© 2005 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
La solicitud de Jesús no se hizo esperar. Al día siguiente, algo aleteaba en la montaña desde primeras horas del alba. Jesús permaneció en el campamento, junto a su tienda, aguardando. Hacia el mediodía, una presencia se dejó sentir en el claro. El silencio tenaz hizo sospechar a Jesús que se acercaba el momento. Las copas de los cedros apenas se mecían, y el lejano susurro del viento había enmudecido. El Maestro se levantó del saliente rocoso y caminó hacia el centro del llano, convencido del lugar en el que debía situarse.[1]
Un sol castigador caía desde el limpio cielo azul. A pesar de ello, no se notaba el calor. Las nieves perpetuas parecían inmunes a la canícula del verano, y su blanco resplandecía en las laderas rocosas de la montaña.
A cien metros del anillo boscoso del claro, el Maestro se detuvo. Inspiró profundamente. «Sí, éste es el lugar», pensó. Y concentrando su vista, empezó a provocar la sintonización de su mente. En segundos consiguió ajustar su visión humana a la espiritual, y de pronto, todo a su alrededor cambió drásticamente. Apareció ante él la misma imagen espiritual que días atrás, y en esta visión la hierba era mucho más verde, los árboles parecían cubiertos de un halo irisado, y el cielo cambiaba su color por un blanco limpio y luminoso. Por encima de su cabeza, un cúmulo de luces de distintos tamaños empezaban a moverse lentamente, tomando posiciones alrededor del claro. Estas luces, evidentemente, sólo eran visibles para sus ojos. El Maestro sonrió. Los primeros batallones de ángeles tomaban posiciones.
Con esta visión todo en la montaña presentaba un aspecto sumamente cambiado. Algunas cosas parecían difuminarse, como si sólo estuvieran allí parcialmente, apareciendo y desapareciendo como si un oleaje trajera y se llevara su materia. Las nubes habían desaparecido, y los desfiladeros de la vertiente este, que caían a plomo en algunas laderas, se habían rebajado y tenían el aspecto de ligeras colinas donde florecían extrañas especies de matorrales. En la distancia se divisaba una multitud de seres extraños, vestidos con túnicas y con una aureola tenue alrededor del cuerpo. Junto a ellos les acompañaban expectantes unos seres imponentes, de más de seis metros de altura, y con varios escudos enormes en la espalda.
Jesús sonreía feliz de volver a ver a sus hermosos hijos celestiales. Allí había arcángeles, serafines, querubines, seres mediadores, transportes espirituales, mensajeros, y toda clase de influencias del Espíritu. Se había congregado un sinfín de seres venidos de todo el espacio. Durante los días de retiro de Jesús, la noticia del gran momento final de la encarnación había recorrido toda la galaxia. Había en ese momento no menos de quinientos mil seres estacionados en las inmediaciones de la montaña, observando expectantes desde lo lejos, o en lo alto, sobrevolando la zona.
De pronto, en medio de la calma del paraje, una luz fortísima descendió a toda velocidad en un picado mortal desde el cielo. Sin un solo ruido, la luz frenó instantáneamente a veinte metros del suelo y permaneció parada unos segundos. Era una luz proveniente de «algo» muy grande con forma de globo, y parpadeaba tenuemente del naranja al blanco.
Después de unos instantes, un ser alto se destacó entre los árboles al fondo del claro y comenzó a caminar hacia la luz. El «globo» se colocó lentamente entre Jesús y este personaje. Se trataba de un ser de más de dos metros, vestido de blanco, con una sencilla túnica y una pequeña capa. Tenía facciones muy humanas, con dos grandes ojos de un azul muy claro. Su cabello brillaba con reflejos plateados e iba trenzado a la espalda. En el pecho se distinguía un emblema: un círculo rojo rodeando un círculo negro[2]. Caminó lentamente hasta situarse debajo del globo luminoso. Una vez allí, dirigió la vista hacia la luz. En un segundo un fogonazo bajó hasta el suelo, y poco a poco, otra figura empezó a formarse. Fue apareciendo gradualmente hasta que se hizo completamente visible. El nuevo ser era tan alto como el otro, y también tenía un aspecto humano. Llevaba el mismo emblema en el pecho, pero en la cabeza, en lugar de cabellos, una especie de materia dúctil, de un color fuego luminoso, le caía como un velo por la espalda. En su mano llevaba un objeto brillante con forma esférica.[3]
Los dos seres conversaron por espacio de unos segundos, y cogiéndose de ambas manos, bajaron la cabeza, concentrándose en recogimiento. Sus manos agarraban el objeto luminoso que portaba el primer ser. La esfera empezó a despedir unas emanaciones luminosas en silencio. El espectáculo era impresionante. Unas ondas de luz se dispersaron a gran velocidad por todo el claro, y revoloteando, regresaron hasta su origen. Después de unos instantes, la luz del objeto se extinguió y permaneció tenue con un brillo apagado.
Luego los seres miraron a Jesús. En el aparente silencio que siguió se estableció la primera conversación con el Maestro. Hablando en nebadoniano por la técnica no vocal, aquellos seres le dijeron a Jesús que deseaban revocar su petición de hablar en el lenguaje arameo de los judíos, y que preferían el idioma mejorado del mundo espiritual. Pero Jesús respondió en un arameo clarísimo y al alcance de cualquier ser humano:
—He venido a experimentar las limitaciones de la vida humana y deseo que el lenguaje sea el de la tierra humana donde ahora vivo.[4]
Los dos seres se miraron y se fueron acercando a Jesús. Cuando estaban a cinco metros de él, el ser más alto habló en arameo y con la articulación de una voz audible:
—Querido padre y maestro, sea como dices.
El otro ser hizo un gesto de asentimiento.
Jesús se acercó al ser con la sustancia luminosa en la cabeza y tomándole de las manos, le dijo:
—Satanás, querido hijo, sé bienvenido.
