© 2005 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
Al día siguiente, el miércoles, Jesús y Gabriel continuaron con la rutina del día anterior. Por la mañana, ambos se dedicaron a tratar con los asuntos universales, y por la tarde, Jesús se retiró a solas, dejando a Gabriel en contacto con los seres del espíritu. El Maestro reflexionó largamente sobre los métodos para llevar a cabo su revelación y sobre los consejos que recibió de su Emmanuel antes de partir de su ancestral hogar. Al terminar el día tuvo de nuevo un contacto con su Padre, y por la noche conversó hasta altas horas de la madrugada con Gabriel.
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Jueves, 17 de enero de 26 (10 de shevat de 3786)
El jueves fue un día único en la historia de esta creación. Jamás antes, en incontables millares de mundos, se había producido en un pequeño planeta lo que ocurrió este día.
Todavía se estaba lavando Jesús en el arroyo que caía junto a la cueva cuando pudo sentir una presencia espiritual muy fuerte a su lado. En seguida comprendió de quién se trataba.
Al percibir Gabriel lo mismo, obligaron a su cuerpo material a ajustar su visión a la del mundo del espíritu, y pudieron distinguir una silueta majestuosa y brillante junto a ellos. Jesús saludó con familiaridad a este magnífico ser, pero Gabriel no salía de su asombro y admiración.
Era el mismo ser que había contemplado Jesús dos días antes en el río Jordán. Su cuerpo parecía desprender calor al rojo vivo, pero sin embargo, todo a su alrededor mantenía una temperatura templada. No llevaba vestido alguno, porque su cuerpo parecía no estar claramente delimitado, y se difundía por el entorno como una nube arrastrada por el viento. Era muy alto, casi como un árbol, y tenía dos enormes piernas y brazos. Su cabeza era alargada y grande, y tenía unas facciones disimuladas bajo esa radiación de fuego. Su rostro no era muy corriente, y no parecía ni hombre ni mujer. Su mirada era penetrante, con unos ojos rasgados de un color perla adamantino.
Jesús le llamaba «Guía» y «Maestro», pero nadie en el universo conoce el nombre de estos seres, porque son los más prodigiosos y sorprendentes que jamás hayan existido y vayan a existir. Aquellos dos últimos días, cuando Jesús conferenciaba con su Padre, entraba en contacto también con este ser. Era como si fuera una especie de vínculo intermediario entre su Padre y él. Este ser era la misteriosa presencia que había llegado a oír en varias ocasiones en su cabeza durante aquellos últimos años, una invisible influencia que había determinado sus pasos en no pocas decisiones. Pero nunca, hasta el lunes pletórico en el Jordán, después de ser bautizado, había podido contemplar claramente su presencia. Estos extraños seres raras veces son accesibles, incluso para los más elevados habitantes del mundo del espíritu. Para muchos, en las mansiones celestiales, la presencia de estos seres representa el uso de la fe, de un modo parecido a como los ángeles representan el uso de la fe para los mortales.
Y no fue lo único que vió Jesús este día. Este extraordinario ser les comunicó que «las fuerzas espirituales de apoyo a la misión del Hijo Creador» habían arribado a los puertos planetarios. Y haciendo una indicación para que le siguieran, ascendió por la colina. Según ascendían, Gabriel y Jesús empezaron a notar una extraordinaria fuerza espiritual concentrada en las proximidades. Al llegar a la cumbre, el espectáculo era inimaginable.
En el valle formado por la confluencia de dos wadis, entre huertos y barrancas, formando unas leves depresiones, había una muchedumbre ingente de seres sorprendentes. Algunos flotaban en el aire, otros iban y venían volando. Muchos salían despedidos hacia el firmamento, mientras que otros caían a plomo desde el cielo, dejando unas tenues estelas de luz. Había seres descomunales, de más de cinco metros de altura, con unos escudos enormes en la espalda, formando un doble juego, como si fueran alas; otros tenían aspecto más humano, con una talla de dos metros. Y todos brillaban con una luz variable. Algunos tenían un tenue halo brillante, otros tenían un cuerpo que era lumínico todo él. Vestían de forma sencilla, unos con unas togas blancas y un cinturón anudado a la cintura, y otros con extraños indumentos plateados y brillantes, pero sin reflejos, de un color mate, y con capas cayendo hasta el suelo.
Jesús inspiró profundamente, y una fina lágrima pugnó por caer por su mejilla. Un escalofrío de emoción recorrió su espalda.
Por supuesto, nada de aquella escena era visible para los ojos humanos. Gabriel y Jesús utilizaban su capacidad sobrehumana para adaptar su visión a la del mundo espiritual. Si alguien hubiera estado allí cerca, habría descubierto tan sólo a dos hombres de aspecto estrafalario contemplando un desértico y frío valle.
