Autor: William S. Sadler, Jr.
En este punto de nuestro estudio, pasamos desde el pasado y el presente hasta el futuro. En muchas partes del estudio subsiguiente, sin embargo, podría ser conveniente tratar los sucesos entonces actuales como si fueran presentes. De vez en cuando usaremos el tiempo presente para narrar acontecimientos que son actuales en el capítulo en cuestión; en el mismo contexto, hablaremos de capítulos anteriores en tiempo pasado, y de capítulos posteriores en tiempo futuro. Esta adaptación al tiempo presente no se seguirá uniformemente, porque hay algunas situaciones en las que sería bastante incómodo.
Parece razonable asumir que hay un «tiempo tranquilo» entre eras universales, como las «zonas tranquilas» entre niveles espaciales adyacentes. Si este fuera el caso, entonces sería apropiado considerar la plena consecución del destino evolutivo al final de la Segunda Era del Universo, sin complicar este estudio teniendo que considerar eventos que tienen que ver con las fases de apertura de la siguiente era.
Durante ese «tiempo tranquilo», al final de la actual era universal, el gran universo experimenta la satisfacción del crecimiento completado, del destino alcanzado.
¡El largo esfuerzo evolutivo y las tribulaciones han ganado finalmente a través de la victoria experiencial! Los Creadores Supremos se han enfrentado al reto de la perfección de Havona, y el final dio como resultado 700.000 universos locales perfeccionados, que culminan en el establecimiento de los siete superuniversos en luz y vida.
En cierto sentido, las creaciones espacio-temporales «se apoyan en sus remos». Durante la duración de este tiempo tranquilo, el gran universo es una creación autocontenida y autosuficiente, como Havona en la Primera Era. Este es el tiempo en el que creadores y criaturas pueden probar la dulzura de las metas conseguidas. Esta es la pausa momentánea en el crecimiento eterno de la creación, cuando la satisfacción desplaza al esfuerzo y la consumación precede (de momento) al reto interminable de crecimiento. Todo el gran universo está detenido en el tiempo para consolidar sus logros y completar su unificación bajo la nueva soberanía de la Deidad recién surgida de las existencias finitas: el Ser Supremo.
El acontecimiento que lleva a la Segunda Era del Universo hasta el cenit y la culminación de todo crecimiento finito es la emergencia del Ser Supremo como el gobernante experiencial de los superuniversos perfeccionados. Esto significa que esta Deidad, inaccesible hasta la fecha, se ha hecho accesible y disponible para todas las criaturas. Este encuentro debería ser fructífero y satisfactorio, tanto para la Deidad como para las criaturas. Dios Padre es infinito y siempre será un misterio para nosotros, pero Dios Supremo es finito y por tanto comprensible para las criaturas finitas. Puesto que todas las criaturas finitas han evolucionado con esta Deidad finita y dentro de ella, hay una similitud experiencial real y objetiva que sirve como base para la comprensión mutua.
Deidad Suprema. En este punto de nuestro estudio nos encontramos un nuevo nivel de la función de la Deidad Total. Hemos anotado cuidadosamente estos niveles a medida que los hemos encontrado. Primero anotamos el nivel estático, a continuación los niveles potencial y asociativo, y después los niveles creativo y evolutivo. Ahora estamos en un punto en el que podemos examinar el sexto nivel: el nivel supremo.
Los tres primeros niveles son precreativos: estático, potencial y asociativo. Podrían compararse con los niveles en los que la Deidad «se desplegó» y preparó para la aventura de la expansión en el espacio y el tiempo.
Los dos niveles siguientes son sociables: creativo y evolutivo. En estos niveles, Dios (la Deidad) se distribuye a toda la creación; se revela a los universos; se expande hacia fuera, hacia los reinos pos-Havona; se asocia con sus criaturas (se identifica realmente con algunas de ellas a través de su espíritu residente, el Ajustador) Las actividades de la Deidad en estos niveles sociables probablemente se reflejen mejor en el ministerio de Dios Séptuple.
Ahora, en el sexto nivel, el nivel del Supremo, observamos una entrada, una reunión de lo que se ha derramado sobre toda la creación. El Supremo es la primera gran síntesis, la reunión de la tesis de la perfección y de la antítesis de la imperfección; imperfección que, mediante el crecimiento evolutivo, ha alcanzado un estatus perfeccionado. En este nivel hasta la Deidad es experiencial. En este nivel, Dios y el hombre pueden llegar a ser uno, como en la naturaleza de los Hijos de Donación Paradisíacos. (Vean el Apéndice VI., § 1. Análisis de los siete niveles de la función de la Deidad Total.)