Luego hizo lo mismo con el otro ser, y le dijo:
—Caligastia, querido hijo, me alegra mucho volver a verte.
Caligastia respondió:
—Padre, es un honor que estés aquí.
Luego les dijo:
—Me gustaría que nos sentáramos allí. Estaremos más cómodos.
El Maestro les indicó el saliente rocoso que solía utilizar para sus meditaciones. Se sentaron los tres en la piedra. Desde allí podía contemplarse todo el claro en perspectiva.
Sin más preámbulos Jesús les dijo:
—Desearía que mi visión fuera la del mundo humano donde vivo. Si no tenéis inconveniente me gustaría que os materializárais en forma humana visible.
Satanás y Caligastia se volvieron a mirar, un poco extrañados, pero asintieron al Maestro, accediendo a su petición.
Jesús salió de su concentración, anulando la visión espiritual. Los árboles volvieron a tener su apariencia y las nubes regresaron a un cielo azul. Las huestes celestiales, luminosas y brillantes, desaparecieron de la vista. El sol surgió de nuevo, llenando de luz la escena. Jesús se resintió del cambio y posó su mano en la frente a modo de visera durante unos instantes. Cuando pudo rehacer su visión observó cómo se formaron los cuerpos visibles de sus compañeros. Satanás apareció primero. Su cabello era blanco, como si fuera el cabello canoso de un anciano, y vestía de un modo similar a la visión espiritual, con una túnica pulcra. Calzaba unas sencillas sandalias, y el emblema del pecho era ahora un colgante con dos piedras preciosas engastadas de color grana y azabache intensos. Caligastia apareció también gradualmente, adoptando una forma física similar, con el pelo encanecido pero de un blanco limpísimo, con el mismo emblema colgando en el pecho, y con una túnica impecable. Sus rostros tenían las facciones de dos jóvenes humanos, salvo que su piel estaba intensamente morena y un halo de luz tenue les cubría el cuerpo. Satanás parecía masculino, pero Caligastia tenía facciones marcadamente femeninas.
—Os lo agradezco —les dijo Jesús.
El Maestro esperó en silencio, mirando a ambos expectante. La voz de Satanás no se hizo esperar. Tenía una voz grave, llena de seriedad:
—Padre, vengo desde la capital del sistema, donde se encuentra retenido nuestro hermano Lucifer. Te envía sus saludos, aunque lamenta no poder estar presente en esta reunión.
—Ya sabéis que vuestro hermano ha rechazado mis planes de reconciliación propuestos hace más de 75.000 años para este planeta. Si vuestro hermano estuviera dispuesto a regresar a la verdad y a la voluntad del Padre, bien sabéis que incluso esta reunión se celebraría de otro modo.
Caligastia se unió a la conversación:
—Padre, ¿por qué has venido? ¿Qué es lo que esperas conseguir realizando tu otorgamiento final en este sistema?
Jesús no se demoró en contestar:
—Tú bien sabes la respuesta, Caligastia, aunque no estés dispuesta a aceptarla. Quiero demostrar que el camino de la voluntad del Padre es la expresión más perfeccionada que existe y jamás existirá del servicio y de la evolución progresiva. ¿Por qué persistís con tanto afán en no ver que existe una perfección absoluta en el universo?
Satanás torció el gesto:
—¿Cómo puede ser, padre mío, que exista esa «perfección absoluta» e imponga su voluntad por la fuerza? Si es así, ¿para qué nos necesita? ¿Por qué no impone su voluntad de una vez y nos libra del esfuerzo encomiable del progreso evolutivo? ¿O es que quizá todo es un «enorme» ardid para mantener la creencia de que no se puede alterar ese plan?
Jesús permaneció en silencio unos segundos. Su mente humana bullía en pensamientos acelerados. Sentía la tentación fortísima de utilizar su mente espiritual, pero se contuvo y permaneció sujeto a sus limitaciones mentales humanas.
Satanás volvió a la carga:
—¿Por qué los seres humanos viven una vida progresiva donde les está permitida la equivocación e incluso la transgresión de las normas del espíritu, y aún así disponen de nuevas vidas para reconducir su existencia, apoyados en una nueva perspectiva espiritual, y sin embargo, nosotros, los administradores en quien ponéis los Hijos Creadores todas vuestras esperanzas, estamos atados por un plan rígido al que no puede hacerse ninguna modificación?
Jesús permaneció reflexivo y dejó de mirarles por un instante. Echó un vistazo al claro, donde ahora no había rastro de luces ni de seres especiales. Satanás remachó:
—Padre Miguel, ¿vosotros tenéis miedo de nosotros? No os fiáis de nosotros… ¿Por qué?
El Maestro salió de sus reflexiones, y su voz sonó grave y clara:
—El progreso evolucionario es el regalo para todas las edades que el Padre ha hecho a sus criaturas del tiempo y el espacio. Las criaturas havonales nacen en la perfección intrínseca y no necesitan de la evolución. Ni siquiera algunas fases de mi existencia son divinamente perfectas, por lo que yo también necesito de la experiencia para completar mi círculo de perfección.
› El que el Padre no resulte visible en el universo no debe induciros al error de creer que él es sólo una estratagema de los Ancianos de los Días[5] para mantener la fe en el plan de su voluntad. Yo he estado en la presencia inmediata del Hijo Eterno y no os engaño cuando os digo que el Padre y sus eternos asociados existen. Sólo la retorcida justificación de vuestros errores es la que no quiere creer la verdad.
› Por supuesto que los Ancianos de los Días han concedido una libertad relativa a los Hijos Administradores. Considerad el poder que se ha puesto en vuestras manos. Lleváis diez edades en este sistema haciendo vuestra entera voluntad sin que ningún ser de poder superior haya interferido en vuestro arbitrio. Habéis podido satisfacer vuestros deseos de cambio en todo cuanto os ha parecido. Pero los Ancianos no pueden permitir la rebelión permanente de quien desea persistir en la deslealtad.
