Capítulo I — La tesis creativa de la perfección | Índice | Capítulo III — La primera síntesis: Dios Supremo |
Autor: William S. Sadler, Jr.
En la era actual del universo, el universo central y divino es obviamente la tesis creativa de la perfección. Los superuniversos (que comienzan como creaciones imperfectas) son la gran antítesis de la perfección de Havona. Estos universos imperfectos constituyen el mayor reto posible para esas personalidades del Paraíso y de Havona que son los creadores y administradores de los reinos evolutivos del espacio y el tiempo. Suya era la primera gran aventura (la Aventura Suprema): llevar la perfección de la eternidad y la divinidad a los dominios evolutivos de imperfección original.
Dios Séptuple era (y es) la reacción de la Deidad al reto de la imperfección. Y Dios Séptuple lleva el reto opuesto de la perfección divina al corazón mismo de los reinos evolutivos; incluso lo llevan ellos mismos a los mundos habitados, mediante las donaciones de criatura de los Hijos Paradisíacos de Dios.
Este estudio anticipa la opinión de que Dios posee esas cualidades del ser que son ancestrales al placer de la aventura (una capacidad de respuesta al estímulo del reto) que aparece en el carácter de las criaturas progresivas. ¿Por qué si no enfrentaría de repente al sistema Paraíso-Havona de perfección eterna con el extraordinario reto de la imperfección abismal de los siete superuniversos?
En la Primera Era del Universo, todo está en equilibrio; todo está en orden; las esferas del eterno Havona se mueven en órbitas estables y establecidas alrededor de la inmóvil Isla del Paraíso. Se desconoce la desarmonía; el desorden no ha aparecido jamás. La creación total sigue un patrón inalterado de perfección sin defectos, era sobre era (y era tras era) Y entonces Dios expande esta creación perfectamente equilibrada y simétrica. El universo organizado se expande hacia fuera y hacia el espacio. De repente abarca nuevos reinos alejados: reinos de desarrollo físico inestable; reinos de naturaleza imperfecta; reinos en los que pronto aparecerán criaturas de imperfección; reinos del mal potencial; reinos en los que el mal potencial se convertirá demasiado a menudo en mal real (incluso en pecado) debido a la elección poco sensata de las criaturas imperfectas.
Hagamos una pausa para pensar en lo extraordinarios y novedosos que fueron estos cambios de hace tiempo para los seres invariables de la eternidad. ¿Cuál fue su primera reacción a la disonancia, para unos seres que no habían conocido otra cosa que la armonía? ¿Cómo consideraron por primera vez el desorden, unos seres que no conocían otra cosa que el modelo de la perfección impecable? ¿Cuál fue su reacción ante el mal potencial, unos seres que siempre habían elegido el bien en ausencia del contraste con el mal? ¿Y cuál fue su reacción cuando, por primera vez en su experiencia, el mal potencial se hizo mal real mediante la elección de la criatura? ¡Qué golpe debió ser, cuando el mal y la insinceridad se igualaron con el pecado e incluso con la iniquidad!
De repente, por así decirlo, tenemos una enorme creación llena de criaturas imperfectas; todas ellas han sido dotadas con el poder inestimable de elegir a Dios. Cada una de estas criaturas es soberana de sí misma. Cada una de ellas puede elegir a favor o en contra de la ciudadanía del universo y de la filiación con Dios. Y nadie se atreve a interferir en estas elecciones, por miedo a transgredir la voluntad de Dios, pues es Dios quien da a las criaturas este inestimable poder de elegir. Sin este poder de elegir, sin el regalo de Dios de la personalidad, seríamos muy poco más que máquinas vivientes. Pero con el regalo del libre albedrío (relativo) somos más que máquinas; somos hombres y podemos incluso elegir ser más que hombres, podemos elegir ser hijos ascendentes de Dios. También podemos elegir mal una y otra vez, y nadie puede pararnos: solo el tiempo y el olvido.
Este fue el reto de hace tiempo al que se enfrentaron los ciudadanos de los reinos eternos. Se embarcaron en esta aventura (la Aventura Suprema) cuando abandonaron los dominios estables de la perfección divina y partieron hacia la nueva frontera creativa, hacia el nuevo nivel espacial de los superuniversos; allí ocuparon sus puestos como creadores, organizadores y administradores de los inestables e inciertos dominios evolutivos del tiempo.
