1 Un día, Jesús, que había salido de su casa, recorría, solo, el país de los galileos. Y, habiendo llegado a una aldea, que se llamaba Buboron o Buasboroín, encontró allí a un hombre de treinta años, que estaba muy incomodado por la vehemencia de su mal, y que yacía tendido sobre su lecho. Cuando Jesús lo vio, se compadeció de él, y le preguntó: ¿De qué raza eres? El hombre repuso: De raza siria y del país de los sirios. Jesús añadió: ¿Tienes todavía padre y madre? El hombre dijo: Sí, y mis padres me han expulsado de su hogar. Errante ando por doquiera, para buscar mi sustento diario, mas no poseo domicilio en parte alguna. Jesús inquirió: ¿Y cómo has podido salir de tu país? Respondió el hombre: Se me trataba, unas veces contra salario, y otras para pagarme. Jesús continuó: ¿Por qué has venido a este país? El hombre contestó: Para pedir limosna, y para subvenir a mis necesidades materiales. Y Jesús sentenció con gravedad: Si soportas con calma tus tormentos, encontrarás más tarde el reposo. A lo que el hombre replicó: Pueda o no pueda, los soporto y los acepto con júbilo.
2 Y Jesús dijo: ¿A qué dios sirves? El hombre repuso: Al dios Pathea. Y Jesús le preguntó: ¿Encuentras, pues justo que te halles en este estado? El hombre manifestó: He oído decir a mis padres que ese dios es el dios de los sirios, y que puede hacer a los hombres todo lo que le place. Interrogó Jesús: ¿Cuál es tu nombre? El hombre dijo: Hiram. Y Jesús lo conminó, diciendo: Si quieres curarte, abandona ese error. Hiram dijo: ¿Y cómo he de dar crédito a tu propuesta? Porque tú eres todavía un niño, mientras que yo soy ya un varón adulto. Y Jesús le preguntó: El dios de tu culto ¿tiene el poder de devolverte la salud y la vida por una simple palabra? Y Jesús añadió: Si crees de todo corazón, y si confiesas que hay un Dios del cielo y de la tierra, que ha creado el mundo y el hombre, tal Dios es capaz de curarte. Hiram apuntó: No he oído hablar de él. Jesús dijo: Sea. Pero cree sencillamente, y tu alma vivirá. Hiram le preguntó: ¿Y cómo hacer ese acto de fe?
3 Respondió Jesús: He aquí la fórmula. Creo que es un Dios muy alto, el Padre creador de toda cosa, y creo en su Hijo único y en el Espíritu Santo, trinidad y divinidad una y perfecta. Hiram repuso: Creo lo que me dices. Entonces Jesús le habló, interrogándolo: ¿No te has presentado a alguien, para que te cure? E Hiram exclamó: ¿Qué médico podría librarme de tan grave enfermedad? Jesús dijo: Aquel a quien pagues, lo podrá fácilmente. Hiram opuso: Pobre como soy, nada tengo que dar, y nadie hace la caridad gratuitamente. Y Jesús objetó: ¿No has dicho tú mismo antes que has venido de un país lejano, que has recorrido numerosas comarcas, y que has recibido limosnas? ¿Por qué dices ahora falsamente que no tienes con qué pagar? Hiram repuso: ¡Perdona, niño! Lo que te he dicho es que nada tengo que dar, excepto el alimento que recibo al día, y el vestido que me cubre.
4 Y Jesús, viéndolo llorar, exclamó: ¡Oh hombre, dirígeme tu demanda! ¿Qué puedo hacer por ti? Y respondio Hiram: Haz por mí todo lo que te plazca, y gratifícarne con algún socorro. Y Jesús, extendiendo la mano, tomó la suya, y le ordenó: Levántate, yérguete sobre tus pies, y ve en paz. Y, en el mismo momento, el hombre quedó curado de sus males. Y cayó llorando de hinojos ante Jesús, y le hizo la siguiente petición: Señor, si quieres, te seguiré en calidad de discípulo. Mas Jesús le dijo: Vuelve en paz a tu casa, y cuenta todo lo que he hecho por ti en este encuentro. Y el hombre se prosternó de nuevo ante Jesús, y marchó a su país.