La vida terrestre de Jesús de Nazaret no sirvió de ejemplo para nosotros, ni para ninguna generación posterior de Urantia o de cualquier otro mundo. En lugar de eso, su vida encarnada fue una inspiración para todas las vidas de todos los mundos de Nebadon. [1]
A los niños sólo les impresiona de manera permanente la lealtad de sus compañeros adultos; los preceptos, e incluso el ejemplo, no les influye de manera duradera. [2]