© 2005 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
Jesús y Gabriel pasaron unos días sumamente atareados en la colina donde se refugiaban. Había muchos asuntos que atender. Durante treinta años Jesús había vivido sin el conocimiento de ser el gobernante de un enorme espacio del universo. Había miles y miles de cuestiones pendientes. Gabriel volvió a ponerle al corriente de todos ellos. En concreto, había dos temas sobre los que conversaron largamente: uno era, por supuesto, la rebelión de Satania, y el otro, el futuro establecimiento en luz y vida de un planeta distante, situado en una región llamada Rantulia.
Ambos llamaban «luz y vida»[1] a un estado espiritual avanzado de la civilización:
—Durante este tiempo, Dainalindae[2], el Hijo Instructor, ha organizado las escuelas mundiales y se están dando pasos significativos para lograr una concordia global del planeta —explicó Gabriel.
Jesús parecía aprobar estos planes:
—Aún es pronto para proclamar al Soberano Planetario y para trasladar las estructuras en miniatura del Templo de la Vida. ¿Se ha iniciado la revelación avanzada sobre los Absolutos de la Deidad?
—Sí, así se ha hecho.
—Bien. Esta revelación es la más decisiva de todas las revelaciones del plan evolucionario. Es sin duda la más radical, la más completa y la más profunda de las derramaciones de la verdad a un mundo en evolución. Y todas las ocurrencias que tengan lugar en Rantulia servirán de ejemplo a todos los mundos del resto de la creación. Deberemos estar atentos a todas sus necesidades.
Gabriel asintió, tomando buena nota. Luego pasaron a otras cuestiones no menores del gobierno universal.
☙ ❧
Aquella tarde Jesús decidió empezar a estudiar su futuro plan de acción. Mientras dejaba a Gabriel hacerse cargo de todas las resoluciones universales que habían tomado durante la mañana, Jesús se retiró a un lugar apartado, para reflexionar.
Lo primero que hizo es repasar mentalmente todos los recuerdos de su vida anterior. Durante el período que había pasado en el monte Hermón consiguió descubrir que las voces y recuerdos que llegaban a su mente en muchas ocasiones procedían de un ser parecido él, llamado Emmavin, que era su ayudante supremo en el gobierno de su creación. Emmavin fue el último ser que vio Jesús cuando abandonó su consciencia y se produjo el fenómeno inusitado de la encarnación.
Durante aquellos últimos años, los recuerdos distantes de este compañero habían venido y se habían ido como el oleaje de la marea. De vez en cuando, algunas frases brotaban de sus labios, y Jesús sentía conocer su procedencia. Pero sólo fue en el Hermón cuando tuvo la certeza de que había alguien más en el gobierno de su parcela del universo.
Estos últimos meses, las palabras de Emmavin se habían hecho más claras para Jesús. Y tan sólo durante los momentos previos al bautismo el día antes había podido recordar por completo las últimas recomendaciones.
Emmavin le había recomendado que centrara su experiencia humana en la comunión con el Padre: «…Y será mediante la perfección de tal unidad que el mundo de tu encarnación, incluso toda tu creación, obtenga una nueva y más comprensible revelación de tu Padre y mi Padre, el Padre Universal de todos.» Para Jesús este consejo revestía una especial intención. No era la primera vez que Jesús experimentaba el proceso de la encarnación. Y esta vez, al hacerlo en un mundo tan carente de una auténtica visión de Dios, sentía la fortísima necesidad de abrir las mentes y los corazones de sus paisanos y del mundo entero a una nueva era de conocimiento sobre su Padre.
Quedaba cada vez más claro que sus intenciones inmediatas serían las de pasar una temporada en la Tierra, antes de regresar al gobierno celestial, para recibir del Padre la soberanía de su creación. Pensó largamente en su pueblo terrenal, los judíos. Jesús, como judío hasta la médula, conocía de sobra las fortalezas y las debilidades de la religión de sus paisanos. Amaba profundamente a este país y sus gentes, pero sabía que su nueva revelación ocasionaría no pocos conflictos y dificultades.
