Autor: William S. Sadler, Jr.
Comenzamos nuestro estudio de la antítesis final, y por primera vez nos faltan ciertas herramientas familiares que han sido muy útiles en el pasado. Hemos ido más allá de los confines del nivel espacial más exterior y más allá de los tiempos de la Sexta Era del Universo. No hay Arquitectos del Universo Maestro que sirvan como guías a nuestro pensamiento respecto a lo que está fuera del universo maestro. Una vez más, debemos idear términos con los que manejar esos tiempos y lugares tan alejados del Aquí y Ahora.
Los acontecimientos que tuvieron lugar tras la aparición en la eternidad de la creación central se denominan «pos-Havona». Del mismo modo, hemos designado los acontecimientos que siguen a la terminación del gran universo y a la emergencia del Ser Supremo como «pos-Supremo». Ahora que estamos tratando con eventos del universo pos-maestro (esas transacciones que tienen lugar después de la emergencia final de Dios Último), sería apropiado designarlos como «pos-Último».
Hemos observado que las eras universales difieren cuantitativamente; parecen ser más largas a medida que las seguimos secuencialmente desde la Segunda hasta la Sexta Era. Algunas de ellas difieren también cualitativamente; la Segunda Era es diferente y única respecto a las siguientes, es la era del crecimiento del Supremo. Las cuatro eras de los niveles del espacio exterior son cualitativamente parecidas; las hemos llamado eras pos-Supremo. Son las eras posteriores a la emergencia del Supremo, las eras del crecimiento experiencial del Último. Ahora, en la Era pos-Último, hemos llegado a una nueva era cualitativamente diferente a todas las anteriores. Supongamos que hacemos un inventario sobre cómo difiere de las eras pos-Supremo: (Apéndice XX., § 1.)
Hay otra manera en la que la Era pos-Último diferirá de las demás eras universales: aparentemente no tiene fin en el tiempo. Quizá podamos pensar en ella como la Era Final. A este respecto es como la Primera Era: ambas son eternas. La Primera Era no tiene comienzo en el tiempo, aunque acaba en el tiempo; la Era Final no tiene fin en el tiempo, aunque comienza en el tiempo.
Las épocas pos-Último. Una era eterna no tiene que ser necesariamente un «borrón gris» de tiempo monótono, eterno y sin interrupciones (¡algo que simplemente transcurre todo el tiempo!) Creemos que es probable que la Era Final tenga muchas épocas que presentarán metas sucesivas y realmente alcanzables, pero cada una de estas metas alcanzables se desarrollará para revelar una nueva meta más lejana que alcanzar.
Las siete épocas planetarias de los mortales son las divisiones principales de la historia de un mundo habitado. La séptima época se llama «la era de luz y vida», que aparentemente transcurre todo el tiempo. Pero cuando los Documentos examinan con detalle esta época final, descubrimos que está dividida en siete etapas: las siete etapas de avance progresivo en la era de luz y vida. Aventuramos que un estudio más detallado de la séptima etapa de luz y vida revelará que también tiene subdivisiones; quizá también esté dividida en siete unidades, siete subetapas de crecimiento progresivo.
Así es como visualizamos la era pos-Último: es un periodo de épocas en desarrollo, cada una de las cuales se originará y terminará, comenzará y acabará; todas excepto la última de una serie dada. Esta época final introducirá una nueva serie de etapas de crecimiento, que indicará un nuevo horizonte más amplio de consecución de metas. (Vean el Apéndice XX., § 4.)
Los Documentos nos dicen que cuando los mortales ascendentes (en la Segunda Era) pasan por el sueño del tránsito final, entre el circuito interior de Havona y la Isla del Paraíso, se convierten en «hijos de la eternidad». Entonces ya no son criaturas del tiempo. Esto parece una introducción razonable a la calidad de la eternidad, pero difícilmente es una base adecuada para comprender la cantidad de la eternidad.
