Capítulo 7. Progreso cultural, sobrepoblación, y seres humanos subnormales | Índice | Capítulo 9. Formas del cráneo y tipos esqueléticos |
Autor: Halbert Katzen J.D.
Este capítulo aborda la descripción que hace El Libro de Urantia de los «pueblos modernos» y cómo el tema de los pueblos modernos se relaciona con la esclavitud. La eugenesia y los problemas raciales se cruzan con estos temas porque se relacionan directamente con la gestión de los extremos superior e inferior del acervo genético de una forma progresiva tanto física como moralmente. El Libro de Urantia afirma que nos proporciona ideas, información y orientación superiores, incluso sobrehumanas. Los autores son directos en sus esfuerzos por ayudarnos a lograr una civilización de mayor calidad, tanto material como intelectual y espiritual. Declaran:
Ninguna sociedad ha progresado mucho permitiendo la pereza o tolerando la miseria. Pero la pobreza y la dependencia nunca se podrán eliminar si se apoyan abundantemente los linajes defectuosos y degenerados, y se les permite que se reproduzcan sin restricción. [1]
El trato humano de las personas subnormales junto con las garantías necesarias para su reproducción sólo pueden ocurrir a través de cierto grado de institucionalización y/o control excesivo de la población subnormal. Esto asegura que se respeten las necesidades, la moral y las costumbres de la sociedad. No se debe permitir que la empresa privada se beneficie de la población subnormal; este es un claro conflicto de intereses públicos y privados. El enfoque más moral es tratarlos de un modo que permita a las personas subnormales disfrutar de un nivel de vida razonable, ser miembros contribuyentes de la sociedad y liberarse de responsabilidades que no están equipados para manejar.
Como siempre, podemos observar la dinámica familiar, el nivel micro, para obtener una perspectiva de la dinámica de la población humana, el nivel macro.
Cada niño es único y especial, pero tener hijos y criarlos no lo es. Debido a que tener hijos es un fenómeno generalizado, podemos percibir un patrón global de desarrollo y escribir perspicaces libros sobre las diferentes etapas del crecimiento. Podemos comparar y contrastar a los niños para determinar períodos de tiempo en los que generalmente ocurren ciertas etapas de desarrollo. Esto lleva a la creación de estándares o normas de madurez en relación con la edad; ciertos tipos de comportamientos se vuelven apreciados como «apropiados para la edad», mientras que otros son rechazados por no ser apropiados para la edad o, a veces, simplemente inapropiados.
Así como los niños tienen diferencias individuales, también lo hacen las culturas. Y así como los niños necesitan crecer y comprometerse con la vida de una manera positiva, nuestras diversas culturas también deben hacer lo mismo colectivamente para asegurar que la madurez asista al envejecimiento.
Los autores de El Libro de Urantia escriben desde la perspectiva de los seres celestiales que están involucrados en la elevación de los planetas de los mortales. Cada planeta es como un niño, pasando por etapas de desarrollo, trabajando a través de lecciones inevitables. Los niños pueden diferir enormemente en la forma en que maduran, reflejando la disposición hereditaria individual, las circunstancias ambientales y las elecciones y decisiones personales. De manera similar, El Libro de Urantia enseña que los planetas de los mortales también pueden variar ampliamente en la forma en que «crecen». Naturalmente, si nos encontramos en un mundo que ha sufrido una rebelión espiritual y un defecto adámico, esto dificultaría a nuestros antropólogos a que pudieran obtener una perspectiva clara de nuestro desarrollo biológico y cultural. Pero, en cualquier caso, ninguna persona y ningún mundo pueden evitar el imperativo de lograr la madurez con el tiempo.
La historia presentada en El Libro de Urantia, consistente con los desafíos que enfrentamos, indica que nuestro planeta ha tenido «un momento especialmente difícil de crecimiento». Hemos sobresalido y madurado en algunas áreas; en otras áreas, no hemos sobresalido ni madurado.
