1. En cuanto a la octogésima octava pregunta y respuesta, lo que preguntas es así: Cuando un hombre resuelve dentro de sí mismo así: «En el verano [1] iré a Pars, y daré tanto dinero para el sumo sacerdocio, a causa de los fuegos y otros asuntos que son tan ventajosos», aunque él mismo no va a Pars, sino envía el dinero según su intención, o en exceso, a los sumos sacerdotes—de modo que es como el grande que envía en exceso de eso a los sumos sacerdotes [2]\—para que, como el beneficio es mayor, lo que más se mantiene, puedan proveer para los fuegos de todo tipo y otros asuntos, ¿es entonces su proceder de enviar a Pars, para ese propósito, un pecado, o no?
2. La respuesta es esta: si su venida es indispensable para el propósito que emprendería, entonces es indispensable que él mismo lleve a cabo su propia tarea mental; pero en el sufrimiento que se desencadena y es inevitable, cuando no hay realmente posibilidad [ p. 255 ] de que él mismo viaje, quien él envíe en su lugar, más particularmente por esa razón, no es aceptable para la aprobación de los ángeles que han comprendido la aflicción en su buen pensamiento, pero la buena obra debe ser cuidadosamente considerada. 3. Los buenos dones, y todo oficio (gâs) relacionado con las buenas obras que sea posible realizar, son lo que son recomendables en el hombre bien alojado que no es capaz de trabajar por sí mismo [3]_; Son evitables por él cuando no es de buena raza, y no son indispensables para él cuando no se anuncia la buena obra. 4. Cuando puede manejarlo él mismo, es mejor; y cuando no es así, es conveniente que nombre a una persona fiel para su preparación y que él realice el trabajo de selector.