Autor: Halbert Katzen J.D.
Este capítulo revisa las declaraciones de El Libro de Urantia sobre las mezclas raciales. La siguiente cita, tomada de una parte que discute las mezclas raciales de la India, destaca la importancia de tener en cuenta que los beneficios de la mezcla racial por sí sola no pueden abordar de manera suficiente ciertos problemas fundamentales de la eugenesia.
Las mezclas raciales siempre son ventajosas, ya que favorecen una cultura polifacética y contribuyen al progreso de la civilización, pero si predominan los elementos inferiores de los linajes raciales, estos logros serán de corta duración. Una cultura políglota sólo se puede conservar si los linajes superiores se reproducen con un margen de seguridad sobre los inferiores. La multiplicación incontrolada de los inferiores, unida a la reproducción decreciente de los superiores, conduce infaliblemente al suicidio de la civilización cultural. [1]
El material de El Libro de Urantia revisado en este informe hasta el momento suplica que se haga cierta pregunta, por supuesto. ¿El Libro de Urantia indica que eventos pasados han llevado a la desaparición genética de algún grupo en particular?
El Libro de Urantia tiene una sección titulada «Mezclas raciales» LU 82:6. Además, los autores hacen declaraciones sobre mezclas raciales en otras áreas del libro. Parte de este material indica que ciertos grupos especialmente regresivos deberían ser expulsados biológicamente porque, como grupo, representan algunos de los «linajes más acusadamente incapaces, deficientes, degenerados y antisociales»[2]
El capítulo 7 discutió cómo El Libro de Urantia nos alienta a avanzar en una dirección más progresiva y práctica desde el punto de vista moral con respecto a las personas que están notablemente en desventaja (subnormales) a nivel genético. Ese capítulo diferenció cuándo «intentamos obtener algo por encima del límite»[3]. Además, discutió la sugerencia hecha por los autores de que deberíamos llegar a un acuerdo sobre la «expulsión biológica» de nuestros linajes «más acusadamente incapaces, deficientes, degenerados y antisociales». Estos dos tipos de rasgos, subnormal y acusadamente incapaces, se combinan en los individuos de forma independiente uno del otro.
Por ejemplo, las tendencias genéticas antisociales pueden ir acompañadas de una alta inteligencia, lo que permite que un individuo funcione en el mundo moderno con relativa facilidad. Y, por supuesto, todos los individuos subnormales no necesariamente tienen rasgos genéticos antisociales. Los seres humanos subnormales tienen una desventaja significativa cuando se trata de vivir en el mundo moderno y exhiben una incapacidad para comprender ciertas cosas. Ser intelectualmente menos dotado no significa que alguien sea incapaz, deficiente, degenerado o antisocial; sólo significa que está intelectualmente menos dotado. El Libro de Urantia parece indicar que esto es así por diseño, de modo que los tipos normales y subnormales de seres humanos aprendan a llevarse bien (se sirvan mutuamente) y se amen.
Cuando se trata de evaluar los potenciales humanos, tal como existieron en el pasado o tal como existen hoy, los autores de El Libro de Urantia nos desalientan a ser demasiado obstinados. Desde la perspectiva de El Libro de Urantia, nuestro mundo ha sufrido tanto por una rebelión (Lucifer y Satanás) y un defecto (Adán y Eva) que todos estamos mal equipados para desarrollar una buena comprensión de nuestras circunstancias, incluso con la ayuda de esta revelación.
La evolución de seis —o de tres— razas de color, aunque parezca deteriorar la dotación original del hombre rojo, proporciona ciertas variaciones muy deseables en los tipos mortales y permite una expresión, de otra manera inalcanzable, de los diversos potenciales humanos. Estas modificaciones son beneficiosas para el progreso de la humanidad en su totalidad, con tal que sean posteriormente mejoradas por la raza adámica o violeta importada. En Urantia, este plan normal de amalgamación no se llevó ampliamente a cabo, y este fracaso en la ejecución del plan para la evolución racial hace que os resulte imposible comprender muchas cosas sobre el estado de estos pueblos en un planeta habitado de tipo medio a través de la observación de los restos de estas primeras razas de vuestro mundo. [4]
Cualesquiera que sean las especulaciones que podamos hacer sobre los atributos genéticos de las razas sangik originales, el problema principal siempre será abordar los problemas que enfrentamos hoy. Aunque El Libro de Urantia enseña que «hay que estudiar y juzgar a todos los pueblos antiguos a la luz de las reglas morales de las costumbres de su propia época»[5], esta visión no aborda directamente los desafíos que enfrentan los pueblos modernos en términos de nuestra relación con culturas que continúan actuando en formas primitivas
Para ayudarnos a obtener una perspectiva sobre estos temas, los autores centran nuestra atención en la relación que las antiguas creencias y prácticas religiosas tienen con las cuestiones fundamentales sobre la moralidad. ¿Estamos actuando por interés propio o por intereses grupales? ¿Tenemos una actitud egoísta o desinteresada?