La realidad, no obstante, era muy distinta. Allí habría reunidos más de seis millones de seres espirituales de cientos de categorías y condiciones. En cuanto advirtieron la presencia de Jesús y de Gabriel, todos se volvieron, agachándose en profunda reverencia, y arrodillándose. A quien no pudieron ver ninguno es al «Guía». Sólo Jesús y Gabriel podían verle.
Con sus sentidos del espíritu, los dos gobernantes de Nebadon pudieron escuchar el atronador sonido de aquella ingente tropa postrándose ante su creador. Allá donde se perdía la vista, entre los wadis y los promontorios, en dirección norte hacia las profundidades de Perea, todo era una alfombra brillante de colores, luminosa y radiante. Y un coro de voces silenciosas, musicales y vibrantes, se difundió por el aire llenando con su melodía varias decenas de kilómetros a la redonda.
Pero todo esto sólo fue perceptible para Jesús y Gabriel. Entonces, el Maestro, subiendo a una peña, habló sin mover los labios, con una voz potentísima, que se oyó en el mundo del espíritu en todos los confines de la Tierra:
—Queridos hijos e hijas: la misión del otorgamiento final ha concluido con éxito y nuestros Padres Altísimos y los Absolutos Universales han certificado certeramente la consecución del logro de mi soberanía. A partir de ahora, paso a formar parte de mi orden exaltada de los Migueles Mayores. El Padre, y su Monitor de Misterio aquí presente, han ratificado todas mis atribuciones, de modo que puedo ser considerado el gobernante y soberano pleno de Nebadon. También he recibido la autorización de los Ancianos de los Días para regresar, cuando lo desee, al trabajo abandonado en la capital, para asumir el trono y comenzar la nueva era del Hijo Mayor.
Los coros habían enmudecido y la expectación era total. Los ángeles que volaban, a unos cien o doscientos metros de altura, parecían clavados en el aire, inmóviles como estatuas, con los veinte sentidos angélicos puestos en su creador.
—Sin embargo, he decidido no regresar aún y permanecer por un tiempo más en este planeta para realizar una misión de esclarecimiento a estas razas mortales.
Un murmullo de alivio y felicitaciones corrió como una mecha encendida entre los millones de seres que se agolpaban en la distancia.
—En esta misión, como lo he hecho en mis misiones anteriores, supeditaré mis decisiones a la voluntad del Padre. Es mi deseo que en esta misión actúe solo, sin la ayuda de ninguno vosotros, en tanto que el Padre no autorice vuestra actuación.
Un silencio de infinita admiración recorrió los montes y las gargantas. Jesús prosiguió en esa voz sólo audible para los oídos seráficos:
—Aunque son tentadoras muchas de las posibilidades de manifestación en esta tierra, aprovechando el anhelo de esta generación de un enviado celestial, no será mediante la utilización de un poder abrumador que se realizará mi manifestación ante las razas mortales. Antes bien, el método para ganar la fe de esta humanidad será el del ejemplo viviente como un mortal común, y el de la enseñanza de las grandes verdades sobre el Padre. No ocurrirán prodigios ni grandes visiones como ocurre en los mundos que reciben a los Hijos Instructores, si no es la Voluntad del Padre que así sea.
› Por tanto, mi primera orden para todos vosotros es vuestra asignación al mando de mi Ajustador Espiritual aquí presente. De aquí en adelante, y hasta la hora en que finalicen mis días en esta vida mortal, quedáis exentos de vuestras obligaciones actuales. Serviréis bajo la autoridad del Representante del Padre, y sólo a él mostraréis obediencia.
Había una constante agitación y entusiasmo en las tropas y las criaturas allí congregadas. A pesar de que un viento insistente se había levantado del oriente, nada de este vendaval afectaba a estos seres, que existen en una sustancia de la realidad fuera del plano material. El Guía Misterioso, posando una mano de ternura sobre el hombro de Jesús, habló con una voz inmensa, que sonó en todo el orbe terrestre y dio la vuelta a su alrededor:
—Asumo con placer el encargo de mi compañero fiel y leal de dirigir a esta asamblea poderosa. Yo, a la vez parte y esencia del Padre del Paraíso, tengo la potestad para asegurarte que ninguna de estas agencias sobrehumanas podrán servirte, manifestarse en tu favor, o interferir en tu misión terrenal, a menos que la intervención sea conforme a la Voluntad del Padre.
Los seres angélicos se esforzaban por captar con todos sus sentidos la presencia que les hablaba, pero sólo escuchaban con claridad aquella fuerte voz que les envolvía.
—Sin embargo, todos habréis oído alguna vez los relatos sobre la nueva naturaleza de los Hijos Mayores. Por tanto, dejadme que os explique esos relatos con unas palabras que resulten más claras a vuestras mentes.