Como recién nacidos, llegamos con una dotación genética que está más allá de nuestro control. Como adultos, tomamos decisiones que afectan a todas las generaciones futuras. La elección siempre es nuestra y, dependiendo de cómo nos comportemos, puede ocurrir un retroceso muy negativo en el transcurso de un puñado de generaciones. La evolución positiva, por otro lado, tiende a tomar mucho más tiempo. Esta es una de las razones por las cuales la eugenesia es un tema tan importante.
Mejorar nuestro acervo genético es esencial para el progreso de la civilización y como administradores del acervo genético de la humanidad para las generaciones futuras, respetar el papel que desempeña la eugenesia en este proceso es un imperativo moral. El Libro de Urantia nos anima a adoptar tales sensibilidades morales orientadas a muchas generaciones. Pero no hay forma sencilla de avanzar sin aceptar dónde estamos ahora, y esto a su vez requiere tener una perspectiva sobre cómo llegamos aquí.
El documento titulado «Los albores de la civilización» comienza así:
He aquí el comienzo de la narración de la larguísima lucha hacia adelante de la especie humana, partiendo de un estado apenas mejor que el de la existencia animal, y pasando por las épocas intermedias hasta llegar a los tiempos más recientes durante los cuales una civilización real, aunque imperfecta, se ha desarrollado entre las razas superiores de la humanidad.
La civilización es una adquisición racial; no es inherente a la biología; por eso todos los niños deben criarse en un entorno de cultura, mientras que la juventud de cada generación sucesiva debe recibir de nuevo su educación. Las cualidades superiores de la civilización —científicas, filosóficas y religiosas— no se transmiten de una generación a otra por herencia directa. Estos logros culturales sólo se pueden preservar mediante la conservación inteligente de la herencia social. [2]
La civilización se desarrolla a partir de la interacción entre la naturaleza y la crianza. Progresar en ambas áreas es fundamental para el progreso de la civilización. Como se señaló anteriormente, la dinámica de la naturaleza y la crianza está directamente relacionada con las inclinaciones humanas con respecto al clima: los climas más fríos requieren más de las personas que los climas más cálidos. Debido a que vivir en un clima más frío es significativamente más desafiante que vivir en un clima más cálido, la supervivencia en climas más fríos requiere una disposición más enérgica y una base genética más equilibrada y sólida.
En general, una disminución de la temperatura estimula el progreso y un aumento de la temperatura exacerba las inclinaciones regresivas. Debido a que esta interacción ha estado ocurriendo durante tanto tiempo, el acervo genético de la humanidad refleja significativamente el efecto que el clima tiene en las poblaciones humanas. Hoy en día, con la difusión de la tecnología y la civilización moderna, el efecto del clima sobre la dinámica de la naturaleza se ve oscurecido. Obviamente, la civilización moderna existe en todas las zonas climáticas. Sin embargo, la civilización moderna en sí misma es un fenómeno muy reciente. Durante eones, el clima afectó el acervo genético humano con más fuerza que en los pueblos modernos.
La civilización avanzada es el objetivo. La cooperación es esencial para lograr y mantener una civilización avanzada. Naturalmente, los autores de El Libro de Urantia centran nuestra atención en este tema y hablan directamente sobre las diferencias raciales en el contexto de la cooperación social.
Todos los esfuerzos por identificar a los antepasados sangiks de los pueblos modernos han de tener en cuenta la mejora ulterior que los linajes raciales obtuvieron al mezclarse posteriormente con la sangre adámica.
Las razas superiores buscaron los climas nórdicos o templados, mientras que las razas anaranjada, verde e índiga tendieron a dirigirse sucesivamente hacia África por el puente terrestre recién emergido que separaba al Mediterráneo, que se retiraba hacia el oeste, del Océano Índico. [3]
[…] Estos pueblos sangiks secundarios encontraban la existencia más fácil y agradable en las tierras del sur, y muchos emigraron posteriormente a África. Los pueblos sangiks primarios, las razas superiores, evitaron los trópicos; el hombre rojo se dirigió hacia el nordeste hasta llegar a Asia, seguido de cerca por el hombre amarillo, mientras que la raza azul partió hacia el noroeste hasta entrar en Europa. [4]
Comprender el contexto cosmológico de El Libro de Urantia es necesario para apreciar los aspectos eugenésicos de su visión de los pueblos modernos; los autores afirman que, sin la influcencia génética extraterrestre, la creación de una auténtica civilización a partir de los sangiks es un proceso evolutivo extremadamente lento y los resultados tienen limitaciones. El plan general es que la genética de Adán y Eva eleve a las razas mortales de manera organizada e integral.
