1. El altar medía treinta y dos codos cuadrados. Subía un codo y retrocedía un codo. Este era el cimiento. Sigue siendo treinta codos cuadrados. Subía cinco codos y retrocedía un codo. Esta es la circunferencia. Sigue siendo veintiocho codos cuadrados. El lugar para los cuernos era de un codo a cada lado. Sigue siendo veintiséis codos cuadrados. El lugar del camino para los pies de los sacerdotes era de un codo a cada lado. El hogar sigue siendo veinticuatro codos cuadrados. El rabino Josh dijo: «Al principio era solo veintiocho codos cuadrados». Retrocedía y ascendía hasta que el hogar permaneció de veinte codos cuadrados; pero cuando los hijos del cautiverio subieron, le añadieron cuatro codos al norte y cuatro codos al oeste, como un gamma, según se dice; y el altar medía doce codos de largo por doce de ancho, siendo un cuadrado. Se podría decir que era solo un cuadrado de doce [^573], como se dice. En sus cuatro lados, sabemos que medía doce codos desde el centro hacia cada lado. Una línea de pintura roja lo ceñía por la mitad para separar la sangre rociada arriba de la sangre rociada abajo. Los cimientos eran una vía perfecta a lo largo del lado norte y a lo largo del oeste, pero le faltaba un codo en el sur y otro en el este. [^574]
2. En la esquina suroeste había dos agujeros, como dos fosas nasales delgadas, por donde corría la sangre derramada sobre los cimientos occidental y sur; se mezclaba formando un canal y fluía hacia el Cedrón.
3. Debajo, en el yeso de la misma esquina, había un lugar de un codo cuadrado con una placa de mármol; y un anillo fijado en ella. Por él descendían a la alcantarilla y la limpiaban. Y había una cuesta inclinada [^575] al sur del altar, de treinta y dos codos de largo por dieciséis de ancho. En su lado occidental había un armario donde se colocaban las aves inservibles para la ofrenda por el pecado.
4. Tanto las piedras de la cuesta como las del altar provenían del valle de Bet-cerem. [^576] Cavaron más profundamente que la tierra virgen y trajeron de allí piedras perfectas sobre las cuales no se movía el hierro [^577]. Pues el hierro contamina al tocarlo. Y un rasguño lo contamina todo. En cualquiera de ellas, un rasguño contaminaba, pero las demás eran lícitas. Las blanqueaban dos veces al año: una en la Pascua y otra en la fiesta de los Tabernáculos. Y el Santuario se blanqueaba una vez en la Pascua. El rabino dijo: «Todos los viernes por la noche las blanqueaban con un trapo a causa de la sangre». No lo enyesaban con una paleta de hierro, «quizás toque y manche». Dado que el hierro está hecho para acortar la vida del hombre, y el altar para alargarla, no es lícito que lo que acorta se mezcle con lo que prolonga.
5. Había anillos en el lado norte del altar, con seis filas de cuatro cada uno, aunque algunos dicen que cuatro filas de seis cada uno. Sobre ellos, los sacerdotes degollaban a los animales sagrados. El matadero estaba en el lado norte del altar. En él había ocho columnas de madera enana con una viga de cedro sobre ellas. En ellas se fijaban ganchos de hierro, tres filas por cada columna. Sobre ellas colgaban los cuerpos y los desollaban sobre mesas de mármol entre las columnas.
6. La fuente estaba entre el pórtico y el altar, pero con una inclinación mayor hacia el sur. Entre el pórtico y el altar había veintidós codos, y había doce escalones. La altura de cada escalón era de medio codo, y su anchura de un codo, un codo, un codo, un rellano de tres codos, un codo, un [ p. 262 ] codo, y un rellano de tres codos. El superior de un codo, un codo, y el rellano de cuatro codos. Rabí Jehudah dijo: «El superior de un codo, un codo, y el rellano de cinco codos».
7. La entrada del pórtico tenía cuarenta codos de alto y veinte de ancho. Sobre ella había cinco vigas de roble tallado. La inferior se extendía un codo más allá de la entrada. La superior se extendía un codo a cada lado. De ello se deduce que la superior tenía treinta codos; y entre cada una había una hilera de piedras.
8. Se unieron contrafuertes de piedra desde el muro del santuario hasta el muro del pórtico para evitar que se abombara. En el techo del pórtico se fijaron cadenas de oro, sobre las cuales subieron los jóvenes sacerdotes y vieron las coronas. Como está escrito: «Y las coronas serán para Helem, para Tobías, para Jedaías y para Hen, hijo de Sofonías, como memorial en el templo del Señor». [^578] Sobre la entrada del santuario había una parra dorada sostenida por los contrafuertes. Todo aquel que prometía una hoja, una baya o un racimo, lo traía y lo colgaba. Dijo Rabí Eleazar, hijo de Sadoc: «Es un hecho, y se contaron trescientos sacerdotes para mantenerlo brillante».
Nuestra Belleza sea sobre Ti, Oh Altar.