¡Quién, sino Dios, se atrevería a unir la más pura forma de espíritu con el tipo más bajo de criatura capaz de ser dotado de personalidad (el hombre mortal)! Aquí, en verdad, se reúne lo más elevado y lo más bajo. ¡Y quién, sino Dios, combinaría el espíritu de aventura con ese amor divino que hace que un Ser Infinito esté dispuesto a entrar en una asociación eterna con los hijos mortales de las razas de origen animal de los mundos habitados!
Si estas acciones y transacciones no son emocionantes, llenas de aventura e impredecibles, ¿qué lo es? ¿O qué podría serlo? De repente, por así decir, la perfección existencial de la creación impecable de la eternidad se enfrenta al reto de la aparición de la antítesis de la perfección, a través de la aparición de los imperfectos dominios evolutivos del espacio y el tiempo.
RESUMEN: PRESENTACIÓN FUNCIONAL DE DIOS SÉPTUPLE | |
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DIOS SÉPTUPLE | Agrupación en tres niveles de Dios Séptuple |
(1) Los Hijos Creadores | LOS CREADORES SUPREMOS. Estos tres grupos son el Cuerpo de Creadores Supremos. Son los creadores pos-Havona de los universos del espacio y el tiempo, los universos locales y los superuniversos. Trabajan con las Deidades de la Trinidad del Paraíso para hacer evolucionar el poder del Todopoderoso, que es la base experiencial para la soberanía emergente del Ser Supremo en los siete superuniversos. |
(2) Los Ancianos de los Días | |
(3) Los Espíritus Maestros | |
(4) El Ser Supremo | El PODER TODOPODEROSO, que tiene su origen en todos los Creadores Supremos, está unido a la persona espiritual del Supremo, que tiene su origen en la Trinidad del Paraíso mediante la acción de la Mente Suprema, otorgada por el Actor Conjunto. Esto tiene lugar en el mundo piloto del circuito externo del universo central. |
(5) El Espíritu Infinito | LA DEIDAD TRINA DEL PARAÍSO es el nombre que se emplea unas veces para designar a este grupo, y otras veces a la Trinidad del Paraíso. Creemos que es probable que los Creadores Supremos trabajen con la Deidad del Paraíso en ambos aspectos: como Tres Personas y como Trinidad. La «unión del poder creativo de los Creadores Supremos con los potenciales creativos de la Trinidad es la fuente misma de la actualidad del Ser Supremo». |
(6) El Hijo Eterno | |
(7) El Padre Universal | |
Vean el Apéndice XXII., Sec. 5. Síntesis finita del poder y la personalidad. |
Dios Séptuple es la reacción de la Deidad al reto de la imperfección. Como hemos visto en nuestro estudio de la Deidad creativa, esta asociación séptuple comienza a actuar durante la organización de los superuniversos. Hay varias maneras de estudiar esta asociación de la Deidad, y una de ellas es considerar al Séptuple desde un punto de vista funcional. El Resumen anterior hace una presentación de Dios Séptuple, y hace hincapié en los tres grupos que interactúan dentro de esta asociación en siete niveles:
Los distintos seres que colaboran en estos tres grupos de la Deidad Séptuple trabajan en los niveles potencial, asociativo, creativo y evolutivo de la actividad de la Deidad en el espacio y el tiempo. Debido en parte a sus esfuerzos exitosos en los universos evolutivos, el Ser Supremo está creciendo (emergiendo) lentamente como Deidad experiencial.
Deidad evolutiva. Hemos examinado la expansión de la acción de la Deidad Total desde el nivel estático hacia el asociativo, pasando por el potencial. En el capítulo anterior observamos que Dios Séptuple emprende el cuarto nivel, el nivel creativo. Ahora observamos que la Deidad actúa en el quinto nivel de actividad, el nivel evolutivo.
