestial es perfecto! ¿Cuánto tiempo tomará para llegar a ser perfecto como él? La pregunta surgirá en la mente del principiante que desea comenzar su sendero celestial. Los que han descubierto su sendero y creen y confían en su Padre Celestial no harán una pregunta como ésta. Ellos saben que a cada momento de sus vidas se están haciendo más divinamente perfectos. Un verdadero hijo de la fe crece a cada momento en esta sabiduría, y nuestra próxima pregunta es, ¿qué sabiduría es ésa?
La inteligencia tiene su origen en una existencia material que está iluminada por la presencia de la mente cósmica. La sabiduría consta de la conciencia del conocimiento, elevada a nuevos niveles de significados, y activada por la presencia de la dotación universal del espiritu ayudante de la sabiduría. [LU 180:5.3]
El verdadero hijo que posee perspicacia universal busca al Espiritu viviente de la Verdad en toda palabra sabia. La persona que conoce a Dios eleva constantemente la sabiduría a los niveles de verdad viviente donde se alcanza la divinidad; el alma que no progresa espiritualmente arrastra todo el tiempo a la verdad viviente hacia los niveles muertos de la sabiduría y bacia los dominios de la simple exaltación del conocimiento. [LU 180:5.4]
Cristo Miguel vino a este mundo en la persona de Jesús para hacer la voluntad del Padre Celestial, y nosotros enfrentamos la misma tarea si deseamos ser perfectos. Sin embargo, una pregunta permanece: ¿Cómo reconocer la voluntad del Padre? Reconocer la voluntad del Padre es crucial para un hombre sinceramente religioso. En nuestra lectura de El Libro de Urantia nosotros muy a menudo nos encontramos con nociones como la verdad, la belleza y la bondad, siempre en una combinación. Éstos son los valores que están de acuerdo con la voluntad del Padre. La verdad viviente es siempre dinámica, y en el ser humano puede existir sólo en virtud de la experiencia. Esto significa que tenemos que vivirla. De Jesús sabemos que [él] era verdaderamente sincero; en él no babía nada de un bipocrítico. Estaba libre de toda afectación; era siempre tan refrescantemente genuino. Nunca se rebajó a pretensiones, ni recurrió a las imposturas. Vivió la verdad, incluso al enseñarla. Él fue la verdad. Se vio restringido en su proclamación de la verdad salvadora por su generación, aunque dicha sinceridad a veces le causó dolor. Era incondicionalmente leal a toda verdad. [LU 100:7.2].
Vivir en la verdad significa ser sincero en cada momento de su vida. El primer paso es ser honesto con sí mismo. La paz en el corazón es lo que testifica que estamos en la verdad.
La verdad divina es una realidad viviente que es percibida por el espíritu. La verdad sólo existe en los niveles espirituales superiores de la comprensión de la divinidad y de la conciencia de la comunión con Dios. Podéis conocer la verdad, y podéis vivir la verdad; podéis experimentar el crecimiento de la verdad en el alma, y gozar de la libertad que su luz aporta a la mente, pero no podéis aprisionar la verdad en unas fórmulas, códigos, credos o modelos intelectuales de conducta humana. Cuando intentáis formular humanamente la verdad divina, ésta muere rápidamente. Incluso en el mejor de los casos, el salvamento póstumo de la verdad aprisionada sólo puede terminar en la realización de una forma particular de sabiduría intelectual glorificada. La verdad estática es una verdad muerta, y sólo la verdad muerta puede ser formulada en una teoría. La verdad viviente es dinámica y sólo puede gozar de una existencia experiencial en la mente humana. [LU 180:5.2]
Sin duda, continúa habiendo gente alrededor que, mientras luchan hacia adelante por la perfección espiritual, son olvidadizos de los aspectos físicos de la vida, y viceversa.