Desde la perspectiva de El Libro de Urantia, las migraciones de los descendientes de Adán y Eva ampliaron aún más la brecha genética entre las personas que vivían en climas cálidos y fríos. En El Libro de Urantia, la definición de «pueblos modernos» se basa en la mejora genética traída por Adán y Eva hace aproximadamente 40.000 años, combinada con la forma en que sus descendientes se mezclaron con las razas sangik y los noditas, una elevación genética que comenzó hace unos 200.000 años. Esta parte de la cosmología de El Libro de Urantia está cada vez más alineada con el campo de la antropología y los avances en nuestra comprensión de la historia genética humana.[5]
Aunque el desarrollo de las ciencias genéticas está cada vez más en consonancia con las declaraciones de El Libro de Urantia sobre las mejoras genéticas que comenzaron hace aproximadamente 40.000 y 200.000 años, no hay establecido un fuerte acuerdo en este momento respecto a una elevación mutante ocurrida hace 500.000 años (el nacimiento de las razas sangik). Pero se está desarrollando. Se dice que la mutación sangik provocó la llegada de cien maestros celestiales, encarnados en una forma humana, pero inmortal.
Estos cien individuos fundaron una ciudad llamada Dalamatia. Los miembros de este grupo de maestros, que se unieron a la rebelión de Lucifer, se volvieron mortales (como consecuencia de su rebelión) e iniciaron la elevación genética no planificada que ocurrió hace 200.000 años. Respecto a los 300.000 años anteriores a la rebelión, de desarrollo evolutivo de las razas sangik en forma lenta pero estable, El Libro de Urantia nos dice:
Los instructores de Dalamatia introdujeron la evolución social de tipo cooperativo, y durante trescientos mil años, la humanidad fue educada en la idea de las actividades colectivas. El hombre azul se benefició más que los demás de estas primeras enseñanzas sociales, el hombre rojo hasta cierto punto, y el hombre negro menos que los demás. En tiempos más recientes, las razas amarilla y blanca han manifestado el desarrollo social más avanzado de Urantia. [6]
[…] Estos seres sabios sabían que no debían emprender la transformación repentina, o la elevación en masa, de las razas primitivas de aquella época. Comprendían muy bien la lenta evolución de la especie humana, y se abstuvieron prudentemente de cualquier intento radical por modificar la manera de vivir de los hombres en la Tierra. [7]
No es necesario creer en la cosmología de El Libro de Urantia para apreciar que, en general, habría seres humanos más laboriosos en los climas más septentrionales. Así pues, si se produjo una elevación genética en ese momento (ya fuera extraterrestre o no), es lógico pensar que se sentirían más atraídos por los pueblos más avanzados.