› Todas vuestras peticiones de los tiempos anteriores a la rebelión fueron escuchadas con atención por los Padres de la Constelación, y bien sabéis que las propuestas coherentes siempre son bien recibidas. En todo cuanto se os ha podido permitir una sugerencia ésta os ha sido aceptada, siempre y cuando fuera de acuerdo con la voluntad del Padre Universal.
› Satanás y Caligastia, escuchadme, porque el tiempo se acaba. Estáis cerca de llenar la copa de vuestra iniquidad. Yo sólo soy el verbo de la voluntad paradisíaca, pero sabéis que los Ancianos de los Días tienen poder para ejecutar el juicio de Gabriel. Nunca es tarde para que abracéis el regreso al Padre. Siempre, incluso hasta el último instante, podréis libraros de vuestra locura. Pero entráis en el momento más peligroso de vuestra existencia. Si persistís deliberadamente en considerar sólo el camino de la oposición, sin duda que el juicio se llevará a cabo.
Los dos líderes se miraron con preocupación. Pero Caligastia agitó su cabeza, en señal desaprobadora. Después dio rienda suelta a sus pensamientos:
—Maestro, no entendemos tus amenazas. Pensábamos que tú entenderías nuestras justas reclamaciones. Tú mismo tienes que someterte a la arrogancia y la tiranía de los Ancianos de los Días, que impiden que expreses tu propio concepto de justicia. ¿Acaso tú nos condenarías por nuestros actos?
Jesús replicó:
—Yo no puedo juzgaros, pero sin duda que la justicia será impartida. Pronto, muy pronto, uno de vosotros será retenido en la capital. Os aseguro que si continuáis así sin duda que el juicio será emitido con prontitud.
Satanás empezó a mostrar una voz más grave:
—Maestro, dices que se nos ha permitido ejercer nuestra autoridad sin interferencias, otorgándonos la libertad de ejercer nuestros planes sin intromisiones. Pero, ¿cómo llamarías entonces a la desconexión de las comunicaciones a nivel de todo el sistema? ¿Qué es entonces para ti el aislamiento y la incomunicación de los mundos?
› Durante más de doscientos mil años se nos ha privado del beneficio de las transmisiones, de los traslados por los cauces habituales, y de toda posibilidad de extender nuestra propuesta de libertad. Incluso para llegar aquí hoy he sido trasladado mediante un conducto serafín de triple seguridad. Ha resultado prácticamente imposible ejercer la soberanía en muchos mundos, y habéis fomentado el enfrentamiento y la enemistad de muchas esferas.
El Maestro no le dejó continuar:
—Querrás decir que no habéis podido ejercer la tiranía… No os resultaba suficiente con lanzar vuestro «experimento de autoaserción» a unos pocos planetas. Necesitábais involucrar a todo el sistema. Incluso llegasteis a afectar a los nacidos en morontia[6], corrompiendo con vuestras ideas las guarderías probatorias[7]. ¿Qué sería lo siguiente? Dado que para vosotros el Padre es una invención, ¿por qué no cuestionar mi autoridad en este sector de la galaxia? ¿Por qué no declararme «estafador» y «pérfido» y derrocar mi gobierno de Nebadon? ¿Por qué no debería ser obligado todo el entero universo de Orvonton a claudicar ante vuestras pretensiones de autoridad? ¿Por qué no iba a consentir Lucifer en verse a sí mismo como el «dios de todos los seres humanos de todas las galaxias»?
Satanás jugueteó durante unos instantes con los flecos de su túnica tratando de buscar una salida a la conversación. El Maestro estaba resultando imposiblemente difícil, incluso más seguro de sí mismo que si les hablara a través de su mente espiritual. Caligastia estaba sorprendido de la fortaleza del Rabí. Nunca había visto una mente humana con tanto aplomo y seguridad. Empezaba a ver claro que Jesús se estaba convirtiendo en una extraña criatura que mezclaba poderosamente el poder material con el celestial en una forma unificada sin precedentes en toda la galaxia.
Satanás volvió a la carga:
—Padre, nos gustaría hacerte un ofrecimiento.
› Estamos autorizados por Lucifer a ofrecerte un inicio de arrepentimiento siempre y cuando se satisfagan estas exigencias:
› El reconocimiento de una autoridad excesivamente autoritaria por parte de los Ancianos de los Días, que impide un diálogo normal y un reconocimiento en avance del poder de los Hijos Administradores…
› El reconocimiento de que la duda de la existencia del Padre es aceptable mientras sólo sea posible alcanzar en conocimiento a los gobernantes supremos.
› El reconocimiento de la libertad de elección de los Hijos Administradores de buscar su propio esquema de progresión evolutivo dentro de unos márgenes de tiempo razonables.
Satanás volvió a su voz más sosegada:
—Lucifer está dispuesto a ofrecer un acuerdo de regreso a la lealtad a los Ancianos de los Días si ellos están dispuestos a hacer estos reconocimientos. El reconocimiento del error debe ser mutuo, si no, ¿qué ejemplo ofrecen Elderer y el resto de Ancianos de los Días a las criaturas de nuestro universo si ellos no son capaces de reconocer su parte de error?