La característica singular de la personalidad del Maestro era, no tanto su perfección, como su simetría, su exquisita y equilibrada unificación. La presentación más eficaz de Jesús consiste en seguir el ejemplo del que dijo, al señalar hacia el Maestro de pie ante sus acusadores: «Mirad al Hombre!» [LU 100:7.1]
A mí me gusta el pasaje en la sección 2 del capítulo 181 en El Libro de Urantia donde Jesús da sus admoniciones personales de adiós a cada uno de sus apóstoles. Nos consuela y emociona el conocer que ellos eran tan distintos. Aunque los apóstoles intentaron ser perfectos, en su mejor juicio, y de acuerdo con las instrucciones y enseñanzas del mismo maestro, ellos eran, sin embargo, diferentes. Ellos eran indudablemente sinceros y trataron de vivir de acuerdo a su mejor comprensión y en armonía con sus niveles individuales de desarrollo. A pesar de su cercana asociación con el Maestro por tanto tiempo, su crecimiento individual y su comprensión de la verdad, la belleza, y la bondad eran muy diferentes. Estas admoniciones de adiós merecen ser tomadas seriamente aún por cada uno de nosotros; yo me sorprendería mucho si vosotros no vos encontrarais similares a uno de los apóstoles.
En su discurso de adiós Jesús nos dejó con estas simples instrucciones:
«Si queréis seguir mis pasos cuando os haya dejado, esforzaos seriamente por vivir de acuerdo con el espiritu de mis enseñanzas y el ideal de mi vida — hacer la voluntad de mi Padre. Haced esto, en lugar de intentar imitar mi vida sencilla en la carne tal como me he visto obligado a vivirla, necesariamente, en este mundo. [LU 181:1.3]
Pero el Maestro era tan razonable, tan disponible. Demostró su sentido práctico en todo su ministerio, y todos su planes estaban caracterizados por un sentido común santificado. Estaba libre de toda tendencia extravagante, errática y excéntrica. No fue nunca caprichoso ni bistérico. En todas sus enseñanzas y en cada cosa que bizo siempre babia una discriminación exquisita asociada con un extraordinario sentido de lo apropiado. [LU 100:7.3]
Examinemos lo que Jesús dijo a algunos de sus apóstoles en sus admoniciones y advertencias finales. Sus palabras a Juan incluyeron las siguientes:
«En otro tiempo os llamamos a tiy a tu bermano los hijos del trueno. Empezaste con nosotros siendo resuelto e intolerante, pero has cambiado mucho desde el día en que querias que biciera bajar el fuego sobre la cabeza de los incrédulos ignorantes e irreflexivos. Y debes cambiar aún más. Deberías convertirte en el apóstol del nuevo mandamiento que os he dado esta noche. Dedica tu vida a enseñar a tus bermanos a amarse los unos a los otros como yo os he amado». [LU 181:2.4]
Mientras Juan Zebedeo permanecía allí de pie en la habitación de arriba con las lágrimas corriendo por sus mejillas, miró de frente al Maestro y dijo: «Asi lo haré, Maestro mío, pero, ¿cómo puedo aprender a amar más a mis hermanos?» Entonces Jesús respondió: «Aprenderás a amar más a tus bermanos cuando primero aprendas a amar más a su Padre que está en los cielos, y después de que te intereses realmente más por su bienestar en el tiempo y en la eternidad. Todo interés humano de este tipo se fomenta mediante la simpatía comprensiva, el servicio desinteresado y el perdón sin límites. [LU 181:2.5]
Estas palabras son verdaderamente hermosas, y son tan queridas para nosotros como lo fueron para Juan; nos conmueve el corazón tanto como conmovieron el corazón de Juan, ¿no les parece? ¿Podría haber jamás una apelación más ardiente de amor con palabras más juiciosas que estas? ¿Puede alguien, alguna vez, afirmar que él o ella aman demasiado? ¿Que no tiene manera de amar más? ¿Que está más allá de sus límites? ¿Que no hay absolutamente ninguna posibilidad para amar más, para profundizar sus relaciones, para dar más, para acercarse más a Dios y sus hermanos y hermanas? No. Podemos amar más todos los días, en nuestra vida diaria, en cada acto y hecho, en cada relación, y en cada momento.