La sangre de Adán ha sido compartida por la mayoría de las razas humanas, pero algunas han recibido más que otras. Las razas mezcladas de la India y los pueblos más oscuros de África no eran atractivos para los adamitas. Se hubieran mezclado libremente con los hombres rojos si éstos no hubieran estado tan alejados en las Américas, y estaban favorablemente dispuestos hacia los hombres amarillos, pero también era difícil acceder a ellos en la lejana Asia. Por consiguiente, cuando los adamitas se sentían impulsados por la aventura o el altruismo, o cuando fueron expulsados del valle del Éufrates, escogieron unirse de manera muy natural con las razas azules de Europa. [8]
[…] Tal como se desarrollaron las cosas, los hombres rojos se destruían en las Américas, los hombres azules retozaban en Europa, y los primeros hijos de Adán (así como la mayoría de sus descendientes) mostraban pocos deseos de mezclarse con los pueblos de color más oscuro, ya fuera en la India, en África o en otras partes. [9]
Los anditas no fueron muy numerosos y su cultura no era tan superior, pero la fusión con ellos produjo un linaje más polifacético. Los chinos del norte recibieron la suficiente sangre andita como para estimular ligeramente la capacidad innata de sus mentes, pero no la suficiente como para encender la inquieta curiosidad exploratoria tan característica de las razas blancas del norte. Esta inyección más limitada de herencia andita fue menos perturbadora para la estabilidad innata del tipo sangik. [10]
El comentario de «estabilidad innata» es consistente con el motivo de que hubiera tan poco progreso cultural durante cientos de miles de años, incluso con ayuda celestial, según El Libro de Urantia. Cualquiera que sea la genética que la mayor parte de la humanidad haya tenido en nuestra historia antigua, aparentemente no fue suficiente para ayudarnos a desarrollar la civilización de una forma rápida. La descripción de El Libro de Urantia de las migraciones de los descendientes de Adán y Eva es un reflejo de los grados relativos con los que la civilización moderna se desarrolló en diferentes partes del mundo.
La importancia de considerar una versión secularizada de esta perspectiva no puede pasarse por alto. Si se produjeron unas mejoras genéticas hace unos 200.000 y 40.000 años que se relacionan poderosamente con nuestra capacidad para desarrollar y mantener la civilización moderna, debemos asegurarnos de estudiarlo con mucho cuidado.
Continuamos con más citas que proporcionan una revisión más profunda de los adamitas en Europa. Esta historia nuevamente nos recuerda la relación íntima e inevitable entre la genética y el progreso cultural.
Los hombres azules, que entonces dominaban en Europa, no tenían unas prácticas religiosas que repelieran a los primeros emigrantes adamitas, y existía una gran atracción sexual entre la raza violeta y la raza azul. Los mejores hombres azules consideraban como un gran honor que se les permitiera casarse con las adamitas. Todo hombre azul abrigaba la ambición de volverse lo bastante hábil y artístico como para ganar el afecto de una mujer adamita, y la mayor aspiración de una mujer azul superior era recibir las atenciones de un adamita. [11]
[…] Esta unión entre los anditas y los hombres azules, que tuvo como resultado las razas blancas nórdicas, produjo una caída inmediata de la civilización andita, un retraso de naturaleza transitoria. Al final, la superioridad latente de estos bárbaros nórdicos se manifestó y culminó en la civilización europea actual. [12]
Hacia el año 5000 a. de J.C., los tres linajes más puros de los descendientes de Adán se encontraban en Sumeria, el norte de Europa y Grecia. Toda Mesopotamia se deterioraba lentamente debido al torrente de razas mezcladas y más oscuras que se infiltraba desde Arabia. La llegada de estos pueblos inferiores contribuyó aún más a la dispersión del residuo biológico y cultural de los anditas. Los pueblos más aventureros salieron en masa de todo el fértil creciente hacia las islas del oeste. Estos emigrantes cultivaban los cereales y las legumbres, y trajeron consigo a sus animales domésticos. [13]
Hacia el año 2500 a. de J.C., el empuje que efectuaban los andonitas hacia el oeste llegó hasta Europa. Esta invasión de toda Mesopotamia, Asia Menor y la cuenca del Danubio por parte de los bárbaros de las colinas del Turquestán constituyó la regresión cultural más grave y duradera de todas las sucedidas hasta entonces. Estos invasores andonizaron claramente el carácter de las razas centroeuropeas, que desde entonces han continuado siendo característicamente alpinas. [14]
Estos hijos migratorios del Edén se unieron lentamente con los tipos superiores de la raza azul, estimulando sus prácticas culturales mientras que exterminaban implacablemente los linajes retrasados de la raza neandertal. Esta técnica para mezclar las razas, combinada con la eliminación de los linajes inferiores, produjo una docena o más de grupos viriles y progresivos de hombres azules superiores, uno de los cuales habéis denominado Cro-Magnon. [15]
Por estas y otras razones, y no era la menos importante que se trataba de las rutas más favorables para la emigración, las primeras oleadas de cultura mesopotámica se dirigieron casi exclusivamente hacia Europa. Estas circunstancias fueron las que determinaron los antecedentes de la civilización europea moderna. [16]
Vivimos en un planeta con diversas prácticas culturales y características genéticas. La investigación que muestra cuántos genes tenemos en común no ocultará la importancia de nuestras diferencias. Esto no es un ejercicio académico; no podemos crear construcciones artificiales que nos permitan equivocarnos sobre las diferencias culturales y genéticas. Lo que es controvertido, desafiante, persistente y que debe abordarse son nuestras diferencias, no nuestras similitudes. Nuestras grandes luchas en la vida son sobre cómo tratarnos unos a otros con respecto a nuestras diferencias de una manera que no sea deshumanizante, opresiva, inmoral o poco ética.
