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¿Jesús realmente necesitaba ser crucificado? | Volumen 12 - No. 2 — Índice | El papel relativo de los milagros, la resurrección y el perdón de los pecados en la rápida expansión del cristianismo |
Cuando el Hijo del Hombre haya terminado su obra en la Tierra, el Espíritu viviente de la Verdad será derramado sobre todo el género humano. Los que reciban este espíritu no conocerán nunca la sed espiritual." (LU 162:6.1)
Y cuando el Padre lo apruebe, derramaré el Espíritu de la Verdad sobre todo el género humano. El espíritu de mi Padre ya está en vuestro corazón, y cuando llegue ese día, también me tendréis con vosotros como ahora tenéis al Padre. Este nuevo don es el espíritu de la verdad viviente. Los incrédulos no escucharán al principio las enseñanzas de este espíritu, pero todos los hijos de la luz lo recibirán con placer y de todo corazón. Cuando llegue este espíritu, lo conoceréis como me habéis conocido a mí, recibiréis este don en vuestro corazón, y él permanecerá con vosotros. Podéis percibir que no os voy a dejar sin ayuda ni guía. No voy a dejaros abandonados. Actualmente sólo puedo estar con vosotros en persona. En los tiempos venideros estaré con vosotros y con todos los demás hombres que deseen mi presencia, dondequiera que estéis, y con cada uno de vosotros al mismo tiempo. ¿No discernís que es mejor que me vaya, que os deje físicamente, para poder estar mejor y más plenamente con vosotros en espíritu? (LU 180:4.1)
El amor, el altruismo, debe sufrir una interpretación readaptativa constante y viviente de las relaciones de acuerdo con las directrices del Espíritu de la Verdad. El amor debe captar así los conceptos ampliados y siempre cambiantes del bien cósmico más elevado para la persona que es amada. Luego, el amor continúa adoptando esta misma actitud hacia todas las demás personas que quizás pudieran ser influidas por las relaciones crecientes y vivientes del amor que un mortal conducido por el espíritu siente por otros ciudadanos del universo. Toda esta adaptación viviente del amor debe efectuarse a la luz del entorno de mal presente y de la meta eterna de la perfección del destino divino. (LU 180:5.10)
Y así debemos reconocer claramente que ni la regla de oro ni la enseñanza de la no resistencia pueden entenderse correctamente como dogmas o preceptos. Sólo pueden ser comprendidos viviéndolos, realizando sus significados en la interpretación viva del Espíritu de la Verdad, que dirige el contacto amoroso de un ser humano con otro.
«Aún tengo que deciros muchas cosas, pero ahora no podéis soportar más. Sin embargo, cuando llegue el Espíritu de la Verdad, os guiará finalmente a toda la verdad a medida que paséis por las muchas moradas del universo de mi Padre».
