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Durante la época de Jesús hubo dos dinastías reales, la asmonea (o macabea) y la idumea (o herodiana), que vivieron en permanente discordia y enfrentamiento. A la primera los judíos la consideraron siempre la estirpe legítima para sentarse en el trono judío, mientras que la segunda, impuesta por Roma, y proveniente de un reino, Idumea, al sur de Judea, estuvo siempre bajo el rechazo permanente. Además estos reyes idumeos estaban más influídos por ideas helenísticas e introdujeron muchas costumbres que provocaron la ira de sus súbditos.
La vida de Jesús coincidió con dos generaciones de reyes idumeos. Por parte de la estirpe asmonea, ésta había sido depuesta, aunque no exterminada. Por parte idumea, hasta el año 4 a.C. tuvo lugar el reinado de Herodes el Grande o Herodes I; y desde ahí hasta el final de la vida de Jesús, el reinado, o mejor dicho, el gobierno de algunos de los hijos de Herodes I. Cada uno de ellos se hizo cargo de algunas regiones dentro del reino: Herodes Arquelao fue etnarca de Judea, Samaria e Idumea; Herodes Antipas fue tetrarca de Galilea y Perea; y Herodes Filipo fue tetrarca de Gaulanítide, Traconítide, Auranítide, Batanea, Panias e Iturea.
Herodes el Grande y después sus hijos se proveyeron de una numerosa tropa de sirvientes, funcionarios y guardias para atender todas sus lujosas necesidades y salvaguardar su integridad personal, en peligro constante por ser reyes impuestos y considerados de una estirpe ilegítima.
Siguiendo las averiguaciones que realiza Joaquín Jeremías, podemos enumerar a estos servidores de la corte por orden de aparición si nos imagináramos entrando en el palacio de uno de estos antiguos monarcas.
En primer lugar, toparíamos con la guardia real. Debía de ser muy numerosa, porque se cuenta que Herodes envió a quinientos hombres de esta guardia para ayudar al emperador Augusto, lo cual significa que probablemente disponía de al menos diez veces más y que este destacamento no representaba una gran merma en sus filas (AJ XV:9.3). Por otra parte, no cabe pensar que sólo hubiera soldados judíos en esta guardia (AJ XVI:7.1, AJ XVII:7.1), porque no resultarían muy fiables para estos reyes idumeos. Por Flavio Josefo sabemos que la guardia también estaba formada por tropas tracias, germanas y galas (AJ XVII:8.3, BJ I:33.9). Los galos, en concreto, habían estado anteriormente al servicio de la reina Cleopatra de Egipto, y sumaban cuatrocientos hombres (BJ I:20.3). Es muy posible que estas tropas causaran pavor entre los judíos, al estar estos hombres poco familiarizados con ellos. Pudo ser un destacamento de estos hombres los que fueron a apresar a Juan Bautista enviados por el hijo de Herodes, Antipas. Junto a estas tropas estaban los más funestos de los sirvientes, los verdugos, de atareada actividad en tiempos de los monarcas idumeos.
Inmediatamente después, nos encontraríamos con los porteros, encargados de conducir a los recién llegados (AJ XVII:5.2). Josefo habla de quinientos sirvientes en la corte de Herodes I (AJ XVII:8.3, BJ I:33.9), la mayoría esclavos, aunque también libertos y eunucos (BJ I:25.6, AJ XVII:2.4, estos últimos eran hombres castrados que se hacían cargo de las mujeres en el harén). Entre estos sirvientes encontramos a jefes de las cámaras (cada cámara real tenía probablemente a sus responsables de que todo estuviera en orden), los cazadores reales, a las órdenes de un jefe de caza (AJ XVI:10.3), los barberos de la corte (BJ I:27.5-6, AJ XVI:11.6-7), los médicos de cámara (AJ XV:7.7, AJ XVII:6.5), y todo tipo inimaginable de sirvientes, como un trenzador de coronas reales mencionado en el Talmud. El lujo y el ornato no tenían medida en estas cortes principescas, excediendo todo lo posible a la clase adinerada para mostrar superioridad y dignidad real.
Si hubiéramos conseguido entrar, quizá gracias a un salvoconducto, nos harían esperar en las cámaras donde atendían los funcionarios reales. Entre estos nos encontraríamos al secretario real, por cuyas manos pasaba toda la correspondencia (AJ XVI:10.4, BJ I:26.3). También tenemos al tesorero, personaje de fundamental transcendencia y del que conocemos el nombre de tiempos de Herodes I, llamado José (AJ XV:6.5). Fue famoso por realizar la adquisición de una perla de extraordinario valor para el tesoro real, historia que seguramente debió inspirar la parábola de Jesús recogida por el evangelista Mateo (Mt 13 45-46).
