[p. 81]
A., 11; M., 14.—La oración de Jesús (¡Dios lo bendiga y le conceda la paz!). Solía decir: «Oh Dios, no puedo rechazar lo que no me gusta y obtener el beneficio de lo que espero. El asunto está en manos de otro, y yo estoy obligado por mi trabajo, y no hay pobre que sea más pobre que yo. Oh Dios, no permitas que mi enemigo se alegre de mí, ni que mi amigo se ofenda conmigo; y no hagas que mi desgracia sea con respecto a mi religión; y no hagas del mundo mi mayor preocupación; y no permitas que quien no me tenga compasión tenga poder sobre mí, oh Viviente, oh Eterno».
A., 17; M., 20.—Se cuenta que Satanás (¡Dios lo maldiga!) se le apareció a Jesús, hijo de María (¡Dios lo bendiga y le conceda la paz!) y le dijo: «Di: No hay más Dios que Dios». Entonces él respondió: «Es una palabra de verdad, pero no la diré a petición tuya, porque debajo de lo que es bueno también tiene ambigüedades».
A., 18; M., 21.—Se relata que cuando nació Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!), los demonios vinieron a Iblîs [Satanás] y dijeron: «Esta [p. 82] mañana los ídolos han sido arrojados sobre sus cabezas». Entonces él dijo: «Esto es algo nuevo que ha sucedido. Quédate donde estás». Luego voló hasta que llegó al Este y al Oeste de la tierra, pero no encontró nada. Después encontró a Jesús (¡la paz sea con él!) ya nacido con los ángeles rindiéndole honores. Entonces regresó a ellos y dijo: «Verdaderamente un profeta ha nacido anoche; ninguna mujer jamás quedó embarazada o dio a luz un niño sin mi presencia, con la excepción de este [niño]. Así que desesperen de que los ídolos sean adorados después de esta noche; pero ataquen a los hijos de los hombres desde el lado de la prisa y la ligereza».
A., 53; M., 54.—Nos ha llegado que Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!) dijo: “¡Oh, hombres sabios que son malos! Ayunáis, rezáis y dais limosna, pero no hacéis lo que se os manda y enseñáis lo que no realizáis. ¡Qué malo es lo que decís! Os arrepentís en palabras y esperanzas, pero actuáis según el deseo. ¿De qué os sirve purificar vuestra piel si vuestro corazón está sucio? En verdad os digo: no seáis como un tamiz del que sale la buena harina y en el que quedan los restos. Del mismo modo, pronunciáis el decreto con vuestras bocas, mientras que la malicia permanece en vuestros corazones. ¡Oh, esclavos del mundo! ¿Cómo puede alcanzar el otro mundo aquel cuyo deseo no se satisface en [p. 83] este mundo y cuyo anhelo no se corta de él? En verdad os digo que vuestros corazones llorarán por vuestras obras. Habéis puesto el mundo bajo vuestras lenguas y las buenas obras bajo vuestros pies. En verdad os digo que habéis echado a perder vuestra otra vida, pues el bienestar de este mundo es más querido para vosotros que el bienestar del otro. Así pues, ¿qué hombres son más perdedores que vosotros, si tan sólo lo supieseis? ¡Ay de vosotros! ¿Hasta cuándo vais a describir el camino a los que viajan de noche y permanecen como gente confusa, como si estuvieseis llamando a la gente del mundo para que os lo deje? ¡Con suavidad, con suavidad! ¡Ay de vosotros! ¿De qué sirve a una casa oscura si se coloca una lámpara en su tejado cuando por dentro hay tinieblas? Del mismo modo, no os servirá que la luz del conocimiento esté en vuestras bocas cuando vuestro interior está desolado e inculto con respecto a ella. ¡Oh esclavos del mundo! No sois piadosos como los esclavos ni honorables como los hombres libres. El mundo pronto os arrancará de raíz y os arrojará boca abajo, luego os volcará sobre vuestras narices; luego vuestros hijos os agarrarán por las trenzas y os empujarán por detrás, hasta que os entreguen al Juez Real, desnudos y destrozados. Entonces Él os hará recordar vuestra bajeza y os pagará por la maldad de vuestras acciones.