El Ser Supremo está evolucionando. Comienza en el amanecer de la Segunda Era como una persona espiritual en Havona, y después comienza a crecer, a evolucionar, a medida que los Creadores Supremos consiguen perfeccionar sus creaciones imperfectas (incluyendo a mundos como en el que vivimos) Estos éxitos de los Creadores Supremos (y de sus coordinados, asociados y subordinados) son como muchos manantiales y arroyos que convergen en corrientes que se unen a corrientes mayores que, a su vez, se convierten en tributarias de un gran río. Este «gran río» de éxitos de la divinidad en el espacio y el tiempo es algo llamado el «poder experiencial del Todopoderoso». Como un «gran río» fluye hacia el mar, este poder afluyente y convergente del Todopoderoso se une a la persona espiritual del Supremo en Havona. Esta es la fuente del crecimiento del poder soberano del Supremo, que comienza como una persona espiritual (con ningún poder soberano) que crece (evoluciona) gradualmente como el soberano experiencial de los siete superuniversos. (Vean el Apéndice XXII., § 5. Síntesis finita del poder y la personalidad.)
Incluso los mismos Creadores Supremos evolucionan. Participan en el proceso de crecimiento de la Segunda Era. Esto es particularmente cierto en los Hijos Creadores y los Espíritus Creativos, pero también es probablemente cierto para todo el Cuerpo de Creadores Supremos. (Vean el Apéndice X., § 3. Evolución de los miembros de la Trinidad Última; Apéndice XIII., Evolución de los Hijos y Espíritus universales.)
La gran diferencia entre creación y evolución es el factor tiempo. La creación tiene lugar sin el paso del tiempo, en un instante. La evolución ralentiza el proceso transformador hasta el punto en que las criaturas pueden comprender lo que está pasando y participar en ello; pueden desempeñar un papel consciente en su propio crecimiento. De esta forma, el hombre (y otras criaturas evolutivas) pueden asociarse con Dios; el hombre puede convertirse en un socio consciente de Dios en su propia evolución, y determinar qué va a ser. (Vean el Apéndice VIII., § 5. Técnicas evolutivas.)
Interacción de los niveles. El Ser Supremo no es simplemente un recipiente pasivo de todo este esfuerzo; está personalmente activo cuando hace algo sobre su propio crecimiento y evolución. Rebusca en los niveles creativo y asociativo los potenciales de las Deidades del Paraíso. Expresa su propia voluntad y propósito emergentes al distribuirse en las creaciones espacio-temporales. Al hacer esto, se vuelve lentamente real a medida que se extiende por los universos evolutivos y se identifica con todo crecimiento de la criatura y con todas las criaturas en crecimiento. (Vean el Apéndice VI., § 1. Análisis de los niveles de la función de la Deidad Total; Apéndice VII., § 4. El crecimiento del Supremo: el crecimiento en la Segunda Era; Apéndice XXII., § 5. Síntesis finita del poder y la personalidad.)
Nosotros, nativos de la Segunda Era, pasamos por el crecimiento evolutivo y por la experiencia finita como algo habitual. Es todo lo que conocemos. Pero desde una perspectiva más amplia, es algo bastante peculiar y único en la era actual del universo. Esta es la era de crecimiento del Supremo, que crece a medida que nosotros crecemos; crece en virtud de nuestro crecimiento, y nosotros podemos crecer porque crecemos dentro de él: somos una parte de su crecimiento. De alguna manera, podemos pensar en el gran universo como el escenario en el que está evolucionando el Ser Supremo, y casi todo en este escenario está evolucionando junto con él. Crecemos en él y él crece en nosotros: es un proceso en dos direcciones.
Esta es la era en la que es posible tener experiencias finitas. El Ser Supremo está creciendo en experiencia finita. Otras eras proporcionarán experiencia pero no será finita; podría ser pos-finita o superfinita, pero seguro que será otra cosa que finita. Esto es debido a que el crecimiento del Supremo es algo limitado a la Segunda Era, la era actual. Cuando este proceso se haya completado, emergerá como una Deidad que todos podremos percibir y conocer. Entonces su crecimiento evolutivo llegará a su fin, así como la posibilidad de participar en él (la posibilidad de tener experiencias finitas)
Los seres humanos comienzan desde lo más bajo de la existencia de una criatura finita. Comienzan como superanimales y tienen la oportunidad de ascender mediante el crecimiento evolutivo hasta las alturas del estatus finalitario. Comenzamos en lo más bajo de todo, de ahí que nuestra oportunidad sea la mayor (comenzamos con lo mínimo, de ahí que nuestro crecimiento pueda llegar a lo máximo)
La virtud de un recipiente vacío es que se puede llenar (así decía Lao-Tsé en el Tao Te Ching) La virtud de la imperfección es que se puede llenar con la experiencia de crecer conscientemente hacia un estado de perfección. La imperfección de las creaciones espacio-temporales proporciona la posibilidad de este tipo de crecimiento. Si se hubieran creado en perfección, los superuniversos no habrían sido más que una extensión de la creación central (Havona otra vez, pero a mayor escala) Y esta necesidad de los superuniversos, esta misma ausencia de perfección, da a las personalidades del Paraíso-Havona la oportunidad de un nuevo crecimiento en su servicio ampliado mientras intentan ayudarnos a alcanzar las alturas divinas de la perfección de las que ellos han descendido. (Vean el Apéndice XI., § 7. La necesidad citoplasmática extiende las funciones del núcleo.)