› Un Hijo Mayor Miguel es sin duda un creador excelso que ha alcanzado una realidad inigualable y única. Salvin, vuestro padre y origen, es desde ahora una combinación irrepetible de la naturaleza mortal y divina. Unifica la perfección excelsa del Paraíso con la experiencia evolucionaria plena de una vida mortal. Su poder sobrepasa vuestra compresión, porque equilibra maravillosamente la bondad y misericordia de Havona con la virtud y la dedicación humanas.
› Por todo ello, aunque impediré, como tú me has ordenado —dijo volviendo su mirada a Jesús—, la intervención de estas huestes de inteligencias universales de servicio, y evitaré su involucración en los asuntos relacionados con tu misión terrenal, hay dos casos en los que se producirá una excepción a esta orden. Uno será el caso en el que el Padre del Paraíso me autorice a eximir a estas agencias de la prohibición a fin de que se cumpla su voluntad divina a la que tú has elegido someterte. Y el otro ocurrirá en todas aquellas acciones que emprendas en las que utilices tu nueva voluntad divino-humana implicando desviaciones naturales relacionadas con el tiempo.
› El tiempo es la única realidad del universo que sólo pueden alterar los gobernantes excelsos de la creación. Ni todos los seres de todas las categorías aquí presentes, ni siquiera yo mismo, podríamos alterar ni interferir en la sucesión temporal. Este poder, sin embargo, formará para siempre parte de tu capacidad de obrar. Si tus naturalezas unidas abrigan en algún momento un deseo que signifique una modificación temporal, estos mandatos de tu elección serán ejecutados al instante. En estas acciones, tu deseo constituirá la condensación de la realidad, y la idea proyectada existirá al instante.
› Bajo mi autoridad, esta es la única limitación que tengo a la ejecución de tu voluntad soberana. En mi conciencia de ser el tiempo no existe. Puedo contemplar el pasado distante y el futuro eterno como un todo. Por tanto, no puedo operar sobre él y tampoco puedo evitar que tu proyección mental derive realidades materiales de las modificaciones temporales.
› Mi recomendación sobre estos asuntos es que a fin de prevenir la ocurrencia de eventos portentosos a la vista de los mortales, permanezcas plenamente consciente del paso del tiempo. Un lapso en la conciencia temporal, aunque sea en la naturaleza humana, en conexión con tu mente creadora y divina, supondrían la ejecución inmediata de cualquier idea que transcurriera por tu mente. Esto significa que no deberás utilizar el período de descanso humano, permaneciendo a partir de ahora permanentemente en vela durante los momentos de reposo.
Jesús agradeció las explicaciones de su Maestro Personal y le aseguró que su vida terrenal se basaría en los principios que él había enunciado. Luego invitó a todos los representantes de las fuerzas espirituales a que se acercaran para saludarles personalmente.
La primera persona a quien saludó Jesús fue a Valinor, el observador Altísimo, un ser de la orden Vorondadec, el auténtico gobernante «en la sombra» de «los reinos de los hombres». Un fiel y leal servidor de nuestro planeta que fue comisionado para este irregular cargo cuando se produjo la rebelión de Lucifer, atrás en el lejano pasado. Jesús agradeció de corazón a este ser por sus cuidados y su pericia al dirigir casi desde la más remota soledad los destinos de la Tierra, a quien ellos llaman Urantia.
El siguiente fue Lanaforge, el veterano y experto gobernante del sistema de Satania, y sustituto del depuesto Lucifer. Este ser de la orden Lanonandec es un visitante asiduo de los mundos caídos en desgracia, como la Tierra. Jesús sólo tenía frases de profundo agradecimiento y apoyo para este hijo leal y eficiente, quizá el más brillante de todos los que han servido en su orden. Junto a Lanaforge estaban también en esta ocasión única todos sus asistentes del concilio administrativo de urgencia: Mansurotia, Sadib, Holdant, Vilton, Fortant y Hanavard.
Después intercambió Jesús unas palabras con los llamados «Doce Asistentes Especiales» de Gabriel, venidos de la capital de Nebadon. También había representantes de los Concilios de Sanciones Supremas. Estos seres constituyen la administración más excelsa del gobierno de la nube estelar.
Jesús mantuvo una entrañable conversación con otro ser extraordinario, Mangurotia, el Padre Melquisedec, el cocreador de todas las criaturas de la orden Melquisedec. Es una ocasión única y sorprendente que Gabriel y Mangurotia se encontraran juntos fuera de la capital del universo. Ambos constituyen los gobernantes inmediatos de Salvin en su creación, y nunca se ausentan los dos al tiempo de la capital. Debido a que durante la encarnación de Jesús se había hecho cargo de la dirección universal su hermano del Paraíso, Emmavin, se pudo producir este hecho irrepetible en toda el cúmulo estelar.
