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CAPÍTULO II., Versículo 216.—Te preguntarán acerca del vino y de los juegos de azar; diles: «En ambos hay pecado y beneficio para los hombres; pero el pecado de ambos es mayor que el beneficio de los mismos».
Capítulo V, Versículo 92.—¡Oh vosotros que creéis! En verdad, el vino, los juegos de azar, las estatuas y la adivinación (flechas) son sólo una abominación de la obra de Satanás; evitadlos, pues, para que tal vez prosperéis. Satanás sólo desea poner enemistad y odio entre vosotros por medio del vino y los juegos de azar, y apartaros del recuerdo de Dios y de la oración; pero no desistís, ni obedecéis a Dios, ni obedecéis a los Apóstoles, y estad atentos, porque si os volvéis atrás, sabed entonces que nuestro Apóstol sólo tiene su mensaje para predicar.
Capítulo II, Versículo 168.—¡Oh vosotros que creéis! comed de las cosas buenas que os hemos provisto, y dad gracias a Dios si es a Él a quien servís. Él sólo os ha prohibido lo que está muerto, y la sangre, y la carne de cerdo, y todo lo que ha sido consagrado a otro que no sea Dios; pero quien es obligado, sin rebelarse [p. 65] ni transgredir, no está en pecado para él; en verdad, Dios es indulgente y misericordioso.
Capítulo V, Versículo 4.—Se os prohíbe lo que muere por sí mismo, y la sangre, y la carne de cerdo, y lo que está consagrado a otro que no sea Dios, y lo estrangulado, y lo derribado, y lo que cae, y lo corneado, y lo que han comido las fieras—excepto lo que matáis a tiempo—y lo que se sacrifica a los ídolos y los cadáveres partidos por flechas.
Capítulo II, Versículo 276.—Los que devoran la usura no volverán a levantarse, salvo como se levanta aquel a quien Satanás ha paralizado con un toque; y esto es porque dicen: «La venta es sólo como la usura», pero Dios ha hecho que la venta sea lícita y la usura ilegal; y aquel a quien ha llegado la amonestación de su Señor, si desiste, lo que ha pasado antes es suyo; su asunto está en manos de Dios. Pero quienes vuelvan (a la usura) ésos son los Compañeros del Fuego, y morarán en él para siempre. Dios borrará nuestra usura, pero hará que la limosna sea rentable, porque Dios no ama a ningún incrédulo pecador.
Capítulo XXX., Versículo 38.—Y lo que dais a usura para que acreciente con las riquezas de los hombres, no acrecentará con Dios; pero lo que dais en limosna deseando el rostro de Dios, éstos ganarán el doble.
Capítulo VI., Versículo 142.—Perdedores son aquellos que matan a sus hijos neciamente, sin conocimiento, y que prohíben lo que Dios les ha otorgado, forjando una mentira contra Dios, han errado y no están guiados.
Capítulo XVI, Versículo 60.—Cuando alguno [p. 66] de ellos tiene noticias de una niña, su rostro se nubla y se ennegrece, y tiene que contener su ira.
Se esconde del pueblo, porque las malas noticias que ha oído, ¿las guardará con su desgracia o las enterrará en el polvo? ¡Sí! ¡Mal es lo que juzgan!
Para los que no creen en la vida futura, es una semejanza del mal, pero para Dios es la semejanza más alta, porque Él es el Poderoso, el Sabio.
Capítulo XVII, Versículo 33.—Y no matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza; nosotros proveeremos para ellos; ¡cuidado! porque matarlos es siempre un gran pecado!
Capítulo IV., Versículo 10.—En verdad, los que devoran los bienes de los huérfanos injustamente, sólo devoran en sus vientres fuego, y serán asados en llamas.
Capítulo VI., Versículo 153.—Y no te acerques a la riqueza del huérfano, sino para mejorarla, hasta que llegue a la mayoría de edad, y dar peso y medida con justicia.