Entonces recordó las admoniciones de su hermano Emmavin acerca de las secuelas de su paso por la Tierra. Era importante que Jesús no se casara ni tuviera hijos, que no formara ningún tipo de religión nueva, ni fomentara revoluciones sociales o económicas. También recordaba sus consejos sobre otras cuestiones menores, como no dejar documentos escritos y evitar los retratos y los recuerdos sobre su persona.[3]
Jesús comprendía muy bien estas recomendaciones. Ahora que tenía la experiencia de convivir con judíos, griegos, romanos, medos, partos, y otros pueblos distantes, podía prever las consecuencias de muchos de sus actos. Sabía que resultaría imposible evitar que las generaciones futuras no elaborasen complicadas creencias y cultos sobre su persona y su mensaje. Conocía también la debilidad de muchos pueblos de elaborar esculturas y modelos de los héroes y los profetas, costumbre que había fomentado disputas y rivalidades entre pueblos. Había podido experimentar entre los de su propia tierra la exagerada adoración de los escritos sagrados. Los judíos habían llegado a tal extremo, que consideraban incluso más ciertas algunas interpretaciones de las escrituras, la halakah, que las propias escrituras en sí. Podía ver claramente que si dejaba por escrito sus enseñanzas, en un período breve, éstas se convertirían en objeto de adoración y disputa.
Dedicó gran parte de esa tarde a discurrir sobre estos asuntos, y se decidió firmemente en contra de cualquier actividad que supusiera una alteración de las religiones, las costumbres y los modos de vida de su tiempo. Jesús había llegado a la determinación de que su obra se centraría en la revelación de su Padre y en la enseñanza de una ética humana positiva. Conocía que muchos pueblos de ese tiempo no tenían ni siquiera vocablos que significaran la palabra «altruismo». Y adolecía el que las religiones del hombre se hubieran vuelto tanto una cuestión tradicional y costumbrista basada en el rito y los símbolos, olvidando las cuestiones más importantes de la fe, la bondad y la moral.
Durante unas horas entró en comunicación con su Padre del cielo, tratando con él asuntos ignotos y secretos. En estos estados de diálogo, Jesús parecía entrar en otra dimensión mental, abstrayéndose de su alrededor y experimentando cambios extraños en su rostro. Jesús no pronunciaba ninguna palabra y permanecía con los ojos cerrados, pero la expresión de su cara sufría movimientos rápidos y diversos, a gran velocidad. Era algo sobrehumano y sorprendente, y Jesús siempre trató de evitar ser visto en estas situaciones.
☙ ❧
Esa noche se volvió a reunir con Gabriel y ambos departieron durante largo rato en la cueva. Esta vez encendieron una pequeña lucerna que encontraron dentro y la colgaron de una viga. Desde el exterior apenas era visible la luz, de modo que no tenían que preocuparse de los posibles curiosos.
Jesús comunicó a Gabriel todas sus decisiones de este día sobre su misión en la Tierra, y juntos analizaron las distintas posibilidades que se abrían ante ellos.
—Antes de venir a este mundo, Emmavin me instruyó sobre los dos caminos que un ser de tu orden podría tomar en este momento. Uno sería seguir tus propios pareceres, utilizar tu soberanía merecida y llevar a cabo un plan propio. Este plan me imagino que sería el de ofrecer una revelación que amplíe la verdad sobre el Padre en este mundo y en tu universo. Pero también existe otro camino: la senda del Padre. Que vivas una vida completa hasta el final de tus días dando ejemplo a todas las órdenes de hijos de Dios del ideal más alto de las personalidades paradisíacas.
Jesús permaneció pensativo, arrebujado bajo el manto, sentado contra la pared de la cueva. Gabriel ocupaba el otro lateral de la estrecha caverna, y su rubia cabellera brillaba bajo la luz del pequeño farol.
