XII. ¿Dónde está mi vida arruinada y dónde la fama de las acciones nobles? | Página de portada | XIV. El ruiseñor con gotas de la sangre de su corazón |
SEÑORA que tienes mi corazón en tu mano,
No me escuchas; y si apartas tu oído
A los sabios, no entenderás—
He aquí la culpa es tuya, nuestras palabras fueron claras.
Para todo el tumulto en mi cerebro borracho
Alabado sea Dios, que no prueba a su siervo en vano;
Ni este mundo ni el otro ¡Me harás temer!
Mi corazón cansado guarda silencio eterno—
No sé quién se ha deslizado en mi corazón;
Aunque estoy en silencio, uno dentro de mí llora.
Mi alma rasgará el velo pintado.
¿Dónde estás, trovador? Toca tus cuerdas más tristes
Hasta vestido de música como canta el dolor,
Mi triste historia de tu cítara barre.
He aquí, en ningún momento presté mi oído
Para escuchar las glorias de la tierra;
Sólo tu belleza a mis ojos era querido.
El sueño me ha abandonado, y desde el nacimiento
De la noche al día tejo brillantes sueños de ti;
Borracho de cien noches de juerga,
¿Dónde está la taberna que ofrece tanta alegría?
Mi corazón, triste ermitaño, mancha el suelo del claustro
Con gotas de sangre, el sudor de la angustia terrible;
Ah, lávame y vierte sobre mi cuerpo
¡El vino generoso del amor! los adoradores del fuego
Los he inclinado y he magnificado mi nombre,
Porque en mi corazón arde una llama viva,
Traspasando la puerta impenetrable de la Muerte.
¿Qué instrumento sonó a través del silencio de anoche? ¿sonó?
Mi vida en la suya yacía el juglar tejió,
Y llenó mi cerebro con la dulce canción que cantaba.
Fue la proclamación de tu amor
Que sacudió las cuerdas de la lira más secreta de la vida,
Y todavía mi pecho se agita con el deseo de anoche,
Por innumerables ecos de esa música brotó.
Y siempre, desde el momento en que Hafiz escuchó
La voz de su Señora, como desde una colina rocosa
Resuena la palabra hablada suavemente,
Así ecos de deseo llenan su pecho.
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