Sugerimos que la sensación de cantidad de eternidad podría crecer como un lento proceso evolutivo en la conciencia de los mortales, ascendentes y finalitarios. Creemos que este proceso comienza aquí y ahora. Consideremos la siguiente línea de razonamiento:
El tiempo objetivo (el tiempo del reloj) es una cosa; fluye, sesenta segundos hacen un minuto, sesenta minutos una hora, un día tras otro; nunca cambia. El tiempo subjetivo (el tiempo en nuestra conciencia) es algo muy diferente; este tipo de tiempo es una variable, no una constante. Cuando nos aburrimos, el tiempo se arrastra; cuando experimentamos placer, el tiempo se acelera, pasa rápidamente.
El tiempo subjetivo varía del día a día, dependiendo de lo que estemos haciendo y cómo nos sintamos; pero también muestra una tendencia a largo plazo: transcurre más rápido cuanto más tiempo vivimos. Esto es porque interpretamos el tiempo subjetivo. Lo evaluamos. «Sentimos» este tipo de tiempo, y lo sentimos en términos de cuánto tiempo hemos vivido. También lo sentimos en términos de lo lejos que podemos mirar hacia delante, hacia el futuro. Cuando un ser humano ha vivido cuarenta años o más, puede volver al pasado al menos treinta años de recuerdos y sentimientos. Esto le capacita para considerar una cantidad igual de tiempo futuro: tiene una «sensación» de futuro de unos treinta años. Esto debería darle una base temporal de sesenta años con la que evaluar el paso del momento presente: treinta años hacia atrás, más treinta años hacia delante.
Desde este punto de vista, nuestra habilidad para comprender el tiempo y de tratar con él está creciendo al doble de velocidad del paso real del tiempo (el paso del tiempo del reloj) Esto se refleja en el cambio a largo plazo en nuestra «sensación» del tiempo (el tiempo en nuestra conciencia); este tipo de tiempo parece ir más rápido a medida que nos hacemos mayores. Unas vacaciones de verano son una «pequeña rodaja de eternidad» para un niño de diez años; tres meses es un tiempo bastante corto para una persona de cuarenta.
Todos hemos tenido esta experiencia, no hay nada nuevo en esto. Lo que nos puede sorprender, más adelante, es el aumento al doble de la velocidad de cambio tras la fusión con el Ajustador. Se nos informa de que, entre otras cosas, el Ajustador contribuye a la asociación con algo que se llama experiencia y memoria de la eternidad pasada. Con esto en mente, consideremos a un ascendente que acaba de fusionarse con su Ajustador. De repente se abre en su conciencia toda la memoria interminable de eternidad y experiencia total pasada. ¿Qué puede hacer con ella? Creemos que podrá absorber solo lo que sea capaz de absorber. En otras palabras: ¿cuánto puede comprender? ¿Cuánto tiempo ha experimentado conscientemente? Si está en los mundos de las mansiones y tiene mil años de edad, entonces debería poder comprender mil años más de experiencia y memoria de la eternidad pasada del Ajustador. Si puede hacerlo, entonces puede llegar hasta dos mil años atrás en el pasado. Esto debería darle una sensación de una cantidad igual de tiempo futuro (dos mil años) Ahora tiene una base temporal de cuatro mil años con la que manejar el tiempo: dos mil años del pasado, más dos mil años del futuro. Pero este ascendente ha vivido conscientemente durante solo mil años. Esto significa que su sensación del tiempo, su capacidad de evaluar el presente en términos de combinación de pasado y futuro, está creciendo a cuatro veces la velocidad del paso real del tiempo.
Proponemos la teoría de que las criaturas finitas están ligadas completamente al tiempo solo hasta el punto de estar completamente encerradas en el momento presente. Comenzamos a escapar de las limitaciones del tiempo a medida que podemos asociar el momento presente con más pasado y futuro; a medida que extraemos experiencias del pasado; a medida que prevemos las consecuencias de la conducta en el futuro; y a medida que combinamos estas estimaciones del pasado y el futuro en la sabiduría, sabiduría que se ejerce en la toma de decisiones que llevan a la acción en el «presente» del tiempo. Si hay algún mérito en esta línea de razonamiento entonces nosotros, como seres humanos, estamos escapando del tiempo a una velocidad dos veces mayor que el paso del tiempo. Como ascendentes fusionados con el Ajustador, nuestra velocidad de escape podría doblarse; podría ser cuatro veces más rápida que el paso del tiempo.
