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El Dr. WEIL ha declarado, en su Introducción a estas Leyendas, que las extrajo principalmente de registros árabes originales, que todavía son recibidos por los mahometanos como las biografías inspiradas de los antiguos patriarcas y profetas.
Hay que añadir además que las ideas principales de estas leyendas mahometanas, es decir, sus narraciones históricas más destacadas y las doctrinas y preceptos que enuncian expresamente o implican, están contenidos en el Corán. En algunos casos, se dan sus detalles más minuciosos. De hecho, parecería como si estas leyendas formaran parte, al menos, de lo que el fundador de la fe mahometana llama «la madre del libro», lo que indica que precedieron a su Corán en orden de tiempo y encarnaron el germen de esa fe que posteriormente desarrolló.
Esta idea es sugerida por el erudito compilador alemán, y está corroborada por el hecho de que [p. iv] las leyendas eran desconocidas para los árabes antes de que Mahoma comenzara a predicar, mientras que en el Corán se refiere a ellos como ya familiares para sus oyentes.
Pero, sea como fuere, es cierto que el hecho de que sus ideas principales se encuentren en el Corán les confiere autoridad divina para el musulmán fiel, pues es un artículo primordial de su credo que todo lo que contiene el Corán es de Alá. Al leer por primera vez estas leyendas, se le ocurrió al escritor que podrían ser una valiosa adquisición, como epítome de la teología y la moral musulmanas. Y su carácter peculiar, su constante alusión a hechos de las Escrituras, con los que se identifican fuertemente la mayoría de los lectores de la Biblia, sus invenciones novedosas, magníficas y a menudo sublimes, que las revisten a la vez de la fidelidad del detalle histórico y de la frescura y fascinación de la ficción oriental, parecen ser especialmente adecuadas para la instrucción popular. Si se pregunta qué beneficio puede derivarse de promulgar los principios de un sistema que se declara erróneo, se responde que debe observarse una distinción entre los sistemas falsos en los que se ha dejado de creer, [v] y los que todavía se mantienen como verdades divinas por cualquier parte de la humanidad.
Se puede cuestionar si el primero debería ser enseñado, aunque hay razones por las cuales incluso la mitología explotada de los antiguos debería ser conocida; pero respecto a la segunda clase, a la que pertenece la religión de Mahoma, debería haber sólo una opinión.
Nuestro Redentor nos ha encomendado, en parte, la propagación de su santa fe, por la cual solamente él declara que la humanidad alcanzará esa santidad, paz y gloria para las cuales ha sido creada. Por lo tanto, la exhibición, en los administradores del Evangelio, de una religión falsa, en la cual, como en el caso que nos ocupa, ciento veinte millones de nuestra raza inmortal están en este momento apostándolo todo, no puede dejar de ser importante, a la vez para despertar dentro de nosotros sentimientos de caridad profunda y activa hacia estas multitudes ignorantes, y para proporcionarnos la inteligencia necesaria para combatir eficazmente sus graves errores con las armas de la verdad.
Si el público siente algún interés en esta obra, el traductor propone, en un volumen futuro, [vi] discutir el principio legendario con cierta extensión y mostrar la analogía de su funcionamiento práctico en los sistemas de religión judía, musulmana y católica romana.