Jesús escuchaba con suma atención, y su respuesta no se hizo esperar:
—Estoy apenado de que pase el tiempo y pasen edades completas y vuestra postura no haya variado ni un ápice. Por supuesto, debo pensar que será Lucifer quien fijará el grado del error de los Ancianos de los Días…
—Maestro, buscamos un punto de equilibrio común…
—Sí, buscáis el equilibrio entre la verdad y la falacia temporal de la falsedad. Hijos míos, estoy completando mi larga carrera de entronamiento. Antes de que vosotros fuérais, antes siquiera de que existiese un pensamiento universal en la mente cósmica sobre vosotros, yo era. Existo en un círculo de eternidad cercano al absoluto, y he vivido durante eones incontables junto a la fuente misma del Hijo Eterno. En todo lo que él es, yo puedo hablar en su nombre. Conozco la eterna verdad y en ella, os aseguro, no existe ninguna fisura de error. Nuestros mayores en el círculo de la eternidad no han errado ni errarán jamás. Su juicio es el absoluto de sabiduría aplicada a un caso. Cuando se pronuncian, no hay posibilidad de apelación, su juicio es total y definitivo. Son «el juicio del Padre Universal», si es que él juzgara en persona.
—Sí, pero no lo hace… —puntualizó insidiosamente Caligastia.
—El Padre, en su maravillosa muestra de amor y de entrega incondicional a todas sus criaturas, ha delegado cada porción de su poder absoluto que ha podido otorgar, despojándose a sí mismo de la prisión de la absolutez. Tenéis una prueba palpable de la existencia de su justicia infinita en la personificación de los Ancianos de los Días, pero vuestros prejuicios hacia Elderer, Eldensen y Eldion[8] os tienen cegados y no os dejan ver…
› No fueron ellos quienes me obligaron a ceder en la rebelión de Palonia[9]. Esta rebelión estaba abocada al fracaso desde su mismo principio. La única salida posible para vosotros es una reconciliación sincera y la reversión del mal generado. Yo no deseo que ninguno de mis hijos perezca, pero no puedo imponer la vida por la fuerza. Sólo ofrezco vida abundante para aquellos que desean lealmente morar en el camino de la verdad y de la voluntad del Padre.
› Sabéis cuál es el fin de la desobediencia ciega. No existe una alternativa a la existencia real donada por el Padre. Es un confuso error y una locura pensar que hay una existencia a pesar de los planes de vida eterna del Padre. La única posibilidad final es la autoaniquilación. Toda vuestra energía espiritual será reintegrada en los circuitos universales y vosotros dejaréis de existir. Sólo permanecerán las contrapartes espirituales de los registros históricos universales, pero en cuanto a vuestra presencia, abandonaréis la existencia para siempre, sin posibilidad de regreso. No existe ningún nivel de la realidad en la inexistencia. La falta de existencia es sólo un concepto ideacional necesario para comprender la realidad, pero la realidad sólo es existencia. Tampoco penséis que en un universo infinito todas las posibilidades serían reales. La posibilidad existe con potencialidad factual si ésta existe dentro del absoluto creador del Padre.
—Pero, ¿y si el Absoluto Universal no existe, y si vosotros vivís engañados por los Ancianos de los Días y lo que consideráis un absoluto, en realidad sólo es un pérfido reflejo de un poder de los Ancianos, un poder ocultado durante eones a vuestra inteligencia para haceros creer que existe un Ser Creador de triple manifestación que es antecesor a todo lo creado en el círculo de la eternidad? Por supuesto que ellos tienen el poder de la aniquilación… Pero, ¿acaso no es esto una prueba de que ocultan poderes especiales para no permitir que vosotros los utilicéis?
—¿Por qué no ejecutas tú, padre, la sentencia de aniquilación? ¿Te resulta demasiado duro? ¿O es que quizá, a pesar de tus largas estancias en esa «morada eterna» de las Tres Fuentes Centro, nunca has tenido ese poder?
Satanás y Caligastia acosaban sin respiro al Maestro, pero Jesús no perdía la paciencia y abordó el tema con más ánimo:
—Yo soy vuestro padre creador, y difícilmente puedo juzgaros con justicia…
—Entonces, ¿por qué van a hacerlo los Ancianos de los Días?
—Porque ellos no fueron quienes me trajeron a la existencia. Yo soy uno de los pensamientos originales del Hijo Eterno, unigénito en cuanto a caracteres de personalidad. No hay otro como yo. Pero mi juicio sería parcial porque no tendría en cuenta la sabiduría del Padre y del Espíritu. Los Ancianos de los Días provienen del pensamiento creador de la triple unidad de las Fuentes Centro, y proporcionan la perfección absoluta del juicio universal. Juzgáis erróneamente a Elderer, Eldensen y Eldion porque no visualizáis que provienen del centro de todas las cosas. No puede haber error en sus decisiones. El que los filósofos del universo postulen su vicerregencia cuando el Ser Supremo llegue a su plenitud experiencial, no les priva de su poder de perfección. Lo que hace es mostrar la sabiduría de su propósito universal. Ellos sabiamente permanecerán en un segundo plano cediendo todas las decisiones posibles al Ser Supremo…
—Ya hemos oído más veces todas estas cosas y siguen sin convencernos —cortó Caligastia—. Por tanto, debemos entender que persistes en tu idea de continuar con la última encarnación y finalizar la justificación de tu soberanía.
—Para eso estoy aquí, Caligastia.
—Te rogamos que no lo hagas. Tienes una última oportunidad de mostrar a los Ancianos de los Días una decisión propia. ¿Te plegarás hasta el final a estas exigencias ridículas de encarnaciones? Eres el supremo ser de este sector del universo. No entendemos por qué necesitas humillarte ante las exigencias de los Ancianos hasta el punto de necesitar esta experiencia para tu entronamiento. ¿No decías que has vivido junto al Hijo Eterno durante eones? ¿Qué ocurre? ¿Es que ese Hijo Eterno junto al que crees haber estado no te ha proporcionado la suficiente sabiduría como para gobernar tu agregación galáctica?