Cuando tengamos un millón de años de edad, deberíamos tener una base temporal (una comprensión del pasado y del futuro) de cuatro millones de años. Cuando tengamos un billón de años de edad (la misma edad que la nebulosa de Andronover, que dio origen a nuestro sol), tendremos una base temporal de cuatro billones de años. Cuando entremos en la Era pos-Último, podríamos ser cinco billones de veces más viejos que Andronover (cinco billones de billones de años) Entonces deberíamos tener una comprensión del tiempo cuatro veces mayor. Esta es la edad que hemos calculado para todo el universo maestro (cinco billones de billones de años) y, cuando la hayamos vivido, deberíamos poder comprender algo que dure cuatro veces más.
Si podemos aumentar nuestra comprensión del tiempo con una velocidad cuatro veces mayor que su transcurso real entonces, dado un tiempo lo bastante largo, incluso la cantidad de eternidad se vuelve parcialmente comprensible; al menos será mucho menos extraordinaria. (Vean el Apéndice XX., § 3.)
El crecimiento experiencial más allá del nivel último de la realidad es un avance real, pues concierne a todos los límites de crecimiento precedentes. Esta sería también la tercera vez que esos límites de crecimiento se han trascendido. Cada uno de esos episodios ha sido causado porque Dios ha sustraído algo de las condiciones preexistentes. Volvamos y reexaminemos las tres instancias en las que Dios ha desafiado la creación existente mediante el establecimiento de una nueva necesidad en un nuevo dominio experiencial:
En cada instancia de la trascendencia de los viejos límites, el proceso comienza cuando Dios desafía a los ciudadanos de un universo nuclear. La trascendencia de los viejos límites se consigue cuando los ciudadanos del núcleo responden al reto con su ministerio-servicio de éxito en los nuevos reinos citoplasmáticos externos. (Vean el Apéndice XXI., § 4.)
¿Cuáles son las perspectivas de los finalitarios en la era pos-Último, la era en la que todo crecimiento finito y todo crecimiento absonito han terminado y acabado? Los mortales finalitarios han recorrido un largo camino desde la ascensión al Paraíso en la Segunda Era del Universo, la búsqueda de la comprensión finita del Padre Universal. Han crecido y progresado a través de las eras pos-Supremo, a través de la Tercera, Cuarta, Quinta y Sexta Era del Universo; a través de la terminación del universo maestro, la emergencia de Dios Último, la búsqueda del Padre Universal como experiencia última, y hasta el agotamiento final de todo el potencial de crecimiento absonito. ¿Cuáles son las perspectivas de un crecimiento adicional? La cuestión del «crecimiento adicional» es realmente extraordinaria. Una vez que ha terminado el crecimiento finito y absonito, todo crecimiento relativo ha terminado; cuando ha terminado el crecimiento relativo, todo lo que puede quedar es crecimiento absoluto.
Sostenemos que las perspectivas de los finalitarios son buenas. No hay mucha evidencia de esto en los Documentos, pero hay la suficiente como para dar un buen apoyo a esta opinión. Los finalitarios tienen un potencial de crecimiento interminable:
Estas dos dotaciones, una inherente a la personalidad, y otra derivada del Ajustador, proceden de Dios; así que no está más allá de la creencia que cada una pueda contener un potencial de crecimiento absoluto. Por consiguiente deducimos que los finalitarios tienen verdaderamente la capacidad de crecer en la Era pos-Último. Deducimos además que nada puede detener su crecimiento. Finalmente, deducimos que nunca terminarán con todo el crecimiento posible en esta era, desde un punto de vista cuantitativo; nunca alcanzarán el final de todo crecimiento.