A., 61; M., 58.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «¿Por qué venís a mí vestidos de monjes mientras vuestros corazones son corazones de [p. 84] lobos rapaces? Vestíos de reyes y mortificad vuestros corazones con el temor».
A., 98; M., 75.—Cuando Jesús (¡la paz sea con él!) pensaba en la muerte, su piel solía gotear sangre.
A., 101; M., 76.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Oh compañía de los discípulos, orad a Dios (¡Exaltado sea!) que me haga fácil esta embriaguez (es decir, la muerte), porque temo a la muerte de tal manera que mi miedo a ella me la ha legado». [Probablemente significa que el miedo a la muerte es tan severo como los dolores de la muerte mismos.]
A., 108.—Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!) dijo: «En los últimos días habrá hombres sabios que enseñarán la abstinencia en el mundo pero no serán abstinentes ellos mismos, que enseñarán a los hombres a deleitarse en el otro mundo pero no se deleitarán en él ellos mismos, y que advertirán a los hombres contra presentarse ante los gobernantes pero no se abstendrán. Se acercarán a los ricos y se mantendrán alejados de los pobres; serán agradables a los grandes hombres pero se alejarán de los humildes. Esos son los hermanos de los demonios y los enemigos del Misericordioso».
A., 110.—Jesús, hijo de María (¡la paz sea con ellos!) dijo a los discípulos: «¡Ay de vosotros, esclavos del mundo! ¡Cómo difieren vuestras ramas de vuestras raíces y vuestros deseos de [p. 85] vuestras mentes! Vuestras palabras son un remedio que podría curar la enfermedad, pero vuestras acciones son una enfermedad que no se puede curar. ¿No sois como la vid cuyas hojas son hermosas, cuyo fruto es bueno y cuyo crecimiento es fácil? Pero sois como la acacia cuyas hojas son pocas, cuyas espinas son muchas y cuyo crecimiento es difícil. ¡Ay de vosotros, esclavos del mundo! Habéis puesto la acción bajo vuestros pies; quien quiera puede tomarla. Y habéis puesto el mundo sobre vuestras cabezas; no puede ser tomado. No sois ni esclavos sinceros ni hombres libres honorables. ¡Ay de vosotros, crías del mal! Recibís la recompensa, pero estropeáis el trabajo. Encontrarás aquello de lo que estás en guardia cuando el Señor de la obra considere Su obra que has echado a perder y Su recompensa que has tomado”.
A., 115.—El Mesías (¡Dios lo bendiga y le conceda la paz!) dijo: «Los amigos de Dios, sobre quienes no hay temor y que no se entristecen [esta frase aparece con frecuencia en el Corán. Cf. II, 36 etc.], son aquellos que miran las cosas internas del mundo cuando los hombres miran sus cosas externas, y su más allá cuando los hombres miran su presente. Han mortificado lo que temían que los mataría, y han abandonado lo que sabían que los abandonaría. Son los enemigos de lo que hace la paz con los hombres y hace la paz con lo que es hostil a los hombres. Para ellos hay un bien maravilloso y con ellos está el [p. 86] maravilloso bien. De ellos habló la Escritura y de ella hablan. Con ellos está el conocimiento de la guía correcta y la conocen. No ven ninguna seguridad aparte de lo que esperan, ni ningún temor aparte de aquello de lo que se guardan».
A., 115a.—Se ha relatado en los libros antiguos que los discípulos dijeron a Jesús (¡la paz sea con él!): «Oh Espíritu de Dios, describe a los amigos de Dios (¡Exaltado sea!) sobre los cuales no hay temor, y que no se afligen». Entonces él (¡la paz sea con él!) dijo: «Ellos», etc. . . . «su recuerdo en él es muerte y su alegría en él es dolor [es decir, en el mundo]. Todo lo que de él se les presenta lo rechazan, y todo lo que se les eleva lo desprestigian. El mundo es malo a sus ojos y no lo renuevan; y se ha arruinado entre ellos y no lo reconstruyen; y ha muerto en sus pechos y no lo devuelven a la vida después de su muerte; y han construido su próxima vida en él. Han hecho vivir el recuerdo de la muerte y han mortificado el recuerdo de la vida. Aman a Dios y mantienen vivo su recuerdo, y buscan para sí en Él la luz buena y admirable», etc.