«Este espíritu no hablará de sí mismo, pero os proclamará lo que el Padre le ha revelado al Hijo, e incluso os mostrará cosas por venir; me glorificará como yo he glorificado a mi Padre. Este espíritu sale de mí y os revelará mi verdad. Todo lo que el Padre posee en este dominio ahora es mío; por eso os he dicho que este nuevo instructor tomará lo que es mío y os lo revelará». (LU 180:6.3-4)
«El Padre me ha enviado a este mundo, pero sólo unos pocos de vosotros habéis elegido recibirme plenamente. Derramaré mi espíritu sobre todo el género humano, pero no todos los hombres escogerán recibir a este nuevo instructor como guía y consejero del alma. Pero todos los que lo reciban serán iluminados, purificados y confortados. Y este Espíritu de la Verdad se transformará en ellos en una fuente de agua viva que brotará hasta en la vida eterna». (LU 181:1.4)
«Si te dejas enseñar por el Espíritu de la Verdad, nunca habrá conflicto entre las exigencias de la ciudadanía en la Tierra y las de la filiación en el cielo, a menos que los gobernantes temporales se atrevan a exigirte el homenaje y la adoración que sólo pertenecen a Dios». (LU 181:2.10)
«Entonces el Espíritu de la Verdad os conducirá por ahí a cada uno de vosotros en el trabajo de expansión del reino. Se han producido en ti muchos cambios desde aquel día … en que empezaste a seguirme por primera vez; pero deberán producirse muchos más antes de que puedas tener la visión de una fraternidad en la cual los gentiles se sentarán con los judíos en una asociación fraternal. Pero continúa con tu impulso de atraer a tus hermanos judíos hasta que estés plenamente satisfecho, y luego dirígete con energía hacia los gentiles». (LU 181:2.13)
«Os he enseñado muchas cosas por medio de la palabra, y he vivido mi vida entre vosotros. He hecho todo lo que se puede hacer por iluminar vuestra mente y liberar vuestra alma, y lo que no habéis sido capaces de obtener de mis enseñanzas y de mi vida, ahora tenéis que prepararos para adquirirlo de la mano del maestro de todos los instructores: la experiencia real. En todas esas nuevas experiencias que ahora te esperan, iré delante de ti y el Espíritu de la Verdad estará contigo. No temas; cuando el nuevo instructor haya llegado, lo que ahora no logras comprender te lo revelará durante el resto de tu vida en la Tierra y a lo largo de toda tu formación durante las eras eternas». (LU 181:2.24)
Alrededor de la una, mientras los ciento veinte creyentes estaban orando, todos se dieron cuenta de una extraña presencia en la sala. Al mismo tiempo, todos estos discípulos se volvieron conscientes de un nuevo y profundo sentimiento de alegría, de seguridad y de confianza espirituales. Esta nueva conciencia de fuerza espiritual fue seguida de inmediato por un poderoso impulso a salir y proclamar públicamente el evangelio del reino y la buena nueva de que Jesús había resucitado de entre los muertos.
Pedro se puso de pie y declaró que esto debía ser la llegada del Espíritu de la Verdad que el Maestro les había prometido, y propuso que fueran al templo para empezar a proclamar la buena nueva que les había sido confiada. Y todos hicieron lo que Pedro había sugerido. (LU 194:0.1-2)
**El Espíritu de la Verdad, que está destinado a vivir en el hombre y a exponer de nuevo el mensaje de Jesús para cada nueva generación. Así, cada nuevo grupo de mortales que aparezca sobre la faz de la Tierra tendrá una versión nueva y actualizada del evangelio, precisamente esa iluminación personal y esa guía colectiva que resultará ser una solución eficaz para las dificultades espirituales, siempre nuevas y variadas, del hombre. (LU 194:2.1)
La primera misión de este espíritu es, por supuesto, fomentar y personalizar la verdad, porque la comprensión de la verdad es lo que constituye la forma más elevada de libertad humana. A continuación, la finalidad de este espíritu es destruir el sentimiento de orfandad del creyente. Como Jesús había estado entre los hombres, todos los creyentes experimentarían un sentimiento de soledad si el Espíritu de la Verdad no hubiera venido a residir en el corazón de los hombres. (LU 194:2.2)
Esta donación del espíritu del Hijo preparó eficazmente la mente de todos los hombres normales para la donación universal posterior del espíritu del Padre (el Ajustador) a toda la humanidad. En cierto sentido, este Espíritu de la Verdad es el espíritu tanto del Padre Universal como del Hijo Creador. (LU 194:2.3)