Los finalitarios parecen tener la capacidad de lograr un destino cualitativamente absoluto, pero no cuantitativamente infinito. Creemos que están destinados a encontrar a Dios como absoluto, pero jamás a saberlo todo de Dios como absoluto (siempre más y más, pero nunca todo)
Si Havona es el núcleo del gran universo, y si el gran universo es el núcleo de los universos citoplasmáticos de los cuatro niveles del espacio exterior, entonces el universo maestro es el núcleo ¿de qué? Este estudio sostiene que el universo maestro es el núcleo potencial de un posible cosmos infinito: el citoplasma interminable, la antítesis final.
El cosmos infinito tendría que ser la tercera y última antítesis. Debe ser diferente y distinto a todo lo que ha aparecido antes, desde los circuitos de Havona hasta los reinos del cuarto nivel del espacio. El universo central parece ser precreativo, el universo maestro parece ser creativo (y evolutivo), quizá el universo final de la infinidad sea supercreativo.
Estamos seguros de que el cosmos interminable postulado será experiencial, pero también pos-finito y pos-absonito. Quizá sea existencial-experiencial. Este no es un concepto nuevo, pues el Absoluto de la Deidad (Calificado) está descrito como existencial y experiencial.
Incluso el pensamiento de un universo sin fin no es imposible de reconciliar con el concepto de los límites del espacio en un momento dado del tiempo. Todo lo que tenemos que hacer es asumir que el espacio aumenta más rápido que la creación, y que podemos acomodarlo a una creación sin límites. Sí que sabemos que el espacio se extiende más allá de los límites de la creación maestra que conocemos actualmente.
Los Documentos no tienen mucho que decir sobre este universo potencialmente infinito del futuro lejano, pero son bastante tajantes al predecir su aparición algún día. (Vean el Apéndice XXI., El cosmos infinito.)
Avanzamos la opinión de que el ajuste hacia la infinidad, como el ajuste hacia la eternidad, es un proceso lento. No miramos de repente hacia una extensión estrellada en algún momento lejano y decimos: «Así que esto es la infinidad, ¡por fin!». Creemos que nos acostumbraremos lentamente a la infinidad, aunque podamos ser muy conscientes de los hitos que marcarán nuestros progresos desde lo finito hasta lo superfinito.
Cuando tratamos con palabras que no tienen significado (palabras como absoluto, eterno e infinito), haremos bien sacrificando algunos hechos para conseguir más verdad; es mejor que desarrollemos una pequeña sensación real de estos conceptos que ahogarlos en un flujo de lenguaje pomposo. Con esta idea en mente, la siguiente historia se ofrece como un símbolo-concepto que posiblemente añada algo a nuestra impresión del camino en el que una criatura finita podría ajustarse con la infinidad.
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Imagínese que es un tipo joven, un estudiante de una buena universidad. Es una gran experiencia; tiene la sensación de crecer y de alcanzar nuevos campos de conocimiento y realización. Una de las cosas que más le gusta de allí es el fútbol. La escuela tiene un equipo muy bueno y no es fácil ser miembro o conseguir un puesto como miembro de este equipo. Debe asistir fielmente a los entrenamientos todos los días, sin falta. Trabaja muy duro para desarrollar una habilidad real. Con el tiempo, está capacitado para entrar en el segundo equipo, después como sustituto en el primer equipo, y finalmente gana una posición codiciada como titular del equipo. Ha pasado mucho tiempo y es un gran placer, una gran sensación de éxito, formar parte del equipo.
Es el día del «gran partido». Es el momento del partido crucial, el partido que significa victoria o derrota. Usted es el que recibe el pase largo que le ha llegado, a pesar de toda la oposición que sufre el delantero centro. Es un buen pase y tiene el balón. Ahora solo hay un hombre que pueda pararle, y consigue esquivarle y eludir el placaje. El campo está despejado, lleva el balón hasta la portería y lo mete en el fondo de la red. Ha marcado gol y el juego ha terminado; en el camino hasta el vestuario disfruta de las mieles del éxito y la victoria.