A., 128.—Era costumbre del Mesías ir todos los días de aldea en aldea de las aldeas de Palestina y de ciudad en ciudad de las moradas de los Hijos de Israel, curando [p. 87] personas y predicándoles y amonestándolos y convocándolos al reino de los cielos y haciéndoles disfrutar de él y haciéndoles practicar el ascetismo en el mundo y mostrándoles su engaño y sus esperanzas. Y fue buscado por el rey de los Hijos de Israel y por la chusma; y mientras estaba entre una compañía de gente, de modo que se abalanzaron sobre él para atraparlo, se desvió entre la gente y fue imposible atraparlo, y nada se supo de él hasta que llegaron noticias de él de otra aldea, por lo que fue buscado allí; y esa fue su costumbre y la costumbre de ellos durante treinta meses [es decir, los siguió eludiendo durante ese período]. Entonces, cuando Dios (¡Exaltado sea!) quiso tomarlo y elevarlo hacia Sí, sus discípulos se reunieron con él en Jerusalén en una habitación que pertenecía a una de sus compañeras, y dijo: «En verdad, voy a mi Padre y a vuestro Padre, y os doy un mandato antes de la partida de mi naturaleza divina y hago con vosotros un pacto y una promesa. Así pues, quien reciba mi mandato y cumpla mi pacto estará conmigo mañana; pero quien no reciba mi mandato, no tengo nada que ver con él, ni él tiene nada que ver conmigo». Entonces le dijeron: «¿Qué es?». Él respondió: «Ve a los reyes de los confines de la tierra y transmíteles lo que yo [p. 88] te he encomendado, y convócalos a aquello a lo que te he convocado, y no los engañes ni les tengas miedo, porque cuando yo deje mi humanidad, estaré en el cielo a la diestra del trono de mi Padre y de tu Padre, y estaré contigo dondequiera que vayas y te fortaleceré con ayuda y fuerza con el permiso de mi Padre. Ve a ellos y convócalos con dulzura y cúralos y ordénales que sean bondadosos y prohíbanles lo que es ilícito, hasta que te maten o te crucifiquen o te rechacen de la tierra». Entonces le preguntaron: «¿Cuál es la verificación de lo que nos ordenas?» Él respondió: «Soy el primero que lo hace». Y salió al día siguiente y se apareció al pueblo y comenzó a convocarlos y a amonestarlos y a advertirlos hasta que fue tomado y llevado ante el rey de los Hijos de Israel. Entonces mandó que lo crucificaran, y su humanidad fue crucificada y sus manos fueron clavadas en los dos maderos de la cruz, y permaneció en la cruz desde el alba hasta la tarde. Y pidió agua, y le dieron de beber vinagre, y fue traspasado con una lanza. Luego fue enterrado donde estaba la cruz y cuarenta personas fueron puestas a cargo de la tumba; y todo esto sucedió en presencia de sus compañeros y sus discípulos. Entonces cuando vieron que le sucedía eso, estaban seguros y [p. 89] sabían que no les había ordenado nada en lo que fuera diferente de ellos. Tres días después se reunieron en el lugar donde les había prometido aparecerse y vieron aquellas señales que [habían sido acordadas] entre él y ellos; y la noticia se extendió entre los Hijos de Israel de que el Mesías no había sido asesinado. Entonces la tumba fue excavada, y la humanidad no fue encontrada. Las partes entre ellos discreparon, y hubo una gran cantidad de conversaciones que es demasiado larga para ser contada. Entonces, en verdad, aquellos discípulos que habían aceptado su mandato se separaron en el país y cada uno siguió su propio camino. Uno fue al oeste, uno a Abisinia, dos a Roma, dos al rey de Antioquía, uno a Persia, uno a la India, y dos permanecieron en las moradas de los Hijos de Israel convocándolos a la opinión del Mesías hasta que la mayoría de ellos fueron asesinados, y la afirmación del Mesías se extendió en este y oeste por las acciones de los discípulos.
