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¡Ay! Por un pobre bocado, probado a través de un pecado,
La fuente del pensamiento se ha congelado; la sangre del corazón se ha diluido.
Un grano de trigo ha eclipsado el sol de la mente,
Como la «cola del dragón» opaca la luna llena, cuando está inclinada.[1]
¡Mirad qué delicado es el pensamiento! Un ápice de arcilla,
De la gloria de la luna llena, se redujo al desorden.
El pan de vida, recibido, digerido, da al hombre poder.
El pan material excita desconfianzas, contiendas, amargura.
La espina, aunque verde, cortada por el camello, lejos de los vados,
5 No sólo da placer, sino que también proporciona nutrición.
Esa misma espina, seca y vacía de jugosa savia,
Si se aventurara por una bestia hambrienta en el desierto brecha,
Su paladar y sus labios perforarán, la sangre fluirá;
Como si la conservación de las rosas debiera brillar con dagas.
La palabra de vida es la verde, la tierna, jugosa espina.
El material se vuelve, es seco, tan duro como un cuerno.
Y tú, pobre carne, esperando la palabra viva,
Muerde la palabra material, sin soñar con espada;
Se enfada con el dictamen duro e inflexible, con entusiasmo cariñoso;
10 Y lo encuentras córneo, pedernal, molesto de digerir.
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Se ha convertido en piedra. Hiere, hace brotar sangre.
Entonces evítalo, camello humano. No lo busques para comer.
Las palabras están muy suciamente mezcladas con pensamientos inquietantes de la tierra.
El agua está turbia. Cierra el manantial de donde sale.
Hasta que el Señor, de nuevo, lo hará claro y dulce;—
Purificará la corriente de tinta, como Él considere oportuno,
¿Debería la paciencia añadir al deseo, no la prisa y el descuido?
14 Espera tú contento. Dios sabe mejor lo que es correcto.
FIN.
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IMPRESO POR BALLANTYNE, HANSON Y CO.
EDIMBURGO Y LONDRES.