—Mis encarnaciones no satisfacen las exigencias de los Ancianos de los Días, sino las del Padre Universal, sobre el que fundamento el carácter de mi pequeño universo. Tampoco los Ancianos me han exigido que las realice. Podría, si ese fuera mi deseo, ganar mi soberanía por iniciativa propia. El que esto no haya sucedido en ningún gobierno de los Hijos Migueles no se debe más que al enorme deseo que sentimos de pasar por la misma experiencia que los seres como vosotros. Pero si no lo hiciéramos, no penséis ni por un instante que Elderer, Eldensen o Eldion, lo apuntarían en nuestra contra. Mi Fiel de los Días, el Emmanuel Emmavin, tampoco me ha presionado jamás para que me obligue a las encarnaciones. No podéis entender plenamente los pensamientos complejos que discurren por mi mente. ¡Es nuestro deseo fortísimo de miles de eones! ¡Llevo esperando este momento durante incontables edades, cantidades de tiempo que no podéis siquiera abarcar con vuestra larga edad! Podré no tener la soberanía de mi universo, pero necesito sentir la experiencia de la vida que «yo he creado». No queréis entender el propósito de mi encarnación porque os ciega el rechazo a los Ancianos de los Días y queréis atribuirles un plan que no es suyo.
Pero Caligastia no podía dejar continuar al Maestro, y dio rienda suelta a su impaciencia por contestar:
—Tú sabes que «mis hijos» no están preparados para recibirte. La situación política de estas naciones es muy precaria. Sin duda que habrás examinado con los seconafines terciarios, con los Importancias del Tiempo[10], que muy posiblemente tu revelación a este mundo será un fracaso. Me cuesta entender qué te propones, padre mío. Nos criticas por desviarnos del plan original para acelerar la evolución humana, y sin embargo, aquí estás, dispuesto a lanzar una nueva revelación. ¿Qué quieres en realidad?
La respuesta no se demoró:
—El plan de mi Padre no tiene en cuenta el tiempo porque vive en un propósito eterno que existe desde mucho antes que existierais vosotros. No es lento ni rápido. No se duerme ni se impacienta. Sólo existe un camino para el progreso evolucionario: el amor sin concesiones. Todas las deficiencias que pueda causar el retraso en la perfección se verán compensadas en el tiempo y en la eternidad. El Padre no desea que ninguno de sus hijos deje insatisfechos sus más sinceros deseos. Y así el plan se completa con las escuelas de capacitación del sistema, el sector, la galaxia, e incluso el Paraíso.
› Bien yo sé que mi revelación será un aparente fracaso. Es muy posible, casi seguro, que moriré brutalmente a causa de un odio injustificado. Llegaré a permitir que todo esto ocurra para que también vosotros alcancéis una lección: que no existen los fracasos en el plan del Padre. Tan sólo su apariencia, que es engañosa.
› Caligastia, sé que tu corazón sufre por mi elección. No he venido a sustituirte, ni a demostrar tu ineficacia. Aún hay tiempo para ti, para que escuches lo que tantas veces me oíste decir y te enseñaron los Fieles de los Días[11]. Es bueno albergar dudas, y vacilar, y sentir que todo lo que se cree pende de un hilo, el imperceptible hilo de la fe. Pero la rebelión, la obstinación empedernida, y la sinrazón de seguir en un postulado imposible… Todo carece de sentido, y degrada vuestros cauces vitales del espíritu. Sabes bien, sabéis bien, que jamás podrán cumplirse vuestras expectativas. Jamás permitirán los Ancianos de los Días vuestra eterna perversión. Por tanto, aunque no sintáis el convencimiento, al menos reconoced vuestra locura y recapacitad. Sólo así podréis liberaros del odio y del velo del orgullo. Habrá perdón hasta en el último momento, pero si continuáis como hasta ahora, la atracción se hará más y más fuerte. El deseo de desaparecer obnubilará vuestra mente. Y aún así siempre podréis elegir. Ahora mismo podríais elegir…
Satanás había escuchado en silencio y con el gesto cada vez más alterado, a pesar del tono conciliador de Jesús. Y su voz sonó dura como un trueno. Una sombra de tormenta paseó fugaz por su aureola:
—¿Has terminado? ¿Ya ha acabado tu intento de manipular a Caligastia? Ella es libre de hacer lo que le plazca. Yo, padre, estoy por encima de tus tretas. Déjame que hable con sinceridad, aunque ya habrás oído esto de mí. ¿Por qué Nebadon ha sufrido tres rebeliones? ¿Por qué este sector del universo es más pérfido que muchos otros? El descontento está entre los mayores en la galaxia. En cientos de miles de sectores galácticos los sistemas brillan en luz y vida, y los planetas gozan de revelaciones totales. El progreso de la evolución es sólo un medio. ¡No es el fin! Existen alternativas. Tú mismo estás aquí para provocar un cambio global en la era de este planeta. Te dispones a hacer revelaciones a estos seres humanos sobre el «Padre», y a engañarlos con ideas estupendas acerca de un futuro mejor. Pero el hecho es que estás aquí porque tu método no funciona. Ni en este sistema ni en muchos otros que se unieron a nosotros.
› Pretendes que creamos que has venido a ofrecernos un ejemplo inspirador de cómo debemos hacer nuestro trabajo. Pero ocultamente te propones ridiculizarnos, y además usando nuestros propios métodos. Llevamos siglos intentando revelar a una mente humana algunos conceptos, siquiera algunas nociones del cosmos. Ya está bien de hablarles siempre de «tu Padre». Necesitan conocer que no están solos. Que existen otros planetas, otras razas, otros lugares donde se evoluciona, al igual. Necesitan saber su destino, el objetivo de todo este sufrimiento sin fin. No necesitan más consuelo ni esperanza. Con Maquiventa ya tuvimos bastante, y ahora vienes tú con lo mismo. Él reveló lo que quiso y como quiso. Y tú provocarás una revolución religiosa que no están preparados para recibir. La cultura y la sociedad están apenas saliendo del período tribal y ya quieres educar su alma y estimular su espíritu.