Por muy difícil que sea visualizar estos acontecimientos del futuro lejano, en principio podemos examinar el mismo tipo de síntesis que está teniendo lugar ahora mismo respecto a ciertas criaturas. Hemos visto que Havona proporciona la tesis original de la perfección; la antítesis es la imperfección de los superuniversos, y esta imperfección original puede perfeccionarse mediante el crecimiento evolutivo. ¿Podemos encontrar un ejemplo de síntesis de lo perfeccionado y lo perfecto en los niveles de la criatura?
Una síntesis así podría tener lugar entre dos criaturas en la unión trinitizadora de un finalitario y un nativo de Havona. LU 22:7.10 ¿Puede pensar el lector en alguien más distinto a un nativo perfecto de Havona que un sucio y descuidado cavernícola de un planeta primitivo? Y aún así, ese humano primitivo puede estar habitado por un Ajustador, puede mostrar hambre de perfección, puede sobrevivir, ascender al Paraíso y ser llamado al Cuerpo de la Finalidad. Y, como finalitario, puede unirse a un nativo de Havona en la aventura de la trinitización y experimentar la unión real (biunificación espiritual) con ese nativo de Havona. Esta sería una síntesis muy literal de lo perfeccionado y lo perfecto.
Pero siempre habrá una diferencia entre la naturaleza perfecta de la existencia eterna y la naturaleza perfeccionada del logro experiencial. La actitud del havoniano (perfecto) podría expresarse como: «las cosas funcionan, siempre funcionan, ¿por qué deberían ser diferentes?». La actitud del ascendente (perfeccionado) podría expresarse como: «las cosas funcionan porque hemos aprendido a hacer que funcionen; ¡antes era muy distinto!».
Durante el largo periodo de crecimiento evolutivo de la Segunda Era, cada superuniverso se ha desarrollado totalmente por sí solo, bajo la única influencia de uno de los Espíritus Maestros. Estos Siete Espíritus Maestros son diversos de manera única en su naturaleza, porque personalizan las siete combinaciones posibles (singulares y plurales) de las tres Deidades del Paraíso. En la ilustración anterior, hemos simbolizado la naturaleza única de cada Espíritu Maestro mediante la disposición de tres círculos. Estos tres círculos están dibujados de manera que hay siete áreas: tres áreas donde no hay solapamiento, tres áreas donde hay un doble solapamiento, y un área donde hay un triple solapamiento. Este es un símbolo razonablemente bueno de los Espíritus Maestros, como los tres círculos concéntricos es un símbolo significativo de las tres Personas de la Deidad en (y como) la Trinidad del Paraíso.
Divergencia y convergencia. Cada Espíritu Maestro es único en su naturaleza. Puesto que cada Espíritu penetra y domina todo el entorno de un superuniverso, de ahí se sigue que cada superuniverso y sus seres nativos son también únicos, tienen para siempre el sello de la naturaleza individual y el carácter del Espíritu Maestro supervisor. Cada superuniverso tenderá también a desarrollar su propia cultura distintiva, su propia «civilización» única.
Con la emergencia del Ser Supremo como soberano de todos los superuniversos, se suprimirán las barreras que separan las supercreaciones durante la Segunda Era. Entonces, y por primera vez, los siete pueden comenzar a funcionar como una sola unidad, como un todo administrativo y cultural.
Esta amalgamación de siete culturas debería dar como resultado un nuevo estímulo para crecer, crecer en términos de la Segunda Era. Identificamos esta transacción como una buena ilustración del principio de divergencia y convergencia. Primero se fomenta el crecimiento para ser individualista y distinto por la divergencia y después, en la plenitud del tiempo, todo lo que se ha desarrollado en aislamiento relativo se reúne y consolida.
Este es un paralelismo interesante de lo que sucede en el desarrollo de un mundo habitado normal. Primero se anima a que las razas evolutivas diverjan para seguir caminos distintos. Cuando están aisladas, cada raza tiende a desarrollar su cultura única y su civilización. Más adelante en el desarrollo planetario, todas las razas y culturas se mezclan con los pueblos adámicos y la civilización del Edén.