—Sí. Llevo mucho tiempo pensando en los «dos caminos». Desde tiempo inmemorial, muchos hermanos míos de mi orden me han hablado de este momento. Esta es la gran decisión de un Hijo Mayor. La decisión de todas las decisiones.
—Ninguno de los caminos se verá afectado por la conquista de la soberanía de tu creación —indicó Gabriel—. Tu entronamiento es un hecho, y está establecido y sellado para siempre en los archivos del universo de los universos. Tan sólo espera a que tú decidas el modo y el momento de reclamar tu trono.
—Lo sé. Ambos caminos tienen mucho en común. Hay mucho de favorable en cada una de las dos ministraciones. Si yo adoptara mi propia senda los beneficios inmediatos serían mucho mayores para mi creación, pero no tendrían en cuenta el futuro distante del universo global. Mi Padre me anima a que haga Su Voluntad hasta el final porque su sabiduría es el Absoluto de los Absolutos, y va más allá de mis conocimientos universales. Su omnisciencia sobre el destino eterno abarca edades de progresión universal que yo no soy capaz de penetrar ni con mi previsión profética reforzada.
› Cuando proyecto mi capacidad de previsión en el futuro distante y consulto la experiencia de los Importancias del Tiempo, surge ante mis premoniciones una doble posibilidad de futuro para este planeta.
› Es bien cierto que una nueva revelación amante del Padre traerá una nueva era de progreso espiritual para esta tierra. Sin embargo, el Padre es amor incondicional. Y no hay amor más grande que entregar una vida completa como inspiración para las generaciones venideras. Aquí es donde reside la duda. Normalmente, mis hermanos mayores que me precedieron en el ejercicio de la encarnación humana no tuvieron que enfrentarse a un mundo terrenal tan hostil. Suele ser habitual en los mundos de encarnación que sucedan las otorgaciones de los Hijos Creadores después de una venida de algún Hijo Magisterial y que el grado de desarrollo de la civilización sea más avanzado, tanto como para recibir con júbilo y reconocimiento al nuevo revelador.
› Pero esto no sucederá en esta pequeña Urantia. Este mundo aún vive convulsionado por las guerras y la miseria, por las luchas sociales y la carencia de una fe auténtica y prometedora.
› Ante mí se abren dos sendas: la senda del Padre consiste en vivir una vida humana completa hasta el final, sea éste el que sea, seguramente con una muerte violenta e injusta. Una vida dedicada a revelar al Padre a través de su Hijo y de su sometimiento al mundo terrenal hasta el extremo. El otro camino es la senda de los Hijos Creadores, la que es habitualmente la senda del Padre en los mundos más civilizados: vivir una vida plena de días desplegando un nuevo evangelio sobre la paternidad de Dios y luego retirarse del mundo en la plenitud de un prometedor futuro, sin la tristeza de un fin ignominioso.
› Nuestra senda parece tener más ventajas a medio plazo, logrando estabilizar en el mundo nuevas creencias religiosas avanzadas. Si yo hiciera mi propia voluntad, sin duda que una gran religión universal se extendería por todo el orbe tiempo después de mi partida. Pero la voluntad del Padre comprende una experiencia que está más allá de nuestras mayores previsiones. Ni toda la planificación angélica del mundo del espíritu es capaz de discernir los sabios y ocultos planes que confecciona el Padre de Todos.
› Si yo me plegara a la realización de su Voluntad, probablemente al principio la revelación aparecerá como un aparente fracaso. Incluso, con el tiempo, una nueva religión distorsionada basada en mi persona se extienda por el mundo. Mi mensaje revelador se vería alterado en esta nueva fe con un reconocimiento excesivo sobre mí. Quizá esta religión acabara mostrándome ante el mundo como a un cristo, el Mesías judío, otorgándome una importancia central y olvidando por cierto tiempo la esencia del amor del Padre por todos sus hijos sin distinción.
