[Después de haber revisado la larga línea de príncipes himyaritas, quienes, cada uno en su época, «poseían poder para el mal o para el bien», el Poeta moraliza así en conclusión.]
129. Los jefes de Himyar y sus reyes están enterrados en el polvo, para descansar en tumbas bajo losas de piedras.
130. Se han convertido en polvo, son pisoteados como la Muerte pisa los montículos de tierra y los guijarros del curso de agua.
131. El mundo en el que vivían se sometió a ellos, luego se apartó y los golpeó con su pezuña.
132. Allí llovió sobre ellos, después de las nubes de su prosperidad, las nubes de la desgracia en fuertes lluvias.
133. Los accidentes del Tiempo no tuvieron en cuenta a ellos, ni pudieron defenderse de ellos con espadas o lanzas;
134. No, no con tropas y con palacios; ni con ejércitos, y fortalezas, y armas.
135. Tienen su morada en la tierra, después de vivir en castillos y deleitarse con la comida y la bebida, y los placeres del matrimonio.
136. Sus castillos, que fueron construidos sobre soportes de piedra de gran extensión, se han convertido en madera humeante.
137. El tiempo mezcla sus desgracias con sus favores y afecta a sus hijos con miseria en en medio de la alegría.
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138. Alabado sea Dios, cuya beneficencia es de esperar! ¡Que Él siga siendo objeto de alabanza por la mañana y por la tarde!
139. Y que las bendiciones sean con el Profeta y sus seguidores, mientras la paloma alada pueda arrullar!