Que cada día marca una bifurcación en el camino, de alguna manera; y que para cuando llega la gran bifurcación, ya hemos tomado tantas pequeñas decisiones que no nos queda otra opción real en el giro crucial.
Que es más fácil sentir que pensar, y más fácil sentir odio que sentir amor, y más fácil actuar sobre el odio que actuar sobre el amor, y debemos resistir el camino más fácil cada centímetro del camino todos los días de nuestras vidas.
Que debemos ser firmemente resistentes a las ideas que creemos que son incorrectas, pero inmensamente tolerantes con las personas que sostienen tales ideas, nunca por un momento confundiendo a la persona con la idea, que es el pecado acosador de la intolerancia en todas sus múltiples formas.
Que cada vez que usamos a una persona para nuestro propio fin, ignorando sus necesidades, nos disminuimos más a nosotros mismos que a ella, pues la suya es una herida que puede sanar, mientras que la nuestra es una amputación que no puede volver a crecer.
Que nuestras diferencias son superficiales y nuestras similitudes profundas; y aquellos que tienen miedo de reconocer las similitudes se ven obligados a vivir y morir por las diferencias.
Que la mayor parte de lo que llamamos «amor» es una forma de vanidad, y que lo genuino (lejos de ser tan común como la hierba) es tan raro como la santidad, o el coraje, o la sabiduría, que tienen un millón de falsificaciones por cada una. verdadera manifestación.
Que aprendemos sólo lo que se vuelve parte de nosotros; el conocimiento abstracto no sólo es inútil sino peligroso hasta que lo hayamos asimilado al núcleo de nuestra personalidad.
Que la sociedad humana está confinada en un bote salvavidas, no dispersa en un trasatlántico; ya menos que a cada uno se le concedan los mismos derechos, no asumirán las mismas responsabilidades, y el bote salvavidas no tiene posibilidad de sobrevivir.
Que la «educación» no es una disciplina formal, sino una actitud, un enfoque, un apetito, un proceso continuo que debe comenzar en el ambiente del hogar para poder transmitirse con éxito al mundo exterior.
Que las dos mayores amenazas a la seguridad de la civilización provienen de los «absolutistas» que creen que saben con precisión lo que está bien y lo que está mal, y de los «relativistas» que insisten en que no existe el bien y el mal, porque cada doctrina, llevada a su extremo. en última instancia, conduce a la muerte por asfixia o por fragmentación.
Cualquier declaración general es como un cheque girado en un banco. Su valor depende de lo que haya para satisfacerlo. Ezra Pound