› Pero esta religión, a pesar de todo, contendría en su interior un sustrato auténtico y puro del evangelio de la filiación con Dios, y en algún momento ese rescoldo podría volver a ser reavivado hasta generar una nueva fe de proporciones mundiales que se abriera paso en la humanidad hasta alcanzar todos los confines.
› Con el tiempo y en la eternidad, las grandes luchas contra la superstición y el error traerán consigo los mayores logros a esta humanidad. Entonces será el tiempo para que vuelva a brillar la luz del evangelio que yo voy a revelar sin ningún envoltorio humano. Y en ese momento de madurez histórica, nuevas revelaciones estarán propicias para llevar hasta metas aún no imaginadas a nuestros hijos de esta tierra.
Gabriel había escuchado en profunda reflexión bajo la dorada luz de la candela, mientras estas previsiones sobre el futuro distante se iban asentando en su mente. Se estaban produciendo acontecimientos históricos y decisiones epocales en aquella pequeña cueva trasjordana.
—Emmavin me indicó que se complacería enormemente si decidieras completar tu carrera terrenal y moroncial tan noblemente a como la has comenzado, siempre sujeto a la voluntad del Padre.
Jesús no vaciló ni un instante en realizar su decisión:
—Y él sabe que no dudaré en elegir la senda del Padre en cualquier circunstancia que suponga una elección entre mi forma de proceder y la suya. Pero hay algo terrible en la utilización de su camino hasta el final…
Gabriel miró a Jesús comprendiendo lo que decía.
—Puedo percibir que la forma de abandonar este mundo, si no realizo ninguna utilización de poderes personales para la preservación, será la muerte violenta. Y lo que es peor: una terrible muerte a la vista de todos, permitiendo que mis hijos sin conocimiento cometan un acto salvaje contra su creador.
Gabriel bajó la mirada, proyectando su mente en el futuro e imaginando la escena. Luego torció el gesto horrorizado:
—¿Tendrá que ser un ajusticiamiento público? ¿No habría forma de que fuera una muerte que apenas involucre a tus hijos de la carne?
Jesús bajó la mirada, apesadumbrado, moviendo negativamente la cabeza.
—Conozco muy bien la situación política y religiosa del país. Si permanezco entre los judíos, y no evito intencionadamente un apresamiento, la muerte será muy dura. Será horroroso contemplar a mis queridos pequeños cometer semejante desatino. Y no habrá forma de llegar a su corazón y hacerles reflexionar. Los dirigentes de la nación tienen el corazón endurecido y la mente altiva. Si me someto a la senda del Padre y no realizo ninguna acción especial, el destino será trágico e impactante. Durante un largo período después de mi partida esta humanidad vivirá una religión basada en el sobrecogimiento de esta muerte horrenda.
Gabriel se temía lo peor:
—¿Estrangulamiento? ¿Apedreamiento?
Jesús negó con la cabeza:
—No. Buscarán congraciarse con los romanos para que el escarnio sea mayor.
Gabriel miró a Jesús con un infinito amor y dolor reflejados en su rostro:
—¿Crucifixión?
La cabeza de Jesús asentía levemente, y el corazón de ambos se encogió con la idea de un final tan espantoso para la misión de todo un Creador en uno de los mundos creados por él.
Y el vacío de la noche envolvió la gruta con un sepulcral silencio. Un camino oscuro y difícil se abría ante Jesús. ¿Cómo abordar semejantes predicciones del futuro?
El estado espiritual llamado «luz y vida» es descrito por LU 55. Sobre el Templo de la Vida, véase el doc. 55:1. ↩︎
El nombre del Hijo Instructor del que habla Jesús sale de la segunda denominación de estos seres en El Libro de Urantia, los Daynales. Sobre estos seres véase LU 20:7 en adelante. ↩︎
Las recomendaciones de Emmavin a Jesús antes de embarcarse en su encarnación están con todo detalle recogidas en LU 120. Sobre las dos sendas, véase LU 136:4. ↩︎