Entre los asistentes más cercanos al rey o al etnarca están los tutores de los príncipes, que también ofrecen conversación y distracciones para la monarquía. Solían ser de tendencia helenística. Se nos menciona el nombre de dos de ellos en la corte de Herodes I: Andrómaco y Gemello (AJ XVI:8.3-4). Los hijos de estos preceptores y de la nobleza solían ser «hermanos de leche de los futuros reyes» (paides basilikoi), pasando a ser considerados con un rango especial cuando sus hermanos adoptivos alcazaban el trono (syntrophos). Precisamente se menciona un syntrophos de Herodes Antipas en Hch 13, 1, llamado Manaén, y que fue un maestro cristiano que vivió en Antioquía. Este personaje, junto a un tal Chuza o Cusa, administrador de Herodes Antipas (Lc 8, 3, LU 150:1.1, LU 154:0.2), marido de Juana, una de las seguidoras de Jesús, son dos muestras claras de que en la corte de Herodes ya hubo seguidores de Jesús.
Pero quizá el más cercano de los consejeros del rey era el llamado somatophylax, u oficial de la cámara real, que en el caso de Herodes I fue un syntrophos árabe llamado Corinto (BJ I:29.3). También se nombra a tres oficiales muy influentes, a los que se dan cargos en apariencia de segundo orden: el copero, el trinchante y el camarero (AJ XVI:8.1, BJ I:24.7). Sin embargo, en las cortes reales antiguas, estos cargos designaban a personalidades muy distinguidas. El copero, quien tenía el privilegio único de servir la copa al rey; el trinchante, que a su vez tenía el privilegio de trocear y servir la comida; y el camarero (que viene de cámara) y que era quien tenía a su cargo todos los asuntos de la cámara real. De este último se dice, incluso, que gestionaba muchos de los negocios del rey.
Una vez nos dieran el visto bueno y tuviéramos libertad para movernos por palacio, nos encontraríamos en sus aposentos al rey y la reina (en el caso de Herodes Antipas no tuvo la dignidad real, sino que su cargo fue el de tetrarca), y a sus familiares cercanos y amigos más íntimos. De Herodes I tenemos muestras suficientes con Nicolás de Damasco, hombre sabio y culto, filósofo e historiador de la corte, y su hermano Ptolomeo (AJ XVII:9.4, BJ II:2.3), así como otro Ptolomeo ministro de finanzas y canciller (AJ XVI:7.2, AJ XVII:8.2), e Ireneo, maestro griego de retórica (AJ XVII:9.4, BJ II:2.3).
Junto a estos habitantes habituales de la corte también había frecuentes huéspedes de otras casas reales o de altos cargos del imperio romano, como Marco Agripa, yerno del emperador Augusto; Arquelao, rey de Capadocia; Euricles, de Esparta; Evarato, de Cos; Melas, de Capadocia.
La tropa de soldados estaba a cargo de un comandante. En la corte de Herodes I nos encontramos a un tal Volomnius, un comandante de campo (quizá un romano), quien junto a Olympo, amigo de César, fue enviado con una escolta a Roma (AJ XVI:10.9).
Los reyes judíos, como toda corte oriental, tenían pésimamente vista la poligamia entre el pueblo llano, pero la permitían abiertamente entre la realeza. Era otro signo de su estatus. La Misná le concede al rey hasta 18 mujeres, pero el Talmud, según enseñanzas más antiguas, ampliaba ese número hasta 48. Por eso no era infrecuente cruzarse en la corte asmonea o heriodiana con concubinas. Herodes el Grande tuvo diez mujeres (AJ XVII:1.3, BJ I:28.4), y al menos tuvo a nueve de ellas a la vez. Aunque parece que sólo la asmonea Mariamme tuvo el título oficial de reina (BJ I:24.6). Es seguro que junto a estas diez mujeres, Herodes tuvo otras más en su harén. La madre del rey sus hermanas también vivían en palacio en el harén. Los hijos e hijas, cuando eran pequeños, también vivían en el harén, al cuidaddo de sus madres.
Este sector de la corte tenía un nutrido servicio de esclavos y eunucos que servían a las mujeres en sus necesidades.
Los príncipes, cuando alcanzaban su edad adulta, podían disfrutar de sus propias cortes, dentro del mismo palacio, pero anexas a ellas. Por ejemplo, oímos hablar de las cortes de Alejandro, Aristóbulo, y Antípater, hijos de Herodes I (AJ XVI:4.4); y también la de Feroras, hermano de Herodes I (BJ I:23.5).