A., 129.—El Mesías solía decir a los discípulos: «Sólo he venido de mi Padre y vuestro Padre para daros vida de la muerte de la ignorancia, y para curaros de la enfermedad de las desobediencias, y para sanaros de la enfermedad de las opiniones perversas y de las malas costumbres y de las malas acciones, para que vuestras almas sean refinadas y vivificadas por el espíritu del conocimiento, y podáis ascender al reino de los cielos junto a [p. 90] mi Padre y vuestro Padre. Allí viviréis la vida de los felices y seréis salvados de la prisión del mundo, y de los dolores del reino de la existencia, y de la decadencia que es la morada de los miserables, y de la vecindad de los demonios, y del dominio de Iblîs» [Satanás].
A., 147.—Se relata acerca de Jesús, hijo de María (¡la paz y las bendiciones de Dios sean con ellos!) que dijo: «¡Oh compañía de los sabios! Os habéis desviado del camino y habéis amado al mundo; así como los reyes os han dejado la sabiduría, dejadles a ellos su gobierno».
A., 159.—Esto es lo que quiso decir el Mesías, hijo de María (¡la paz sea con ellos!), cuando tenía agua en su mano derecha y pan en su mano izquierda: «Este es mi padre y esta es mi madre». Hizo al agua padre, e hizo al alimento madre, porque el agua de la tierra está en el lugar del semen con relación a la mujer. Esto [la tierra] produce de esta [agua], y esta [mujer] queda embarazada de este [semen].
R., 160.—Al Fodeil, hijo de 'Iyâdh, dijo: Algunas personas le dijeron a Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!): «¿Con qué cosa caminas sobre el agua?» Él respondió: «Con fe y certeza». Dijeron: «Pero creemos como tú crees, y estamos seguros como tú estás seguro». Él dijo: «Entonces camina». Cuando lo dijo, caminaron con él, y una ola vino y lo levantó [p. 91], y Jesús (¡la paz sea con él!) les dijo: «¿Qué te pasa?». Respondieron: «Temíamos a la ola». Él dijo: «¿No temiste al Señor de la ola?»
A., 161.—Jesús, hijo de María (¡La paz sea con él!) dijo: «Avergonzaros ante Dios (¡Grande y glorioso es Él!) en vuestros asuntos secretos, como os avergonzáis ante Él en vuestros asuntos públicos».
A., 165.—En verdad he visto en el Evangelio de Jesús (¡la paz sea con él!), «Desde el momento en que un cuerpo muerto es colocado en el féretro hasta que es colocado al borde de la tumba, Dios (¡Exaltado sea!) le hace cuarenta preguntas con Su grandeza. Primero Dios (¡Exaltado sea!) dice: Siervo mío, has sido puro a los ojos de los hombres durante años, pero no has sido puro a Mis ojos durante una hora, y todos los días miraba dentro de tu corazón. Siervo mío, ¿en qué te ocupabas aparte de Mí cuando estabas rodeado de Mis bendiciones? ¿No eras sordo e inaudible?»
A., 172.—Se relata que Jesús (¡la paz sea con él!) salió un día y se encontró con Iblîs [Satanás] con miel en una mano y cenizas en la otra; así que le dijo: «¿Qué estás haciendo, enemigo de Dios, con esta miel y cenizas?» Él respondió: «En cuanto a la miel, la pongo en los labios de los calumniadores para que se vuelvan elocuentes por ella; y en cuanto a las cenizas, las pongo en el rostro de los huérfanos para que los hombres los odien».
[p. 92]
A., 186.—Se menciona acerca de Jesús (¡la paz sea con él!) que dijo: «Oh Señor, ¿cómo puedo agradecerte cuando mi agradecimiento es un favor tuyo por el cual debo dar gracias?» Entonces Dios dijo: «Cuando hayas reconocido esto, me habrás agradecido».
