© 2005 Víctor Izquierdo
© 2005 Asociación Urantia de España
Introducción de Víctor Izquierdo
La edad de luz y vida es el logro evolutivo final de un mundo del tiempo y del espacio. Un mundo habitado pasa a través de sucesivas edades planetarias:
Luego el mundo se prepara para el logro evolutivo culminante, después de sucesivas misiones planetarias de los Hijos Instructores Trinitarios, con revelaciones en constante aumento de la verdad divina y la sabiduría cósmica (con la ayuda de las Brillantes Estrellas Vespertinas y de vez en cuando de los Melquisedec).
Esta era de luz y vida inaugurada por los Hijos Instructores continúa indefinidamente en los mundos habitados. Cada etapa más avanzada puede ser dividida por acción de los Hijos Magisteriales en una sucesión de dispensaciones. Sólo los planetas que logran existir en los circuitos principales del superuniverso tienen la certeza de una supervivencia continuada.
Existen 7 etapas en la evolución de la era de luz y vida; los mundos de los mortales que fusionan con el Espíritu evolucionan de forma idéntica a los de los que fusionan con el Ajustador. Las 7 etapas son:
Cualquier mundo puede lograr los valores planetarios de cualquier etapa de forma independiente del desarrollo de otros mundos o de los niveles superplanetarios.
El templo morontial: la presencia del templo morontial es el certificado de admisión en las edades de luz y vida. Los Hijos Instructores presiden el día en que el santo templo desciende a la tierra, antes de que abandonen ese mundo al fin de su misión.
Este acontecimiento se ve siempre honrado con la presencia del Hijo Paradisíaco de Efusión en dicho planeta, y marca el principio de la Era de Luz y Vida. Este Hijo proclama al Príncipe Planetario como nuevo Soberano Planetario, otorgando a este Hijo Lanonandec nuevos poderes y mayor autoridad sobre los asuntos planetarios. El Soberano del Sistema también está presente y confirma estas declaraciones (LU 45:2.2).
El templo morontial está constituido de 3 partes:
Aunque se dice que los templos morontiales descienden de los cielos, en realidad no se transporta material real desde la sede central del sistema. La maqueta de cada uno de ellos se prepara en la capital del sistema, y se procede a su construcción de acuerdo con ella.
El templo promedio tiene una capacidad de unos 300.000 asientos. No se usa para la adoración ni para la recreación ni para recibir transmisiones, sino para ceremonias especiales tales como comunicaciones con el Soberano del Sistema o con los Altísimos, ceremonias especiales de visualización de seres espirituales y contemplación cósmica silenciosa. También se usa para presenciar el traslado de los mortales vivientes a la existencia morontial.
Al estar construidos con material morontial, estos templos no se desintegran en la gloria flameante del fuego devorador que desintegra los cuerpos físicos de dichos mortales, que experimentan aquí la fusión final con sus Ajustadores divinos.
Estas llamas de traslado son casi continuas en un mundo grande y, a medida que aumenta el número de traslados, se proveen santuarios subsidiarios en diversas zonas del planeta. En los mundos no establecidos (sin templos morontiales) estas llamas de fusión ocurren en la atmósfera planetaria, en la que el cuerpo material es elevado por los seres intermedios y los controladores físicos.
La muerte física natural no es una inevitabilidad. La mayoría de los seres evolutivos avanzados de los mundos de luz y vida no mueren, son trasladados directamente desde la vida en la carne a la existencia morontial.
Esta experiencia del traslado aumenta en frecuencia proporcional al progreso evolutivo del planeta. Al principio sólo unos pocos mortales en cada edad lo logran, pero con la llegada de los Hijos Instructores, ocurren más y más fusiones con el Ajustador. Y al final de la misión de los Hijos Instructores más de una cuarta parte de estos magníficos mortales están exentos de la muerte natural.
Los observadores mortales nada pueden ver de sus allegados después del destello de fusión. Estas almas llegan directamente a la Sala de Resurrección del correspondiente mundo de capacitación morontial. Estos tránsitos son supervisados por un arcángel asignado a dicho mundo el día que se establece en luz y vida. Cuando un mundo llega a la cuarta etapa de luz y vida, más de la mitad de los mortales abandonan el planeta por traslado. La eliminación de la muerte es teóricamente posible, pero aún no ha ocurrido. Tal vez se alcance en la séptima etapa de vida planetaria establecida.