Aunque todas las creencias en los espíritus, los sueños y otras diversas supersticiones han jugado un papel en el origen evolutivo de las religiones primitivas, no deberíais pasar por alto la influencia del espíritu de solidaridad del clan o de la tribu. En las relaciones de grupo estaba presente la situación social exacta que proporcionaba el estímulo para el conflicto entre el egoísmo y el altruismo en la naturaleza moral de la mente humana primitiva. A pesar de su creencia en los espíritus, los australianos primitivos centran todavía su religión en el clan. Con el tiempo, estos conceptos religiosos tienden a personalizarse, primero como animales, y más tarde bajo la forma de un superhombre o un Dios. Incluso las razas inferiores como los bosquimanos de África, que ni siquiera creen en los tótemes, reconocen la diferencia entre el interés personal y el interés colectivo, una distinción primitiva entre los valores seculares y los valores sagrados. Pero el grupo social no es la fuente de la experiencia religiosa. Independientemente de la influencia de todas estas contribuciones primitivas a la religión inicial del hombre, sigue siendo un hecho que el verdadero impulso religioso tiene su origen en las presencias espirituales auténticas que activan la voluntad de ser desinteresado. [6]
La oración prerreligiosa formaba parte de las prácticas mana de los melanesios, de las creencias oudah de los pigmeos africanos y de las supersticiones manitú de los indios norteamericanos. Las tribus baganda de África acaban de salir recientemente del nivel de oración mana. Durante esta confusión evolutiva primitiva, los hombres rezan a los dioses —locales y nacionales— a los fetiches, los amuletos, los fantasmas, los gobernantes y a la gente corriente. [7]
Las religiones urantianas del siglo veinte ofrecen un estudio interesante sobre la evolución social del impulso humano a la adoración. Muchas doctrinas han progresado muy poco desde los tiempos del culto a los fantasmas. Los pigmeos de África no tienen reacciones religiosas como tales, aunque algunos de ellos creen un poco en un entorno de espíritus. Hoy están exactamente en el punto en que se encontraba el hombre primitivo cuando empezó la evolución de la religión. La creencia fundamental de la religión primitiva era la supervivencia después de la muerte. La idea de adorar a un Dios personal indica un desarrollo evolutivo avanzado, e incluso la primera etapa de la revelación. Los dayacs sólo han desarrollado las prácticas religiosas más primitivas. Los esquimales y amerindios relativamente recientes tenían unos conceptos muy pobres de Dios; creían en los fantasmas y tenían una idea imprecisa de algún tipo de supervivencia después de la muerte. Los indígenas australianos de hoy en día sólo tienen el miedo a los fantasmas, el temor a la oscuridad y una veneración rudimentaria de los antepasados. Los zulúes están precisamente desarrollando una religión de miedo a los fantasmas y de sacrificios. Muchas tribus africanas, excepto aquellas que han recibido el trabajo misionero de los cristianos y los mahometanos, no han sobrepasado todavía el estado fetichista de la evolución religiosa. Pero algunos grupos se han mantenido fieles durante mucho tiempo a la idea del monoteísmo, como los antiguos tracios, que también creían en la inmortalidad. [8]
La sociedad cultural contemporánea es más bien un fenómeno reciente, y este hecho está bien demostrado en la supervivencia actual de unas condiciones sociales tan primitivas como las que caracterizan a los aborígenes australianos y a los bosquimanos y pigmeos de África. Entre estos pueblos atrasados se puede observar algo de la antigua hostilidad tribal, la desconfianza personal y otros rasgos extremadamente antisociales tan característicos de todas las razas primitivas. Estos restos deplorables de los pueblos asociales de los tiempos antiguos atestiguan elocuentemente el hecho de que la tendencia individualista natural del hombre no puede competir con éxito con las organizaciones y asociaciones más potentes y poderosas que promueven el progreso social. Estas razas antisociales atrasadas y desconfiadas, que hablan un dialecto diferente cada sesenta u ochenta kilómetros, demuestran en qué tipo de mundo estaríais viviendo ahora si no hubiera sido por las enseñanzas combinadas del estado mayor […] del Príncipe Planetario y los trabajos posteriores del grupo adámico de mejoradores raciales.[9]