El Supremo establece el patrón de crecimiento en la Segunda Era. Su poder (como el Soberano Todopoderoso emergente de los superuniversos) tiene su origen en las actividades y logros de los Creadores Supremos y en todos los habitantes de los universos del espacio y el tiempo. Si los actos de estos seres son malos, entonces el crecimiento se frustra; si sus actos son buenos, el crecimiento aumenta. El crecimiento espacio-temporal del Supremo depende del poder afluyente del Todopoderoso. Este poder convergente está unido a la persona espiritual del Supremo, en Havona, mediante la acción de la dotación de mente del Ser Supremo. Y este es el hecho importante: el poder está unido y sujeto al control de la personalidad del espíritu por la acción de la mente.
Este principio de crecimiento (la síntesis del poder y la personalidad) está presente muchas veces en los Documentos. La síntesis del poder y la personalidad es una transacción que tiene lugar debido a cierto conjunto de condiciones que se obtienen en los universos del espacio y el tiempo. En estos dominios, parece que se ha dado ventaja a la energía-materia (domina), mientras que el espíritu se esfuerza por ser dominante. Pero el espíritu solo es impotente. El espíritu en realidad no toca la materia de ninguna manera. Se necesita la mente para conseguir el dominio de la materia, de la realidad física; y solo la mente personal posee el poder de elegir subordinarse al espíritu, incluso mientras alcanza el dominio de la energía-materia. Pero, si esa mente que domina la energía no elige espiritualizarse, nunca podrá tener éxito (persistir y sobrevivir) a largo plazo. Como ejemplo, consideren el estado de los asuntos de nuestro mundo de hoy: hemos conseguido un dominio considerable de las fuerzas y secretos de la naturaleza, ¡y tenemos miedo! (Vean el Apéndice XXII., § 5. La síntesis del poder y la personalidad, especialmente la discusión sobre «La divergencia de las tres energías»)
Una pregunta que alguna vez ha surgido es: «¿Cómo pueden los mansos heredar la tierra?». La respuesta es bastante simple; nadie sino los mansos podrían heredarla ¡y mantener la herencia! Por supuesto, esas personas mansas tendrían que ser también muy fuertes, para empezar. Y, cuando esas personas de gran fuerza son también mansas, su fuerza hace que no tengan miedo. Cuando los fuertes no son mansos, su fuerza engendra miedo. Y este miedo de fuerza desatada es el que, tarde o temprano, causa la reunión de contra-fuerzas aún mayores mediante la formación de una confederación de los que tienen miedo. La fuerza (el poder) sin la guía o la limitación del espíritu engendra miedo; y los que temen, a su debido tiempo, la combinarán para destruir a los fuertes.
El reto de crecimiento de la era actual parece ser este: ¿podemos usar la mente para dominar los problemas de la creación física y, al mismo tiempo, sujetar esta mente victoriosa para el supercontrol del espíritu mediante el poder de la decisión-personalidad? Si podemos hacerlo, entonces podemos ser tanto fuertes como mansos. Una mente así, que domina la materia y se alinea con el espíritu, comienza a dar pasos con el despliegue de los movimientos evolutivos de los universos. Esto es, tendremos un éxito relativo en nuestros esfuerzos por hacer la voluntad de Dios.