› Pero sé que no estás resultando ajeno al resto de Migueles de nuestro universo. Muchos se preguntan qué ocurre con Nebadon. Tus hermanos de Avalon, Sanselon y Fanoving[12], mucho más avanzados que tu creación, se interrogan por tanto levantamiento. ¿Acaso somos diferentes? ¿O es que nos gobierna un creador joven, inexperto y demasiado condescendiente con los Ancianos de los Días? En otros sectores se aplican leyes menos rígidas, y se proponen avances más rápidos, que ahorran edades completas a los mundos. Casi en ningún otro universo…
—Eso es falso, Satanás, y lo sabes…
Jesús tenía la voz grave. Y por primera vez había interrumpido a sus interlocutores sin dejarles acabar. Su mirada era de fuego, y hasta a Satanás le tembló la voz cuando intentó terminar:
—…ha habido rebeliones.
—En ningún sector se preguntan porqué ha habido tantas pérdidas entre los gobernantes de mi reino. Tus consultas sólo recogen los testimonios que quieres escuchar. En ninguna parte de este universo se considera un fracaso el número de rebeliones. Y si existe tanta rebeldía la única causa es porque os he creado con mucha más capacidad de decisión que lo que lo ha hecho mi hermano de Avalon o de Fanoving. Todos los Migueles elegimos nuestro camino para imitar a la creación central. No existe una única expresión perfecta de este camino. Yo soy un camino. Todos los que transiten por mí, hallarán algún día al Padre y a su universo celestial.
› Aún no vislumbráis siquiera el inmenso plan del Padre Celeste. Su destino habita en un círculo inmenso de enorme infinidad. Jamás acabaríais por descubrir todos los ciclos de progreso de su mente. Aunque creéis estar oponiéndoos a su plan, nada puede variarlo. Dentro de dos edades el mal potencial que habéis acumulado será mucho menor al bien derivado, y en ese momento, todas las agencias y los gobiernos apreciarán la sabiduría de mi decisión.
› Satanás, aún vives atormentado por tu aislamiento. Todavía sufres el orgullo de tu suficiencia. Y no te das cuenta de que eres libre. Has podido venir aquí, y sabes que las puertas de Salvington han estado siempre abiertas para que vinieras a conversar conmigo. Pero siempre me habéis ignorado, con desprecio. Sólo cuando habéis visto la gravedad de la situación con mi otorgamiento, entonces habéis reaccionado. Pero no estáis en peor ni en mejor situación que hace mil años. Nada ha cambiado, excepto vuestra obstinación, que cada vez es mayor.
› Sabéis que ardo en deseos de que volvamos a ser una familia. —Jesús extendió las manos hacia sus hijos—. Pero no puedo daros mi perdón si no queréis recibirlo. El plan del Padre triunfará y vosotros podríais estar en el templo celeste, celebrando la entronización de Nebadon en la luz y la vida eternas, dentro de mucho tiempo. Pero no queréis. Ni siquiera ahora mismo escucháis mis palabras, sino que preparáis otra réplica con ardid.
—Ahora mismo te seguiría, padre, si tan sólo nos demostraras tu apoyo con un gesto. Si tan sólo regresaras a Salvington y no completaras tu encarnación…
—¡Tú irás detrás de mí, Satanás!
La voz de Jesús fue como un relámpago, inesperada y cortante. Tanto, que los rebeldes se quedaron de piedra. Nunca en toda su inmensa existencia habían visto a su padre y creador con una voz tan ruda. Por un momento, sintieron miedo y preocupación.
—Si tan sólo vierais, aunque fuera por un resquicio, que intento ayudaros…
Su voz había cambiado y parecía la de un viejo amigo cansado de tantas aventuras. Pero sus interlocutores habían enmudecido. Sabían que la conversación se agotaba. Poco podía decirse o hacerse. Las posturas estaban enfrentadas sin solución. Y cada vez quedaba menos espacio a un entendimiento.
—No nos darás ni una sola oportunidad de ver un gesto tuyo…
Satanás seguía incansable. Pero Jesús tampoco desfallecía. Y con voz relajada, ya de nuevo con el gesto dulce y sereno de siempre, le dijo:
—Este es mi gesto, Satanás. Que sea haga la voluntad de mi Padre, aquí también en este mundo, del mismo modo que por tanto tiempo lo he hecho en el cielo. No hay forma más grande de hacer las cosas que servir a los hijos como uno más, no como padre, sino como hermano. Aquí me tenéis. Soy vuestro hermano de Urantia. Por siempre lo seré. He venido a cumplir un mandato universal lleno de esperanza y amor. Ved que no traigo a mis batallones de leales. Fijaos que estoy solo. Y seréis libres de intentar que mi obra fracase. Aún ahora Caligastia podrá cometer una injerencia y rescatarme de manos de mis enemigos, porque estad seguros que yo no haré que nadie se le oponga. Sin embargo, Caligastia, ¿estás segura de que quieres evitar mi sufrimiento? Tú misma puedes ver que es imposible de evitar que complete mi entronización, tanto tiempo esperada. ¿Os opondréis a ella porque teméis que os someta? ¿No veis que no tengo más que amor para con vosotros, a pesar de todas nuestras diferencias?
Caligastia evitó por unos instantes mirar a su maestro. Satanás retuvo la mirada. Pero su gesto ya no era tan grave. En ambos seres se batallaban las dudas más profundas e inescrutables. El deseo de venganza y las rencillas mal curadas habían hecho estragos en sus corazones durante milenios. Caligastia tan sólo acertó a decir:
—Ya es tarde, maestro. Este universo necesita de un final, sea el que sea. Y nosotros necesitamos ver qué hay detrás del telón.