La expresión moderna «regreso a la naturaleza» es una ilusión de la ignorancia, una creencia en la realidad de una antigua «edad de oro» ficticia. […] [10]
Las relaciones entre los sexos estaban poco o nada reglamentadas entre las razas primitivas. Debido a esta licencia sexual, la prostitución no existía. Actualmente, los pigmeos y otras tribus atrasadas no poseen la institución del matrimonio; el estudio de estos pueblos revela las simples costumbres de emparejamiento que practicaban las razas primitivas. Pero siempre hay que estudiar y juzgar a todos los pueblos antiguos a la luz de las reglas morales de las costumbres de su propia época. [Énfasis añadido] [5:1]
Estos dos últimos párrafos enfatizan la diferencia entre respetar las etapas de desarrollo (como con los niños) y la tendencia «moderna» hacia el relativismo cultural, que niega todo el proceso de crecimiento, colectivamente. Del mismo modo que los padres deben tener en cuenta la edad y las capacidades de un niño, de manera similar, con la eugenesia debemos tener en cuenta la madurez y las capacidades de varios grupos raciales.
El desafío es que los bosquimanos, pigmeos y nativos australianos de hoy viven en los tiempos modernos. Nadie vive en la antigüedad. Hoy es hoy para todos; los tiempos modernos son «sus propios tiempos». En relación con el mundo de hoy, no están equipados para mantenerse culturalmente o contribuir genéticamente, según los autores de El Libro de Urantia.
Para enfrentar los desafíos de hoy, debemos estar dispuestos a preguntarnos: «¿Han experimentado ciertos grupos una evolución genética insignificante o negativa?» La larga historia que existe con las culturas más atrasadas de la humanidad indica que el problema es genético en este punto, además de cultural. Por supuesto, incluso si se toma tal determinación, estas personas merecen todo el amor y el respeto que todos los demás seres humanos merecen. Tener relaciones de buen corazón no está en conflicto con respetar la sabiduría de no hermanarse biológicamente con aquellos grupos que exhiben una larga historia de características subnormales y antisociales.
Aunque El Libro de Urantia caracteriza a los pigmeos, los bosquimanos y los nativos australianos como «restos deplorables de los pueblos asociales de los tiempos antiguos»[10:1], los autores no dicen que estos sean los únicos grupos que tienen una composición genética especialmente inferior y antisocial. Son ejemplos de un problema que existe en nuestro mundo. Dadas las tendencias contemporáneas para idealizar a los pueblos primitivos de hoy, los autores nos advierten sabiamente contra la locura de considerar que estos grupos tengan alguna «contribución única especial» que hacer a nuestro futuro acervo genético.
Ampliando el tema de que los beneficios de la mezcla son insuficientes para mantener, y mucho menos para hacer progresar, la calidad de nuestro acervo genético, a continuación se ofrece material adicional sobre las mezclas raciales de la India:
Entre la época del Príncipe Planetario y la de Adán, la India se convirtió en el hogar de la población más cosmopolita que se haya visto nunca sobre la faz de la Tierra. Pero es muy lamentable que esta mezcla contuviera tanta proporción de las razas verde, anaranjada e índiga. […] [11]
La India es el único lugar donde todas las razas de Urantia estaban mezcladas, y la invasión andita añadió el último linaje. Las razas sangiks surgieron a la existencia en las regiones montañosas del noroeste de la India, y en sus comienzos, los miembros de cada raza penetraron sin excepción en el subcontinente de la India, dejando tras ellos la mezcla de razas más heterogénea que jamás haya existido en Urantia. La India antigua fue como un territorio sin salida para las razas que emigraban. La base de la península era antiguamente un poco más angosta que ahora, pues una gran parte de los deltas del Indo y del Ganges se ha formado en los últimos cincuenta mil años.