(Vean el Apéndice IV., § 5-B. Los superuniversos en luz y vida; § 6-A. Los universos locales en luz y vida; Apéndice XIV., § 1. El principio de divergencia-convergencia; § 3. La administración del superuniverso: presente y futuro).)
Hemos anotado el principio de divergencia y convergencia. En este punto, deberíamos considerar otro principio. Ciertas asociaciones creativas de la Deidad dual parecen tener una importancia principal en ciertas eras universales.
En la Primera Era, la asociación importante de la Deidad dual fue la del Padre-Hijo. La unión del Padre-Hijo trinitiza al Espíritu Infinito y eterniza el universo central de perfección.
En la Segunda Era, la asociación importante de la Deidad dual parece ser la asociación activa del Hijo y el Espíritu. Se nos dice que el Espíritu sostiene la misma relación con el Hijo en las creaciones pos-Havona que el Hijo con el Padre en la creación central. Pero la cooperación activa entre el Hijo y el Espíritu no parece tener lugar en el Paraíso tanto como en los universos locales, en la colaboración de los Hijos Creadores y los Espíritus Creativos (los creadores, organizadores y perfeccionadores de estos dominios evolutivos)
El resultado de la asociación Padre-Hijo es la aparición del Espíritu Infinito y de Havona. ¿Cuál será el resultado final de la consumación de 700.000 asociaciones Hijo-Espíritu en el espacio y el tiempo? (Vean el Apéndice V., La Deidad dual en las eras del universo.)
El acontecimiento que termina la Era Cero e inicia la Primera Era del Universo es la unión trinitizadora del Padre y el Hijo, que crea al Espíritu Infinito y el universo central de perfección. Se nos dice que en la Segunda Era el Espíritu tiene las mismas relaciones con el Hijo que el Hijo tiene con el Padre en la Primera Era. Si esto es así, ¿qué resultado dará la asociación Hijo-Espíritu? ¿Significa alguna nueva relación entre el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito en el Paraíso? Creemos que no. La asociación observable entre el Hijo y el Espíritu no está funcionando en el Paraíso; al parecer funciona en el espacio y el tiempo y en los universos locales. El Hijo Paradisíaco y el Espíritu están asociados en las personas de sus Hijos y Espíritus universales, los creadores y organizadores de los universos locales.
La unión Padre-Hijo es una relación existencial y un acontecimiento de la eternidad que tiene lugar en el Paraíso. Las uniones Hijo-Espíritu son relaciones experienciales y acontecimientos del tiempo que tienen lugar en el espacio. La asociación de la Deidad dual de la Segunda Era puede dar como resultado las uniones trinitizadoras de 700.000 Hijos y Espíritus universales, en algún momento posterior al establecimiento en luz y vida de todos los universos locales. Pero el episodio trinitizador que inicia la Primera Era probablemente no encontrará su análogo hasta el final de la Segunda Era. No es hasta el mismo final de la Segunda Era que los universos locales habrán alcanzado un estatus perfeccionado (finitamente) comparable con la perfección eterna de la creación eterna.
(a) La evolución de los Hijos Creadores. Si volvemos a la Era Cero, podemos observar que el Hijo Eterno es un ser completamente personal antes de los tiempos de Havona. Un Hijo Creador es también un ser completamente personal antes de que su universo local haya comenzado siquiera, y mucho antes de que se haya establecido en luz y vida. Esto significa que todo el crecimiento evolutivo de Miguel, incluso su experiencia y su formación como precreador, es como ser personal.
Un Hijo Creador Séptuple, un Miguel Maestro, es experiencialmente mucho más de lo que era cuando apareció por primera vez en el Paraíso como un nuevo Hijo Creador del Padre Universal y el Hijo Eterno. En su trabajo de organizar y perfeccionar su universo local, ha experimentado mucho. En sus siete donaciones a semejanza de sus criaturas ha añadido mucho a su naturaleza que no era parte de su dotación original de divinidad paradisíaca.