Por ejemplo, la misma tendencia que hace posible que el hombre amarillo se lleve tan bien consigo mismo también dificulta que esta raza disfrute de los beneficios que conlleva la combinación genética y cultural. Uno no tiene que creer las declaraciones de El Libro de Urantia sobre nuestra historia genética para notar que este grupo ha disfrutado más de las bendiciones de la paz interna y menos de la bendición de la diversidad racial y cultural. Aunque la interacción entre la naturaleza y la crianza hace que sea difícil decir con precisión el grado en que la genética está condicionando las elecciones de las personas, el reconocimiento de varias disposiciones es crucial para desarrollar la sabiduría sobre cómo abordar nuestras circunstancias.
Cualquiera que sea la dotación genética que uno quiera asumir que existió cuando comenzó la raza negra, su larga asociación con el clima de África —que es en muchos lugares cálido y árido— ciertamente no le ha hecho ningún favor a la raza. Incluso si los enormes potenciales para la raza negra en África (u otros climas más cálidos) están siendo silenciados hoy por la competitividad de la política internacional, esto no aborda la importancia de discernir los efectos del clima sobre la genética con el paso del tiempo.
La dificultad para definir las «razas blancas» (tal y como El Libro de Urantia usa el término), el dominio político de las razas blancas en los asuntos mundiales y su uso de los negros como esclavos, todo se combina para hacer que esta parte de la discusión sea más compleja. Pero la moral general de El Libro de Urantia simplifica algo de esto. La versión de la historia genética de El Libro de Urantia puede añadir nuevos puntos de vista a la discusión, pero su postura moral proporciona un contexto simple y claro.
La esclavitud crea una organización de cultura y de logros sociales, pero pronto ataca insidiosamente a la sociedad desde el interior como la enfermedad social destructiva más grave de todas. [17]
Hay un giro cosmológico particular en El Libro de Urantia cuando se trata del tema de la esclavitud. Esto se relaciona con su afirmación de que las razas sangik secundarias naranja y verde se involucraron en una guerra que destruyó ambas razas. Desde la perspectiva de El Libro de Urantia, esto indudablemente descarriló cualquier tendencia que las razas roja y amarilla hubieran tenido hacia la esclavitud.
Las razas más progresivas utilizan habitualmente como obreros a los humanos más atrasados. Esto explica el origen de la esclavitud en los planetas durante las épocas primitivas. Los hombres rojos normalmente someten a los anaranjados y los reducen a la condición de sirvientes —a veces son exterminados. Los hombres amarillos y los rojos fraternizan a menudo, pero no siempre. La raza amarilla esclaviza habitualmente a la verde, mientras que el hombre azul somete al índigo. Para estas razas de hombres primitivos, el utilizar los servicios de sus compañeros atrasados en trabajos forzosos no supone más de lo que significa para los urantianos el hecho de comprar y vender caballos y ganado.[18]
Observe cómo la primera oración distingue a los humanos atrasados de las razas progresivas. Al decirlo de esta manera, el truismo es aplicable a las relaciones intra e interraciales. «Los hombres primitivos» están dispuestos a tratar a sus «compañeros atrasados» como si fueran animales.
