Los Quinientos Años desde el Segundo Año de Ciro hasta el Nacimiento de Cristo | Title page | Traducciones suplementarias del «Libro de la Abeja». |
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[El texto etíope y una versión árabe fueron publicados por Bezold en Festschrift de Nöldeke, Gieszen, 1906. Véase también Brit. Mus. Agregar. 16251 y Añadir. 16217 (Dillmann, Catalogus, Nos. XXXIV y XXXVII.]
LAS HORAS DEL DÍA.
Y, además, comprende las horas del día y de la noche, y cómo conviene suplicar a Dios y orarle en cada una de sus estaciones. Pues mi Creador me enseñó todo esto, y me dijo los nombres de todos los animales salvajes y bestias, y de las aves del cielo, y luego Dios me hizo comprender el número de las horas del día y de la noche, y me dijo cómo los ángeles alaban a Dios. Entiende, entonces, oh hijo mío, que a la primera hora del día la oración de mis hijos asciende a Dios. Y a la segunda hora la oración y petición de los ángeles tiene lugar. A la tercera hora las aves del cielo lo alaban. Y a la cuarta hora los seres espirituales lo adoran. Y a la quinta hora todas las bestias y animales salvajes lo saludan. A la hora sexta se realiza la petición del Kîrûbêl (Querubín). A la hora séptima, todos los ángeles entran en la presencia de Dios y salen de ella, pues a esta hora la oración de todo ser viviente asciende a Dios. A la hora octava, los resplandecientes habitantes del cielo lo alaban. A la hora novena, los ángeles de Dios, que están ante el trono del Altísimo, le rinden homenaje. A la hora décima, el Espíritu Santo cubre las aguas con su sombra, y los demonios huyen y se alejan de ellas. Si el Espíritu Santo no cubriera las aguas a esta hora todos los días, nadie podría beberlas, pues si lo hiciera, su cuerpo sería destruido por los demonios. Si el sacerdote toma agua a esta hora y mezcla con ella aceite santo, y unge con la mezcla a los enfermos y a los poseídos por espíritus inmundos, sanarán de su enfermedad. Y a la undécima hora tienen lugar las glorificaciones de los justos. Y a la duodécima hora, Dios, el Altísimo, recibe las oraciones y peticiones de los hijos de los hombres.
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LAS HORAS DE LA NOCHE.
Y a la primera hora de la noche los demonios dan gracias y alabanzas a Dios Altísimo, y no hay en ellos mal ni daño para nadie hasta que hayan terminado su servicio de homenaje. Y a la segunda hora de la noche los peces y toda criatura que está en las aguas alaban a Dios, y las bestias salvajes y las ballenas. Y a la tercera hora el fuego Lo alaba —ahora está en la profundidad más baja, y en esa hora nadie puede dirigirse a Él (?) Y a la cuarta hora los Sûrâfêl (Serafines) Lo proclaman Santo. Y a la quinta hora las aguas que están sobre los cielos Lo alaban. Ahora bien, hace mucho tiempo me senté y escuché a los ángeles a esta hora, y me maravillé cómo clamaban; su clamor era como el ruido de una poderosa rueda, y clamaban como las olas del mar con la voz de alabanza a Dios. Y a la sexta hora las nubes alabaron a Dios con temor y temblor. Y a la séptima hora, la tierra quedó en silencio y toda criatura que la habitaba, y las aguas dormitaron. Y si a esta hora el sacerdote toma agua y la mezcla con aceite santo, y unge con ella a los enfermos y a quienes no pueden dormir por la noche debido a su dolor, los enfermos sanarán y los que estén despiertos se dormirán. A la octava hora, la tierra produce hierba y hierbas verdes, y hace que los árboles den hojas y frutos. Y a la novena hora, los ángeles rinden homenaje a Dios, y la oración de los hijos de los hombres llega a la presencia de Dios Altísimo. Y a la décima hora se abren las puertas del cielo, y Dios escucha la oración de los hijos de los creyentes, y la petición que le hacen les es concedida. Y al sonido de las alas de los serafines, en ese momento los gallos cantan y alaban a Dios. Y a la undécima hora reinan alegría y júbilo en toda la tierra, pues el sol entra en el Jardín (es decir, el Paraíso), y su luz se alza en todos los confines del mundo e ilumina toda creación. Y a la duodécima hora conviene que mis hijos se presenten ante Dios y le rindan homenaje, pues a esta hora reina un gran silencio en todos los seres celestiales.
ADÁN PREDICE LA VENIDA DE CRISTO.
Ahora, pues, conoce todo esto, escucha mi palabra y comprende que la Palabra de Dios, el Altísimo, descenderá a la tierra, tal como me dijo cuando me expulsó del Jardín (Paraíso). Pues me dijo que su Palabra, en días posteriores, se haría hombre de una mujer virgen llamada María, y se escondería en ella, se encarnaría y nacería como un hombre con gran poder, habilidad operativa y conocimiento. Nadie lo conocerá excepto Él mismo y aquel a quien se manifestó. Y Dios dijo que Él iría con la gente de la tierra, que crecería en días y años, que realizaría señales y prodigios abiertamente, que caminaría sobre el mar como sobre tierra firme, que reprendería al mar y a los vientos abiertamente, y que se someterían a Él, y que Él clamaría a las olas del mar y que le responderían con prontitud. Y que Él haría que los ciegos vieran, que los leprosos fueran purificados, que los sordos oyeran, que los mudos hablaran, que resucitaría a los paralíticos, que los cojos caminaran, que alejaría a muchos del error al conocimiento de Dios, y que expulsaría a los demonios de entre los hombres.
Y además de esto, Dios me habló, diciendo: «No te aflijas, Adán, pues quisiste convertirte en dios y transgrediste mi mandato. Mira, te estableceré, no ahora, sino dentro de unos días». Y de nuevo me habló, diciendo: «Yo soy Dios, quien te hizo salir del Jardín de la Alegría a la tierra, que brotará espinos y zarzas, y morarás en ella. Dobla tu espalda y haz que tus rodillas se tambaleen en la vejez, y haré de tu carne pasto de gusanos. Y después de cinco días y medio día[1] tendré compasión de ti y te mostraré misericordia con la abundancia de mi compasión y mi misericordia. Y descenderé a tu casa y moraré en tu carne, y por ti me complacerá nacer como un niño [ordinario]. Y por ti me complacerá pasear por la plaza del mercado. Y por ti me complacerá ayunar cuarenta días. Y por ti me complacerá aceptar el bautismo. Y por Por ti me complaceré en soportar el sufrimiento. Y por ti me complaceré en colgar del madero de la cruz. Todo esto lo haré por ti, oh Adán.
A Él sean la alabanza, la majestad, el dominio, la gloria, la adoración y los himnos, con su Padre y el Espíritu Santo, desde ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Además, debes saber, oh hijo mío, Set, que un Diluvio vendrá y arrasará toda la tierra por causa de los hijos de Kâyal (Caín), el asesino, quien mató a su hermano por celos, a causa de su hermana Lûd. Y después del Diluvio y muchas semanas, vendrán los últimos días, y todo se completará, y llegará su hora y el fuego consumirá todo lo que se encuentre ante Dios, y la tierra será santificada, y el Señor de los Señores caminará sobre ella.
Y escribió Set este mandamiento, y lo selló con su sello, y con el sello de su padre Adán, el cual tomó consigo del Jardín del Paraíso, y con el sello de Eva su madre.
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p. 247 Es decir, cinco mil quinientos años. ↩︎