[ p. 170 ]
Los problemas de Genji aumentaban día a día, y el mundo se le volvió fastidioso. Sin embargo, hay un incidente que merece una breve mención antes de analizar las principales consecuencias de estos problemas.
Había una dama que había sido Niogo en la corte del difunto ex-Emperador, llamada Reikeiden-Niogo, por el nombre de su cámara. No tuvo hijos con él, y tras su muerte, ella y su hermana menor vivían en una situación precaria. Genji las conocía desde hacía mucho tiempo, y a menudo recibían ayuda gracias a la generosidad con la que él las ayudaba con alegría, tanto por amistad como por respeto a su difunto padre.
Él, por aquel entonces, se mantenía tranquilo en su casa, pero una tarde, cuando el tiempo, tras una larga lluvia, había mejorado, visitó a estas damas. Conversó con ellas sobre temas del pasado hasta bien entrada la noche. La luna menguante proyectaba su tenue luz sobre los altos árboles del jardín, que extendían sus oscuras sombras sobre el suelo. Entre ellos, un naranjo en plena floración desprendía su dulce perfume, y un Hototo-gisu [^104] volaba sobre él cantando de forma encantadora.
—¡Ah! ¡Cómo recuerda a su propio amigo! —dijo Genji, y continuó—:
«A esta casa de “flor que cae»,
Los olores te traen de vuelta otra vez,
Y ahora cantas, en la hora de la tarde,
«Tu fiel y amorosa melodía».
[ p. 171 ]
A esto la señora mayor respondió:
“En la casa donde uno vive, tristemente solo,
Y la sombra de la amistad rara vez se proyecta,
Estas flores alcanzan los días brillantes que se han ido.
Y trae a nuestra tristeza las alegrías del pasado”.
[continúa el párrafo] Y, tras una larga y amistosa conversación, Genji regresó a su casa. Se podría decir que el carácter de Genji era cambiante, es cierto, pero debemos reconocerle su bondad con sus viejas amistades, como estas dos hermanas, y esta parece ser la razón por la que rara vez se distanciaba de quienes le eran queridos.