Junto a Mangurotia venía un ser maravilloso, Maquiventa, de la orden Melquisedec, el único Hijo de Urgencia que había servido en el pasado en la Tierra. Este es de quien muchos escritos judíos de la época de Jesús hablaban cuando decían «Melquisedec, un rey sacerdote de Salem» que vivió en la época de Abraham. Pocos contemporáneos de Jesús podían entender quién había sido en realidad este extraordinario ser y las implicaciones de su visita a la Tierra. Y durante mucho tiempo después de la venida de Jesús, ha seguido siendo un eterno desconocido rodeado de misterio.
Luego le tocó el turno a Nambia, el Portador de Vida Primogénito, el cocreador de toda la orden de Portadores Vitales, los auténticos iniciadores de la vida en los planetas, los diseñadores de las especies y las razas. Jesús se interesó vivamente por la evolución y progresos de los miembros de este fantástico grupo. En muchos planetas, miles de ellos, que orbitan soles distantes, planetas como la Tierra y similares, se están produciendo las condiciones para albergar vida en un futuro no muy lejano. La creación de Salvin es muy joven, y apenas contiene un tercio de toda la vida evolucionable. Un horizonte prometedor se abre ante este universo.
La procesión interminable de seres de cientos de clases y especies que deseaban saludar y conversar con su padre y creador se prolongó durante largas horas: representantes de los Hijos Vorondadec, los Padres de las Constelaciones; Hijos Lanonandec, los gobernantes planetarios; Hijos Avonales, los maestros excelsos; Hijos Instructores Trinitarios, los Dainales, los iniciadores de las eras de «luz y vida»; las criaturas trinidizadas…
Jesús permaneció durante un buen rato con varios portavoces especiales: Gavalia, el primogénito de la Brillantes Estrellas Vespertinas, y su asociado evolucionario, Galantia; Rafael, el jefe de la división de arcángeles de Urantia; Alteanon, el líder de los Asistentes Altísimos de Orvonton; los representantes de los querubines y sanobines; Andovontia, el Terciario Supervisor del Circuito del Universo; Salsatia, el Director del Censo de Nebadon; Manotia, un importante jefe asociado de serafines en Urantia; Vevona, el jefe de las Almas de la Paz; Solonia, «la voz seráfica del Jardín de Edén», y muchos cientos de otros, todos ellos de órdenes y categorías de todos los tipos y procedencias que se pueden dar en este sector del gran universo.[1]
Todos estos extraordinarios seres pudieron apreciar que su padre y maestro había cambiado profundamente. La experiencia de la vida mortal le había vuelto más sensible a los problemas de la vida planetaria. Salvin-Jesús iniciaba su nueva era como Hijo Mayor con un inédito carisma de humanidad y divinidad a partes iguales, evitando las muestras de devoción filiales. Él se consideraba un hermano, uno más con sus hijos y criaturas, un servidor y un aprendiz. Y a partir de este momento, basaría toda su existencia futura en esta idea del servicio y de la devoción.
La descripción de esta congregación de seres celestiales sale de LU 136:5.
Algunos seres que aparecen mencionados en esta congregación están todos sacados de El Libro de Urantia. Valinor es un nombre inventado para el llamado Observador Altísimo, que podríamos decir que es actualmente y de hecho el máximo dirigente espiritual de nuestro planeta (véase LU 114:4).
Lanaforge es el nombre que se da al llamado Soberano del Sistema (véase LU 45:2-3), el máximo dirigente de un grupo de planetas al que pertenece nuestra Tierra. Mansurotia, Sadib, Holdant, Vilton, Fortant y Hanavard son los nombres que encontramos para los asistentes de Lanaforge en LU 45:3.
Los representantes de los «concilios de sanciones supremas» aparecen en LU 33:8.
Mangurotia es un nombre inventado para el Padre Melquisedec (LU 35:1), un ser que volverá a aparecer más adelante. Constituye junto a Gabriel, los máximos lugartenientes de Jesús en el cielo.
Maquiventa Melquisedec tiene una importancia radical en la historia de la humanidad, y su encarnación y las consecuencias de la misma están recogidas extensamente en LU 93 a 98.
Nambia, el Portador de Vida Primogénito, aparece mencionado en LU 36:1.
Gavalia, el primogénito de las Brillantes Estrellas Vespertinas, aparece en el doc. 37:2, así como su asociada Galantia.
Rafael es un nombre sacado de la mitología hebrea que encaja como nombre para el líder de la división de arcángeles, que de forma excepcional, como comenta LU 37:3, está estacionada en nuestro planeta.
Alteanon es un nombre inventado para los Asistentes Altísimos, doc. 37:4.
Andovontia y Salsatia aparecen en el doc. 37:8.
Manotia aparece en LU 53:6. Vevona en LU 39:5. Y Solonia en LU 51:3. Solonia, además, es el autor material de los documentos 73 al 76 de El Libro de Urantia. ↩︎