1. El Sumo Sacerdote venía a leer. Si quería leer con ropas de lino, lo hacía. Si no, lo hacía con su propia estola blanca. El ministro público de la congregación sacaba el rollo de la Ley y se lo entregaba al jefe de la congregación, y este se lo daba al Sagan, y este se lo daba al Sumo Sacerdote. El Sumo Sacerdote se ponía de pie, lo recibía y leía. Se ponía de pie y leía «después de la muerte» [^232] y «también en el décimo día». [^233] Enrollaba el libro de la Ley, lo guardaba en su seno y decía: «Aquí está escrito más de lo que he leído ante ustedes». Y «en el décimo» [^234] recitaba el Pentateuco de los obispos y pronunciaba sobre él ocho bendiciones. sobre la Ley, y sobre el Servicio, y sobre la confesión, y sobre el perdón de los pecados, y sobre el Santuario aparte, y sobre Israel aparte, y sobre Jerusalén aparte, y sobre los Sacerdotes aparte, y sobre el resto de la oración.
2. Quien veía al Sumo Sacerdote mientras leía, no podía ver el becerro y el macho cabrío mientras ardían. Y quien veía el becerro y el macho cabrío mientras ardían, no podía ver al Sumo Sacerdote mientras leía. No porque estuviera prohibido, sino porque el camino era largo y la obra de ambos se realizaba simultáneamente.
3. Si leía con ropas de lino, se santificaba las manos y los pies, se desvestía, descendía y se bañaba. Subía y se limpiaba. Le trajeron ropas de oro, y él se vistió, se santificó las manos y los pies, y salió y ofreció el carnero por sí mismo, y el carnero por el pueblo, y siete corderos sin defecto de un año. Palabras de R. Eleazar. R. Akiba dijo: «Con el sacrificio de la mañana se ofrecían». Y el novillo del holocausto y el macho cabrío, [^235] que se preparaban en el exterior, se ofrecían con el sacrificio de la tarde.
4. Se purificó las manos y los pies, se desnudó, se lavó y subió a limpiarse. Le trajeron vestiduras blancas, y él se vistió y santificó sus manos y pies. Entró a buscar la cuchara y el incensario, santificó sus manos y pies, se desnudó, bajó a lavarse y subió a limpiarse. Le trajeron vestiduras de oro, y él se vistió y santificó sus manos y pies. Y entró a ofrecer el incienso vespertino y a preparar las velas; y santificó sus manos y pies, y se vistió. Le trajeron sus propias vestiduras, y él se vistió. Y lo escoltaron a su casa. Y celebró un banquete para sus amigos, al salir en paz del Santuario.
5. El Sumo Sacerdote ministraba con ocho vestimentas. Y el sacerdote ordinario con cuatro: túnica, calzoncillos, cofia y cinto. A estas, el Sumo Sacerdote añadía el pectoral, el efod, el manto y la placa de oro. Con estas indagaban por medio del Urim y Tumim. [1] Y no indagaban en ellas por una persona particular; solo por el Rey, el gran Sanedrín y cualquier persona que la congregación necesitara.
132:2 Levítico 16. ↩︎