Estas almas no pasan por los mundos de estancia. Tampoco se detienen en los mundos morontiales del sistema o de la constelación. Son los únicos mortales que casi escapan del tránsito morontial desde la existencia material al estado semiespiritual.
La experiencia inicial de dichos mortales consiste en el servicio de los mundos de progresión de la sede central del universo local. A partir de estos mundos de estudio de Salvington vuelven como maestros a aquellos mismos mundos por los cuales no tuvieron que pasar, dirigiéndose posteriormente hacia el Paraíso por el camino de la ascensión mortal.
De todas formas el Universo es infalible en la aplicación de estas técnicas igualadoras, que aseguran que ningún ser ascendente sea privado de nada esencial para su experiencia de ascensión.
Durante estas edades de prosperidad creciente bajo el gobierno del Soberano Planetario hay un solo idioma, una sola religión y una sola raza. Aunque nos parezca que un mundo así es el cielo en la tierra, esta edad no es perfecta.
Las actividades públicas se financian mediante la técnica del diezmo. Todo trabajador adulto aporta el 10% de sus ingresos:
Los recursos naturales son posesiones sociales (propiedad comunitaria). La mayoría de las posiciones sociales y administrativas son ocupadas conjuntamente por hombres y mujeres, así como la enseñanza y los fideicomisos judiciales están en manos de parejas asociadas. El período de procreación no se prolonga mucho, no hay mucha diferencia de edad entre hermanos. Pero a pesar de todo la abundancia de mal (real y potencial) es un estímulo para la selección entre la verdad y el error, el bien y el mal, el pecado y la rectitud.
Los seres ascendentes, antes de llegar al sector menor, están destinados a recibir alguna asignación transitoria a un planeta que esté pasando por las etapas más primitivas de la evolución.
Cada una de estas edades sucesivas representan logros en avance en todas las fases del progreso planetario. Un planeta del tamaño de Urantia tendría 100 centros subadministrativos, presididos por uno de los siguientes grupos:
En Urantia tenemos la dificultad de nuestros problemas de enfermedad, degeneración, guerra, razas multicolores y multilingüismo. Aunque el hecho de que haya más de una raza no impide el logro de etapas más elevadas.
El Cuerpo Voluntario de la Finalidad lo forman mortales ascendentes que han logrado el Paraíso y regresan para ayudar a sus hermanos en la carne. Estos finalistas actúan en cooperación con los Hijos Instructores Trinitarios, pero no comienzan su verdadera participación en los asuntos mundiales hasta que no aparece en la tierra el templo morontial.
Cuando se inaugura formalmente el ministerio del Cuerpo de la Finalidad, la mayoría de las huestes celestiales se retiran, pero los Guardianes Seráficos del Destino continúan con su ministerio personal. Van llegando en aumento para que grupos cada vez más grandes de seres humanos alcancen el tercer círculo cósmico de logro coordinado mortal durante el período de vida planetaria. Éste es el primero de los sucesivos ajustes administrativos que acompañan la evolución de las sucesivas edades de logro cada vez más brillante en los mundos habitados para que pasen de la primera a la séptima etapa de existencia establecida.
Los habitantes de Urantia difícilmente podemos concebir la perfección física, el logro intelectual y el desarrollo espiritual que caracterizan estas épocas avanzadas de evolución en un planeta sin pecado. Estas épocas representan la cumbre del desarrollo material evolutivo. Ha desaparecido la pobreza y las fricciones de las eras primitivas anteriores. La pobreza y la desigualdad social casi han desaparecido; la degeneración no existe. La locura ha dejado de existir y la debilidad mental es una rareza. La vida económica se ha vuelto ética. La guerra es historia y no existen ejércitos ni fuerzas de policía. El gobierno está desapareciendo gradualmente.
El autocontrol está volviendo obsoleta la promulgación humana de leyes. El grado de gobierno es inversamente proporcional a la moral y espiritualidad de la ciudadanía. Las escuelas han mejorado considerablemente y están dedicadas a la capacitación de la mente y la expansión del alma.
Cuando Eduardo me pidió que introdujera el presente documento 55 del LU me sentí muy incómodo. ¿Por qué? Porque, si estudiamos dicho documento, comprobamos que es muy difícil de resumir, de hacer un esquema de trabajo que ayude a introducir el debate. Pero está claro que no estaba enfocando claramente este documento.
