En la antigüedad era costumbre matar siempre a los extraños; para uno obtener la amistad de otro había que lograr la adopción dentro del clan. [1] Las antiguas ceremonias de la adopción consistían en beber sangre o en el intercambio de saliva. [2] Esta costumbre aseguró el que alguien estuviera siempre disponible para las ofrendas tras la muerte. [3] El personal del Príncipe mantuvo a quinientos niños adoptados en hogares. [4] Para residir en el Jardín, cualquier urantiano tenía que ser «adoptado». [5]