Satanás fue tajante e inflexible:
—Puesto que has venido a sentenciarme, acaba cuanto antes, padre. Acabemos ya con todo. Si es tu deseo encerrarme en Jerusem, estoy listo.
Jesús pronunció sus últimas palabras:
—Yo soy vuestro padre creador. Sería terrible para mí juzgaros, y aunque lo haría con toda la justicia de que dispongo, antes de que siquiera os ofrezca el perdón ya habéis desdeñado mi misericordia. Que os juzguen los Ancianos de los Días y emitan su veredicto de eterna sabiduría.
› Decidle a Lucifer que se hará la voluntad de mi Padre del cielo.
Aquello parecía una despedida, y Satanás y Caligastia se miraron, decepcionados. Jesús puso las manos sobre las rodillas, en señal de querer dar la conversación por terminada. Pero Caligastia no deseaba este final.
—¿Cuáles son tus planes inmediatos, padre?
Jesús le miró fíjamente durante unos segundos. Y le dijo:
—Estoy en las manos del Padre. Cuando los Ancianos ratifiquen el cumplimiento de las exigencias de la encarnación, mi deseo sería quedarme por una temporada en este planeta y hacer una nueva revelación de la verdad a este mundo que extienda la iniciada por mi hijo Melquisedec hace veinte siglos[13]. Me siento en deuda para con mis hijos y hermanos, que tanto me han dado durante esta existencia terrena. Y desearía vuestro apoyo en este empeño.
Ambos movieron sus cabezas en señal de desaprobación.
—Va a ser una humillación terrible, padre. Llevamos estudiando esta esfera miles de años. Aún no están preparados para semejantes verdades. Tu palabra será malinterpretada y creará una mayor confusión entre los hombres.
Jesús les dejó atónitos:
—Lo sé, hijos. Mi mente reforzada ve incluso el futuro más allá que la vuestra, recordadlo. Sé todo lo que está por ocurrir si sucede como tengo previsto. Conozco los problemas de esta generación. Os aseguro que sé lo que hago. Vosotros no podéis vislumbrar aún todo el plan porque éste abarcará edades completas, y hay destinos que aún no podéis intuir y que están lejos de vuestro entendimiento. Hijos míos, no puedo pediros otra cosa excepto que no dudéis ni por un instante que el plan del Padre finalmente triunfará. Podrá parecer lento y algunas veces poco eficaz, pero es certero, y constante, y no se agota, y tiene una perspectiva del futuro que vosotros no sois capaces aún ni de predecir. Tened por seguro que finalmente triunfará.
Jesús terminó por levantarse y caminar unos pasos hacia el claro. La conversación había concluido. Sus hijos rebeldes hicieron lo mismo. De pie, al lado de Jesús, eran imponentes, y el maestro parecía sólo un aprendiz. Pero la mirada de estos dos seres, después de esta charla, era de absoluto respeto y admiración. Jesús, utilizando sólo su personalidad humana, con su aspecto sencillo de hombre judío, se había sobrepuesto a las consignas de sus hijos, a pesar de utilizar ellos su personalidad celestial. La grandeza de este nuevo ser impresionante que era Jesús y Salvin al tiempo en uno solo, había quedado más que patente.
Satanás y Caligastia, acercándose, se arrodillaron ante Jesús, en solemne reverencia. Jesús puso las manos sobre sus cabezas, pero su mirada estaba perdida, dirigida hacia el claro.
Los rebeldes se incorporaron y desaparecieron de la vista de Jesús, adaptando su cuerpo a la forma celestial. Lo último que tuvo Jesús de ellos es una corta comunicación, en nebadoniano, hablada en el lenguaje silencioso del espíritu, donde reconocían «la majestad y la grandeza de criterio de su padre creador, aunque nuestros destinos parezcan ir por caminos tan diferentes y aunque las opiniones sean tan distintas». Y por último, una despedida y un deseo de buena suerte.
☙ ❧
Jesús se quedó solo como al principio. Sabía que todos los seres celestiales, ángeles y tropas del espíritu, se habían marchado, después de terminar la reunión. Y el monte se había quedado tan desierto como siempre. Más desierto aún en el mundo invisible.
Jesús se acercó al dolmen y al cedro del centro del claro. Parecía pensar profundamente en algo. Dio un corto paseo alrededor del cedro, y luego se sentó bajo él. Entonces lloró desconsoladamente, con lágrimas de profunda tristeza. Encerró su rostro entre sus manos y dejó que su pena fluyera lentamente, en silencio, ahogando su garganta.
Entonces notó una presencia. Delante de él, a escasos metros, una figura tenue y luminosa se estaba formando. Cuando estaba casi formada distinguió en seguida de quién se trataba. Era Lenolatia, su ángel custodio.
Jesús se secó las lágrimas y se frotó las mejillas, sonriendo débilmente. Durante unos minutos, nada se dijeron. Lenolatia se acercó y se sentó junto a él, bajo el árbol. También se sentía entristecido. Todos los seres que se habían congregado allí esa mañana habían escuchado el debate entre Jesús y los rebeldes. Todas las huestes residentes en la Tierra eran desde hacía mucho tiempo leales a Salvin de Nebadon. Ya ninguno de los rebeldes que habían seguido los dictados de los desleales habitaban en el mundo. El único era Caligastia y algunos subjefes de él. Pero tenían muy poca libertad en la Tierra para hacer nada.
Todas las huestes entendían la tristeza de su padre y maestro. Ya no se podía hacer más para volver a la razón y la cordura a sus hermanos. Jesús había realizado el último gran intento. El intento más sorprendente de todos, puesto que no había hecho su contacto como Salvin, el Miguel de un cúmulo estelar, sino que lo había hecho como Jesús de Nazaret, como un simple hombre de un mundo mortal.
