Las langostas aparecieron junto con el resto de los insectos, y se extendieron por los continentes con libélulas gigantes y cucarachas de diez centímetros. [1]
Juan el Bautista comía langostas y miel, y vivía sencillamente a lo largo del valle con su huérfano adoptado, Ezda, mientras cuidaba de sus rebaños de ovejas y cabras en refugios de piedra. [2]