Observe también cómo un término como «atrasado» describe no sólo a los subnormales y los que están en el extremo inferior de la categoría normal, sino que también describe la diferencia relativa entre las razas sangik primarias y secundarias. «Atrasado» no es una categoría en El Libro de Urantia, como «subnormal». Es un término relativo utilizado para describir cómo actúan los individuos y los grupos entre sí. Los sangiks secundarios secundarios no están atrasados por sí mismos sino en comparación con los sangiks primarios. Y, por supuesto, los pre-sangiks estaban más atrasados comparados tanto con los sangik primarios como secundarios.
El Libro de Urantia proporciona una perspectiva sobre la esclavitud que requiere una mirada seria a toda la empresa de la evolución humana, tanto genética como culturalmente, desde un estado ligeramente superior al nivel animal hasta uno digno de ser descrito como verdaderamente civilizado.
Durante los tiempos primitivos, la vida en Urantia era un asunto serio y grave. La humanidad tendió constantemente a encaminarse hacia los climas salubres de los trópicos precisamente para escapar de esta lucha incesante y de este trabajo interminable. Aunque estas zonas más cálidas para vivir disminuyeron un poco la intensa lucha por la existencia, las razas y las tribus que buscaron así la facilidad raras veces utilizaron su tiempo libre no ganado para hacer avanzar la civilización. El progreso social ha venido invariablemente de las ideas y los proyectos de las razas que han aprendido, por medio de sus esfuerzos inteligentes, a arrancarle a la tierra su sustento con menos esfuerzo y jornadas de trabajo reducidas, pudiendo disfrutar así de un margen beneficioso de tiempo libre bien merecido.[19]
Pensar en la esclavitud en la antigüedad crea un contexto que suaviza el estigma moral que de otro modo se le atribuye. Esto no hace que la esclavitud sea menos primitiva, pero nos permite tener una visión más realista del desarrollo de la civilización humana. De acuerdo con las costumbres contemporáneas, los autores también enseñan que «hay que estudiar y juzgar a todos los pueblos antiguos a la luz de las reglas morales de las costumbres de su propia época».
El Libro de Urantia está aquí, entre otras cosas, para proporcionar ideas y sabiduría sobre la relación entre la moral, la civilización, la esclavitud, las diferencias raciales, los individuos y los grupos subnormales, y las tendencias humanas generales. Este es un tema muy complejo.
Hay ciertas inevitabilidades sobre el desarrollo de la civilización que no son evidentes cuando la atención se centra sólo en los desafíos que enfrentamos hoy. Debido a que la esclavitud es incivilizada e inmoral para los estándares modernos, suena oximorónico hablar de ser lo suficientemente civilizado como para tener esclavitud. Comprender el flujo de los problemas laborales a través de las etapas de desarrollo de la civilización humana nos permite trazar mejor un curso para el progreso moral.
No aprovechar a los desfavorecidos es un proceso. Es un proceso tanto en términos de cómo son tratadas las personas y cómo se definen. Cuanto más retrocedamos y miremos el panorama general, más fácil será calibrar nuestra brújula moral para que podamos avanzar en una dirección positiva.
Los autores de El Libro de Urantia abordan directamente estos temas en una sección llamada «La esclavitud como factor de la civilización». Aquí está la sección en su totalidad:
El hombre primitivo no dudó nunca en esclavizar a sus semejantes. La mujer fue la primera esclava, una esclava familiar. Los pastores esclavizaron a sus mujeres como si fueran unas compañeras sexuales inferiores. Este tipo de esclavitud sexual surgió directamente del hecho de que el hombre dependió cada vez menos de la mujer.
No hace mucho tiempo, la esclavitud era el destino de los prisioneros de guerra que se negaban a aceptar la religión de sus conquistadores. En épocas anteriores, los prisioneros habían sido comidos, torturados hasta morir, obligados a luchar entre sí, sacrificados a los espíritus o esclavizados. La esclavitud fue un gran progreso sobre las masacres y el canibalismo.