Ya en el vestuario, experimenta la cálida sensación de cercanía y camaradería que llega cuando los hombres que hacen algo juntos están juntos. Se renueva el sentimiento de autocomprensión y éxito, de ser un igual entre sus semejantes; como tener un asiento en la «mesa redonda» de los caballeros de antaño, un asiento legítimo. Se ha ganado un puesto y ha conseguido su sitio. Ha «llegado».
Más tarde, cuando se marcha, una vez se ha duchado y cambiado, el entrenador le da una palmada en el hombro y le dice: «¿Tienes un minuto? Hay algo que quiero mostrarte». Por supuesto, dice que sí. Salen juntos bajo la luz del crepúsculo, caminando lentamente hacia el terreno de juego. Para cuando está cruzando el campo se ha hecho bastante de noche, y finalmente está ante la línea de meta, apenas a unos metros de donde ha marcado el gol ganador. Se vuelve hacia el entrenador con una pregunta: «¿Qué era lo que querías mostrarme?». «Espera un momento», responde, «Voy a encender las luces». Inclinándose sobre una trampilla encastrada en el césped, finalmente consigue hacer que se abra, se mete dentro y pulsa un interruptor. Los focos se encienden, y de repente percibe que la línea de meta que cruzó para marcar el gol es en realidad la línea de meta de otro terreno de juego, ¡un campo que se extiende en la lejanía hasta más allá de su vista!
Se vuelve hacia el entrenador, «¡Dios! ¿Qué tamaño tiene este campo?». Él responde: «Diez kilómetros. Pensé que te gustaría verlo después de lo de hoy». Usted pregunta: «¿Tengo que jugar en este campo ahora?». «No, no hasta que estés preparado. Probablemente querrás quedarte en el campo de cien metros al que estás acostumbrado, al menos durante un tiempo. Además, me gustaría que fueras mi ayudante el año que viene, mientras te gradúas. Puedes ayudarme a poner a los chicos en forma. Pero, siempre que te apetezca, habrá un campo más grande donde jugar».
Y así, durante un tiempo, disfruta siendo un «veterano». Es un estudiante graduado y pasa la mayor parte del tiempo enseñando a los más jóvenes y ayudando al entrenador con el equipo. Hasta que llega el día en que piensa en ese campo de diez kilómetros. Es muy placentero ser un «veterano», el ayudante del entrenador; pero ¿cómo sería intentar entrar en un equipo que juegue en un campo como ese, un campo cien veces más grande que el viejo? ¿Cómo sería?
La curiosidad es la saqueadora eterna de la satisfacción. El impulso a la aventura siempre gana a largo plazo. Llega un día en el que le dice algo al entrenador, dice adiós a los más jóvenes, celebra una cena de despedida y se marcha para intentar entrar en el equipo que juega en el «campo grande».
Formar parte de este equipo lleva mucho más tiempo (mucho, mucho tiempo) Pero usted es un tipo perseverante y finalmente consigue llegar al primer equipo. Con el tiempo suficiente, la historia se repite, y este pensamiento se cruza en su mente mientras desciende al campo para recibir uno de los pases más largos que se han intentado jamás. Lo recibe limpiamente, tiene el balón y no hay nadie ante usted. Avanza por el campo ¡y ha terminado! ¡Ha marcado un gol!
Tras el partido, de vuelta al vestuario, tiene esa misma sensación de pertenencia, de logro, de haber estado a la altura del reto; la misma buena sensación de ser parte del equipo, de ser parte de algo más grande que usted, de ser digno de estar allí y de haberlo ganado todo justa y abiertamente.
Cuando deja el vestuario, tiene esa vieja sensación de «haber estado allí antes». Es el sentimiento de que algo viejo y familiar está a punto de suceder. Experimenta una sensación casi de alivio de la tensión, cuando el entrenador aparece y le dice: «Oye, hay algo que me gustaría enseñarte». Caminan juntos en silencio y es evidente que están regresando al terreno de fuego. Entonces se detiene, se vuelve hacia el entrenador y dice: «Este es un campo de mil kilómetros, ¿verdad?». Y el entrenador responde: «Sí, pero… ¿cómo lo sabías?».