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El Sabio se ocupa de la inacción y transmite instrucciones sin palabras. ¿Acaso no es descuidando el interés propio como se logra?
Purifica tu profunda inteligencia y aún podrás estar libre de toda mancha. Aprecia a la gente y ordena el reino, y aún podrás prescindir de la intromisión.
¿Quién puede aclarar el agua turbia? Pero si se le permite permanecer quieta, gradualmente se aclarará por sí sola. ¿Quién puede lograr un estado de reposo absoluto? Pero deja que el tiempo transcurra, y el estado de reposo surgirá gradualmente.
Sé parco en palabras y las cosas se arreglarán por sí solas.
Un viento fuerte no sobrevive a la mañana; una ráfaga de lluvia no sobrevive al día. Así es la naturaleza. Y si la naturaleza misma no puede sostener sus esfuerzos por mucho tiempo, ¡cuánto menos podrá el hombre!
Alcanza el vacío completo y conserva con asiduidad un estado de reposo.
El Tao es eternamente inactivo, y sin embargo, no deja nada sin hacer. Si reyes y príncipes pudieran aferrarse a este principio, todo se reformaría. Si, tras reformarse, aún desearan actuar, los restringiría la simplicidad del Tao Sin Nombre. La simplicidad del Tao Sin Nombre produce la ausencia de deseo. La ausencia de deseo da tranquilidad. Y así, el Imperio se rectificará.
Las cosas más blandas del mundo superan a las más duras. Lo que no tiene sustancia entra donde no hay resquicio. Por eso conozco la ventaja de la inacción.
Transmitir lecciones sin palabras, obtener beneficios sin acciones: ¡hay pocos en el mundo que pueden lograr esto!
La actividad vence al frío, pero la quietud vence al calor. La pureza y la quietud son los principios correctos para la humanidad.
Sin salir de casa, se puede conocer el mundo entero; sin mirar por la ventana, se puede ver el Camino del Cielo. Cuanto más se viaja, menos se sabe. Así, sin moverse, se conocerá; sin mirar, se verá; sin hacer, se alcanzará.
La búsqueda del conocimiento teórico produce un crecimiento diario. La práctica del Tao conlleva pérdidas diarias. Repite esta pérdida una y otra vez, y llegarás a la inacción. Practica la inacción, y no habrá nada que no se pueda hacer.
El Imperio siempre se ha conquistado dejando que las cosas sigan su curso. Quien siempre debe estar haciendo no es apto para obtener el Imperio.
Mantén la boca cerrada, cierra las puertas de los sentidos, y mientras vivas no tendrás problemas. Abre los labios y apura tus asuntos, [ p. 32 ], y no estarás a salvo hasta el fin de tus días.
Practica la inacción, ocúpate de no hacer nada.
No desees desear, y no valorarás las cosas difíciles de conseguir. Aprende a no aprender, y
Volveréis a una condición que la humanidad en general ha perdido.
Deja que todas las cosas sigan su curso natural y no interfieras.