Un Miguel Maestro sigue personalizando esa tesis de divinidad original e individual que fue concebida conjuntamente por el Padre Universal y el Hijo, y que le dio origen. Ha añadido a su dotación original toda su naturaleza experiencial adquirida, que abarca la antítesis de la divinidad del Paraíso, pues está extraída de la imperfección evolutiva de las creaciones espacio-temporales. Un Miguel Maestro ha adquirido experiencia con las imperfecciones inherentes en el crecimiento evolutivo de sus propias criaturas; conoce lo que es ser una criatura (incluso como Josué ben José todavía vive en Miguel de Nebadon). En su síntesis personal de estas cualidades opuestas (antitéticas), ese Miguel Maestro se ha vuelto similar y expresa la divinidad experiencial del Ser Supremo. El Ser Supremo es la síntesis de Deidad finita de una personalidad espiritual y original de perfección de Havona, más la soberanía experiencial alcanzada de los siete superuniversos (imperfección que evoluciona hacia un estado perfeccionado).
(b) La evolución de los Espíritus Creativos. Si volvemos una vez más a la Era Cero, podemos observar que el Espíritu Infinito no es todavía una personalidad, y que el Espíritu alcanza el estatus de personalidad al funcionar como creador cooperativo en el perfeccionamiento de un universo local.
La aparición fiat (eterna y sin crecimiento repentino) de Havona es un acontecimiento de la eternidad, y del mismo modo el Espíritu Infinito consigue el estatus personal como un acontecimiento de la eternidad (simultáneamente a la aparición del perfecto Havona) La perfección evolutiva de un universo local es un acontecimiento del tiempo, y del mismo modo su Espíritu Creativo consigue el estatus de personalidad como un acontecimiento del tiempo, cuando su universo local (y quizá todos los demás) esté establecido en luz y vida. Así, cada Ser Creativo se parece al universo y consigue el estatus de personalidad en la creación de este universo.
Todo esto significa que la instrucción y la temprana experiencia del universo local del Espíritu Creativo se dan como seres prepersonales. A este respecto, su crecimiento evolutivo es muy diferente a las experiencias personales de crecimiento de los Hijos Creadores asociados. (Vean el Apéndice VIII., § 6-B. Una comparación: el Espíritu Infinito y los Espíritus Creativos.)
El límite de crecimiento presente de un Espíritu Creativo parece ser la sexta etapa del ser. Ese Espíritu maduro es bastante diferente experiencialmente a un colega de la primera etapa, que acaba de diferenciarse del Espíritu Infinito en respuesta al nacimiento concurrente del Hijo Creador complementario. El crecimiento de un Hijo Universal añade las naturalezas experienciales de las criaturas del espacio-tiempo a la dotación original de la divinidad del Paraíso. El crecimiento de un Espíritu Universal añade la experiencia de alcanzar la personalidad experiencial en el tiempo, de personalizar la focalización original del Espíritu Infinito que es la presencia segregada de un nuevo Espíritu Creativo.
Ambos, los Hijos y Espíritus universales, crecen y evolucionan. Sin embargo, el crecimiento de cada uno es muy diferente al del otro; debido a que es muy diferente, debería ser muy complementario. Juntos pueden abarcar probablemente todo crecimiento posible para un ser creativo en la Segunda Era del Universo.
© La unión Hijo-Espíritu. No fue hasta que el Padre Universal y el Hijo Eterno se unieron en la trinitización del Actor Conjunto que dos creadores produjeron un tercer ser que es su igual en naturaleza creativa y en atributos de creador. La unión trinitizadora de los Hijos y Espíritus universales probablemente deba esperar al final de la Segunda Era, o incluso al comienzo de la Tercera. Probablemente no tendrá lugar hasta que los 700.000 universos locales se hayan establecido en luz y vida.
La unión trinitizadora de los Hijos y Espíritus del universo local transformaría su asociación dual de la Deidad en una relación trina (el dúo se convierte en trío) mediante la aparición de un tercer ser coordinado, un Creador Asociado de estatus coordinado. Hemos elegido llamar «Trío Creativo Hijo-Espíritu» a esa asociación trina. El Creador Asociado recién aparecido expresaría:
Este tercer ser podría estar «subordinado provisionalmente en soberanía pero (podría ser) de muchas maneras el más versátil en acción». Este Creador Asociado podría revelar los atributos de naturaleza suprema-última. Predecimos que los Tríos Creativos Hijo-Espíritu van a desempeñar un papel importante en la inauguración del primer nivel espacial y en los desarrollos futuros de todos los universos del espacio exterior.
(Para referencias de los Documentos que apoyan esta sección, vean el Apéndice V., Asociaciones de la Deidad Dual; Apéndice VIII., § 6-A. La personalización de una focalización; Apéndice XIII., La evolución de los Hijos y Espíritus universales.)