No cometáis el error de esperar que llegaréis a tener una fuerte conciencia intelectual del Espíritu de la Verdad derramado. El espíritu nunca crea una conciencia de sí mismo, sino sólo una conciencia de Miguel, el Hijo. Desde el principio, Jesús enseñó que el espíritu no hablaría de sí mismo. Por consiguiente, la prueba de vuestra comunión con el Espíritu de la Verdad no se puede encontrar en vuestra conciencia de este espíritu, sino más bien en vuestra experiencia de una elevada comunión con Miguel. (LU 194:2.4)
El espíritu vino también para ayudar a los hombres a recordar y a comprender las palabras del Maestro, así como para iluminar y reinterpretar su vida en la Tierra. (LU 194:2.5)
A continuación, el Espíritu de la Verdad vino para ayudar al creyente a atestiguar las realidades de las enseñanzas de Jesús y de su vida tal como la vivió en la carne, y tal como la vive ahora de nuevo una y otra vez en el creyente individual de cada generación sucesiva de hijos de Dios llenos de espíritu. (LU 194:2.6)
Así pues, parece ser que el Espíritu de la Verdad viene para conducir realmente a todos los creyentes a toda la verdad, al conocimiento en expansión de la experiencia de la conciencia espiritual, viviente y creciente, de la realidad de la filiación eterna y ascendente con Dios. (LU 194:2.7)
No paséis por alto el hecho de que el Espíritu de la Verdad fue otorgado a todos los creyentes sinceros; este don del espíritu no vino solamente a los apóstoles. Los ciento veinte hombres y mujeres congregados en la habitación de arriba recibieron todos el nuevo instructor, así como todos los honrados de corazón del mundo entero. Este nuevo instructor fue otorgado a la humanidad, y cada alma lo recibió según su amor por la verdad y su capacidad para captar y comprender las realidades espirituales. Por fin, la verdadera religión se libera de la custodia de los sacerdotes y de todas las clases sagradas, y encuentra su manifestación real en el alma individual de los hombres. (LU 194:3.6)
La llegada del Espíritu de la Verdad en Pentecostés hizo posible una religión que no es ni radical ni conservadora; no es ni antigua ni nueva; no debe estar dominada ni por los viejos ni por los jóvenes. El hecho de la vida terrenal de Jesús proporciona un punto fijo para el ancla del tiempo, mientras que la donación del Espíritu de la Verdad asegura la expansión perpetua y el crecimiento sin fin de la religión que Jesús vivió y del evangelio que proclamó. El espíritu conduce a toda la verdad; enseña la expansión y el constante crecimiento de una religión de progreso sin fin y de descubrimiento divino. Este nuevo instructor estará revelando siempre al creyente que busca la verdad aquello que estaba tan divinamente contenido en la persona y en la naturaleza del Hijo del Hombre. (LU 194:3.8)
La donación del Espíritu de la Verdad fue independiente de todas las formalidades, ceremonias, lugares sagrados y comportamiento especial de aquellos que recibieron la plenitud de su manifestación. (LU 194:3.10)
La llegada del Espíritu de la Verdad purifica el corazón humano y conduce a la persona que lo recibe a formular un proyecto de vida dedicado a la voluntad de Dios y al bienestar de los hombres. El espíritu de egoísmo material ha sido absorbido en esta nueva donación espiritual de altruismo. Pentecostés, en aquel entonces como ahora, significa que el Jesús histórico se ha convertido en el Hijo divino de la experiencia viviente. Cuando la alegría de este espíritu derramado se experimenta conscientemente en la vida humana, es un tónico para la salud, un estímulo para la mente y una energía inagotable para el alma. (LU 194:3.19)
Durante casi 2000 años, solo un puñado de individuos aislados ha utilizado el potencial disponible con el Espíritu de la Verdad para avanzar aún más el reino de los cielos en la tierra. En cambio, la mayoría de los cristianos se han aferrado al dogma de que el propósito principal de la crucifixión de Jesús fue un sacrificio de sangre ofrecido a Dios por el perdón de sus pecados.
Esto a pesar de la falta de lógica de un Dios a quien reconocemos como el epítome del amor y la compasión perfectos; sin embargo, es el mismo Dios que exige la muerte cruel por crucifixión de su Hijo antes de perdonar a sus ignorantes hijos terrenales por sus pecados, la mayoría de los cuales son de naturaleza relativamente trivial.