Jesús le dijo a Simón Celotes: «Eres un verdadero hijo de Abrabam, pero cuánto tiempo he estado intentando hacer de ti un hijo de este reino celestial. Te amo y todos tus hermanos también te aman. Sé que me amas, Simón, y que también amas al reino, pero aún tienes la idea fija de hacer venir este reino según tus preferencias. Sé muy bien que acabarás por captar la naturalezay el significado espirituales de mi evangelio, y que trabajarás valientemente para proclamarlo, pero me preocupa lo que pueda sucederte cuando yo me vaya. Me alegraría saber que no vacilarás; sería feliz. si pudiera saber que después de que me vaya hacia el Padre no dejarás de ser mi apóstol, y que te comportarás aceptablemente como embajador del reino celestial». [LU 181:2.7]
Al escuchar estas palabras Simón aseguro a Jesús de su lealtad. Pero Jesús continuó y dijo estas hermosas palabras:
«En verdad, es confortante oirte hablar así, especialmente en un momento como éste, pero mi buen amigo, aún no sabes de qué estás hablando. No dudo ni un instante de tu lealtad, de tu devoción. Sé que no dudarías en salir a luchar y morir por mí, como lo harían todos estos otros … pero no se te pedirá eso. Te he dicho repetidas veces que mi reino no es de este mundo, y que mis discípulos no lucharán para establecerlo. Te he dicho esto muchas veces, Simón, pero te niegas a enfrentarte a la verdad». [LU 181:2.9]
Simón hizo un gesto impaciente para interrumpir a Jesús, pero Jesús tenía mas palabras de admonición amigable y discernimiento para entregarle a Simón:
«Ninguno de mis apóstoles tiene un corazón más sincero y honrado que tú, pero después de mi partida, ninguno de ellos se sentirá tan trastornado y tan desanimado como tú. Durante todo tu desánimo mi espiritu permanecerá contigo, y éstos, tus bermanos, no te abandonarán. No olvides lo que te he enseñado en cuanto a la relación entre la ciudadanía en la tierra y la filiación en el reino espiritual del Padre. Reflexiona bien sobre todo lo que te he dicho acerca de dar al césar las cosas que son del césar y a Dios las que son de Dios. Dedica tu vida, Simón, a mostrar que el hombre mortal puede cumplir aceptablemente mi mandato de reconocer simultáneamente el deber temporal hacia los poderes civiles y el servicio espiritual en la fraternidad del reino. Si te dejas enseñar por el Espiritu de la Verdad, nunca babrá conflicto entre las exigencias de la ciudadanía en la tierra y las de la filiación en el cielo, a menos que los gobernantes temporales se atrevan a exigirte el homenaje y la adoración que sólo pertenecen a Dios». [LU 181:2.10]
Y cuán discernientes eran verdaderamente las palabras de Jesús a Simón considerando que
[d]espués de la dispersión ocasionada por las persecuciones en Jerusalén, Simón se retiró de forma temporal. Estaba literalmente deshecho. Habia renunciado como patriota nacionalista por deferencia a las enseñanzas de Jesús; y ahora todo estaba perdido. Estaba desesperado, pero al cabo de unos años recobró sus esperanzas y salió a proclamar el evangelio del reino. [LU 139:11.10]
Las enseñanzas de Jesús estaban siempre en armonía con su personalidad.
El Hijo del Hombre siempre fue una personalidad aplomada. Aun sus enemigos no dejaron jamás de respetarlo plenamente; aun temían su presencia. Jesús no tenía temores. Estaba sobrecargado de entusiasmo divino, pero no se volvió jamás fanático. Era emocionalmente activo, pero nunca frivolo. Era imaginativo pero siempre práctico. Se enfrentaba francamente con las realidades de la vida, pero no fue jamás torpe ni prosaico. Era valiente, pero jamás precipitado; prudente, pero nunca cobarde. Era comprensivo pero no sentimental; singular pero no excéntrico. Era piadoso pero no mojigato. Y tenía tanto aplomo porque estaba tan perfectamente unificado. La originalidad de Jesús era espontánea. No estaba vinculado por la tradición ni obstaculizado por la esclavitud de las convenciones estrechas. Hablaba con confianza indudable y enseñaba con autoridad absoluta. [LU 100:7.4]
Jesús era muy amplio en su visión. Él exhortó a sus seguidores a que prediquen el evangelio a toda persona. Él estaba libre de toda limitación mental. Su corazón compasivo abrazó a toda la humanidad, aún un universo.
