Para los hijos de Adán la edad para elegir su camino era los veinte años. [1]
Un niño adquiere su identidad física en el momento de nacer como mortal, pero en materia de supervivencia, todos los niños sin Ajustador se considera que están vinculados todavía a sus padres. [2] En verdad es dudoso que unos padres inteligentes y afectuosos se vean nunca en la necesidad de perdonar a un hijo normal y corriente. [3]
Los niños manifiestan la tendencia a conversar con unos compañeros imaginarios. De esta manera, el ego en ciernes trata de mantenerse en comunión con un álter ego ficticio. [4]
Los ángeles cuidan de los niños. Dijo Jesús: «Procurad no despreciar a uno solo de estos pequeños, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de las huestes celestiales». [5]
El niño evalúa la experiencia con arreglo a su contenido de placer; la madurez es proporcional a la sustitución del placer personal por los significados superiores. [6] El primer conflicto de la mente infantil tiene lugar entre los vivos deseos del egoísmo y los impulsos del altruismo. [7]
En la sociedad más primitiva, la horda lo es todo; incluso los niños son su propiedad común. [8] Los practicantes del culto a los antepasados consideran el no tener hijos como la calamidad suprema de todos los tiempos y de la eternidad. [9] En la etapa primitiva de los matrimonios plurales los niños pertenecían a la madre. [10]
Las solteras tuvieron durante mucho tiempo la costumbre de matar a sus hijos, pero entre los grupos más civilizados estos hijos ilegítimos se ponían bajo la tutela de la madre de la joven. [11]
Los antiguos sacrificaban siempre los intereses de la madre a favor del bienestar del hijo; las madres esquimales lamen todavía a sus bebés en lugar de lavarlos. [12] Los hombres primitivos deseaban muchos hijos no por afecto sin como trabajadores y como seguro de vejez, o para venderlos y obtener otros beneficios. [13]
Antes de la época en que se compraban a las esposas, a las recién nacidas las mataban con frecuencia. [14]
Las madres primitivas tuvieron en otro tiempo la costumbre general de matar y comerse a sus propios hijos a fin de renovar las fuerzas que habían perdido en el parto. [15] En cierto momento fue costumbre habitual sacrificar a los primogénitos. [16] Todas las tribus primitivas mataban a los niños deformes o enfermizos. A los niños los estrangulaban a veces al nacer. [17]
La enseñanza acerca del amor de Cristo por los niños pronto puso fin a la práctica generalizada de exponer a la muerte a los niños no deseados, en particular a las niñas. [18]
Los antiguos salvajes empezaban muy pronto a disciplinar a sus hijos; los niños no tardaban en comprender que la desobediencia significaba el fracaso o incluso la muerte, exactamente igual que para los animales. [19] Todos los niños deberían aprender pronto a sacrificarse. [20]
A los niños les beneficia la disciplina, pero una disciplina hecha con amor y con un propósito correctivo. No una disciplina llena de indignación, ni tampoco un castigo como represalia. [21]
Cuando los niños tienen sus ideales, no los suprimáis; dejadlos crecer. [22] Es fácil enseñar a los niños a trabajar como pacificadores. [23]
No se puede tener una vida familiar sin niños; una vida así se puede vivir sin religión, pero esta desventaja multiplica enormemente las dificultades de esta íntima asociación humana. [24]
Entre todo niño normal y su padre existe ese afecto natural que asegura una relación comprensiva y amorosa. [25]
Los ideales progresivos de la vida familiar conducen al concepto de que traer un hijo al mundo, en lugar de conferir ciertos derechos a los padres, implica la responsabilidad suprema de la existencia humana. [26] Toda la vida de un ser humano está enormemente influida por lo que sucede durante los primeros años de la existencia. [27] Las consecuencias de las locuras de unos padres descaminados son compartidas con mucha frecuencia por sus hijos inocentes. [28]
Jesús no dudó en bendecir a los niños pequeños. [29] Uno de los mandatos de Sonarington, relativos a la encarnación, prohibía a Jesús dejar tras de sí una descendencia humana en un planeta. [30]
A Jesús le encantaba jugar con los niños, y si alguno le interrumpía inoportunamente, no se resentía en absoluto sino que dejaba lo que estuviera haciendo para atenderle. [31]
En reconocimiento de los ángeles guardianes, Jesús, cuando habló de los niños del reino celestial, dijo: «Tened cuidado de no menospreciar a ninguno de estos pequeños, pues os digo que sus ángeles perciben continuamente la presencia del espíritu de mi Padre». [32]
Cuando los apóstoles reprendieron a unas madres, Jesús los amonestó diciendo: «Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, porque de ellos es el reino de los cielos». [33]
Jesús dijo: «Os digo que no hay nadie que haya abandonado su riqueza, su hogar, a su esposa, a sus hermanos, a sus padres o a sus hijos, por el reino de los cielos, que no reciba mucho más en este mundo y en el venidero». [34]
Si puedes amar a tus hijos como Dios te ama a ti, amarás y apreciarás a tu esposa como el Padre que está en los cielos honra y exalta al Espíritu Infinito, la madre de todos los hijos espirituales de un vasto universo». [35] Las últimas palabras a Pedro fueron: No descuides ayudar a los débiles, a los pobres y a los jóvenes. [36]
Jesús comparó a su generación con niños jugando en la plaza del mercado: que llaman a sus compañeros para decirles: ‘Hemos tocado la flauta para vosotros y no habéis bailado; hemos gemido y no os habéis afligido’. [37] Quien recibe a los niños recibe a Jesús. [38] Si alguien hace tropezar a uno de estos pequeños, sería mejor para él que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar. [39]
Los placeres físicos no pueden satisfacer el hambre del alma; la búsqueda insensata del placer no aumenta el amor por el hogar y los hijos. [40]
Todo niño puede relacionarse mejor con la realidad dominando primero las relaciones de la situación padre-hijo, y ampliando después este concepto hasta abarcar a la familia como un todo. [41] En un niño no mimado, el impulso de aliviar el sufrimiento es natural. [42] Los niños son confiados por naturaleza, y los padres deberían cuidar de que no pierdan esta fe sencilla. [43] Los niños necesitan a su padre tanto como a su madre, y los padres necesitan esta experiencia parental tanto como las madres. [44]
En la era industrial y urbana actual, el matrimonio está evolucionando por unas vías económicas nuevas. La vida familiar se ha vuelto cada vez más costosa, y los hijos, que solían ser un activo, son ahora un pasivo económico. [45] Hijos de Dios. Los padres son copartícipes con los Creadores en la creación de los hijos. [46]
A los niños sólo les impresiona de manera permanente la lealtad de sus compañeros adultos; los preceptos, e incluso el ejemplo, no les influye de manera duradera. [47] Cuando los hijos son jóvenes e irreflexivos, se les debe reprender necesariamente para que honren a sus padres. [48]
Para entrar en el reino hay que volverse tan pequeño como un niño, es decir, hay que adoptar la actitud mental y la reacción espiritual esenciales para acceder a las realidades espirituales. [49] Sobre los niños que mueren antes de la edad de elección espiritual, véase sobre las guarderías probatorias.
Un niño depende totalmente de sus padres y de la vida asociada en el hogar para formarse sus primeros conceptos sobre todas las cosas intelectuales, sociales, morales e incluso espirituales. [50] El trabajo de la mujer tuvo su origen en la presencia selectiva de los hijos; las mujeres, por naturaleza, aman a los bebés más que los hombres. [51]