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Cuando los árabes se convirtieron en el único pueblo erudito y su imperio se extendió sobre la mayor parte del mundo conocido, imprimieron su propio genio a aquellas naciones con las que estaban aliados como amigos o reverenciados como amos.—Isaac D’Israeli: Curiosidades de la literatura.
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[«Ptolomeo menciona a los homeritas como una nación asentada en las partes meridionales de Arabia Felix, y limitada al este por las Adramitas, o provincia de Hadramaut. Su Emporio de las Arabias también lo sitúa en su país, como Plinio hace con su Massala. Algunos autores los hacen el mismo pueblo que los sabeos, mientras que otros los consideran desde una perspectiva diferente. Por nuestra parte, consideramos que los sabeos y los homeritas han sido nombres diferentes de la misma nación, y en esto están respaldados por los historiadores orientales. Pues éstos nos informan que los sabeos fueron llamados Hamyaritas por Hamyar, el hijo de su gran antepasado Saba; y que gobernaron sobre casi todo el país de Yaman. Aunque el reino de los Hamyaritas, u Homeritas, fue finalmente [346] trasladado de los príncipes de Hamyar a los descendientes de Cahlan su hermano, sin embargo todos ellos conservaron el título de rey de Hamyar. . . . Fueron una gran figura entre los antiguos árabes antes de la época de Mahoma.»—Historia universal antigua, vol. xviii. pág. 352.
El mayor W. F. Prideaux ha empleado algunas de las pocas horas de ocio que le permiten sus deberes oficiales en Sehore, India central, en traducir al inglés el excelente poema didáctico, el «Lay of the Himyarites», compuesto en el siglo XII d.C. por Neshwân ibn Sa’îd. Su obra, impresa para circulación privada en la School Press de Sehore, en 1879, y la impresión limitada a 25 copias, presenta el texto original junto con la traducción en prosa; también notas, que dan las variantes más importantes encontradas en los textos publicados previamente y cotejados con los manuscritos de Miles y Rich en el Museo Británico; a lo que se agrega una serie de tablas genealógicas, «diseñadas para exhibir, de una sola mirada completa, los diversos grados de relación en que se encontraban entre sí los jefes y héroes que se conmemoran en el poema».
El «Lay of the Himyarites» es principalmente valioso, como señala el Mayor Prideaux, por la luz que arroja sobre la historia antigua de esa nación. Los versos iniciales y finales, que se reproducen aquí, con el amable permiso del traductor, tal vez permitan al lector en general formarse una noción bastante clara del diseño y el carácter de este hermoso poema, escrito por un descendiente erudito y piadoso de los renombrados príncipes de Himyar.—Ed.]
Aparte de su genealogía, sabemos muy poco de Neshwân ibn Sa’īd. Él mismo nos cuenta en su gran obra, el Shems el-’Ulûm, que su madre, al igual que su padre, era de ascendencia noble himyaritica y que residía en Hûth, una pequeña aldea del distrito de Hamdân. Podemos imaginar que vivió y trabajó allí hasta su muerte, que tuvo lugar en el año 573 de la hégira [1177 d. C.]. El conocimiento que se muestra tan profusamente en sus obras probablemente se derivaba no sólo de los escritos de autores más antiguos, como Wahb ibn Munebbih y ’Ubaid ibn Shariyah, sino también de las tradiciones orales del campesinado. Su obra principal, el Shems el-’Ulûm, está en forma lexicográfica y, según el Dr. D. H. Müller, es del más alto valor desde un punto de vista histórico y geográfico. Un manuscrito de este libro se encuentra en la Biblioteca Real de Berlín, y sería muy deseable que el Dr. Muller, que ya ha hecho un uso considerable de su contenido, completara su tarea dando al mundo la obra en su totalidad. Neshwân ibn Sa’îd fue también el autor de varias otras obras, principalmente, según parece por sus títulos, de naturaleza exegética, y de unas pocas piezas poéticas dispersas, que el investigador entre los manuscritos árabes puede encontrar aquí y allá.
Sin embargo, la obra que se ha asociado principalmente con su nombre es el Lay of the Himyarites. El motivo de este poema es claramente ético: trata de los temas más comunes y, sin embargo, más nuevos: la decadencia de la gloria, la vanidad del poder humano. No menos vanos quizás sean los esfuerzos del poeta o del moralista por persuadir al hombre de que no es más que un partícipe de la suerte común y de que él, incluso él, como todos los demás, «entra con vanidad y se va en la oscuridad, y su nombre será cubierto por la oscuridad»; porque lo que le parece natural en el caso del resto del mundo, parece algo extraño y novedoso cuando le llega el turno de soportarlo. El poeta de Himyar toma como texto las fortunas caídas de su propia ilustre raza. «¿Dónde», pregunta, «están los reyes y nobles de Himyar? Han sido molidos como el grano de dátil debajo de la piedra de molino: ¡se han convertido en polvo en la tierra!»
Pero las reflexiones que son simplemente el eco de la voz del Predicador pueden considerarse demasiado triviales para merecer mucha atención. Esto es cierto; las pretensiones del escritor de ser escuchado se basan en otros motivos. El Poema es un breve epítome de la historia antigua de El-Yemen: si bien no hace mucho más que registrar los nombres de reyes y príncipes, estos nombres rara vez se encuentran en otro lugar y, cuando se lee con el Comentario y con el Shems el-'Ulûm del mismo autor, la obra proporciona un valioso testimonio en apoyo de la teoría de que las interminables genealogías que encontramos dispersas en las obras de los primeros escritores árabes no son meros productos de su imaginación, sino que en realidad se basan en evidencia que es más o menos de carácter histórico.