Es maravilloso tener la oportunidad de aprender a discernir la voluntad del Padre Celestial a través del ejemplo de la personalidad especial de Jesús. Su ejemplo de vivir una vida humana como el hijo de un carpintero es maravilloso. En las palabras de El Libro de Urantia, sus palabras de enseñanza personal, el consuelo y el ánimo a sus apóstoles más cercanos nos conciernen también a nosotros porque nosotros, también, somos mutuamente diferentes, a pesar de ser sus seguidores y sus apóstoles.
A fin de cuentas, ¿no es cierto que cada uno de nosotros estamos deseosos de alcanzar la cumbre de la vida religiosa durante nuestra vida terrenal. A qué se parecerá mi cumbre? ¿Podría ser el alcanzar el primer círculo psíquico? ¿Qué significa eso?
El primer círculo. El Ajustador no puede ordinariamente hablar directa e inmediatamente contigo hasta que llegues al primero y final círculo de logro mortal progresivo. Este nivel representa la realización más alta posible de la relación menteAjustador en la experiencia humana previamente a la liberación del alma morontial evolutiva de las cadenas del cuerpo material. [LU 110:6.15]
Aunque la voz del Ajustador está siempre dentro de vosotros, la mayoría de vosotros rara vez la oiréis durante la vida mortal. Los seres humanos por debajo del tercero y segundo círculo de logro raramente oyen la voz directa del Ajustador excepto en los momentos de deseo supremo, en una situación suprema y después de una decisión suprema. [LU 110:7.9]
Podemos imaginarnos lo que el Ajustador diría individualmente de cada uno de nosotros. Quizás sea algo semejante al mensaje que fue una vez transmitido por el Ajustador de quien había ya a alcanzado el estado de finalista:
Entre otras cosas, el Ajustador imploró, «que me otorgue más fielmente su cooperación sincera, que tolere más alegremente las tareas de mi emplazamiento, que lleve a cabo más fielmente el programa de mi arreglo, que pase más pacientemente las pruebas de mi selección, que camine más persistente y alegremente por el camino de mi elección, que reciba más bumildemente crédito para que se acumule como resultado de mis esfuerzos incesantes». [LU 110:7.10]
Supongo que cada uno de nosotros nos beneficiaríamos de una admonición semejante. Yo he decidido relacionarme con esta admonición muy personalmente. Pienso que también representa el deseo de mi Ajustador; y es mi deseo ser fiel al mismo.
De Jesús se dijo con verdad: «Confiaba en Dios». Como hombre entre los hombres confiaba en la forma más sublime en el Padre en los cielos. Él confiaba en su Padre como un niñito confía en su padre terrenal. Su fe era perfecta, pero jamás presuntuosa. Aunque la naturaleza pareciera cruel o indiferente al bienestar del hombre en la tierra, Jesús nunca titubeó en su fe. Era inmune al desencanto e impermeable a la persecución. El fracaso aparente no le afectaba.
Él amó a los hombres como hermanos, reconociendo al mismo tiempo cómo diferían en dones innatos y calidades adquiridas. «Anduvo baciendo bienes».
Jesús era una persona particularmente alegre, pero no era un optimista ciego e irrazonable. Su constante palabra de exbortación fue: «Tened ánimo». Podía mantener esta actitud tranquila debido a su inquebrantable confian飞a en Dios y a su fe firme en el hombre. Siempre fue conmovedoramente considerado de todos los hombres, porque los amaba y creía en ellos. Pero siempre se mantuvo fiel a sus convicciones y magníficamente firme en su devoción de hacer la voluntad de su Padre. [LU 100:7.7-9]
Si vuestro sincero deseo es siempre hacer la voluntad del Padre Celestial, en ese caso es muy cierto que vosotros sois perfectos en vuestro trato y comunicación con vuestro prójimo en la misma manera como Dios mismo trataría con ellos, porque las palabras de Jesús fueron: «él que me ha visto a mí ha visto al Padre». [LU 157:6.13; LU 169:4.12; LU 180:3.9; LU 181:2.20]. La regla de oro nos recomienda: «ama a tu prójimo como a ti mismo». La implementación de esta regla ganará una dimensión de perfección si deseamos amar a nuestro prójimo como Dios los ama; la manera en que Jesús lo hizo. Sí, [él] amó a los hombres como hermanos, reconociendo al mismo tiempo cómo diferían en dones innatos y calidades adquiridas. «Anduvo baciendo bienes». [LU 100:7.8].
