1. La duodécima pregunta es la que preguntas así: En la cuarta noche, ¿se le quita (barâ angârênd) el pecado por las buenas obras, y se va por el residuo (bôn); o se le inflige un castigo por el pecado que le ha sucedido, y se le da recompensa y compensación por las buenas obras que ha realizado?
2. La respuesta es esta: al amanecer de la tercera noche se prepara la cuenta, y se dice que no hay necesidad de dar cuenta del pecado que ha expiado y de la buena obra que es su equivalente (âvâr), ya que se trata de las buenas obras que puede apropiarse como suyas, y del pecado que puede permanecer en él como su origen. 3. Dado que el origen de este (el pecado expiado) permanece distinto, y es cancelado (astardŏ) [ p. 32 ] por esta (la buena obra), lo equilibran con ella; y sopesan el exceso y la deficiencia, según sea el caso, de las otras buenas obras y del pecado.
4. De los vivos, en el equilibrio justo e imparcial (akafsisnŏ), el hombre de hábitos correctos (dâdŏ), cuyas buenas obras son mayores, cuando le ha sucedido el pecado, sufre un castigo temporal (vidanâîk) y se purifica eternamente por las buenas obras; y el de hábitos incorrectos, de mucho pecado y pocas buenas obras, alcanza un goce temporal por esas buenas obras, pero por el pecado que perciben en él sufre castigo hasta la resurrección.