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El alma humana sana busca con perseverancia la vida más elevada y plena. Todo carácter noble busca elevarse por encima de lo físico y material hacia una vida espiritual. Hombres y mujeres se esfuerzan por encontrar valores eternos y perdurables. Al espíritu eterno, que es el corazón del mundo y de la vida, los hombres lo llaman Dios.
Jesús estableció una estrecha comunión con Dios. Adquirió el hábito de llamarlo Padre. Comulgaba con él día tras día. Se convirtió en una revelación de Dios para los hombres. En Jesús, los hombres han llegado a reconocer que Dios es amor, que el poder más alto y perdurable del universo no es el odio, sino la bondad; no es la guerra, sino la paz. La religión de Jesús puede salvar al mundo y preparará a los hombres para la mejor era venidera.
Jesús ha mostrado a hombres y mujeres cómo encontrar a Dios. Jesús mismo es el camino. Él «anduvo haciendo el bien». Hombres y mujeres devotos del siglo XX continuarán la gran obra. Cualquiera que se proponga preservar su yo como meta de su vida perderá rápidamente su alma, pero quien se entrega al servicio de los demás y se entrega a la causa de la fraternidad humana se encontrará a sí mismo y alcanzará la plenitud de la vida.