Los Documentos nos dicen LU 39:4.14 que hay tres llaves en el reino de los cielos: «sinceridad, más sinceridad y aún más sinceridad»; y que hacemos progresos en el reino «mediante decisiones, más decisiones y aún más decisiones». Estas instrucciones parecen dar un gran valor en primer lugar a la honradez, y después a la valentía (a la fuerza moral del carácter)
El ejercicio de la valentía moral, la toma de decisiones morales, solo puede llevar al desarrollo de la fuerza moral. Los que se ganan la entrada al reino deben crecer en fuerza moral. ¿Hacia qué debe llevar esta fuerza moral? Si una fuerza así se dirige hacia el yo, entonces todo está perdido (puede convertirse, como mucho, en ética) Pero si una fuerza así se dirige hacia el núcleo espiritual del hombre, hacia el Ajustador, entonces todo está ganado: la moral puede trascender la ética al alcanzar lo espiritual.
El alcance de los valores espirituales (la búsqueda de Dios) es un acto causado por un sentimiento de necesidad que nace del hambre en el corazón humano. Esa hambre nace de la comprensión de la pequeñez, del sentimiento de humildad. De esa humildad, de esa comprensión de las limitaciones humanas, viene una oleada de hambre de búsqueda inquisitiva por conocer la voluntad de Dios y de encontrar la manera de hacer esta voluntad. Esta es la victoria de la mansedumbre sobre el orgullo, cuando un hombre fuerte (no un hombre débil) contempla las virtudes comparativas de la voluntad del hombre y la voluntad de Dios.
Con la fuerza moral que procede de la decisión-acción, y con sentimientos honrados de humildad, de hambre, de mansedumbre, un ser humano podría comenzar a aspirar a niveles de entendimiento real (y raro), a niveles de sabiduría relativa y de una sofisticación bondadosa que podría ser totalmente anticínica. Un ser humano así podría comenzar a confiar inteligentemente en Dios; y esa fe sabia como la de un niño es algo muy distinto a la presuntuosidad ciega de una fe ignorante e infantil. Las perspicacias de una sofisticación anticínica podrían generar una ternura de corazón con criterio: una capacidad de responder a las necesidades y problemas humanos que sería mucho más que simple sentimentalismo. Por supuesto, al responder a las necesidades humanas, la persona con criterio se expone ampliamente al dolor. La capacidad para sentir las necesidades humanas es la misma capacidad que puede sentir dolor, que puede llorar por las desgracias de la vida.
En este momento del proceso de maduración de un ser humano, las cualidades de la ternura, la humildad y la sofisticación anticínica podrían unirse en las perspicacias elevadas del humor divertido, la capacidad auténtica de reírse de uno mismo, y de reír con nuestros semejantes (no de ellos) La comprensión, aunque difusa, de la infinidad de Dios, junto con una conciencia aguda de la pequeñez finita del hombre, pueden contribuir enormemente al crecimiento del humor; un humor que puede dirigirse hacia el yo, especialmente hacia el ego siempre hambriento y el orgullo de un ser humano normal. Dado ese humor autodirigido (humor dirigido hacia dentro, como comprobación de la exaltación del ego), es más fácil para un ser humano vivir consigo mismo, y al reírse a menudo de sí mismo, aprender a vivir en paz consigo mismo.
Esa persona madura, una persona que ha casado el humor y la sabiduría con la compasión y la comprensión, es alguien que puede dar consuelo eficaz; y al darlo puede crear en sí misma la capacidad de recibir y de beneficiarse de la misma administración de comprensión. Esa comprensión bondadosa y sofisticada podría servir como base de la verdadera misericordia. Se nos enseña LU 28:6.8 que la misericordia no es algo sencillo. La misericordia surge de la justicia, la equidad, la paciencia y la amabilidad; esa misericordia es verdadero amor en acción. Pero este amor en acción es un humor que se ha hecho sabio y con criterio en virtud de las perspicacias de la experiencia. El amor en acción es misericordia, y la misericordia aplicada es ministerio. LU 6:3.5; LU 8:4.2 El ministerio puede ser eficaz o ineficaz; todo depende de la cantidad de sabiduría, así como de la cualidad del altruismo en la motivación subyacente del amor.
El acto de dar aumenta la capacidad de recibir, sin importar la sabiduría y la eficacia del que da. Si el arte de dar ha de ser efectivo, realmente constructivo y auténticamente útil (verdadero y bello, así como bueno) puede necesitar de todos los recursos humanos de sabiduría, humor, experiencia y amor. El dador poco sensato puede recoger los beneficios espirituales de una donación sincera pero ineficaz; pero ¿y la situación difícil del necesitado, que no se aprovecha de este ministerio sin malicia?
