© 1959 William S. Sadler
© 1961 Fundación Urantia
Jesús explicó claramente a sus apóstoles la diferencia entre el arrepentimiento mediante las supuestas buenas obras, como enseñaban los judíos, y el cambio mental por la fe —el nuevo nacimiento— que él exigía como precio de admisión en el reino. LU 138:8.8
Es verdad que los hombres son malos por naturaleza, pero no necesariamente pecadores. El nuevo nacimiento —el bautismo del espíritu— es esencial para liberarse del mal y necesario para entrar en el reino de los cielos, … LU 148:4.8
La naturaleza es, en un sentido limitado, la constitución física de Dios. LU 4:2.1
Por eso la naturaleza, tal como la comprende el hombre mortal, presenta la base subyacente y el trasfondo fundamental de una Deidad invariable y de sus leyes inmutables, las cuales son modificadas, fluctúan y experimentan trastornos debido al funcionamiento de los planes, los objetivos, las configuraciones y las condiciones locales que las fuerzas y las personalidades del universo local, de la constelación, del sistema y del planeta han introducido y están llevando a cabo. LU 4:2.2
La naturaleza es la resultante espacio-temporal de dos factores cósmicos: en primer lugar, la inmutabilidad, la perfección y la rectitud de la Deidad del Paraíso, y en segundo lugar, los planes experimentales, los desatinos de ejecución, los errores insurreccionales, el desarrollo incompleto y la sabiduría imperfecta de las criaturas extraparadisiacas, desde las más elevadas hasta las más humildes.
La naturaleza contiene por tanto un hilo de perfección uniforme, invariable, majestuoso y maravilloso que proviene del círculo de la eternidad; pero en cada universo, en cada planeta y en cada vida individual, esta naturaleza se encuentra modificada, atenuada y quizás desfigurada debido a los actos, los errores y las deslealtades de las criaturas de los sistemas y de los universos evolutivos; por eso la naturaleza ha de estar siempre de humor cambiante, además de ser caprichosa, aunque en el fondo sea estable, y varíe de acuerdo con los procedimientos operativos de un universo local. LU 4:2.3
La naturaleza es la perfección del Paraíso, dividida por el estado incompleto, el mal y el pecado de los universos inacabados. Este cociente expresa así a la vez lo perfecto y lo parcial, lo eterno y lo temporal. La evolución contínua modifica la naturaleza mediante el aumento del contenido de la perfección paradisiaca y la disminución del contenido del mal, del error y de la falta de armonía de la realidad relativa.
Dios no está personalmente presente ni en la naturaleza ni en ninguna de las fuerzas de la naturaleza, porque el fenómeno de la naturaleza es la superposición de las imperfecciones de la evolución progresiva y, a veces, de las consecuencias de una rebelión insurreccional, sobre los fundamentos paradisiacos de la ley universal de Dios. Tal como aparece en un mundo como Urantia, la naturaleza no puede ser nunca la expresión adecuada, la verdadera representación, el fiel retrato, de un Dios omnisapiente e infinito.
En vuestro mundo, la naturaleza representa las leyes de la perfección, atenuadas por los planes evolutivos del universo local. ¡Qué parodia adorar la naturaleza porque esté impregnada de Dios en un sentido limitado y restringido; porque sea una fase del poder universal y, por lo tanto, del poder divino! La naturaleza es también una manifestación de los procesos inacabados, incompletos e imperfectos del desarrollo, del crecimiento y del progreso de un experimento universal en la evolución cósmica.
Los defectos aparentes del mundo natural no indican ningún defecto correspondiente de ese tipo en el carácter de Dios. LU 4:2.4-7
No, la naturaleza no es Dios. La naturaleza no es un objeto de adoración. LU 4:2.8
La naturaleza animal —la tendencia a la maldad— puede ser hereditaria, pero el pecado no se transmite de padres a hijos. LU 188:4.5
Estos círculos psíquicos de progresión mortal quizás deberían denominarse mejor niveles cósmicos —unos niveles donde se captan realmente los significados y se comprenden los valores del acercamiento progresivo a la conciencia morontial de la relación inicial entre el alma evolutiva y el Ser Supremo emergente. Esta misma relación es la que hace imposible para siempre explicar plenamente el significado de los círculos cósmicos a la mente material. La conquista de estos círculos sólo tiene una relación relativa con la conciencia de Dios. Una persona que se encuentra en el séptimo o sexto círculo puede conocer a Dios —ser consciente de su filiación— casi tan bien como aquella que esté en el segundo o el primer círculo, pero estos seres de los círculos inferiores son mucho menos conscientes de su relación experiencial con el Ser Supremo, de su ciudadanía universal. La conquista de estos círculos cósmicos formará parte de la experiencia de los ascendentes en los mundos de las mansiones, si no han logrado alcanzarlos antes de la muerte natural. LU 110:6.16
El nivel finito de la realidad está caracterizado por la vida de las criaturas y las limitaciones del espacio-tiempo. Las realidades finitas pueden no tener un final, pero siempre tienen un principio —son creadas. El nivel de Deidad de la Supremacía se puede concebir como una actividad relacionada con las existencias finitas. LU 0:1.11
Cuando dijo: «No resistáis al mal», explicó más adelante que no quería decir que excusara el pecado o que aconsejara fraternizar con la iniquidad. Intentaba más bien enseñar a perdonar, a «no resistirse a los malos tratos contra nuestra personalidad, al perjuicio dañino contra nuestros sentimientos de dignidad personal». LU 141:3.8