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“En un día de siroco, el cadáver de un perro, repugnante, yacía en la estrecha calle de Nazaret. Los caminantes pasaban apresurados tapándose la boca y las fosas nasales, y por fin, cuando llegaban a un aire más puro, al estilo oriental maldecían al perro, y a los antepasados de los dueños del perro, y a los de ellos que, obligados a cuidar la limpieza pública, dejaron que la molestia envenenara a todos. Entonces, por ese mismo camino, llegó 'Isa, el hijo de María, de gran fama por las poderosas hazañas realizadas en el Nombre de Alá. Dijo: ‘¡Qué hermosos son sus dientes, tan afilados y blancos como perlas!’: luego siguió su camino.
Sea tu suerte, Lector, entre muchos defectos notar algún brillo de belleza: alguna lección nueva en viejas leyendas orientales: y, entre mucha escoria, encontrar algunos granos de oro.
JEH