Las primeras mezclas raciales en la India consistieron en una fusión de las razas migratorias roja y amarilla con los aborígenes andonitas. Este grupo se debilitó más tarde debido a la absorción de la mayor parte de los pueblos verdes orientales ahora extintos, así como de una gran cantidad de individuos de la raza anaranjada; mejoró ligeramente gracias a una mezcla limitada con el hombre azul, pero se deterioró extremadamente al asimilar un gran número de miembros de la raza índiga. Pero los llamados aborígenes de la India apenas son representativos de estos pueblos primitivos; forman más bien la franja más inferior del sur y del este, que nunca fue completamente absorbida por los primeros anditas ni por sus primos arios que aparecieron más tarde.
Hacia el año 20.000 a. de J.C., la población del oeste de la India ya se había impregnado de sangre adámica, y ningún otro pueblo, en toda la historia de Urantia, combinó nunca tantas razas diferentes. Pero es lamentable que predominaran los linajes sangiks secundarios, y fue una auténtica calamidad que los hombres rojos y azules estuvieran tan poco representados en este crisol racial del pasado lejano. Una mayor cantidad de linajes sangiks primarios hubiera contribuido mucho a realzar una civilización que podría haber sido mucho más importante. […]
Hacia el año 15.000 a. de J.C., la presión creciente de la población en todo el Turquestán e Irán produjo la primera emigración realmente importante de los anditas hacia la India. Durante más de quince siglos, estos pueblos superiores entraron en masa a través de las regiones montañosas del Baluchistán, diseminándose por los valles del Indo y del Ganges y desplazándose lentamente hacia el sur dentro del Decán. Esta presión andita procedente del noroeste expulsó a muchos pueblos inferiores del sur y del este hacia Birmania y el sur de China, pero no lo suficiente como para salvar a los invasores de la extinción racial.
La India no consiguió su hegemonía sobre Eurasia debido principalmente a un problema de topografía. La presión de los pueblos que venían del norte se limitó a empujar a la mayoría de la gente hacia el sur, hacia el territorio cada vez más pequeño del Decán, rodeado por el mar por todas partes. Si hubiera habido tierras adyacentes para la emigración, entonces los pueblos inferiores se hubieran diseminado en todas direcciones, y los linajes superiores habrían establecido una civilización más elevada.
Tal como se desarrollaron las cosas, estos conquistadores anditas primitivos hicieron un esfuerzo desesperado por conservar su identidad y detener la marea de la sumersión racial, estableciendo restricciones rígidas para los matrimonios mixtos. A pesar de todo, hacia el año 10.000 a. de J.C., los anditas habían sido absorbidos, pero toda la masa de la población había mejorado notablemente gracias a esta absorción.
Las mezclas raciales siempre son ventajosas, ya que favorecen una cultura polifacética y contribuyen al progreso de la civilización, pero si predominan los elementos inferiores de los linajes raciales, estos logros serán de corta duración. Una cultura políglota sólo se puede conservar si los linajes superiores se reproducen con un margen de seguridad sobre los inferiores. La multiplicación incontrolada de los inferiores, unida a la reproducción decreciente de los superiores, conduce infaliblemente al suicidio de la civilización cultural.
Si los conquistadores anditas hubieran sido tres veces más numerosos de lo que lo fueron, o si hubieran expulsado o destruido a la tercera parte menos deseable de los habitantes anaranjados, verdes e índigos mezclados, entonces la India se hubiera convertido en uno de los principales centros mundiales de la civilización cultural, y hubiera atraído indudablemente a una mayor cantidad de las oleadas posteriores de mesopotámicos que inundaron el Turquestán y desde allí se dirigieron hacia el norte hasta llegar a Europa. [12]
Los autores de El Libro de Urantia están identificando un extremo del espectro genético de la humanidad cuando describen a los «llamados aborígenes» de la India como la «franja más inferior del sur y del este, que nunca fue completamente absorbida» y retratan a los aborígenes australianos, bosquimanos y pigmeos como los «restos deplorables de los pueblos asociales de los tiempos antiguos». Esto pone de relieve la relación fundamental entre la eugenesia y la moralidad. No se puede construir una civilización avanzada sobre una genética degradada, y las culturas que son más desinteresadas y se identifican con la idea de «la hermandad del hombre» son superiores a las que son más egoístas y se identifican con su grupo local más que con la humanidad en general.