El Maestro siempre fue generoso. Jamás se cansó de decir: «Más bienaventurado es dar que recibir». Él dijo: «De gracia recibisteis, dad de gracia». Y sin embargo, a pesar de su generosidad sin límites, nunca fue despilfarrador ni extravagante. Enseñó que debéis creer para recibir la salvación. «Porque el que pide, recibe».
Era sincero, pero siempre gentil. Dijo él: «Si asi no fuera, yo os lo bubiera dicho». Era franco, pero siempre cordial. Hablaba libremente de su amor por el pecadory de su odio por el pecado. Pero a través de esta sinceridad sorprendente, fue infaliblemente justo. [LU 100:7.10-11]
Me gustaría citar un pasaje de El Libro de Urantia, que muchos de nosotros encontramos conmovedor. Concierne a las palabras de adiós de Jesús a los gemelos Alfeo:
«Queridos hijos míos, sois uno de los tres pares de hermanos que escogieron seguirme. Los seis babéis hecho bien en trabajar en paz con los de vuestra propia sangre, pero ninguno lo ha hecho mejor que vosotros. Se avecinan duros tiempos. Quizás no comprendáis todo lo que os sucederá a vosotros y a vuestros hermanos, pero no dudéis nunca de que un día fuisteis llamados para la obra del reino. Durante algún tiempo no babrá multitudes que dirigir, pero no os desaniméis; cuando el trabajo de vuestra vida haya terminado, os recibiré en el cielo, donde contaréis con gloria vuestra salvación a las buestes seráficas y a las multitudes de Hijos elevados de Dios. Dedicad vuestra vida a realzar las faenas vulgares. Mostrad a todos los hombres de la tierra y a los ángeles del cielo cómo un hombre mortal puede volver con alegría y coraje a sus tareas de años atrás, después de haber sido llamado para trabajar durante una temporada en el servicio especial de Dios. Si vuestro trabajo en los asuntos exteriores del reino ha terminado por ahora, deberíais regresar a vuestros quehaceres anteriores con la iluminación nueva de la experiencia de la filiación con Dios, y con la elevada comprensión de que para aquel que conoce a Dios, no existen trabajos vulgares ni faenas laicas. Para vosotros que habéis trabajado conmigo, todas las cosas se han vuelto sagradas, y toda labor terrestre se ha convertido también en un servicio para Dios Padre». [LU 181:2.19]
¡Qué obsequio celestial trae ese mensaje! Todo el que ha reconocido ser hijo de Dios puede, y es libre para, dedicar cada acción e incluso el aspecto más pequeño de su vida a Dios. Llegar a ser consciente de esta verdad es la cumbre misma de la vida religiosa; y éste es el caso con cada uno de nosotros aquí en este planeta. Y sus manifestaciones son: perfecta paz, alegría y felicidad por estar constantemente con Dios y por ser uno con todo lo que existe en él. Esta es la manera para cada uno de nosotros para estar en él —es tan sencillo como eso.
Jesús fue la personalidad humana perfectamente unificada. Y hoy, como en Galilea, sigue unificando la experiencia mortaly coordinando las empresas humanas. Unifica la vida, ennoblece el carácter y simplifica la experiencia. Entra en la mente humana para elevar, transformar y transfigurar. Es literalmente verdad: «Si un hombre tiene dentro de sí a Jesús Cristo, es él una criatura nueva; las cosas viejas pasaron; he aqui todas son bechas nuevas». [LU 100:7.18]
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