A juzgar por los registros del Nuevo Testamento acerca de los apóstoles, hasta el día de Pentecostés cuando recibieron el Espíritu de la Verdad, eran un grupo muy común de personas. Pero a partir de ese día sufrieron una metamorfosis. El registro de sus notables logros fue registrado por Lucas en el Libro de los Hechos. Sin su heroísmo, lo más probable es que en el siglo XXI nunca hubiéramos oído hablar del Espíritu de la Verdad de Jesús, y posiblemente ni siquiera de Jesús.
En 1955, la publicación de Urantia Revelation cambió todo eso. Una vez más la humanidad se hizo consciente del potencial del Espíritu de la Verdad:
«para enseñarnos a funcionar para demostrar el logro de Dios buscando al hombre y encontrándolo y el fenómeno del hombre buscando a Dios y encontrándolo». (LU 120:2.8)
«para que reconozcamos que ni la regla de oro ni la enseñanza de la no resistencia pueden jamás entenderse correctamente como dogmas o preceptos. Sólo pueden ser comprendidos viviéndolos». (LU 180:5.9)
«para vivir en nuestras almas, guiar nuestros espíritus a la verdad e iluminar la diferencia entre el pecado y la justicia». (LU 180:6.2)
«fomentar nuestra conciencia de que el propósito principal de vivir es hacer la voluntad del Padre». (LU 180:6.1)
«hacer que el Hijo del Hombre se convierta en una encarnación espiritual en las almas de los verdaderos creyentes». (LU 181:1.1)
«para enseñarnos a vivir de acuerdo con el espíritu de las enseñanzas de Jesús» (LU 181:1.3)
«declarar, »No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (LU 181:1.9)
«para hacernos conscientes de que nuestras carreras en el tiempo y la eternidad están seguras y totalmente bajo el cuidado de un Padre espiritual omnisapiente, amoroso y poderoso». (LU 181:1.10)
«para ayudarnos a trabajar por la extensión del reino». (LU 181:2.13)
«para enseñarnos el equilibrio de la compasión y la tolerancia comprensiva». (LU 181:2.15)
«para inspirarnos a dedicar nuestras vidas a la causa de llevar a la humanidad a buscar a Dios y buscar las realidades eternas con el ojo de la fe espiritual, no con los ojos de la mente material». (LU 181:2.20)
"para enseñarnos que la expresión de incluso un buen pensamiento debe modularse de acuerdo con el estado intelectual y el desarrollo espiritual del oyente. (LU 181:2.21)
«para recordarnos que todas las cosas obran juntas para la gloria de Dios y la salvación de la humanidad». (LU 182:2.1)
«personalizar la verdad porque es la comprensión de la verdad lo que constituye la forma más elevada de la libertad humana». (LU 194:2.2)
«para dar testimonio de las realidades de las enseñanzas de Jesús y de su vida tal como la vivió en la carne». (LU 194:2.6)
«fomentar nuestro amor por la verdad y nuestra capacidad de captar y comprender las realidades espirituales». (LU 194:3.6)
«para purificar nuestros corazones y llevarnos a formular un propósito de vida único a la voluntad de Dios y al bienestar de toda la humanidad». (LU 194:3.19)
Sin embargo, ten cuidado de no cometer el error de esperar volverte intelectualmente consciente del derramamiento del Espíritu de la Verdad. El Espíritu nunca crea una conciencia de sí mismo, sólo una conciencia de Jesús-Miguel, el Hijo. Desde el principio Jesús enseñó que el Espíritu no hablaría de sí mismo. La prueba, por lo tanto, de tu comunión con el Espíritu de la Verdad no se encuentra en tu conciencia de este Espíritu, sino en tu experiencia de una mayor comunión con Jesús-Miguel. (LU 194:2.4)
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