Sin embargo, este rebajamiento ante sus hijos rebeldes no había hecho reflexionar ni lo más mínimo a sus queridos vástagos. No habían sido capaces de comprender, y no querían rectificar. La brecha seguía abriéndose más y más.
Al fin, Lenolatia, buscando palabras de consuelo en su encogido corazón, le dijo al Maestro:
—Todos mis hermanos queremos que sepas que te apoyamos en tu empresa, padre, y que te seguiremos ayudando con más empeño aún si cabe. A partir de ahora todo será diferente. Lucharemos con más fuerza por hacer que la verdad prospere en esta zona de la galaxia. Y esto lo haremos así porque hemos visto a nuestro padre luchar contra nuestras propias tribulaciones, y sabemos que tenemos al padre más comprensivo y amante que jamás pudiéramos desear.
Jesús terminó por sonreír, y zarandeando al ángel, pronunció un reconfortado «gracias». Luego, levantándose de un salto, miró al ángel, y le dijo:
—Vamos, ¿qué haces? ¡Tenemos mucho que hacer y alguien podría verte!
Girando en dirección al bosque, Jesús se lanzó a grandes pasos hacia la espesura. Lenolatia sonrió de buena gana y levantándose, exclamó animado: «Vamos allá».
Para comprender este capítulo es recomendable leer El Libro de Urantia (LU 53 LU 53), donde se nos relata los lejanos sucesos de los que aquí se hace eco, relativos a la traición de Lucifer y la rebelión que encabezó contra Jesús. ↩︎
El emblema que Satanás y Caligastia llevan en el pecho, «un círculo rojo rodeando un círculo negro» (LU 53:5.5), era el símbolo del nuevo gobierno de Lucifer, en oposición al emblema de Jesús, de tres círculos concéntricos azules sobre fondo blanco. ↩︎
La bola luminosa que porta Satanás es un regalo que trae de Jerusem, su hogar. Puede leerse esto en el profeta Isaías: «Pero uno de los serafines voló hacia mí, teniendo en sus manos un carbón encendido, que con las tenazas tomó del altar» (Is 6:6). ¿Visualizó Isaías uno de estos objetos luminosos en la mano de un ángel y lo confundió con un tizón humeante parecido al fuego? ↩︎
En El Libro de Urantia se nos reproduce la conversación que Jesús sostuvo con Satanás y Caligastia de forma muy somera (LU 134:8). Sólo se citan dos frases de Jesús. La primera: «Que prevalezca la voluntad de mi Padre Paradisiaco, y a ti, mi hijo rebelde, que los Ancianos de los Días te juzguen divinamente. Soy tu Creador-padre; difícilmente puedo juzgarte con justicia, y ya has despreciado mi misericordia. Te confío a la decisión de los Jueces de un universo más grande». La segunda: «Que se haga la voluntad de mi Padre Paradisiaco». También podemos apreciar una respuesta de Jesús a Satanás en LU 53:8.4: «Detrás de mí, Satanás». La conversación debió de ser digna de ser escuchada, observando cómo los dos hijos rebeldes acosaban al Maestro con sus descontentos mientras Jesús trataba, en un último intento, de hacerles recapacitar. ↩︎
Los Ancianos de los Días, según El Libro de Urantia, son los excelsos gobernantes de cada galaxia habitada, bajo cuya autoridad se encuentran los Hijos Creadores como Jesús (LU 15:10.3; LU 18:3). Hay tres en cada cúmulo galáctico. ↩︎
La morontia, según El Libro de Urantia, es un estado a medio camino entre el material y el espiritual, que es el que adoptamos los seres humanos y otros en el siguiente mundo tras la muerte (LU 0:5.12, LU 45:1.3-4). ↩︎
Las guarderías probatorias es el lugar en el cielo donde se desarrollan inicialmente aquellos niños que fallecen prematuramente durante su infancia (LU 47:2.1). ↩︎
Elderer, Eldensen, y Eldion son nombres inventados para los Ancianos de los Días, los seres inmediatamente por encima de Jesús en la jerarquía celestial. Los nombres, como hacen los escritores de El Libro de Urantia, han sido compuestos a partir de un vocablo inglés, elder (= anciano). El Libro de Urantia no les da nombres aunque es posible que tengan designaciones al margen del nombre de su orden, que es la de Ancianos de los Días. Resulta curioso que el nombre «Anciano de Días» es una designación que en la literatura hebrea antigua se aplicaba a Dios. El profeta Daniel la menciona tres veces (Dn 7:9, 13, 22). ¿Quizá fue una pequeña revelación hecha a Daniel que acabó tergiversada, la revelación de que existían unos seres divinos entre Dios el Padre y los hombres? ↩︎
Palonia es el sistema o grupo de planetas habitados, en la creación de Jesús, que sufrió la primera rebelión contra su gobierno, la «rebelión de Lutentia» (LU 119:2.5-6). El sistema donde se encuentra nuestro planeta se llama Satania. ↩︎
Los «Importancias del Tiempo» son un tipo de ángeles, llamados seconafines terciarios, que tienen el poder de preveer enormemente el futuro (LU 28:6.9-12). ↩︎
Los «Fieles de los Días» es el nombre de los seres que actúan como consejeros de los Hijos Administradores del universo, tales como Lucifer, Satanás y Caligastia. Es de ellos de quienes obtienen ayuda y enseñanza para mejorar en el gobierno de los dominios puestos en sus manos (LU 15:10.17; LU 18:7). ↩︎
Estos nombres están sacados de El Libro de Urantia, y son otros cúmulos estelares cercanos a Nebadon, el cúmulo de Jesús. Nuestros vecinos en la galaxia (LU 32:2.12). ↩︎
Jesús se refiere a Maquiventa Melquisedec, un ser de la orden Melquisedec que se encarnó en la tierra en el siglo XX antes de nuestra era para preparar el mundo para la venida de Jesús (LU 93; Gn 14:18-20). ↩︎