El dador eficaz y constructivo se implica en un ministerio de acción positiva. Reacciona y es comprensivo en su acción; se convierte en una fuerza activa y benéfica entre sus semejantes; trae buena voluntad; mejora las dificultades y reconcilia los desacuerdos. «Hace la paz» entre sus semejantes.
Esa persona fuerte, amorosa y sabia no tiene miedo de vivir en la tierra como ciudadano de un reino mayor (incluso como un «ciudadano consciente del universo») El intento de vivir este tipo de vida puede llevar a problemas y desacuerdos (incluso al dolor) Pero ese ser humano no retrocede ante estos retos de valentía interior; retos que prueban la calidad y la resistencia de su humor; retos a sus convicciones más elevadas de verdad, belleza y bondad. No obstante, esos fuertes sentimientos de seguridad interior podrían estar humanamente seguros únicamente si estuvieran asociados con la sinceridad y la humildad; solo si están gobernados por el impulso de la honradez y restringidos por la comprensión de la pequeñez, y especialmente contenidos por el ministerio que controla el ego: un sentido activo del humor.
Quizá por eso, en cierta ocasión, Jesús dijo lo que dijo a doce seres humanos:
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos». (Matt 5: 3-10).
Y cierra su alocución a los doce con la novena afirmación, relacionada con la reacción humana al reto de Dios a los hombres:
«Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros» (Matt 5: 11-12.)
El reto de Dios al hombre no es algo vaporoso, prometedor, distante y teórico. El reto de Dios es lo más real que un ser humano pueda conocer en su vida. ¿Qué sabemos de este reto? ¿Cuál es nuestra reacción?
A medida que respondemos con éxito al reto de Dios, crecemos. Este crecimiento no es algo proyectado en el futuro lejano de los sucesos distantes de alguna era inconcebiblemente remota. Es un reto de «aquí y ahora», y nuestro crecimiento, como resultado de respuestas con éxito, se da también «aquí y ahora».
Dios habita la eternidad, y como Dios eterno su reto es eterno, totalmente separado del pasado-futuro del tiempo; está siempre presente en el interminable momento presente del AHORA. Reaccionamos al reto de Dios, no con lamentos del pasado ni con resoluciones del futuro, sino con decisiones, con acciones, en el AHORA.
El Padre Universal nos ha dotado magníficamente a cada uno de nosotros. Nos ha dotado con todos los poderes y atributos necesarios para responder a su desafío. Nos ha investido con los poderes inestimables de elección que acompañan su don de la personalidad. Ha confiado a nuestra custodia una pequeña porción (un fragmento-Ajustador) de su propia naturaleza insondable para servir como nuestro núcleo espiritual y como nuestro piloto hacia el Paraíso. Y, al habernos dotado tan profusamente, nos reta enormemente y aguarda pacientemente para ver qué haremos con lo que tenemos, a la vista de lo que ha hecho. LU 5:6.1
Nos pide todo a cada uno de nosotros, todo lo que tenemos. Pero ese «todo» está siempre en proporción con nuestra capacidad de dar. A uno le dice: «Sé un buen pastor, alimenta mis ovejas». A otro le dice: «Sé diligente y fiel cuando hagas el trabajo que mejor se te dé».
A otros les pregunta: «¿Me amas?». A otros les inquiere: «¿Confías en mí?» A otro podría preguntarle: «¿Me sirves?». A otro le podría inquirir: «¿Me obedeces?» Y a otro le podría preguntar: «¿Crees en mí?» LU 192:2.1 El reto siempre es personalizado e individualizado; no es un reto para todos los hombres, sino para cada hombre. Y siempre se hace en términos de las capacidades individuales y las necesidades de la persona particular a quien Dios está desafiando personalmente. El reto de Dios siempre «toma nota del hombre, de la manera en que ha nacido» LU 28:6.2
En resumen, Dios nos ha enriquecido y nos reta a invertir nuestros «talentos» con provecho, con provecho para nosotros y para su creación. Pero sobre todo nos desafía con amor, con un amor infinito que es de todo menos deslumbrante en la intensidad de su manifestación. La pregunta a la que nos enfrenta (a nosotros y a cualquier otro ser con libre albedrío en la era actual del universo) es muy sencilla: ¿Qué vamos a hacer con este amor, este amor que podemos sentir incluso sin comprenderlo? ¿Qué vamos a hacer con él, aquí y ahora?