La siguiente cita contiene la sección completa de «Las mezclas raciales»:
Hoy ya no existe ninguna raza pura en el mundo. Los primeros pueblos originales y evolutivos de color sólo tienen dos razas representativas que sobreviven en el mundo —los hombres amarillos y los hombres negros— e incluso estas dos razas están muy mezcladas con los pueblos de color ya desaparecidos. Aunque la llamada raza blanca desciende predominantemente de los antiguos hombres azules, está más o menos mezclada con todas las demás razas, al igual que los hombres rojos de las Américas.
De las seis razas sangiks de color, tres eran primarias y tres secundarias. Aunque las razas primarias —azul, roja y amarilla— eran superiores en muchos aspectos a los tres pueblos secundarios, se debe recordar que estas razas secundarias poseían muchas características deseables que habrían mejorado considerablemente a los pueblos primarios si éstos hubieran podido absorber sus mejores linajes.
Los prejuicios actuales contra los «mestizos», los «híbridos» y los «mixtos» han surgido porque la mayor parte de los cruces raciales modernos se producen entre los linajes extremadamente inferiores de las razas interesadas. También se consigue una progenie poco satisfactoria cuando los linajes degenerados de la misma raza se casan entre sí.
Si las razas actuales de Urantia pudieran liberarse de la maldición de sus estratos más bajos de especímenes degenerados, antisociales, mentalmente débiles y marginados, habría pocas objeciones para llevar a cabo una fusión racial limitada. Y si estas mezclas raciales pudieran producirse entre los tipos más elevados de las diversas razas, habría aún menos objeciones.
La hibridación de los linajes superiores y diferentes es el secreto para crear estirpes nuevas y más vigorosas, y esto es tan cierto para las plantas y los animales como para la especie humana. La hibridación aumenta el vigor y acrecienta la fecundidad. Las mezclas raciales de los estratos medios o superiores de los diversos pueblos aumentan considerablemente el potencial creativo, tal como está demostrado en la población actual de los Estados Unidos de América del Norte. Cuando estos emparejamientos tienen lugar entre los estratos inferiores o más bajos, la creatividad disminuye, tal como se puede observar en los pueblos de hoy en día del sur de la India.
La mezcla de las razas contribuye enormemente a la aparición repentina de características nuevas, y si esta hibridación es la unión de los linajes superiores, entonces estas nuevas características serán también peculiaridades superiores.
Mientras las razas actuales continúen tan sobrecargadas de linajes inferiores y degenerados, las mezclas raciales a gran escala serán sumamente perjudiciales, pero la mayoría de las objeciones a estos experimentos están basadas en prejuicios sociales y culturales más bien que en consideraciones biológicas. Incluso entre las estirpes inferiores, los híbridos son con frecuencia una mejora con respecto a sus antepasados. La hibridación contribuye a mejorar la especie debido al papel de los genes dominantes. La mezcla racial aumenta la probabilidad de que un mayor número de dominantes deseables estén presentes en el híbrido.
En los últimos cien años ha tenido lugar más hibridación racial en Urantia de la que se había producido durante miles de años. Se ha exagerado mucho el peligro de que surjan grandes discordancias a causa de los cruces de los linajes humanos. Las dificultades principales de los «mestizos» se deben a los prejuicios sociales.
El experimento de Pitcairn, consistente en mezclar las razas blanca y polinesia, salió bastante bien porque los hombres blancos y las mujeres polinesias poseían unos linajes raciales relativamente buenos. El cruce entre los tipos más elevados de las razas blanca, roja y amarilla traería inmediatamente a la existencia muchas características nuevas y biológicamente eficaces. Estos tres pueblos pertenecen a las razas sangiks primarias. Los resultados inmediatos de las mezclas entre las razas blanca y negra no son tan deseables, ni sus descendientes mulatos son tan inaceptables como pretenden hacerlo creer los prejuicios sociales y raciales. Estos híbridos blanco-negros son, físicamente, unos excelentes especímenes de la humanidad, a pesar de su ligera inferioridad en algunos otros aspectos.
Cuando una raza sangik primaria se fusiona con una raza sangik secundaria, esta última mejora considerablemente a expensas de la primera. Y a pequeña escala —que se extienda durante largos períodos de tiempo— esta contribución sacrificatoria de las razas primarias para mejorar a los grupos secundarios debe encontrar pocos inconvenientes serios. Desde el punto de vista biológico, los sangiks secundarios eran, en algunos aspectos, superiores a las razas primarias.