La esclavitud fue un paso hacia adelante en el tratamiento más clemente de los prisioneros de guerra. La emboscada de Hai, con la matanza total de hombres, mujeres y niños, en la que sólo se salvó el rey para satisfacer la vanidad del vencedor, es una imagen fiel de las masacres bárbaras que practicaban incluso los pueblos supuestamente civilizados. El ataque por sorpresa a Og, el rey de Basan, fue igual de brutal e impresionante. Los hebreos «destruían por completo» a sus enemigos, y se apoderaban de todos sus bienes como botín. Imponían un tributo a todas las ciudades, so pena de «destruir a todos los varones». Pero muchas tribus de la misma época, que tenían menos egoísmo tribal, habían empezado a practicar desde hacía mucho tiempo la adopción de los cautivos superiores.
Los cazadores, al igual que los hombres rojos americanos, no practicaban la esclavitud. O bien adoptaban a sus cautivos, o los mataban. La esclavitud no estaba extendida entre los pueblos pastoriles porque necesitaban poca mano de obra. Durante las guerras, los pastores tenían la costumbre de matar a todos los hombres cautivos, y sólo se llevaban como esclavos a las mujeres y los niños. El código de Moisés contenía instrucciones específicas para que estas cautivas se convirtieran en esposas. Si no eran satisfactorias, podían echarlas, pero a los hebreos no se les permitía vender como esclavas a estas consortes rechazadas —al menos fue un progreso en la civilización. Aunque las normas sociales de los hebreos eran rudimentarias, estaban muy por encima de las de las tribus circundantes.
Los pastores fueron los primeros capitalistas; sus rebaños representaban un capital, y vivían de los intereses —de los incrementos naturales. Estaban poco dispuestos a confiar esta riqueza a los esclavos o a las mujeres. Pero más adelante hicieron prisioneros varones y los forzaron a cultivar el suelo. Éste es el origen primitivo de la servidumbre —el hombre atado a la tierra. A los africanos se les podía enseñar fácilmente a cultivar la tierra, y por eso se convirtieron en la gran raza esclava.
La esclavitud fue un eslabón indispensable en la cadena de la civilización humana. Fue el puente por el que la sociedad pasó del caos y la indolencia al orden y a las actividades civilizadas; obligó a los pueblos atrasados y perezosos a trabajar y a proporcionar así a sus superiores la riqueza y el tiempo libre necesarios para el progreso social.
La institución de la esclavitud obligó al hombre a inventar el mecanismo regulador de la sociedad primitiva; dio nacimiento a los inicios del gobierno. La esclavitud necesita una fuerte reglamentación, y desapareció prácticamente durante la Edad Media europea porque los señores feudales no podían controlar a los esclavos. Las tribus atrasadas de los tiempos antiguos, al igual que los aborígenes australianos de hoy, nunca tuvieron esclavos.
Es verdad que la esclavitud era opresiva, pero en las escuelas de la opresión es donde el hombre aprendió la diligencia. Los esclavos compartieron finalmente las ventajas de una sociedad superior que habían ayudado a crear de manera tan involuntaria. La esclavitud crea una organización de cultura y de logros sociales, pero pronto ataca insidiosamente a la sociedad desde el interior como la enfermedad social destructiva más grave de todas.
Los inventos mecánicos modernos han dejado obsoleto al esclavo. La esclavitud, al igual que la poligamia, está desapareciendo porque no es rentable. Pero siempre ha sido desastroso liberar repentinamente a una gran cantidad de esclavos; su emancipación paulatina origina menos dificultades.
Hoy día los hombres ya no son unos esclavos sociales, pero miles de ellos permiten que la ambición los haga esclavos de las deudas. La esclavitud involuntaria ha cedido el paso a una forma nueva y mejorada de servidumbre industrial modificada.
Aunque el ideal de la sociedad sea la libertad universal, la ociosidad no debería tolerarse nunca. Todas las personas sanas deberían ser obligadas a realizar una cantidad de trabajo que al menos les permita vivir.
