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CUANDO Amru hubo terminado su extravagante panegírico sobre la tribu de Tagleb, y recibió el fuerte aplauso de su propio partido, Hareth se levantó y pronunció el siguiente poema o discurso en verso; que pronunció, según algunos autores, sin ninguna meditación, pero que, como afirman otros, con mayor apariencia de probabilidad, había preparado y aprendido de memoria.
Aunque, si creemos a Asmai, el poeta tenía considerablemente más de cien años en ese momento, se dice que soltaba sus versos con tal ardor hirviente que, sin darse cuenta, «se cortó la mano con la cuerda de su arco, en el que», a la manera de los oradores árabes, «se apoyaba mientras hablaba».
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Cualquiera que fuese su edad, la sabiduría y el arte de su composición contrastan sutilmente con la imprudencia juvenil de su adversario, que debió exasperar al rey, en lugar de conciliar su buena voluntad, y parece incluso haber amenazado al mismo hombre al que pedía un juicio favorable. Hareth, por el contrario, comienza elogiando a la reina, cuyo nombre era Asoma, y que lo escuchó detrás del tapiz; parece haber presentado a otra de sus favoritas, Hinda, simplemente porque ése era el nombre de la madre del rey; y celebra al propio monarca, como modelo de justicia, valor y magnanimidad. La descripción de su camello, que teje según la costumbre, es muy breve; y comienza la defensa de su tribu con frialdad y moderación; pero a medida que avanza, su indignación parece encenderse, y el resto de su arenga consiste en agudas expostulaciones y amargos sarcasmos, no sin mucho razonamiento sólido, y una serie de alusiones a hechos, que no pueden sino ser imperfectamente conocidos por nosotros, aunque deben haber estado frescos en la memoria de sus oyentes.
El alcance general de su argumento es que no se podía imputar con justicia ninguna culpa a los hijos de Becr por las muchas calamidades que habían sufrido los taglebitas, y que habían sido ocasionadas principalmente por su propia indiferencia e indiscreción.
El discurso, o poema, o como quiera que se le denomine, tuvo su pleno efecto en la mente del árbitro real, que decidió la causa a favor de los Bécrites y perdió la vida por una decisión aparentemente justa. Debió haber notado el espíritu fogoso del poeta Amru, por el estilo de su elocuencia, como César descubrió por primera vez la vehemencia impetuosa del temperamento de Bruto por su discurso pronunciado en Nicea, a favor del rey Deiotaro: pero ni el tirano árabe ni el romano estaban lo suficientemente en guardia contra hombres a los que habían irritado hasta la furia.
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Este poema está compuesto en verso ligero, o métrica de la undécima clase, que consta de epítrites, pies jónicos y peones, mezclados de diversas formas, como en esta forma:
“Amarili, | dulci lyra | modular
carmen molle | sub-árbol | fusa sacrâ.”
A veces un moloso termina el dístico, como:
“Dulce carmen | sub-árbol | fusa sacra
Modulares, | dum sylvulæ | demandado."
El cierre de un pareado en esta medida tiene a menudo la cadencia de un hexámetro latino o griego; así, v. 20:
Tis´-háli khaílin khilála dháca rogáo—
es decir, literalmente,
Hinnitûs modulantur equi, fremitûsque cameli.