El objeto de dicho documento es la evolución de un planeta hasta convertirse en una esfera de LUZ y VIDA.
Si partimos de lo que conocemos, el ser humano y su mundo, nos hallamos ante una contradicción flagrante y un misterio insondable.
¿Qué es el ser humano? Según sus manifestaciones cotidianas, hay quien lo puede considerar un ser intermedio entre el ángel y la bestia. Y ésa es la maravilla del Libro de Urantia, que nos hace cuestionarnos la naturaleza del ser humano y el planeta en que habita. Y de las posibilidades de su evolución.
Por la lectura de los documentos y el estudio de la Historia nada parece indicar que entre la lucha diaria e interna del Hombre y su sociedad pudiera triunfar el Bien sobre el Mal. Sin embargo, a pesar de la capacidad autodestructora, el planeta y la sociedad subsisten, y en ciertas zonas del planeta se ve la capacidad evolutiva del mortal humano y su sociedad, que a su vez da muestras individuales de una calidad impresionante. Lo cual es una demostración que entre la lucha del Bien y el Mal sigue triunfando el Bien. Es decir, hay más abundancia de Bien. Para los pesimistas natos es una demostración innegable.
A partir de aquí todo es posible en nuestro planeta. Y la evolución utópica que nos presenta el documento 55 del LU es totalmente posible.
Indudablemente, simplemente debido a la evolución demográfica del planeta, si queremos sobrevivir no vamos a tener más remedio que cambiar los esquemas de desarrollo de la sociedad humana.
Es imposible en un planeta superpoblado continuar con el desarrollo indefinido sin límites a que nos conducen las ideologías dominantes. Lo cual nos obligará a cambiar todos los esquemas de conductas actualmente imperantes. Y, como siempre nos ha pasado, no tendremos otra salida que hacer de la necesidad virtud.
La simple observación de nuestra realidad nos manifiesta la fragilidad extrema y galopante de nuestra sociedad a todos los niveles. Una probable crisis económica destruiría todos los esquemas imperantes y haría necesaria la búsqueda de otros valores que permitan la construcción de otro posible desarrollo sostenible para los miles de millones de habitante que previsiblemente pueblan nuestro planeta en fechas no muy lejanas.
Quisiera hacer de las presentes reflexiones de un prejubilado insomne una introducción al debate de dicho documento.
Los mortales de estas esferas tienen la ventaja de seguir una formación en sus mundos que equivaldría a la formación impartida en los mundos morontiales. Este documento nos enseña que la utopía no sólo es posible, sino también el destino de todos los planetas. Por ello es un documento muy esperanzador. Una de las características destacables de estos mundos es que tienen una ética mundial que además va de la mano con la economía.
Analizando cuál es la situación de nuestro mundo vemos que los problemas se están globalizando cada vez más. Los países ya no funcionan aisladamente sino que interactúan entre sí; la economía global es un hecho. De momento estamos empezando a decir: «éste es mi vecino», o «éste es mi amigo», lo cual ya es un buen paso hacia la fraternidad de los hombres. Mientras ésta no sea un hecho en nuestra vida cotidiana y en la economía mundial, seguiremos considerando a nuestros semejantes como competidores. Hay que asumir la fraternidad como un concepto social.
Este documento nos da una lección de política para el futuro. Con el concepto ateo de la sociedad que actualmente prevalece, tendremos que hacer el recorrido hacia la luz y vida desde la necesidad, cosa que no sucedería si partiéramos del concepto religioso de la fraternidad de los hombres; en este último caso los conceptos sociales y políticos de índole fraternal aparecerían de forma natural.
Hemos entendido equivocadamente el concepto de religión. No debemos confundir a ésta con las instituciones religiosas o con las religiones monoteístas. El mensaje de Jesús no se está entendiendo, ni se está aplicando más allá de un diez por ciento. Como citó uno de los asistentes, «La Iglesia ha metido a Cristo dentro de un castillo donde no entra ni Dios».
Tal y como nos dice el Libro, la verdadera religión es una manera de vivir. La muestra nos la dieron los primeros cristianos. La transformación del mundo tiene que venir por la transformación del individuo a través de la religión como experiencia personal.