La sociedad moderna está dando marcha atrás. La esclavitud casi ha desaparecido; los animales domésticos se están extinguiendo. La civilización está volviendo al fuego —al mundo inorgánico— en busca de energía. El hombre salió del estado salvaje por medio del fuego, los animales y la esclavitud; hoy vuelve hacia atrás, descartando la ayuda de los esclavos y la asistencia de los animales, e intentando arrebatar nuevos secretos y nuevas fuentes de riqueza y energía a los depósitos elementales de la naturaleza. [20]
Las eficiencias que provienen de los avances tecnológicos nunca eliminarán nuestra necesidad de energía. Y la necesidad de energía invariablemente requiere que logremos un equilibrio entre los recursos renovables y no renovables. Cuanto más actuemos como custodios de recursos no renovables para las generaciones presentes y futuras, más moral será nuestra civilización. Trabajar en esta dirección lleva directamente a la necesidad de desarrollar una relación moral progresiva con los recursos renovables, especialmente la mano de obra.
La calidad de vida que disfrutan los trabajadores más minoritarios de la humanidad se refleja directamente en la estatura moral de una civilización. Invariablemente, esto indica cómo los favorecidos tratan a los desfavorecidos. Este es el espejo que refleja el grado en que actuamos como una familia. Considere la sabiduría del penúltimo párrafo de la cita anterior —todos deben trabajar—, llevándolo a cabo en una familia. Esta ética es la única ética viable para las familias y para la civilización si van a existir relaciones armoniosas.
La sección anterior proporcionó las bases para comprender la moralidad de organizar e integrar a la población subnormal en la sociedad moderna. Esta es la forma de hacer progresos morales en un mundo donde «la esclavitud involuntaria ha cedido el paso a una forma nueva y mejorada de servidumbre industrial modificada», y donde ciertos tipos de trabajo serán invariablemente «tareas que requieren una inteligencia por encima del nivel animal, pero que precisan unos esfuerzos tan pequeños que resultan una verdadera esclavitud y una servidumbre para los tipos superiores de la humanidad».
La sabiduría sobre cómo avanzar no requiere nada más que aceptar, respetar y amar a las personas que no pueden manejar sus asuntos razonablemente por sí mismas en una civilización cada vez más compleja y sofisticada (avanzada), pero que, sin embargo, pueden trabajar en cooperación y de forma mutuamente edificante con los que tienen esta capacidad.
La civilización moderna y la esclavitud son incongruentes. Esto es evidente y se refleja en las enseñanzas de El Libro de Urantia.
En la mayoría de los mundos normales, la servidumbre involuntaria no sobrevive a la dispensación del Príncipe Planetario [el período que comienza con las razas de color y termina con la llegada del Adán y la Eva], aunque los deficientes mentales y los delincuentes sociales son a menudo todavía obligados a realizar trabajos involuntarios. Pero en todas las esferas normales, esta especie de esclavitud primitiva es abolida poco después de la llegada de la raza adámica o violeta importada. [21]
Igualmente evidente, pero no tan reconocido o considerado, es que es inmediatamente problemático e invariablemente regresivo con el tiempo el tolerar la ociosidad y participar en prácticas sociales que reduzcan la calidad general de nuestro acervo genético. La ociosidad corroe la fibra moral del individuo y agota injustamente los recursos comunitarios; ser irresponsable con respecto a la eugenesia erosiona la base sobre la cual podemos progresar. Si la civilización moderna va a salir de «la marcha atrás» genética, si se trata de estabilizar y progresar, entonces primero tenemos que hacer algún progreso moral y social.
La perspectiva de El Libro de Urantia sobre estos temas podría resumirse como una progresión moral de dos pasos en las relaciones laborales. Paso uno: progresar más allá del fanatismo racial que tolera la esclavitud y el genocidio. Paso dos: progresar más allá de las relaciones económicas que toleran la ociosidad, la servidumbre industrial y abuso sobre los más desfavorecidos (individuos subnormales).
Capítulo 7. Progreso cultural, sobrepoblación, y seres humanos subnormales | Índice | Capítulo 9. Formas del cráneo y tipos esqueléticos |
La mezcla de adamitas y noditas se nombra en el libro como anditas. Para una descripción más detallada, ver Homo sapiens ultrasapiens y Homo sapiens transerectus en el Apéndice 1: «Taxonomía basada en El Libro de Urantia». ↩︎