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Los poemas titulados Almoällakât exhiben una imagen exacta de sus virtudes y sus vicios, su sabiduría y su locura; y muestran lo que se puede esperar constantemente de hombres de corazón abierto y pasiones hirvientes, sin ley que controle y poca religión que restrinja, ejem.—Six W. JONES: Discurso sobre los árabes.
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El poeta, a la manera de sus compatriotas, se imagina que un grupo de amigos lo acompaña en un viaje y, al pasar cerca de un lugar donde su amante había vivido recientemente, pero del que su tribu se había mudado, les pide que se detengan un momento para poder disfrutar del doloroso placer de llorar sobre los restos abandonados de su tienda. Acceden a su pedido, pero lo exhortan a mostrar más fortaleza de ánimo y le instan a dos temas de consuelo, a saber, que antes había sido igualmente infeliz y que había disfrutado de su parte completa de placeres. Así, al recordar su deleite pasado, su imaginación se enciende y su dolor se suspende.
Luego les da a sus amigos un relato animado de sus travesuras juveniles, a una de las cuales habían aludido. Parece que había estado enamorado de una muchacha llamada Onaiza, y había buscado en vano una ocasión para declarar su pasión. Un día, cuando su tribu [4] había desmontado sus tiendas y cambiaba de posición, las mujeres, como de costumbre, llegaron detrás del resto, con los sirvientes y el equipaje, en carruajes fijados a lomos de camellos. Amriolkais avanzó lentamente a cierta distancia y, cuando los hombres se perdieron de vista, tuvo el placer de ver a Onaiza retirarse con un grupo de doncellas a un riachuelo o estanque, llamado Daratjuljul, donde se desnudaron y se bañaron, cuando apareció el amante, desmontó de su camello y se sentó sobre sus ropas, proclamando en voz alta que quien quisiera rescatar su vestido debía presentarse desnuda ante él.
Ellas conjuraron, suplicaron, protestaron; pero, cuando se hizo tarde, se vieron obligadas a someterse, y todas recuperaron sus ropas excepto Onaiza, que renovó sus conjuros y permaneció un largo tiempo en el agua; al final ella también cumplió la condición y se vistió. Habían pasado algunas horas, cuando las muchachas se quejaron de frío y hambre. Amriolkais, por lo tanto, mató al instante al joven camello en el que había montado y, habiendo reunido a las sirvientas, hizo un fuego y lo asó. La tarde transcurrió en alegre conversación, no sin una copa alegre, pues estaba provisto de vino en una botella de cuero. Pero, cuando llegó el momento de seguir a la tribu, el príncipe (pues tal era su rango) no tenía ni camello ni caballo; y Onaiza, después de mucha importunidad, consintió en llevarlo en su camello, delante del carruaje, mientras las otras doncellas se repartían entre ellas la carga menos agradable de sus armas y el ajuar de su bestia.
Luego relata su cortejo a Fátima y su amorío más peligroso con una muchacha de una tribu en guerra con la suya, cuyas bellezas delinea minuciosamente y con gran lujo. A partir de estos relatos de amor, pasa al elogio de su propia fortaleza, cuando atravesaba un desierto en la noche más oscura; y la mención de la mañana siguiente lo lleva a una larga descripción de su cazador y de una cacería en el bosque, seguida de un festín con la presa que había sido atravesada por sus jabalinas.
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Aquí su narración parece ser interrumpida por una tormenta de relámpagos y lluvia violenta; describe noblemente la lluvia y el torrente que produjo por todas las montañas adyacentes; y, sus compañeros se retiran para evitar la tormenta, el drama (pues el poema tiene la forma de una pastoral dramática) termina abruptamente.
El metro es de la primera especie, llamado verso largo, y consiste en el bacchius o amphibrachys, seguido del primer epítrito; o, en los lugares cuarto y octavo del dístico, por el doble yambo, considerándose la última sílaba como larga: la forma regular, tomada del segundo capítulo de «Comentarios sobre la poesía asiática», es ésta:
“Aficionado | puellarum | avaro sæ | pe fallitur
Ocelos | nigris, labris | oloris, | nigris comis.”