1. La séptima pregunta es la siguiente: Cuando un hombre fallece, y tras su fallecimiento, ¿cómo se le ayuda con la buena obra [ p. 27 ] que otros pueden hacer por él, que ha dejado el mundo, en la tercera noche del amanecer [1], cuando sale a la balanza [2]? ¿Y su grandeza es como si la hubiera hecho él mismo, o de otra manera?
2. La respuesta es esta: cuando alguien realiza una buena obra para quien falleció, después de su fallecimiento, y si quien falleció no ordenó esa buena obra en vida; ni la legó, ni fue su originador, ni siquiera fue su designio (dâdŏ), entonces no se realiza ni le alcanza en el balance. 3. Incluso al momento de proceder, cuando esa buena obra no ayuda, no se apropia, pues lo que se apropia como designio de alguien se apropia por aceptación de alguien; cuando no es su designio, entonces no se acepta como suyo.
4… Si el que ha fallecido no ordenó esa buena obra, y ni siquiera la legó la, sino que estaba consintiendo en ella por diseño, lo que se hará en su tiempo_ de vida_ entonces alcanza en las tres noches (satûîh) para el engrandecimiento de su posición; pero lo que se hará después de su fallecimiento no está en la cuenta de las tres noches y el saldo, sino que alcanza, en el momento en que se procede con la buena obra, para el disfrute del alma.
5. Y si quien falleció ordenó esa buena obra [ p. 28 ] en vida, o la legó, o fue el creador y causante de la actividad del alma, aunque se realice después de su fallecimiento, entonces le corresponde la felicidad de su alma, ya que el origen de la acción de gracias (sipâs) [3], y el autor y la propiedad de la buena obra son ciertos.
6. Cualquier buena obra, sea cual sea, es claramente una buena obra tanto para quienes la justifican como para quien la realiza; también, en lo que respecta a su alma, la buena obra corresponde tanto a quien la realizó, pero el alma de quien la realiza con sus propias manos es más hermosa y fuerte que la de quien la ordenó. 7. Y su similitud es como cuando un hombre usa un traje hermoso y decoroso, que es suyo, y lo usa sobre su cuerpo, y es más hermoso, más espléndido y más decoroso que otro hombre que usa un traje, de manera similar, que es suyo por robo.
(27:1) Se supone que el alma de una persona muerta debe rondar el cadáver durante tres noches, y no partir hacia el otro mundo hasta el amanecer después de la tercera noche; es decir, al amanecer del cuarto día, incluido el día de la muerte (ver Cap. XX, 2, 3, Sls. XVII, 2-6). ↩︎
(27:2) Donde las buenas obras del alma se equilibran con sus pecados, para determinar su destino hasta la resurrección. ↩︎
(28:1) Las buenas obras mencionadas en este capítulo consistirían principalmente en oraciones y ceremonias por las cuales los sacerdotes deben ser remunerados, y donaciones a los hombres santos y a los pobres; acciones que son las más apreciadas por los sacerdotes. ↩︎