Después de todo, el verdadero riesgo para la especie humana reside en la multiplicación desmedida de los linajes inferiores y degenerados de los diversos pueblos civilizados, más bien que en el supuesto peligro de sus cruces raciales. [13]
La declaración «Si las razas actuales de Urantia pudieran liberarse de la maldición de sus estratos más bajos de especímenes degenerados, antisociales, mentalmente débiles y marginados, habría pocas objeciones para llevar a cabo una fusión racial limitada», proporciona una perspectiva sobre cuánto potencial genético positivo consideran los autores que reside en la humanidad. Si sólo liberarnos de lo peor de lo peor justificaría una «fusión de raza limitada», esto refleja bien nuestra base genética general.
Los autores nos advierten, sin embargo, acerca de intentar algo que continúe el modelo del plan adámico:
Pero aunque los hijos de pura cepa de un Jardín del Edén planetario pueden donarse a los miembros superiores de las razas evolutivas y mejorar así el nivel biológico de la humanidad, a los linajes superiores de los mortales de Urantia no les resultaría beneficioso emparejarse con las razas inferiores; un proceder tan poco sabio como éste pondría en peligro toda la civilización en vuestro mundo. Como no se ha logrado llevar a cabo la armonización racial mediante la técnica adámica, ahora tenéis que resolver vuestro problema planetario de mejoramiento racial mediante otros métodos de adaptación y de control, principalmente humanos. [14]
[…] Así es como los Adanes y las Evas y su progenie contribuyen a la expansión repentina de la cultura y al rápido mejoramiento de las razas evolutivas de sus mundos. La amalgamación de las razas evolutivas con los hijos de Adán acrecienta y sella todas estas relaciones, teniendo como resultado el mejoramiento inmediato del estado biológico, la estimulación del potencial intelectual y el aumento de la receptividad espiritual. [15]
Con respecto a la cultura a la que se ha ofrecido la revelación, El Libro de Urantia tiene esto que decir:
Esta cultura europea continuó creciendo, y hasta cierto punto entremezclándose, durante cinco mil años. Pero la barrera del idioma impidió la plena reciprocidad entre las diversas naciones occidentales. Durante el siglo pasado, esta cultura experimentó la mejor oportunidad que tenía para mezclarse en la población cosmopolita de América del Norte; y el futuro de este continente estará determinado por la calidad de los factores raciales que se permita que entren en su población presente y futura, así como por el nivel de cultura social que se mantenga. [16]
No es sorprendente que los autores nos alienten a considerar la importancia de ser buenos administradores del reservorio genético de América del Norte. De acuerdo con el resto del libro, los autores ofrecen sugerencias y aportan ideas sin ser prescriptivos. La declaración final de la sección «Las mezclas raciales» define el punto de referencia eugenésico para la humanidad. «Después de todo, el verdadero riesgo para la especie humana reside en la multiplicación desmedida de los linajes inferiores y degenerados de los diversos pueblos civilizados, más bien que en el supuesto peligro de sus cruces raciales». En última instancia, nuestro acervo genético general ha progresado o retrocedido. Todos los días, tenemos una obligación moral colectiva con las generaciones futuras de proporcionarles un mejor acervo genético que el que heredamos. Puede que este no sea nuestro único espejo moral, pero es, sin embargo, un verdadero espejo moral.
Sin embargo, estamos en un punto en la historia humana en que el espectro genético en todo el mundo es significativo y las tendencias no son alentadoras. Después de eliminar toda la perspectiva cosmológica, los autores de El Libro de Urantia no hacen más que 1) señalar el truismo obvio sobre la eugenesia en lenguaje sencillo, 2) alentarnos a considerar las implicaciones de nuestras tendencias negativas, y 3) sugerir que humanamente hagamos algo al respecto.
Véase el capítulo 7, «Progreso cultural, sobrepoblación y seres humanos subnormales». ↩︎
Nota del editor: En el informe original en inglés el autor cita a la famosa escritora americana Margaret Deland, diciendo «cuándo una pinta no puede contener un cuarto de galón», una expresión que la autora popularizó («A pint can’t hold a quart»). ↩︎