1 Y continuaron los tres viviendo hasta el comienzo de otro año en Bethlehem, cuando un hombre impío de esta localidad, llamado Begor o Fegor, fue a prevenir al perverso rey Herodes, y le hizo el siguiente relato: Los magos que enviaste a Bethlehem, y a quienes ordenaste que pasasen a verte antes de abandonar Judea, no han vuelto, sino que, habiendo ido allá abajo, y habiendo encontrado a un niño recién nacido, del que se decía que era hijo de rey, le han ofrecido profusión de presentes que consigo llevaban, y han regresado a su tierra por otro camino.
2 Al saber que había sido engañado por los magos, Herodes convocó a los príncipes y a los grandes señores de su reino, y les dijo: ¿Qué hacer? Esos hombres, después de habernos burlado y escarnecido pérfidamente, han huido, y se nos han escapado. ¿Qué ha sido de ese niño, y en qué retiro tan oculto se esconde de mí, que nadie lo ha visto hasta ahora? Ea, pues, mandemos soldados a Bethlehem, para que lo busquen, lo capturen, y maten a su padre y a su madre.
3 Mas los príncipes dijeron: ¡Oh rey, escúchanos! Bethlehem es una ciudad en ruinas, y los hechos que conciernen a ese niño, largos días ha que pasaron, por lo cual es casi seguro que no esté ya en ese sitio, y que haya huido a un país lejano. Y los príncipes, que no se cuidaron más del asunto, y que no lo revelaron a nadie, hablaron así por disposición divina del Espíritu Santo, dado que Jesús y los suyos habitaban allí todavía.
4 Y el malvado impío, en la rabia de su corazón no sabía qué determinación tomar. Y los príncipes dijeron: ¡Oh rey, no te aflijas de ese modo, ni dejes que tu alma se turbe por el arrebato! Manda todo lo que quieras y te obedeceremos. El rey repuso: Sí, yo sé cómo he de obrar. Cuanto a vosotros, básteos estar prestos a cumplir mis órdenes. Y convocó a los comandantes del ejército y a los jefes de los distritos, y los envió por toda la estensión de su reino, para buscar a Jesús. Pero el resultado fue infructuoso y, a su retorno, manifestaron al rey: Hemos recorrido todos los cantones de Judea, y no lo hemos encontrado. En vista de ello, Herodes mandó a diez y ocho ci-harcas de sus tropas que recorriesen todo el territorio sometido a su dominio, y les dio la consigna siguiente: No tengáis piedad alguna de los niños pequeños, ni de las lamentaciones de sus padres y de sus madres, y no os dejéis persuadir por gratificaciones fuertes, ni por juramentos engañosos. Mas doquiera halléis niños menores de dos años, pasadlos a cuchillo.
5 Entonces todos los comandantes del ejército se congregaron en torno suyo, con sus espadas y con sus armas. Y, poniéndose en camino, circularon por todos los lugares, y mataron a todos los niños que encontraron en ochenta y tres aldeas, en número de trece mil sesenta. Y el tirano impío, al proceder de tal manera a causa de Jesús, esperaba que éste hubiese quedado incluido entre las víctimas. Pero José y María, que supieron todas esas cosas, y a quienes intimidó el temor al rey y a su ejército, tomaron al niño Jesús, lo envolvieron en sus mantillas, y lo ocultaron en el pesebre de los animales. Después, ganaron las ruinas de la ciudad, y se agazaparon allí en observación. Y nadie los vio, porque los que los divisaban no les prestaban atención alguna, ni los miraban siquiera.