A., 197.—Jesús, hijo de María (¡la paz sea con ellos!), dijo: «¡Oh grupos de juristas! Os habéis sentado en el camino de la vida futura, pero no habéis caminado de manera que pudierais llegar a ella, ni habéis permitido que nadie os pasara a ella; así que ¡ay de aquel que se deje engañar por vosotros!»
A., 198, Cf. M., 1.—Lo siguiente se relata con la autoridad de al Sha’bî. Gabriel se encontró con Jesús (¡la paz y las bendiciones sean con ellos!) y Jesús le dijo: «¿Cuándo es la [última] hora?» Entonces Gabriel tembló en sus alas y dijo: «Quien es preguntado sobre esto no está mejor informado que quien pregunta. Es una carga en los cielos y en la tierra; solo vendrá de repente».
A., 206.—El hijo de 'Adî relató bajo la autoridad de Abû Sa’îd al Khadrî una tradición que dice que cuando su madre entregó a Jesús, hijo de María, a la escuela para que alguien lo enseñara, el maestro le dijo: «Escribe Bismillahi (En el nombre de Dios). Jesús le dijo: “¿Qué es bismi (En el nombre)? El maestro respondió: “No lo sé». Entonces Jesús dijo: «[La letra_] bâ´ es bahâ´ Allah (la gloria de Dios), [p. 93] y sîn es sanâuhu (Su grandeza), y mîm es mulkuhu (Su reino), y Allah es el Dios de los dioses. Y ar Rahmân (el Misericordioso) significa Misericordioso en este mundo y en el próximo; y ar Rahîm (el Compasivo) significa Compasivo en el próximo mundo», etc.
[En el pasaje anterior, Jesús es representado explicando las palabras Bismillahi ar Rahmân ar Rahîm (En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo) que aparecen al comienzo de todas las suras del Corán, excepto una.]
A., 213.—Dios (¡Exaltado sea!) reveló a Jesús (¡La paz sea con él!): «Un profeta no carece de respeto excepto en su propio país».
A., 214.—El Mesías (¡la paz sea con él!) dijo a los discípulos cuando les dio un mandato, y llegó al final de él: «Si hacéis lo que os he mandado, estaréis conmigo mañana en el reino de los cielos con mi Señor y vuestro Señor, y veréis a los ángeles alrededor de su trono (¡Exaltado sea Él!) cantando Su alabanza y alabando Su santidad, y allí disfrutaréis de todos los placeres sin comer ni beber».
A., 215.—Jesús (¡la paz sea con él!) dijo: «Si lo hubiera dicho, lo habrías sabido [Corán V, 116], porque Tú eres Aquel que habla en mi forma, y Tú eres la lengua con la que hablo, lo que hace seguro que Tú solo estás en mi deseo y en mi persona».
[p. 94]
A., 216.—Se relata con la autoridad de Wahb, hijo de Munabbih, que Jesús, hijo de María (¡la paz sea con él!) dijo: "¡Ay de vosotros, esclavos del mundo! ¿De qué sirve la difusión de la luz del sol a un ciego si no la ve? Del mismo modo, la abundancia de conocimiento de un hombre sabio no le sirve de nada si no actúa de acuerdo con ella. ¡Cuántos frutos de los árboles hay, pero todos ellos no son útiles y no se comen! ¡Y cuántos hombres sabios hay, pero todos ellos no aprovechan lo que aprenden! Así que estad en guardia contra los falsos sabios que visten ropa de lana e inclinan la cabeza hacia la tierra, mirando por debajo de las cejas como miran los lobos. Su habla no concuerda con su acción. ¿Quién arranca uvas de los espinos e higos de la coloquíntida? Del mismo modo, el habla de un falso sabio solo produce falsedad. Porque cuando su dueño no ata un camello en el desierto, éste se va a su casa y a su gente; y cuando quien posee el conocimiento no lo pone en práctica, éste se aleja de su pecho y lo abandona y lo deja vacío. Y así como la semilla no sirve de nada sin agua y tierra, así también la fe sin conocimiento y obras. ¡Ay de vosotros, esclavos del mundo! Todo tiene una señal por la que se conoce y se da testimonio de ello o acerca de ello, y en verdad la religión tiene tres señales por las que se conoce: la fe, el conocimiento y las obras.